HOMOESCEPTICO

NO SOY HOMÓFOBO SINO HOMOESCEPTICO Fuente: www.aceprensa.com

«Homoescéptico» es aquel que no odia ni tiene miedo de los homosexuales, pero no comparte sus presupuestos claves

Siempre me ha extrañado el término ―homofobia‖. Para mucha gente significa tener prejuicios contra, o incluso odiar, a los homosexuales. Wikipedia lo define como ―un tipo de actitudes y sentimientos negativos hacia la homosexualidad y hacia la gente identificada o percibida como homosexual‖.

De acuerdo con esta definición, la autora y activista a favor de los derechos humanos Coretta Scott King, en un discurso de 1998, puso al mismo nivel la homofobia y ―el racismo y el antisemitismo y otras formas de intolerancia‖, sobre la base de que ―trata de deshumanizar a un amplio grupo de gente, negar su humanidad, su dignidad y su carácter de persona‖.

Es comprensible, pues, que a nadie le guste ser calificado de ―homófobo‖ (…) Sin embargo, cuando el término se usó por primera vez significaba en realidad algo muy diferente. La palabra ―homofobia‖ se imprimió por primera vez en un artículo publicado el 23 de mayo de 1969 en el tabloide americano Screw, en el cual se usó para referirse al miedo del varón heterosexual a que otros pudieran pensar que era gay. También fue usado para describir el miedo de la gente que ―salía del armario‖ para declararse homosexual.

Estas definiciones responden mucho más al sentido literal. Después de todo, una fobia es un miedo: claustrofobia, aracnofobia y acrofobia son miedos a los espacios cerrados, a las arañas y a las alturas, respectivamente.

La homofobia de hoy

Para mucha gente, ―homofobia‖ es en realidad el miedo a ―ser acusado de

intolerancia, prejuicio o discriminación contra los homosexuales‖. Este miedo, que es cada vez más común, lleva a la gente a mantener una actitud defensiva para evitar atraerse desaprobación o publicidad negativa. Esto puede llevar a cambiar la propia posición en público, fingiendo adoptar opiniones acordes con el consenso progresista prevalente, negar activamente las propias convicciones o simplemente abstenerse de expresar la propia opinión cuando se discute el tema.

Este tipo de ―homofobia‖ está haciéndose cada vez más común entre los pertenecientes a confesiones que enseñan que el sexo fuera del matrimonio está mal (la mayoría de las religiones mundiales) y no es difícil traer a colación ejemplos de personas, a menudo importantes, en las que esta condición se encuentra muy avanzada.

Para la gente que no odia a los gays, ni se siente molesta por ellos ni los teme, sino que simplemente piensa que el sexo entre personas no casadas (incluido entre personas del mismo sexo) es moralmente erróneo, necesitamos un nuevo término. Me gustaría proponer el término ―homoescéptico‖, término que todavía no

es de uso común y por tanto está abierto a una redefinición.

Lo que no cree el homoescéptico

El Urban Dictionary define al ―homoescéptico‖ como ―un miembro de la sociedad que no odia a los homosexuales, sino que generalmente no está de acuerdo con el principio de la homosexualidad en términos éticos y morales‖.

Quisiera ampliar esta definición para incluir ―al que es escéptico sobre los presupuestos claves del movimiento gay‖, creencias tales como:

— la homosexualidad está genéticamