Libro sobre el amor conyugal
Puedes leerlo aquí:
Puedes leerlo aquí:
SIETE REGLAS
Para hacer más feliz la vida en su hogar Dale Carnegie
Oh, Jesús que sufres, haz que hoy y cada día yo te sepa ver en la persona de tus enfermos, y que, ofreciéndoles mis cuidados, te sirva a ti.
Haz que, aún oculto bajo el disfraz poco atrayente de la ira, del crimen o de demencia, sepa reconocerte y decir:
Jesús que sufres, cuán dulce es servirte.
Dame, Señor, esta visión de fe,
y mi trabajo no ha de ser jamás monótono. Encontraré alegría aceptando las pequeñas veleidades y los deseos
de todos los pobres que sufren.
Querido enfermo, me resultas más querido aún porque representas a Cristo.
¡Qué privilegio se me confiere
el poderme ocupar de ti!
Oh, Dios, que sufres en la persona de Jesús,
dígnate que yo sea otro Jesús paciente,
indulgente hacia mis faltas, tú que miras mis intenciones, de amarte y servirte
en la persona de cada uno
de tus hijos que sufren.
Señor, aumenta mi fe.
Bendice mis esfuerzos y mi trabajo,
ahora y siempre.
(Oración compuesta por la Madre Teresa de Calcuta)
Capítulo 1
Cómo cavarse una tumba matrimonial en la forma más rápida posible Napoleón y Eugenia
Cuando por allá en los años 1850 Napoleón III, emperador de Francia, se casó con una sencilla muchacha de España, llamada María Eugenia, se sentía plenamente feliz. Ella era joven, hermosa, afectuosa y él la amaba con todas las fuerzas de su corazón.
Pero lo que no sabía Napoleón era que María Eugenia era terriblemente regañona y que sufría de una enfermedad nerviosa que se llama celos. Y esto se convirtió en la tumba que sepultó el cariño que existía entre los dos, lo debilitó y lo convirtió en cenizas. Perseguida por los celos, devorada por las sospechas, la emperatriz le impedía estar un momento a solas. Entraba intempestivamente a su despacho cuando el emperador estudiaba asuntos de alto gobierno. Interrumpía sus discusiones más importantes. Se negaba a dejarlo solo, siempre temerosa de que estuviera con otra mujer. (Con razón el Libro de los Proverbios dice que los celos vienen de los infiernos. Que los celos son temibles como el mismo infierno.) Muchas veces sucedió que estando Napoleón en su despacho atendiendo a altos empleados, entraba María Eugenia y le gritaba y lo regañaba delante de todos. Y este hombre, que gobernaba millones de personas en todo un gran país, no lograba tener paz en su propia casa.
¿Y qué consiguió esta mujer con semejantes actuaciones? Pues que su marido desesperado se fuera de vez en cuando, disfrazado, y saliera de noche por las calles acompañado de algún guardaespaldas a visitar todos esos parques que un emperador no podía visitar de día, y a buscar a alguna amiga que lo consolara de los terribles regaños de su celosa esposa. Y María Eugenia tuvo que repetir aquella frase del Santo Job: «Lo que temía que me iba a suceder, eso fue lo que me sucedió». Con regañar y celar a su marido, lo único que obtuvo fue desesperarlo, enfriarlo en su amor hacia ella, y encenderlo en el amor hacia otras amistades que no le convenían.
Los esposos Tolstoi
Cuando murió el famoso escritor León Tolstoi ( + 1910) su esposa dijo llorando a sus hijas: «Yo fui la causa de las amarguras en la vida de vuestro padre». Las hijas no respondieron. Las dos lloraban. Sabían que la madre decía la verdad. Sabían que ella había amargado la vida de su esposo con sus quejas constantes, sus insaciables críticas y sus amargos regaños. Estos dos esposos habrían
podido ser felices. El era un autor famoso de libros inmortales como, por ejemplo: La guerra y la paz, leído y vendido en todos los países del mundo. La gente vivía pendiente de sus labios. Cualquier frase que pronunciara la escribía para que quedara inolvidable en la historia. Pertenecían a familias nobles y tenían lujos, riquezas e hijos. Pero sucedió algo asombroso. Tolstoi se dedicó a leer la Biblia, especialmente el Nuevo Testamento, y sus ideas cambiaron por completo. Ya no se dedicó a hacer autor literario, sino de profeta quería enseñar a las multitudes a ganarse el cielo y a tener contento a Dios. Repartía sus tierras entre campesinos pobres y no se preocupaba por estar cobrando los derechos de autor, de sus famosos libros. Predicaba a todos que había que abstenerse de fumar y de tomar bebidas alcohólicas y que los ricos tenían que compartir sus riquezas con los pobres. Y esto le desagradaba terriblemente a su esposa.
La vida de Tolstoi se le volvió una tragedia. Y la causa de ello fue su esposa. Ella quería lujos y él trataba de vivir como un pobre, como Jesús de Nazaret. Ella anhelaba fama y los aplausos de la sociedad, y él lo que deseaba era dedicarse a servir a los pobres y despreciados. Ella deseaba más y más dinero, riquezas y posesiones y él repetía que los bienes había que repartirlos con los que no tenían nada. Durante muchos años su esposa le gritó, le regañó y le echó en cara por no reclamar sus derechos de autor porque ella deseaba ese dinero para sus lujos y sus vanidades. Cuando él se oponía, la esposa sufría ataques histéricos. Se revolcaba en el suelo con un frasco de veneno junto a la boca amenazando que se mataría sino se le daba gusto a su avaricia. Cuando ya llevaban muchos años de casados, ella en días de buen genio y de paz le pedía que le leyera las páginas literarias que él había escrito en los días de su juventud. Tolstoi leía lo escrito en aquellos días, hermosos, felices, idos para siempre. Los dos lloraban. Cuán diferente habría resultado la vida real, a los sueños de felicidad que entonces había tenido. A veces Tolstoi se sentía incapaz de seguir soportando la trágica infelicidad de su hogar y salía huyendo en noches congeladas. Y en una de esas noches, en octubre de 1910, huyó en medio del frío y de la oscuridad, sin saber a dónde iba. Once días más tarde murió de neumonía en una estación del ferrocarril, y en su agonía pidió que no dejaran que su esposa viniera a visitarlo antes de que él muriera.
Tal fue el precio que la señora Tolstoi pagó por sus regaños, su histerismo y sus quejas. ¿Que ella tenía razón en mucho de lo que criticaba? Claro que sí. Pero lo grave fue lo desproporcionado de sus lamentaciones. Con razón exclamó al volver del funeral: «Me comporté como una loca respecto a es buen hombre». Pero ya era tarde para reconocer su error. Nadie va a decir que en el caso de Napoleón III o en el caso de Tolstoi toda la culpa estaba en la esposa.
No. De ninguna manera. «Cuando el río suena, piedras lleva», dicen los campesinos. Y eso es verdad. Pero lo grave y trágico en esos casos fue lo desproporcionado de los métodos empleados para tratar de corregir al esposo (sin desconocer que él también habría podido comportarse mejor). La mujer de Napoleón habría debido recordar que las pasiones sexuales del hombre son siete veces mayores que las de la mujer y que por eso es necesario tener comprensión hacia él (sin que esto signifique alcahuetería o aceptar como bueno lo que es malo o como pasable lo que es pecaminoso). Debería haber recordado que al hombre se le gana con el amor, la simpatía y la comprensión y no con el grito, el regaño o los celos. Que cuando más se le desespera en su hogar, más deseos sienten de irse a buscar otros brazos. (Lo terrible es que el pobre marido llegue a su
hogar y se encuentre con una esposa regañona y gritona y vaya donde su amante y la encuentra melosa y cariñosa. Eso es fatal para su hogar). La esposa de Tolstoi tenía seguramente mucho de qué criticarle. ¿Pero, no se hubiera podido hacer esto de una manera tétrica y desesperante? ¿Y acaso es que estaban aguantando hambre? (San Pablo dice: «teniendo con qué comer y con qué vestir, contentémonos con esto». Ellos poseían lo suficiente para subsistir decentemente). La Sagrada Biblia repite: «El rico se muere, y ¿para quiénes será lo que han amontonado?» En eso pensaba Tolstoi. Lástima que su esposa no hubiera pensado así (quizás por no leer más frecuentemente la palabra de Dios). ¡Cuánto más feliz hubiera sido aquel hogar si en vez de andar discutiendo, hubieran logrado resolver sus litigios en santa paz!
El matrimonio Lincoln
Dicen algunos que lo que más hizo sufrir a Lincoln fue su casamiento. Porque cuando Booth le hizo el disparo fatal, Lincoln no sintió nada, pero en cambio sufrió durante 23 años lo que su biógrafo calificó como «la amarga cosecha de una gran infelicidad conyugal». Y no sólo infelicidad conyugal sino casi un infierno de sufrimientos. Durante casi un cuarto de siglo su esposa lo regaño, lo criticó y le amargó la vida hasta más no poder. Para la señora Lincoln, en su marido no había nada de bueno sino que todo era criticable. Que era giboso, demasiado inclinado hacia delante. Que caminaba torpemente. Que levantaba demasiado los pies al andar como indio estrenando zapatos; que en sus movimientos no había ni tris de gracia ni de elegancia. Que no sabía andar sobre los dedos de los pies (ella debería haberse casado más bien con un bailarín de ballet). A la señora Lincoln no le gustaban nada las orejas de su marido. Le decía que las tenía demasiado largas y que sobresalían de su cabeza en ángulo recto (como las de ciertos animalejos). Le criticaba la nariz por demasiado grande y torcida y que el labio inferior le sobresalía demasiado. Le repetía que era flacuchento como un tuberculoso y que sus pies y manos eran casi el doble de lo normal y que su cabeza era desproporcionadamente pequeña, etc. etc. ¿A qué marido le encanta vivir con una mujer que lo analice tan despiadadamente? ¡Cómo es de dañino dedicarse a mirar la basurita en los ojos ajenos sin fijarse en la viga que uno lleva en sus propios ojos! Y no es que el Sr. Lincoln fuera un angelito de Dios. Su mal genio era tremendo (alguien decía que no lo habían bautizado con agua sino con ácido sulfúrico.
Su vozarrón era agudo y fuerte y se escuchaba desde una cuadra de distancia. Sus estallidos de ira eran conocidos por todos lo que vivían por allí cerca y, a veces, no se contentaba con proferir palabras fuertes sino que procedía con obras de violencia. Pero entre el mal genio de la señora Lincoln y el de su esposo había una especialísima diferencia. Él sabía contenerse y moderarse la mayor parte de las veces. Ella en cambio estallaba incontenible en cada ocasión. Recién casados estaban desayunando en un hotel, y de pronto él afirmó algo que a ella le disgustó. ¿Saben qué hizo esa mujer? Arrojó la taza de café caliente en la cara de su esposo. Y esto delante de todos los comensales. Lincoln no dijo nada. Quedó allí sentado, humillado, hasta que la señora del hotel llegó con una toalla y le secó la cara y le limpió la ropa. No seguimos contando «lindezas» porque serían interminables. Aquella señora terminó sus días con una grave enfermedad mental. Por eso
lo más caritativo que podemos afirmar de ella es que desde joven tenía un desequilibrio nervioso que la llevaba a obrar de manera incontrolable.
¿Pero, logró cambiar ella a su esposo con estos ataques de furia, con estas reacciones tan impresionantes y humillantes? Claro que sí lo logró cambiar, pero hacia el mal, no hacia el bien. Lincoln le fue perdiendo cariño y trataba de estar el mayor tiempo alejado de ella. Y suspiraba de tristeza por no haber pensado mejor antes de casarse (nadie puede vivir tranquilo y en paz con una fiera o una serpiente venenosa dentro de su propia casa).
¡Ah, si a esta mujer le hubieran enseñado de pequeña que el arma invencible de la esposa es la ternura, el afecto, la comprensión, el saber demostrar aprecio y cariño a su marido! Ah, sí, esta mujer hubiera asistido a un curso de relaciones humanas como éste, seguramente que la vida de aquel matrimonio hubiera sido mil veces más feliz de lo que fue (que en verdad lo fue muy poco). A cuántas mujeres les sería de enorme provecho estudiar un poco más de relaciones humanas antes de contraer matrimonio. Bendecirían para siempre el haber hecho este estudio. Y su esposo también. Y si él estudia relaciones humanas, la felicidad será doble, y su cariño durará mucho más.
Cuando Lincoln era un joven abogado, los fines de semana, en vez de volver a su casa a descansar, como lo hacían sus demás compañeros, él se quedaba por allá en los pueblos donde estaba trabajando, aunque le tocaba hospedarse en hoteluchos incómodos, pero lo importante para él era poder pasar el día de descanso en paz y sin regaños ni insultos. Y uno se pregunta: ¿No será éste el caso de muchos hogares de la actualidad, en los cuales en vez de darle importancia a lo bueno y amable que tiene el cónyuge, se dedican más bien a criticarse y regañarse?
Analicemos los tres casos que hemos estudiado. El de Napoleón III, el de Tolstoi y el de Lincoln. Han sido tan conocidos internacionalmente por los libros que de ellos se han escrito, que no tenemos peligro de quitar famas ajenas al publicarlos. No insistimos aquí en el mal genio y los malos tratos que provienen del marido, porque la aspereza de los hombres la hemos criticado y rechazamos cualquier forma de violencia. Pero pensémoslo bien: ¿qué obtuvieron las esposas de estos grandes hombres al regañarlos continuamente y vivir echándoles en cara sus debilidades, y humillándolos día a día? ¿Qué de bueno consiguieron? Quizás nada (fuera de la fortaleza y paciencia y premios para el cielo que cada uno de ellos ganó aguantando a semejantes tatacoas). Y al fin y al cabo: ¿qué fue lo que obtuvieron? La tragedia para sus vidas. Destruyeron lo que más querían. En muchos casos lo que hace desesperante la vida del hogar es el hombre con su mal genio. Pero en todo caso a quien le cae el guante que se lo plante. Y si alguno de nosotros tiene algo que corregir en su vida, respecto a la regañadera y criticadera, ojalá que ya, desde hoy, empiece la enmienda.
Una estadística
El Sr. Hamburguer ha pasado la mitad de su vida en el tribunal de anulación de matrimonios. Ha revisado miles de casos de abandono del hogar y ha sacado este dato estadístico impresionante:
que muchísimos de los hombres que abandonan el hogar lo hacen porque su esposa les regaña demasiado.
Cuánto mejor y más provechoso hubiera sido emplear un modo de hablar lleno de bondad y de amabilidad, en vez de vivir criticando y regañando; y haber corregido de tal manera que los demás no se sintieran humillados ni resentidos.
El placer de un psicólogo
Un notable psicólogo de fama internacional decía: «Si de mí dependiera, yo no permitiría que nadie contrajera matrimonio sin hacer antes un Curso de Relaciones Humanas, porque los matrimonios que he visto destruirse no se han acabado por pobreza o enfermedad, sino porque uno de los dos o ambos, no saben emplear debidamente las relaciones humanas».
Capítulo 2
Amar y dejar vivir
De manera que si queremos hacer feliz la vida del hogar: La Regla de oro: No regañar. No regañar nunca jamás.
Inglaterra tuvo un primer ministro que por 25 años ejerció una gran influencia en el país. Se llamaba D’Israeli ( + 1881). Este hombre aguardó para casarse hasta que tuvo 35 años. El decía: «Prefiero cometer cualquier otro error, menos el de no elegir debidamente la persona con la cual voy a vivir en matrimonio». Y supo elegir muy bien. Se consiguió una mujer, Ana María, que era mayor que él, pero que lo supo comprender a la perfección. Ella no era muy hermosa pero sabía ser simpática en el trato, lo cual vale mucho más que la hermosura. No era muy instruida (no sabía quiénes habían existido primero si los persas o los romanos) pero era capaz de comprender las maravillas de su esposo (el cual sí se sabía de memoria la historia universal). Ana María tenía un gusto bastante extravagante para servir, pero era un genio en cuanto a lo más importante para una esposa: el arte de saber tratar bien a su marido. Cuando el ministro volvía a su casa después de haber estado por horas en reuniones sociales donde todo es postizo, diplomático y amanerado, se sentía feliz en su hogar donde todo era natural y lleno de verdadero cariño y estimación. Después de los más acalorados debates en la Cámara, donde D’Israeli tenía que defender como un león embravecido los proyectos del gobierno, llegaba a su casa a contarle todo a su mujer como un niño cuenta a su mamá las aventuras que le sucedieron en la escuela. Ella lo escuchaba entusiasmada y nunca podía creer que su marido pudiera fracasar en la política, porque lo consideraba un verdadero genio para esa actividad tan difícil.
Durante 30 años Ana María vivió para D’Israeli. Solamente para él. Se alegraba de que su primer marido le hubiera dejado una buena herencia, porque así podía proporcionarle mayores comodidades a este esposo y librarlo de angustias económicas. Él en cambio la consideraba una verdadera heroína. Le consiguió de la Reina de Inglaterra un título honorífico, y por imprudente y poco instruida que ella apareciera cuando hablaba en público, jamás a su marido se le ocurrió humillarla con críticas o regaños. Y si alguno se atrevía a burlarse de ella, el hombre salía en su defensa como un tigre agredido. Y Ana María tampoco se cansaba de admirar a su cónyuge y de hablar bien de él ante los demás.
¿Resultado? «Hace treinta años que nos casamos y jamás me aburrí de mi esposa», decía D’Israeli. Sin embargo algunos pensaban que porque ella no era muy instruida ni muy bella ni muy admirable en su vestir, debería ser una esposa aburrida. Y no era así. Ana María declaró también: «Gracias a la buena voluntad de mi marido, mi vida de casada ha sido una larga cadena de felicidad».
Los dos practicaban una muy antigua ley para obtener la felicidad en el hogar: no vivir tratando de que el cónyuge cambie sus modos aceptables de ser feliz, sino tratar de adaptarse a sus gustos personales. Si su modo de ser feliz no choca contra nuestra moralidad, aceptarlo y adaptarse. De modo que si queremos ser felices en el hogar:
La regla de oro: No tratar de quitarle al otro su manera de ser, sino de mejorarla.
Maridos:
Amen a su esposa
Mujeres:
Tengan un gran respeto por su marido
(San Pablo. Efesios)
Capítulo 3
Quien no hace esto, pronto estará buscando el divorcio El Sr. Gladstone
El adversario político de D’Israeli (conservador) era el liberal Gladstone ( + 1898) que fue también primer ministro de Inglaterra y ejerció mucha in-fluencia en su país. Estos dos hombres tenían tremendos choques oratorios en la Cámara, en el Congreso, pero los dos coincidían en un punto feliz: tenían una suprema felicidad en su vida de matrimonio.
Guillermo Gladstone y Catalina, su esposa, vivieron juntos durante 59 años, más de medio siglo de afecto, fidelidad y estimación. Era muy agradable con-templar a este dignísimo jefe del gobierno de la nación, llegar a su casa y bailar con su esposa junto a una chimenea, cantando los dos una de las canciones más populares de su tiempo. Gladstone, formidable enemigo en la oratoria pública, jamás criticaba ni regañaba en su casa. A veces cuando bajaba a la cocina a desayunar y se daba cuenta de que ninguno se había levantado todavía, empezaba a tararear una canción, para que los demás se dieran cuenta de que el hombre más ocupado de Inglaterra estaba aguardando a que le hicieran el desayuno para irse a trabajar. Finísimo diplomático, trataba en su casa a todos como había aprendido a tratar a los embajadores de los grandes países que llegaban a visitarlo. Se abstenía de amargar la vida a los demás en su casa con críticas y regaños. Y no es que no fuera muy cuidadoso en la educación de todos en su hogar. Pero sabía decir las cosas con un aire de bondad y de amabilidad, que las gentes podían repetir de él lo que 15 siglos antes comentaban los cristianos acerca del gran san Cipriano: «Su modo de tratar es tan bondadoso y tan respetuoso, que uno no sabe qué hacer más si venerarlo o amarlo». Catalina la Grande, emperatriz de Rusia, cuando a veces se descuidaban en su casa y le servían una comida mal hecha, la tomaba con calma, y solamente varios días después llamaba la atención delicadamente a quien había tenido ese descuido. Algo parecido a lo que le sucedió al amable Francisco de Sales al cual un día por descuido le sirvieron un huevo podrido. Él lo comió tranquilamente, y cuando llegó el cocinero a pedirle excusas le dijo: «¡Así es mejor: para variar: un día huevos buenos y otro día huevo podrido. Así variamos un poco!».
Una encuesta
En Estados Unidos hicieron una encuesta acerca de la causa por la cual más personas se han divorciado en ese país. Y la causa que mayor número de votos tuvo fue ésta: «Porque me vivían criticando…, porque el cónyuge criticaba demasiado…. porque regañaba exageradamente». No lo olvidemos quien critica y critica está viajando hacia el divorcio.
Declaración de un papá ante el hijo dormido
No hace mucho tiempo apareció un artículo que ha dado la vuelta al mundo, y ha sido publicado en revistas en todos los idiomas y ha sido leído en centenares de radiodifusoras. Es de Livingstone Larnded y dice así:
Declaración ante mi hijo dormido
Escucha hijo, voy a decir esto mientras duerme, suavemente reclinado sobre la almohada. He entrado solo en tu cuarto. Hace unos minutos, mientras leía el periódico en la sala, sentí una ola de remordimiento que me ahogaba. Como culpable he venido junto a tu cama.
Esto es lo que he estado pensando hijo: He sido demasiado gruñón en el trato que le he venido dando. Esta mañana lo regañé porque apenas medio se había echado un poco de agua en la cara al bañarse. Luego lo volví a regañar porque no había lustrado bien los zapatos y enseguida le grité porque había dejado caer algo.
Durante el desayuno lo regañé también porque volcó un vaso y luego le hablé duro porque estaba comiendo demasiado rápido. Enseguida le advertía muy serio que estaba poniendo los codos sobre la mesa. Cuando salió para ir al colegio y yo salí a tomar mi bus para el trabajo, me despidió diciéndome: «Adiós, papi», y yo en vez de contestar amablemente le grité: «Levante esos hombros, no ande tan agachado».
Cuando yo volvía por la tarde de mi trabajo lo vi jugando con otros niños en la calle y con las medias rotas. Lo mandé a la casa pero antes lo humillé delante de sus compañeros diciéndole: «Siga rompiendo medias, que como no le toca comprarlas, no sabe lo costoso que son. Si tuviera que comprarlas sería más cuidadoso». Y pensar hijo, que un papá diga eso, y ¡delante de los demás!
Esta tarde, hijo, cuando yo estaba en la sala leyendo el periódico lo sentí acercárseme con timidez y con mirada de perseguido, como queriéndome decir o pedir algo, levanté la vista encolerizado y le grité: «Y ahora, ¿qué quiere? Y a pesar de todo, esta noche antes de irse a la cama lo sentí acercárseme a pedir mi bendición y a desearme buenas noches. Bueno, hijo, después mientras seguía leyendo el periódico fue cuando me di cuenta de mi mal proceder y me llené de remordimientos. ¿Qué estoy haciendo con esta costumbre de regañar por todo? ¿Es que no sé sino únicamente encontrar defectos para criticar y no encuentro ninguna cualidad para felicitar? No es que yo no lo ame, es que estoy esperando demasiado de alguien que todavía es sólo un niño. Lo mido con la medida de mis años maduros y pretendo que tenga un comportamiento como el mío. ¡Pero en este hijo hay tantas cualidades y tantos buenos comportamientos que yo no he sabido apreciar y valorar! Por eso he llegado ahora, pasito, pasito, hasta cerca de su cama, y aquí de rodillas, estoy pidiendo perdón a Dios por el modo tan exagerado como estoy tratando a mi propio hijo. Quiero pedir a Dios que me perdone todas mis asperezas y brusquedades. Yo sé que si le dijera esto a mi hijo cuando esté despierto, no me lo comprendería. Pero desde mañana quiero ser un buen papá. Quiero ser su amigo y compañero y no un jefe temible. Quiero sufrir cuando lo vea sufrir y reír cuando lo sienta reír. Refrenaré mi lengua para no decirle palabras impacientes o humillantes. Tengo que repetirme muchas veces: «Es todavía un niño, es todavía un niño». No quiero tratarlo como a un hombre ya formado. Quiero comprenderlo como a un niño en formación. Me esmeraré por formarlo lo mejor posible y por corregir sus errores y hacer que obtenga las virtudes y buenas costumbres necesarias, pero siempre con métodos amables y dando tiempo al tiempo para que vaya progresando poco a poco. Reconozco que he pedido más de lo debido. Quise que los frutos de su personalidad maduraran demasiado pronto. Y eso es un error. De hoy en adelante trataré a mi hijo niño, solamente como a un niño porque eso es y nada más.
Rápida manera de hacer feliz a todo el mundo
Dicen los psicólogos que casi todos los hombres cuando buscan esposa no buscan mujeres de negocios sino mujeres que los aprecien y los hagan sentirse superiores y admirados. Sale un hombre a almorzar con una mujer de oficina y ésta, durante el almuerzo, habla de las corrientes modernas de la filosofía (recordando lo que aprendió en clase) hasta insiste en pagar ella la cuenta. En adelante esta mujer almorzará sola.
En cambio sale a almorzar con la mecanógrafa que no hizo ningún estudio especial, y ésta mientras, sir-ven el almuerzo fija en él su mirada incandescente y le dice: «Hábleme un poco más de su vida» resultado. El hombre no tardará en pensar que, aunque no sea una belleza, esa mujer es la más conversadora que ha conocido en su vida.
Los hombres deberían esmerarse un poco más en tratar de apreciar los esfuerzos que hace la mujer por embellecerse y vestir bien. Todos los hombres olvidan esto, si es que alguna vez lo han sabido. No saben cuán profundamente interesan los vestidos a las mujeres. Por ejemplo, si un hombre y una mujer se encuentran por la calle con otro hombre y otra mujer, la mujer mira muy poco al hombre. Lo que le interesa es saber cómo viste la otra mujer. Mi abuela murió cuando tenía 98 años. Poco antes de su fallecimiento le mostramos una fotografía suya tomada 50 años antes. Sus pobres ojos no distinguían muy bien las cosas y lo único que preguntó fue: «¿Y qué vestido tenía yo puesto ese día?». Pensemos en esto: una anciana, en sus últimos días, ya casi con un siglo de edad, perdida la memoria hasta el punto de que ya no reconocía a sus mismas hijas, pero lo que le interesaba era qué vestido tenía ella 50 años antes. Yo estaba junto a su cama cuando hizo la pregunta y me causó una impresión que jamás se me borrará. A los hombres no nos interesa recordar qué camisa usamos hace un año o hace diez años. Pero a las mujeres sí les interesa muchísimo su modo de vestir. Y esto es bueno que lo tengamos en cuenta.
En Francia, en clase de urbanidad se les repite a los jóvenes varones: «Expresen su admiración por los vestidos y los adornos de las mujeres». Y por algo será que se les recomienda esto a los 60 millones de franceses. ¿Y en la comida? Una sirvienta decía: «Cuando la comida está sabrosa, ni uno solo se acerca para felicitarnos por lo agradable que está. Pero cuando la comida está defectuosa, todos pasan en procesión a regañarnos».
En la antigua Rusia, cuando se servía un gran banquete, era de obligatoria ceremonia, que al final de la comida apareciera en el salón comedor todo el personal de la cocina para que todos los comensales les ofrecieran un gran aplauso de agradecimiento y felicitación.
¿Por qué no hacer algo parecido de vez en cuando con las personas que nos preparan los alimentos, o nos prestan otros servicios domésticos? Aquí sí que convendría repetir el consejo bíblico: «Sean agradecidos».
A un autor de cine le preguntaron cómo podía explicar que su esposa siendo también artista cinematográfica no se hubiera divorciado de él como lo hacen la mayor parte de las artistas, y respondió:
Es que a ella, le agradan tanto los aplausos en sus actuaciones en el cine, que yo también le doy mis aplausos en la vida hogareña, felicitándola y agradeciéndole por todos los detalles y cuidados que tiene con nosotros sus familiares. Si una mujer ha de encontrar felicidad en su marido, debe encontrarla en la forma en que él le demuestra su aprecio, admiración y agradecimiento. Y al felicitarla con verdadera gratitud, encuentra también el marido mismo su propia felicidad.
De manera que si queremos hacer verdaderamente feliz la vida del hogar:
La Regla de oro:
Demostremos que apreciamos honradamente las buenas cualidades de la otra persona.
Capítulo 4
Darle importancia a las pequeñeces
Aquel marido le regaló a su esposa un cheque por $100.000 en el día de su cumpleaños, y ella se echó a llorar. Es que lo que deseaba recibir en ese día era un ramo de flores. Las flores no cuestan mucho y frecuentemente las podemos comprar en la calle. Pero si vamos a averiguar qué tantas veces le lleva flores como regalo a su mujer, podríamos imaginar que seguramente son más que algún producto importado del Polo Norte.
¿Por qué aguardar a llevarle flores a la esposa, a que ella esté enferma en una clínica u hospital? ¿Por qué no llevárselas esta misma semana? A la gente le gusta hacer experimentos. ¿Por qué no hacer la prueba con este regalo a ver qué sucede? Un notable político llamaba por teléfono todos los días a su mamá. Y no tenía nada especial que contarle, pero esa llamada era una señal de su cariño, y la buena anciana la agradecía con toda su alma. Las mujeres le dan gran importancia a los cumpleaños y aniversarios. ¿Por qué lo hacen? Eso es un misterio de la psicología femenina. El hombre común puede pasar sin recordar muchas fechas y muchos aniversarios, pero hay algunas que no tienen ningún derecho a dejarlas pasar sin recordarlas. Por ejemplo: el cumpleaños de su esposa, y el aniversario de su matrimonio. (Aquel hombre regañó muy amargamente a su mujer. Ella suspirando de tristeza le dijo: «¡Lo que más siento es que este regaño me lo haya dado precisamente en el día de mi cumpleaños!» El otro se avergonzó y se dijo a sí mismo: «Eso me pasa por no recordar el cumpleaños de mi mujer»). Es necesario tener anotados estos cumpleaños y aniversarios en una agenda, para no olvidarlos, porque ese olvido es muy triste.
Lo que dijo un juez
Uno de los encargados de evaluar las causas de separación matrimonial en un Tribunal, el Dr. José Sabas, escribió: «En casi todos los casos en que se pide la separación se pone como causa el que en
el hogar no se tiene en cuenta los pequeños detalles, que pueden hacer feliz o infeliz la vida matrimonial. Muchas separaciones podrían evitarse con sólo darle importancia a pequeñeces como el saludarse o despedirse con cariño, el dar gracias a tiempo, el felicitar, el pedir excusas, el saber callar pequeñas cosas que no gustan, y el ser generoso en obsequiar pequeños regalos.
El cultísimo presidente Guillermo Valencia era tan generoso en pequeños detalles con su esposa inválida en una silla de ruedas, que ella le escribió a un familiar suyo: «Me trata como si yo fuera una especie de ángel».
Pero lo contrario, el olvidar los detalles de cariño, eso sí puede matar el amor. Una poetisa exclamaba:
«No es que se haya ido el amor, lo que más me duele. Lo que siento es que se haya ido tan poquito a poco».
Recordemos alguna vez estos versos tan evidentes. ¿Cuántos son los matrimonios que se han destruido porque ha sucedido una gran tragedia? Quizás no son tantos.
Pero en cambio cuántos matrimonios se han acabado porque el amor se fue apagando poquito a poco por falta de echarle ese combustible que son los pequeños detalles de aprecio y cariño.
Una noticia para recordar
Hay un escrito que deberíamos tener pegado en el espejo o llevarlo en una libreta para leerlo de vez en cuando. Dice así:
«Sólo una vez pasaré por aquí, por este día de hoy. Por lo tanto, todo el bien que hoy pueda hacer, toda la bondad que pueda demostrar a un ser humano, debo hacerlo hoy, ahora mismo. No debo dejarlo para más tarde ni descuidarlo, porque ya nunca más pasaré por aquí, por este día de hoy». Y tengo que cumplir el consejo del sabio Rey Salomón: «No negar un favor a quien lo necesita, si en mi mano está el poder hacerlo». De modo que si queremos hacer feliz la vida en el hogar:
La Regla de oro: Tener pequeñas atenciones.
El valor de una sonrisa
No cuesta mucho… pero hace ganar mucho.
Enriquece a quienes la reciben sin empobrecer a quienes la dan.
Se produce en pocos momentos y su recuerdo puede durar por mucho tiempo.
Nadie es tan rico que pueda pasarse sin ella, y nadie es tan pobre que no pueda alegrar con ella a los demás.
Aumenta la felicidad en el hogar; consigue la buena voluntad de los negocios y es el saludo y el distintivo de los amigos.
Es descanso para los fatigados, ánimo para los decepcionados, alegría para los tristes, y hasta puede alejar preocupaciones.
Pero no puede ser comprada ni vendida, ni sirve si es postiza, porque es algo que no vale si no se produce espontáneamente.
Si por el cansancio, los empleados que atienden no son capaces ya de brindarle una sonrisa, no deje en cambio de obsequiarles una sonrisa suya.
Porque nadie necesita tanto una sonrisa como quien no tiene ninguna para dar. Quien desea agradar más a los demás que sonría un poco más.
A nadie le gusta recibir órdenes: pero con gusto se presta un servicio, a quien bondadosamente lo pide.
Capítulo 5
Si queremos ser felices no descuidemos esto
Dos hermanos: Heliodoro y Luis Antonio, se casaron. El primero con una muchacha de la ciudad, ágil para bailar y bonita, pero dura en su modo de tratarlo a él. En cambio Luis Antonio se casó con una sencilla campesina, tímida, no tan bella como la otra, pero sumamente educada en el trato con el esposo. Heliodoro decía burlonamente: «Mi hermano Luis no será capaz de hacer que su mujer pase la quebrada de su vereda para llegar a la ciudad». Y Luis respondió: «No importa que mi mujer no sea capaz de pasar la quebrada para ir al pueblo. Lo que me interesa es que me sabe tratar con la más exquisita gentileza y amabilidad». Pasados quince años, Heliodoro estaba separado de su linda y bailarina mujer «regañona», y Luis Antonio pasó todo resto de su vida sintiéndose verdaderamente feliz junto a su amable esposa. Este caso lo presenciaron mis ojos y a muchos de mis amigos les consta que sí es verdad. Lo que influyó en los dos matrimonios fue el modo que la esposa empleó en tratar a su marido. La una, dura y áspera, acabó así con el matrimonio. La otra, amable y bien educada, conservó siempre el amor de su marido.
Como con los de afuera
Un consejero matrimonial repetía esta sencilla recomendación: «Traten a su cónyuge con el mismo respeto y la misma diplomacia con que tratan a la gente de afuera». En el matrimonio es de extrema importancia la cortesía y la buena educación en el trato entre los dos. Hay que emplear dentro del hogar la misma cortesía que se emplea fuera de casa. Que no nos suceda lo que lamenta el Libro de los Proverbios: «Hay gente que fuera de su casa es toda amabilidad y buena educación, y de puertas para adentro es toda amargura y aspereza». A nadie le agradan las lenguas regañonas. La grosería, la falta de amabilidad es como el cáncer que va corroyendo la paz del hogar. De alguien muy instruido pero muy áspero, decía su esposa: «En el colegio lo hicieron bachiller, pero se les olvidó hacerlo caballero». ¡Qué lástima! Y lo malo es que somos mucho menos corteses y bien educados con la gente que está dentro del hogar, que con los extraños que encontramos fuera.
Casos prácticos
No se me ocurriría interrumpir a un extraño para decirle: «¿Otra vez va a repetir el cuento que siempre ha contado?». Ni pensaríamos en abrir la correspondencia de los amigos, sin su permiso, o de andar insultando a los extraños por pequeños defectos. Pero ¿en casa sí lo hacemos?
Es asombroso, pero decía una señora: «Las únicas personas que me dicen cosas insultantes y ofensivas, son las que viven conmigo en mi casa». Un profesor de sicología matrimonial recomendaba: «Aunque la cerca del jardín del otro esté rota caída, fijémonos más bien en lo bonito que están las flores de su jardín».
Las penas por dentro
A Oliverio Holmes, muy conocido por sus charlas en favor del matrimonio, le preguntaron que hacía él cuando estaba deprimido y de mal genio, y respondió: «Yo trato de ocultar mi triste estado de ánimo a toda mi familia y de aparecer contento y de buen humor. Ya tengo bastante con tener que soportarme a mí mismo, para que también los demás tengan que soportarme (que es lo que Santa Teresa recomendaba: «Las penas por dentro, y por fuera una muralla de sonrisas».
Pero, ¿qué es lo que hacemos la mayoría de los mortales? Desfogar nuestro mal genio contra los que viven en nuestra casa. ¿Que las cosas van mal en los negocios? ¿Que el viaje fue duro y cansón? Pues los que lo pagan son los de la familia. ¿Qué se siente un fuerte dolor de cabeza? ¡Pues a desquitarse con los del propio hogar! (Qué distinto el caso de aquel gran educador del cual decían algunas veces los que vivían con él: «Hoy debe haber tenido una pena o una contrariedad muy grande, porque se muestra más alegre y amable que los demás días. Es su modo de no amargar la vida de los demás con las amarguras propias»). El psicólogo William james escribió un libro titulado la Ceguera del ser humano, en el cual trata de probar que todos nosotros sufrimos
de una ceguera espiritual que consiste en que no nos damos cuenta de los sentimientos de los demás y de cuánto hacemos sufrir a los otros por nuestra falta de delicadeza en el trato. Muchas personas que no pensarían ni siquiera en hablar con brusquedad a un cliente o a un compañero de trabajo, suelen gritar a su cónyuge y, sin embargo, para la felicidad personal, el matrimonio es mucho más importante, mucho más vital que los negocios. Quien tiene felicidad en su matrimonio, es mucho más feliz que los que poseen grandes riquezas pero sin alegría en el hogar. Un gran capitalista exclamaba: «Daría muchos de mis millones por tener en mi hogar una esposa amable y cariñosa que le importara si yo llego tarde a comer, o si no me siento bien de salud». Con esto se cumple lo que dicen los Proverbios: «Mayor felicidad goza el pobre que tiene un hogar donde hay amor y paz, que el rico que tiene que vivir con una esposa gruñona y buscapleitos». En muchos negocios se fracasa en la vida. Pero en el negocio que menos conviene fracasar es en el matrimonio. Cuántas mujeres no podrán comprender jamás por qué su esposo no hace los mismos esfuerzos por lograr éxito en su vida matrimonial en el hogar, que por conseguir el triunfo en su negocio o en su profesión. Tener una esposa feliz y un hogar pacífico y contento significa para un hombre más que ganar millones. Pero, ¿cuántos son los que piensan seriamente en eso? ¿Cuántas parejas hacen un esfuerzo honrado y constante por lograr que su matrimonio tenga buen éxito? ¡Ojalá fueran más! ¡Ojalá lo fueran todas! No se puede dejar en manos de la casualidad el matrimonio, que es lo más importante de la vida, y exponerse a perderlo como quien pierde en un juego de dados. ¡Cómo se ganaría en felicidad si cada cónyuge tratara al otro con amor, diplomacia y delicadeza! ¿Cómo obrarían ciertos maridos si su esposa por cada vez que él la trata con delicadeza y sin brusquedad, le echara en el bolsillo un fajo de billetes? ¿Cómo sería entonces el trato que le darían a su mujer? Pues con seguridad que por cada vez que alguien es amable en tratar a su cónyuge está consiguiendo un premio, si no de la gente, sí de Dios que sabe pagar muy bien.
La experiencia enseña que muchas veces se logra conseguir con la amabilidad y las buenas maneras lo que no se logra con peleas y discusiones. Que con una felicitación se anima más a obrar el bien que con mil regaños. Insistiéndole a la esposa en que ese vestido que se compró el año pasado le queda muy bien, se puede ahorrar el dinero que ella se iba a gastar en el que ofrecen de la última moda. Muchos esposos saben por amarga experiencia que el precio que tienen que pagar por andar peleando con su mujer es tener que comer malas comidas y tener que gastar montones de dinero en joyas y regalos para pagar sus peleas, cuando mucho de esto se habría podido ahorrar tratándola con verdadero cariño y demostrándole más frecuentemente su aprecio y admiración.
Una página famosa
San Pablo escribió una de las páginas más impresionantes que se han compuesto acerca del verdadero amor. Está en el capítulo 13 de la primera carta a los Corintios. Ese capítulo ha sido la delicia de los estudiosos por 20 siglos. Allí dice: «El verdadero amor es bondadoso y es comprensivo. El verdadero amor no es maleducado ni grosero; no vive enojándose ni guarda
rencor. Quien tiene verdadero amor lo sufre todo con paciencia y lo soporta todo con amabilidad…»
Qué bueno sería que los esposos (y también los solteros) examinaran de vez en cuando su conciencia para ver si el amor que tienen es así como el que recomienda San Pablo, o si será necesario hacer algunas enmiendas al respecto en su propia vida. Cuanto más perfeccionemos nuestro amor hacia los demás, mayor será nuestra felicidad y también la de ellos. De manera que si queremos hacer felices a los demás:
Capítulo 7
En pocas palabras:
La Regla de oro: Ser corteses y bien educados con todos.
NO CRITIQUE A SU HERMANO HASTA NO HABER ESTADO CAMINANDO DOS HORAS CON SUS ZAPATOS
Si yo cambiara
Si yo cambiara mi manera de pensar hacia los otros, me sentiría sereno. Si yo cambiara mi manera de actuar ante los demás, los haría felices.
Si yo aceptara a todos como son, sufriría menos.
Si yo me aceptara tal como soy, quitándome mis defectos, cuanto mejoraría mi hogar, mi ambiente.
Si yo comprendiera plenamente mis errores, sería humilde. Si yo deseara el bienestar de los demás, sería feliz.
Si yo encontrara lo positivo en todo, la vida seria digna de ser vivida. Si yo amara el mundo… lo cambiaría. Si yo me diera cuenta que al lastimar, el primer lastimado ¡soy yo!
Si yo criticara menos y amara más…
SI YO CAMBIARA… CAMBIARÍA EL MUNDO
Índice
Siete reglas para hacer más feliz la vida en su hogar
Plegaria
1. Cómo cavarse una tumba matrimonial en la forma más rápida posible
Napoleón y Eugenia
Los esposos Tolstoi
El matrimonio Lincoln
Una estadística
El placer de un psicólogo
La Regla es: No regañar. No regañar nunca jamás.
2. Amar y dejar vivir
La Regla es: No tratar de quitarle al otro su manera de ser, sino de mejorarla.
3. Quien no hace esto, pronto estará buscando el divorcio
El Sr. Gladstone
Una encuesta
Declaración de un papá ante el hijo dormido. Declaración ante mi hijo dormido
La Regla es: No criticar.
4. Rápida manera de hacer feliz a todo el mundo
La Regla es: Demostrar que apreciamos honradamente las buenas cualidades de la otra persona. 5. Darle importancia a las pequeñeces
Lo que dijo un juez
Una noticia para recordar
La Regla es: Tener pequeñas atenciones.
6. Si queremos ser felices no descuidemos esto
Como con los de afuera
Casos prácticos
Las penas por dentro
Una página famosa
La Regla es: Ser cortés y bien educado.
7. En pocas palabras
La Regla es: Jamás ser maleducados ni groseros con nadie.
«LA MATERNIDAD NOS HACE MUCHO MÁS INTELIGENTES»
“Ofrecer horarios flexibles incrementa la productividad” La Gaceta
Cuando la periodista y escritora Katherine Ellison tuvo a sus dos hijos estaba más ocupada que nunca. A la vez, comprobó que se le duplicaba el tiempo, que podía hacer más cosas, que tenía más energía, que estaba más implicada en la sociedad y llegaba bien al cuidado de sus hijos. Alentada por su propia experiencia, decidió entrevistar a científicos y madres de todo el mundo para desarmar el mito de que la maternidad disminuye la capacidad intelectual de las mujeres. Por el contrario, Ellison comprobó que ser madre aporta mejoras en la percepción, la eficiencia, la resistencia, la motivación y la inteligencia emocional.
¿De dónde viene la idea que critica en su libro de que la maternidad hace que disminuya la capacidad intelectual?
Existe un fortísimo prejuicio, al menos en mi país y también en muchos otros sitios. y es que tener hijos hace que la mujer entre en el universo infantil y pierda inteligencia. Algunas personas defienden que durante el embarazo hay un cambio de hormonas que atonta a las mujeres y que las obsesiona con cuestiones como son la comida, la educación de los hijos, cambiar pañales, preparar papillas…
¿Cómo rebate lo contrario?
En mi libro explico que es precisamente la maternidad lo que nos hace mucho más inteligentes. Esto pasa en dos niveles. Existe el llamado nivel de la ciencia básica, en el cual la investigación animal muestra que entre los roedores y primates, los progenitores adquieren mejores habilidades de memoria y aprendizaje que los que no son padres, un desarrollo lógico desde un punto de vista evolutivo.
¿Cuál es el otro nivel?
El que se puede deducir desde la experiencia humana. En éste, la novedad que los niños introducen en tu vida es estimulante para tu cerebro. Además, también puede ayudar a desarrollar una nueva habilidad en lo que se refiere a la eficiencia, de modo que se hacen más cosas en menos tiempo porque no te queda más remedio que sacar el máximo partido a cada segundo de tu vida.
¿Está comprobado científicamente que la maternidad estimula la inteligencia?
Sí. Hay unos documentos de Craig Kinsley y Kelly Lambert que explican esto detalladamente en el libro. Ellos han realizado un trabajo fascinante con ratas y monos.
Como los humanos son tan cambiantes es casi imposible hacer investigaciones similares con nosotros, pero estos estudios con los animales nos muestran los fundamentos que todos deberiamos tener en común.
¿Cree que el descenso de natalidad de la sociedad está relacionada con la idea de que ser madre es incompatible con el prestigio profesional?
Bueno, no hay ningún informe que demuestre esta teoría, pero tiene toda la lógica. Actualmente, creo que ser una buena madre significa también ser una buena proveedora económica. Por eso viene este fuerte prejuicio contra las madres trabajadoras, que por lo general es falso, pero el cual puede ser un factor que influya.
¿Es partidaria de que la mujer abandone su trabajo para dedicarse al cuidado de sus hijos?
No. En parte por la razón que he explicado anteriormente. En la sociedad de hoy donde se dan unas elevadas tasas de divorcio y una inseguridad general en el empleo, no se puede contar con la figura del padre para que sobrelleve toda la carga económica. Además porque pienso que muchas mujeres prosperan cuando pueden hacer más de una cosa con su vida. Por otro lado, es obviamente una decisión personal que debe tomar la mujer dependiendo de sus propias convicciones y de sus circunstancias personales. En mi caso, estoy muy agraecida porque tengo un horario muy flexible para estar al pie del cañón en el cuidado de mis hijos, pero también para hacer el trabajo que me gusta.
Hacer compatible el trabajo con la familia es realmente complicado en la sociedad actual. ¿Qué medidas deben implantar las empresas para facilitar la conciliación? Dedico un capítulo entero a esto en mi libro y muestro cómo algunas empresas con miras más amplias, velando por el futuro han demostrado que actualmente pueden ahorrar dinero mediante el bienestar y la fidelidad entre sus empleados. También se ha demostrado que se incrementa la productividad ofreciendo horarios flexibles, zonas dentro del mismo trabajo para cuidar a los niños y facilitando las vacaciones familiares.
¿Y los gobiernos?
Es fundamental que los gobiernos tengan como principal objetivo el desarrollo y la implantación de estas medidas porque se trata de la mejor inversión para el futuro de la sociedad.
¿Cree que pueden las madres llegar a ocupar altos puestos de trabajo teniendo varios hijos?
Por supuesto. De hecho hay muchos casos donde lo hacen. En mi libro entrevisto a la jefa de bomberos de San Francisco, una madre de tres niños cuyo marido ayuda al cuidado de los hijos y les va muy bien; también a una zoóloga que fue la primera mujer presidenta de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, la cual también comparte la atención de los niños con su esposo; y otro muchos casos. No es fácil, pero ciertamente, es posible. La clave está en que el marido se implique cada vez más en el apoyo a las tareas domésticas y en la atención de los niños.
La importancia de una comunicación conyugal eficaz
Autor: Enrique Pérez G., MSc Matrimonio y Familia,
Adaptado por Mireya Flor
Fotos: http://www.sxc.hu/photo/907016. Autor: Geoffrey Woodley
http://www.sxc.hu/photo/780413. Autor: Martin Rotovnik, Slovenia
Matrimonio
El principal motivo que los esposos alegan en el momento de una separación matrimonial es la incompatibilidad de caracteres, que no es otra cosa que la falta de una comunicación conyugal eficaz.
El matrimonio es una nueva realidad para un hombre y una mujer que se aman y han decidido unir sus vidas para siempre, en la que el vivir se convierte en convivir
y, el existir, en coexistir.
Tomás Melendo afirma: “La vida conyugal no se puede reducir al encuentro de dos cuerpos y peor aún al de dos sueldos, sin que se dé el de dos corazones, manifestado y enriquecido a través de la palabra hablada. Cabe afirmar que sin diálogo no hay familia. Comunicarse es más que un simple conversar, es un medio para intercambiar ideas e inquietudes y encontrar entre ambos la mejor solución a los problemas que puede plantear la familia. Al mismo tiempo es un medio magnífico para fortalecer el amor, haciendo partícipe al cónyuge de los propios sentimientos, de las propias necesidades, alegrías, expectativas y esperanzas. Es bajar la guardia por completo y colocarse hondamente en contacto con el otro para conocerlo hasta el fondo.”
¿Cómo llevar a la práctica una comunicación eficaz?
Una condición clave para fortalecer la comunicación matrimonial es tomar las decisiones de manera conjunta y corresponsable para que ambos esposos estén al tanto de lo que ocurre en el hogar y se involucren con cabeza y corazón en la vida familiar. Lo más nefasto que puede ocurrir en el matrimonio es que los esposos lleven vidas paralelas, que cada uno se dedique solo a lo suyo, porque poco a poco se convertirán en dos extraños que no tendrán nada significativo para compartir y no lograrán conseguir la
Portal educativo
1
unidad familiar. A continuación se explican las decisiones más comunes que se deben tomar:
Toma de decisiones
Decisiones personales autónomas son aquellas que no hace falta comunicar al cónyuge porque son opinables y no afectan la armonía familiar, como por ejemplo: jugadores o equipos de deportes que se prefieren, colores, o decisiones menores que se toman habitualmente.
Decisiones personales que conviene informar al cónyuge son las relacionadas con gastos menores, horarios de trabajo, motivos de tardanza, comunicar atrasos, citas escolares, estados de salud, etc.
Decisiones personales que se deben tomar sólo después de consultar con el cónyuge. Son las decisiones relacionadas con el cambio de trabajo, lugar de vivienda, viajes por motivos de trabajo, estudios y aquellas que afecten el normal desenvolvimiento de la familia.
Y, finalmente, decisiones que se deben tomar en consenso son aquellas que involucran las responsabilidades compartidas por los padres de familia, como las que se relacionan con los hijos y el desenvolvimiento de la vida familiar. Son de vital importancia y se describen a continuación:
Acuerdos por consenso
Portal educativo
2
se convierte en su prioridad. Por lo tanto, es aconsejable tener amistades comunes con las que puedan reunirse y compartir intereses similares como paseos, juegos, conversaciones familiares, etc.
¿Cómo lograr una comunicación efectiva?
Portal educativo
3
delicadeza y prudencia, aquello que le inquieta o le tiene inseguro y molesto a
cada uno.
Consejos para sobrellevar las discusiones
Para que reflexionen juntos:
Portal educativo
4
Es conveniente reconocer los propios errores y trabajar en aquellos que se pueden mejorar. La comunicación conyugal debe estar basada en la honestidad, confianza, lealtad y una amistad profunda. Hay que proteger y cuidar el matrimonio, con mucho amor, esfuerzo, voluntad, sacrificio y alegría. Es aconsejable que los esposos se hagan las siguientes preguntas y reflexionen sobre ellas con cierta frecuencia:
¿En qué estamos fallando?,
¿En qué podemos mejorar?,
¿Qué cuentas le estamos dando a Dios del tesoro que un día nos regaló?, ¿Es feliz mi cónyuge a mi lado?,
¿Qué ejemplo de vida conyugal estamos dando a nuestros hijos?
Fuentes bibliográficas:
LA INTELIGENCIA EMOCIONAL ES COMO UN GUANTE DE SEDA
Cuando el famoso libro de Daniel Goleman, “Inteligencia emocional” (1995), se publicó nos hizo a los directivos de empresa varios favores. El primero, desempolvar un concepto académico (acuñado en 1990 por los porfesores John Mayer y Peter Solvey, pero que dormía el sueño de los justos) con amplia aplicabilidad en el mundo de la empresa. El segundo, colocar ante el gran público una serie de reflexiones, que no por ser de sentido común, se aplicaban poco en la práctica de las relaciones personales. De hecho, fue el primer –y hasta la fecha el único- libro de psicología que se ha convertido en un best seller mundial.
Sin embargo, este concepto prometedor no ha acabado de influir de forma práctica y decisiva en la empresa, especialmente en la empresa española. Resulta paradójico que a la gran mayoría de los directivos españoles “les suene” el concepto, y sin embargo son incapaces de perfilar su concepto o poner ejemplos concretos en los cuales lo han puesto en práctica.
Entiendo que una parte de este fenómeno se explica por la falta de una precisión terminológica que lo sitúe con claridad dentro de nuestro “radar” de conceptos de Management. Con este artículo, espero proporcionar algo de claridad en este sentido.
La inteligencia emocional se postula como el factor que le falta a la fórmula del éxito profesional, que tradicional (e implícitamente) afirmaba que se debía sobre todo al coeficiente de inteligencia (IQ) más o menos aderezada con una formación tipo Master en una afamada Escuela de Negocios. El sentido común nos indica que conocenocemos multitud de casos en que esto es así: que no basta que uno sea brillante para tener éxito como directivo o como empresario, y que la inteligencia (matemática, espacial, lógica…) ni es todo ni es lo principal. Bienvenida pues una teoría que intenta explicar el factor invisible.
Para Goleman, la inteligencia emocional es la capacidad para reconocer nuestros propios sentimientos y la de otros, para motivarnos y para gestionar nuestras emociones y nuestras relaciones con otros. En resumen: metamos las emociones en la ecuación de nuestras vidas, bien entendidas y gestionadas, y rendiremos más y mejor. Como dice Valls (1997) se trata realmente del uso inteligente de las emociones: hacemos intencionalmente que nuestras emociones trabajen para nosotros utilizándolas de manera que nos ayuden a guiar nuestra conducta y nuestros procesos de pensamiento, de manera que produzcan mejores resultados.
Lejos de ser una teoría meramente psicológica, otras disciplinas han comprobado el decisivo impacto de las emociones en cualquier actividad humana, incluida el trabajo directivo. En este sentido, los mayores avances han provenido de la neurociencia, desde el momento en que se ha podido estudiar las reacciones del cerebro, con el uso del fMRI (functional Magnetic Resonance Imaging)- sin necesidad de intervenciones quirúrgicas- ante diferentes emociones y estados de ánimo.
¿Cómo se concreta la inteligencia emocional? En la práctica se sabe si una persona lo aplica o no en función de cómo gestiona sus emociones en competencias. En este sentido, Daniel Goleman habla – sobre todo para el ámbito de la empresa- de hasta 19 tipos de competencias emocionales, como puede observarse en el siguiente cuadro:
¿Qué tienen en común estas competencias?
o No escucho de verdad, si no mantengo contacto visual
o No muestro empatía, si no soy capaz de sonréir mientras hablo
o No puedo influir mientras el otro esté cabreado (primero tranquilízale: luego
razona)
o El optimismo es contagioso y se apalanca más en la actitud que en la lógica
o Si pretendo seguimiento (y no solo obediencia) se requiere un compromiso
meocional que me tengo que ganar.
cooperación de los demás.
Alguno podría pensar en que son temas de sentido común que ya sabíamos. Pero si nuestro concepto de “saber”no es únicamente un conocimiento intelectual, ino un saber práctico que se hace realidad en el día a día, hemos de decir (con pena) que los directivos dejamos mucho que desear a la hora de practicar la inteligencia emocional.
Una forma de testar si realmente entendemos la práctica de la inteligencia emocional es preguntarnos: ¿Qué importancia damos en la práctica a las formas? Nuestra cultura profesional está imbuido de criterios implícitos que hacen que en la práctica demos muy poca importancia a las formas, por ejemplo:
Realmente, pocas veces caemos en la cuenta de que guardar las formas, es decir tratar educadamente a cada persona como se merece, teniendo en cuenta sus circunstancias e incluso su personalidad, no es incompatible con ser exigente. Utilizando una analogía, la inteligencia emocional es el uso de un guante de seda que viste un puño de hierro. Es aplicar la forma junto con el fondo. Es ser exigente a la vez que respetuoso. Ser eficiente a la vez que educado con la persona. Exigir responsabilidades sin hundir y machacar.
Esta es la esencia de la inteligencia emocional. De alguna forma, es imposible que un directivo sea un líder de verdad, si no trabaja con inteligencia emocional. Porque si una clave del liderazgo es que a uno le sigan, voluntariamente y con entusiasmo, esto solo se consigue cuando se trata a las personas que combinan de forma excelente la visión, la eficiencia y la rentabilidad, con el trato respetuoso y considerado hacia sus subordinados y compañeros.
Por eso, la inteligencia emocional es tan importante, y más hoy en día, en que sufrimos el reto de liderar un cambio profundo en la empresa, para sobrevivir a la crisis: y esto no lo conseguiremos solos, sino con la colaboración real y comprometida de las personas con quienes trabajamos.
La teoría de la inteligencia emocional nos aporta una sistemática que nos ayuda a identificar, mejorar y gestionar nuestras competencias emocionales de forma que cumplamos mejor con nuestro papel de directivos.
Firmado: M.José Belzunce
Autor: Rebeca Reynaud
Finura en el trato La amistad con Dios hace el alma más sensible, y afina los modos
Finura en el trato
La delicadeza en el trato es una de las cosas más agradables de la convivencia en una familia o en un grupo de amigos. Se trata de apreciar a los demás, sin miedo a querer, pero sin familiaridades.
Se trata de un “esfuerzo”, porque de modo espontáneo no suele brotar ese trato delicado, que es fruto de la propia exigencia. Contra el trato fino va la brusquedad, ese modo áspero y
desapacible de comportarse que nada tiene que ver con la fortaleza en el trato.
La delicadeza ha de ser universal y extremada, pero sin empalagos ni exageraciones, sin blandura excesiva. Es molesto que una persona que no es de la familia nos diga, por ejemplo, “Reina”. La delicadeza es mesura y templanza, es equilibrio; es atención sin servilismo. La delicadeza no siempre es actuar; a veces es pasiva, por ejemplo, cuando uno procura no darse por enterado ante una situación embarazante que puede producir confusión: por ejemplo, que alguien se moleste públicamente porque se manifieste una opinión, o que se meta la pata en la urbanidad en la mesa, etc.
La delicadeza se refleja en detalles: en saber escuchar con atención, saber dar las gracias, el modo de tratar las cosas, los muebles, las puertas; el caminar sin estrépito; el no elevar destempladamente la voz; la corrección en el aseo, la pulcritud, la sonrisa. No tenemos la culpa de la cara que tenemos sino de la que ponemos. Todo esto lleva frutos de unidad, de paz y de alegría de vivir en familia.
Tenemos que elevar la amabilidad a nuestro alrededor, de allí la importancia de las virtudes de la convivencia: gratitud, afabilidad, cortesía, buen humor…, que son manifestaciones de la caridad. Todos sabemos hasta qué punto se hace difícil, y aun borrascosa, la convivencia cuando faltan esas virtudes. La última raíz y el fin de todas las virtudes es la caridad, y la práctica de esas virtudes se resume en una expresión: delicadeza extrema.
Muchas personas sin educación humana son de una extrema delicadeza en el trato, fruto de una intensa vida interior. La amistad con Dios hace el alma más sensible, y afina los modos. Y luego, la fe, hace ver a un hijo de Dios en los demás, y entonces el trato lleva una especie de veneración y de politesse humana.
Hay que afinar en saber escuchar: en la mesa y en la convivencia diaria. Nos perdemos de información interesante, política o cultural, por no sabe escuchar. A veces llega una persona a una reunión donde la conversación está iniciada y, en vez de enterarse en qué tema están, interrumpe con lo que trae en la cabeza.
Las incorrecciones en el hablar, la falta de educación, y el uso de malas palabras suelen revelar una ausencia de calidad en el ser y en el amor. Goethe dice:”No hay ningún signo externo de cortesía que no tenga una profunda razón de ser moral”.
Cada persona tiene una afectividad distinta, que hay que respetar y potenciar. A la vez, nadie tiene una afectividad madura si carece de virtudes humanas. Cada día hemos de tener más respeto a la personalidad de cada uno. “Es única la Iglesia, escribía San
Cipriano, como son muchos los rayos del sol, pero una sola es la luz” (De catolicae Ecclesiae unitate 5).
San Pablo relaciona la caridad con todo un conjunto de virtudes humanas: “La caridad es paciente, es servicial… no se irrita, no piensa mal… todo lo sufre, todo lo soporta…” (1 Cor 13, 4ss). ¿Qué sería de la caridad sin la paciencia, la generosidad, la mansedumbre, magnanimidad, veracidad…? Todo esto forja el carácter y da felicidad.
La delicadeza está también en la lucha por superar los estados de ánimo, evitando subidas y bajadas bruscas, los enfados: Hay que aprender a pasar por alto los roces normales de la convivencia; y eso de refleja en la educación en la comida y la bebida; en el modo elegante y templado de divertirse… Detalles que son como joyas que brillan.
Dice la Escritura:”El atuendo del hombre, su modo de reír y su caminar revelan lo que es” (Eccli 19, 27). La actitud exterior es imagen de la disposición del alma; y nuestros gestos manifiestan la belleza de nuestra alma. Escribe San Juan Crisóstomo:”Que nuestra mirada no se distraiga por todas partes, ni nuestros pasos anden a la deriva, que nuestra boca pronuncie las palabras con calma y suavidad; en una palabra, que todo nuestro aspecto exterior refleje la belleza interior de nuestra alma” (Sermo ad neophytos, VII, n. 26).
LA EDUCACIÓN DE LA FORTALEZA
La fortaleza tiene dos aspectos: resistencia, e iniciativa. Hoy hablaremos de la iniciativa, es decir la capacidad para acometer cosas.
1. Para poder atacar o iniciar alguna acción que requiera un esfuerzo prolongado se necesita fuerza física y moral. Por esto los deportes siempre se han relacionado con la virtud de la fortaleza.
2. Dominar el cansancio y la fatiga prepara a la persona para emprender acciones que repercuten directamente en bien de los demás o en la glorificación de Dios.
3. El deporte ofrece ocasiones muy propicias porque existe una motivación inmediata (llegar a la cumbre de una montaña, ganar el partido, terminar la carrera, mejorar el propio rendimiento, etc.)
4. Si una persona no es capaz de superarse en el esfuerzo físico difícilmente podrá superarse en el camino de la ascética (en el camino para acercarse a Dios).
5. No siempre la relación entre el deporte y la fortaleza es directa. También se puede recurrir a acciones como campamentos, levantarse a la hora prevista sin vacilar, duchas frías, ir caminando al trabajo o la
escuela.
6. Es conveniente enseñar a los hijos a aguantar las inclemencias y apetitos sin quejarse, etc.
7. Las madres deberían cuidar de no abrigar en exceso a los niños, de dejarlos salir aunque haga frío, enseñarles a soportar el hambre o sed sin quejarse, etc.
8. Para poder alcanzar un bien, se necesita tener «iniciativa»,
decidir, y luego llevar a cabo lo decidido aunque cueste un esfuerzo importante. 9. Para captar las posibilidades de una situación hace falta una cierta «sensibilidad», que actúa como chispa o detonante de esa iniciativa. Si la persona es indiferente carecerá de esta sensibilidad e iniciativa necesarias para descubrir y alcanzar un bien.
10. Esta sensibilidad para la iniciativa se puede fomentar en los hijos.
Se trata de una capacidad de imaginar sin soñar. No hay que resolver los problemas que pueden resolver los chicos por su cuenta, ni tampoco de descubrir los problemas cuando ellos pueden descubrirlos por si mismos. Es mejor sugerirles que encuentren una solución a ese problema, y luego volver a preguntarles para ver si encontraron una solución.
11. Es mas fácil que los niños se entusiasmen y actúen para conseguir un bien, a que logren entusiasmarse con combatir una situación negativa. 12. Si lo que se va a combatir es una situación de injusticia, de fraude
o falsedad, hay que reconocerla sin escandalizarse pero permitiendo que el fuego que hay dentro de cada uno crezca de un modo controlado. No bastará con quejarse pero habrá que gobernar lo osadía para que lo que se hace sea con prudencia y sin gastar esfuerzos inútilmente.
13. Se necesita valor – para no asustarse ante el enemigo -, coraje –
para atacar y vencer- , constancia y aguante – para llevar el esfuerzo hasta el fin -.
ALGUNOS PROBLEMAS
Existen áreas prioritarias que, muchas veces, escapan a la atención de los padres.
14. Es conveniente brindar a los hijos no sólo la posibilidad de lograr objetivos con esfuerzo, sino que aprendan a resistir.
15. Hay que estimular a los hijos para que, por propia iniciativa, emprendan caminos de mejora que supongan un esfuerzo continuo.
16. Habrá que enseñarles algunas cosas que realmente valen la pena, que «queman» por su importancia.
17. También deberemos enseñarles a tomar postura, a aceptar criterios, a ser personas capaces de vivir lo que dicen y lo que piensa. Enseñarles a ser congruentes
18. También los padres, como ejemplo para nuestros hijos, deberemos tener siempre una tendencia a la superación personal.
19. Cuando los adolescentes comienzan a tomar decisiones propias, pueden caer en la indiferencia, rechazando las opiniones y posturas de los
demás pero sin ser capaces de llegar más allá del rechazo. De esta
manera cualquier persona con intención puede moverlo, porque no será fuerte. Si el adolescente no tiene desarrollados los hábitos
relacionados con la fortaleza, aunque quiera mejorar, no será capaz de aguantar las dificultades.
20. La fuerza interior tiene que basarse en la vida pasada.
21. Si los adolescentes son fuertes es el momento de su vida en que tienen más posibilidades de ser generosos, de ser justos, etc. Porque están movidos, por naturaleza por un fuerte idealismo.
22. El desarrollo de la fortaleza apoya el desarrollo de todas las demás virtudes.
23. La única manera de asegurarnos que los hijos sobrevivan como personas humanas, dignas de ese nombre, es llenarles de fuerza interior, de tal modo que sepan reconocer sus posibilidades, y reconocer la situación real que los rodea para resistir y acometer, haciendo de sus vidas algo noble, entero y viril.
1. ¿Qué es la Inteligencia Emocional? DESCUBRIENDO UNA NUEVA DIMENSIÓN EN
LAS RELACIONES
La Inteligencia Emocional, un término difundido mundialmente por el periodista y escritor Daniel Goleman, es la capacidad de:
1) Sentir
2) Entender 3) Controlar y 4) Modificar
estados anímicos
a) Propios y b) Ajenos.
Las habilidades prácticas que se desprenden de la Inteligencia Emocional son cinco, y pueden ser clasificadas en dos áreas:
1) INTELIGENCIA INTRAPERSONAL (internas, de autoconocimiento)
2) INTELIGENCIA INTERPERSONAL (externas, de relación)
Al primer grupo pertenecen tres habilidades:
a) La autoconciencia (capacidad de saber qué está pasando en nuestro cuerpo y qué estamos sintiendo)
b) El control emocional (regular la manifestación de una emoción y/o modificar un estado anímico y su exteriorización).
c) La capacidad de motivarse y motivar a los demás. Al segundo grupo pertenecen dos habilidades:
a) La empatía (entender qué están sintiendo otras personas, ver cuestiones y situaciones desde su perspectiva), y
b) Las habilidades sociales (habilidades que rodean la popularidad, el liderazgo y la eficacia interpersonal, y que pueden ser usadas para persuadir y dirigir, negociar y resolver disputas, para la cooperación y el trabajo en equipo).
2. ¿Cuáles son los factores que intervienen en el aprendizaje?
PARA AYUDAR TENEMOS QUE SABER
En el aprendizaje intervienen diversos factores, y ninguno de ellos garantiza, por sí solo, unos resultados favorables en los estudios.
Estos factores son:
a) Académico: (asistencia suficiente a clase, atención en ella, lectura de los materiales, técnicas de estudio, etc.).
b) Referencial (la relación con la familia, los profesores, los compañeros de clase y las amistades).
c) Emocional (interés, motivación, estados anímicos, estímulos, deseos y metas personales, etc.).
d) Ambiental (la casa, el colegio, los sitios que se frecuentan, etc.).
Los padres podemos ejercer influencia -positiva, nula o negativa- en cada uno de los ámbitos en los que se produce el proceso educativo.
En especial, tomando cada uno de los aspectos principales -en relación con nuestro rol- de cada ámbito:
• En el académico, verificando que nuestros hijos apliquen técnicas de estudio eficaces.
• En el referencial, manteniendo la armonía en las relaciones familiares, ya que la familia es la principal fuente de estímulos para un estudiante.
• En el emocional, ayudando en todo lo posible a mantener el equilibrio emocional de nuestros hijos, y proveyéndoles de todas las fuentes de motivación que estén a nuestro alcance.
• En el ambiental, garantizando un clima favorable, en nuestra casa, para crear las mejores condiciones posibles para el estudio individual o en grupo.
3. ¿De qué manera podemos utilizar la Inteligencia Emocional para ayudar a estudiar a nuestros hijos ?
PONIENDO LAS EMOCIONES A FAVOR
Como vimos en el ítem anterior, entre los distintos factores que intervienen en los estudios y el aprendizaje, se encuentra el factor emocional, que puede obrar a favor del proceso educativo (equilibrio emocional) o en contra (desequilibrio emocional).
Como lo muestran las investigaciones científicas más recientes, aproximadamente un 50% de nuestros rasgos emocionales personales nos vienen de herencia genética, y el otro 50% proviene de nuestra crianza y de nuestras experiencias más tempranas de la infancia.
Con este conocimiento, y aceptando las naturales e inmodificables tendencias temperamentales que poseen nuestros hijos, podemos ayudarlos en cada una de las áreas de la Inteligencia Emocional:
1) En el autoconocimiento, detectando señales de ansiedad, nerviosismo o miedo, y previniendo problemas de relación (dentro y fuera de la familia) que pueden obstaculizar una determinada etapa de estudio.
2) En el control emocional, aprendiendo estrategias psico-físicas que permitan neutralizar los estados de
ansiedad, los estallidos temperamentales o los estado de perturbaciones afectivas.
3) En la motivación, requisito fundamental del verdadero aprendizaje, aprendiendo a neutralizar y/o superar los estados de abulia, y la displicencia o la ausencia de interés y motivación en una materia.
4) En la empatía, aprendiendo a percibir y comprender los sentimientos y emociones de familiares, amigos y compañeros de estudio.
5) En las habilidades sociales, aprendiendo a establecer buenas relaciones con los profesores y los compañeros de escuela.
4. ¿Cómo influyen las expectativas de los padres y profesores en el rendimiento académico?
‘ESPERA LO MEJOR, Y LO OBTENDRÁS…’
Más que cualquier respuesta teórica, conviene que se entere usted de dos experimentos sumamente reveladores acerca de las expectativas y sobre cómo éstas influyen en el rendimiento académico.
El pedagogo Ellis Page realizó un interesante estudio sobre el afecto. Dividió a su clase en tres grupos: A, B y C. A cada monografía que le presentaba el grupo A, le ponía sólo una calificación.
Al grupo B, Page le ponía la calificación y una palabra, por ejemplo: ‘bueno’, ‘excelente’, ‘buen trabajo’.
A los del grupo C le escribía unas líneas alusivas al texto:
‘Querido Johnny: Tienes una sintaxis espantosa, una gramática atroz, una ortografía espeluznante. Y tu puntuación es como la de Jaimito.¿Pero sabes una cosa ? Anoche, cuando estaba sentado en la cama conversando con mi mujer, le dije: “Ana, este muchacho ha expresado unas ideas bellísimas en esta monografía. Voy a tratar de ayudarlo a desarrollarlas”.
Con afecto, tu profesor’. Y si alguien escribía algo muy bueno, le ponía: ‘Gracias. Tus ideas me resultan alucinantes, excelentes. Sigue así. Tengo muchas ganas de saber qué vas a decir luego’. Después, realizó una estadística.
El grupo A permaneció igual. El B no mejoró demasiado, pero en cambio el C creció y se desarrolló.
Otro experimento: un grupo de la Universidad de Harvard se presentó ante un grupo de profesores y le anticipa: ‘Ahora vamos a entrar en su clase y les daremos a los alumnos el Test de Harvard de los Esfuerzos Intelectuales. Con esta prueba determinaremos quiénes crecerán intelectualmente durante el año. Los seleccionaremos. Jamás fallan. Piensen qué gran ayuda será’.
Al terminar de recogerlas las arrojaron al cesto de los papeles furtivamente. Luego eligieron cinco nombres al azar, del listado, y le dijeron a la maestra: ‘Estos chicos van a adelantar notablemente este semestre: Juanita Rodríguez…’
‘Juanita Rodríguez no podía adelantar ni aunque se le propusiera’, los contradijo la maestra.
‘No importa. El Test de Harvard de los Esfuerzos Intelectuales jamás falla’, repusieron los personajes.
¿Y sabe qué sucedió? Todos los nombres que ellos seleccionaron mejoraron increíblemente, lo que demuestra que, la mayoría de las veces, uno obtiene lo que espera conseguir.
¡Este es el poder de la expectativa!
5. ¿De qué manera, desde las relaciones familiares, podemos ayudar a estudiar a nuestros hijos?
ESTÍMULO Y APOYO DESDE LOS VÍNCULOS MÁS ÍNTIMOS
La familia es, sin ninguna duda, la principal fuente de estímulos que tiene un joven para desarrollar exitosamente sus estudios.
Además, la vida familiar es el entorno que más influye para acompañar, con equilibrio emocional y seguridad afectiva, ese desarrollo académico.
Una forma fundamental de ayudar a nuestros hijos es involucrándonos, como padres, en todo lo que sea positivo para crear mejores condiciones de estudio. Algunas de los principios desde los que podemos actuar son éstos:
1. Un ambiente adecuado predispone al trabajo intelectual (el ambiente que nos rodea influye en además en el comportamiento).
1.1. También se aprende por imitación y se estimula con el ejemplo. El ambiente en casa es como nosotros queramos hacerlo. Algunas preguntas que conviene plantearnos:
· ¿Somos selectivos con la televisión?
· ¿Dedicamos parte de nuestro tiempo libre a leer?
· ¿Comentamos asuntos importantes, noticias de interés,
proyectos familiares… con nuestros hijos?
2. La casa no debe convertirse en una segunda escuela,
pero debe coordinarse con ella.
2.1. Hay que procurar autonomía en el estudio. Los padres deben ofrecer colaboración, orientar ante las dudas, pero nunca suplantar el trabajo del estudiante.
2.2. Demostrar que lo que ocurre en la escuela importa en casa.
· No recriminar solo lo negativo, hay que valorar sobre todo lo positivo.
· Afrontar los conflictos con serenidad.
· Huir de las descalificaciones personales. Si hay algún problema, abordarlo como un reto a superar.
· Mantener una actitud adecuada ante las notas. No considerarlas como un juicio personal. El alumno, además de estudiante, es una persona con muchas facetas a considerar.
6. ¿Cómo puedo mejorar la comunicación con mi hijo?
¿GERENTES O CONSULTORES?
La comunicación es una parte muy importante de cualquier relación que pretenda ser buena. Esto es especialmente válido para la relación de padres e hijos.
Después de haber pasado por otras etapas difíciles, los padres descubren que en el período de la adolescencia la comunicación tampoco suele ser fácil.
Una razón de esto quizá sea porque los padres se ven a menudo como “gerentes” de sus hijos. Por mucho tiempo, están constantemente organizando sus vidas: preparando en hora sus almuerzos, corriendo con ellos al colegio o a la práctica de fútbol, logrando que se bañen cuando es oportuno y asegurándose, al final del día, que estén en la cama en el horario conveniente.
Esta “gerencia”, en su medida y realizada con inteligencia, está bien durante la niñez, pero en cuanto se desliza hacia el período de la adolescencia comienza a causar problemas.
Es aquí donde los padres descubren que, en lugar de ser “gerentes” de la vida de sus hijos, necesitan ser “consultores”. Los padres-consultores, a diferencia de los padres-gerentes, se enfocan en ayudar a sus hijos adolescentes para que desarrollen la autonomía, acompañándolos en su proceso de maduración, no pretendiendo manejar sus vidas.
Abandonando el papel de “gerente”, los padres están dándoles una oportunidad a sus adolescentes para que sean más libres… y responsables.
Ejerciendo el rol de padre-consultor se tiene la ventaja de evitar los dos errores más comunes que se cometen en esta etapa: seguir tratando a los hijos adolescentes como a los niños
que fueron (rol de sobreprotección o ‘gerencia’), o tratarlos como si fueran adultos (negligencia paterna o abandono).
Estos son algunos principios interesante para los Padres de Adolescentes:
1. Resístase a dar consejos, incluso cuando su adolescente se los pide. El adolescente busca su consejo porque ellos han perdido momentáneamente la confianza en sí mismos/as. Es frecuente oír a los padres referir esta experiencia: «Cuanto menos consejos le ofrezco más habla ‘el/ella conmigo.»
2. Eluda las charlas excesivamente francas. Comunique sutil e indirectamente.
3. Admita el alejamiento (distancia). El desarrollo de la identidad personal durante la adolescencia incluye la distancia física, pero lo grave es entender la independencia como la desconexión con la familia.
4. Permita que su hijo se cobije en su hogar. Ellos se confortan con el hecho de que en su casa se sienten seguros para dar salida a las frustraciones, y un lugar para ordenar sus pensamientos y sentidos, dando sentido a sus cambios vitales.
5. Espere inconsistencia, y trátela con toda la paciencia y la comprensión de que disponga. Su adolescente es un caldero de cambios emocionales, físicos y hormonales, y se esfuerza entre la vida de la niñez perdida y la adultez que apenas está surgiendo.
Un adolescente no busca alguien que le diga qué hacer, y se sentirá mucho más abierto para ir hacia sus padres, espontáneamente, cuando descubra que tiene en ellos consultores que saben escuchar y comprender… porque lo quieren.
7. ¿Qué hacer para despertar el interés y la motivación en los estudios?
EL INTERÉS CONDUCE AL BUEN APRENDIZAJE
El interés y la motivación no puede fabricarse a voluntad, ni en uno mismo ni en los demás.
Lo que sí puede hacerse es, cuando se produce un descenso de la motivación y el interés espontáneos, cambiar el enfoque, reuniendo o recuperando energía psicológica y emocional, al replantear la motivación no en términos de forzamiento, sino de objetivos intermedios o finales. Así, el tema o materia determinada que definitivamente no motiva, puede ser dominado poniendo la mente en la utilidad, sentido o relación que tiene ese tema o materia, a saber:
1. Como base para otros conocimientos 2. Para desarrollar la mente
3. Para descubrir la vocación
4. Para colaborar con las metas de la
familia y de la sociedad en que se vive 5. Para imitar los modelos que se
admiran
6. Para satisfacer las necesidades
presentes
7. Para satisfacer las necesidades futuras 8. Para enriquecer la personalidad
9. Para incrementar la libertad para
decidir en la propia vida
8. Orientaciones prácticas y psicológicas para mejorar el desempeño de nuestros hijos en los estudios:
EL CONOCIMIENTO ES PODER
Los estímulos educativos de la familia y del centro escolar han de operar armónicamente para que se esfuercen; de lo
contrario, la influencia de unos pueden neutralizar o rebajar el influjo de los otros. Esto exige una estrecha cooperación entre profesores y padres. La entrevista profesor-padres se convierte en el medio más destacado de esta colaboración, en la que suelen destacar como orientaciones más comunes en relación con la ayuda que los padres pueden prestar a sus hijos en sus estudios, los siguientes:
1. Hay que valorar más en los hijos el esfuerzo que los resultados, pues el esfuerzo es la base de la educación. De esta manera, ante deficientes notas, por ejemplo, se examinarán las razones antes de decidir lo que le conviene al hijo o necesita: motivación, refuerzos, sanción, etc.
2. Hay que estimular la actividad personal de los hijos, no sustituyéndoles en todo aquello que pueden hacer por sí mismos.
3. Hay que exigir a los hijos comprensivamente, es decir, de acuerdo con sus posibilidades y limitaciones, con lo que puedan dar de sí. No basta, por ejemplo, un suficiente si el hijo puede conseguir un notable. La determinación de sus posibilidades en el estudio vienen dadas por la capacidad del hijo y por el esfuerzo que desarrolle.
4. Hay que brindar a los hijos un ambiente adecuado para que puedan realizar su estudio en casa en las mejores condiciones posibles. Poder estudiar sin grandes incomodidades, sin frecuentes interrupciones, sin notables ruidos, etc.
5. Tienen los padres que interesarse con frecuencia por el trabajo y el rendimiento de sus hijos, y no de evaluación en evaluación. Si les animan y se preocupan por sus estudios, el esfuerzo y el trabajo brotarán con mayor facilidad.
6. La coerción, a veces, es necesaria, pero desmedida, es perjudicial. Hay que enseñar a los hijos a decidir, dejándoles que hagan sus propias elecciones.
7. Por último y si los resultados de los hijos no son como quisieran los padres, conviene advertirles que no hablen y echen en cara continuamente de los malos rendimientos. Incluso en el fracaso conviene dejar sentir nuestra fe en el hijo.
Esa confianza le fortalecerá más y le ayudará para esforzarse con mayor intensidad.
9. Actitudes correctas ante las dificultades y la adversidad
APRENDIENDO A MANEJAR LOS OBSTÁCULOS…
Si su hijo está experimentando un fracaso… alégrese, y no olvide de comunicarle esta alegría.
Aunque a Usted le pueda sorprender esta declaración, ella surge de la más práctica de las experiencias, repetidas una y otra vez a lo largo de la historia.
Tenemos que tener presente, permanentemente, que el fracaso no es negativo. Puede ser la fortaleza que ayuda a construir el triunfo.
Su hijo no puede aprender a ser persistente si no acepta el fracaso.
Uno de los hombres más exitosos del siglo XX fue Thomas Edison, quien, curiosamente, fue uno de los hombres que más fracasos, errores y adversidades sufrió en su vida. Sólo para encontrar un filamento adecuado para su primera bombilla de luz, logró acumular cerca de mil errores antes de encontrar el éxito.
Cuando Jonas Salk estaba investigando una vacuna para la polio, una enfermedad que antes de 1954 paralizó y mató a miles de niños, pasó el 98 por ciento de su tiempo documentando pruebas que no funcionaron.
El científico e investigador Paul Ehrlich, que descubrió una droga que podía curar la sífilis a principios de este siglo, llamó a su fórmula final N° 606, después del fracaso de los 605 experimentos anteriores.
Pocas veces compartimos estas historias -y cientos como ellas- con nuestros hijos.
La mayoría de los fracasos producen una mezcla de emociones perturbadoras, incluyendo la angustia, la tristeza y la ira, pero su hijo debe aprender a tolerar estas emociones a fin de alcanzar el éxito.
Tal como lo escribe el psicólogo Martin Seligman en su libro, THE OPTIMISTIC CHILD: ‘Para que su hijo experimente el control, es necesario que fracase, se sienta mal y lo intente nuevamente en forma repetida, hasta alcanzar el éxito. Ninguno de estos pasos puede evitarse. El fracaso y el sentirse mal constituyen la base del éxito y del sentirse mal’.
Fuente: www.inteligencia-emocional.org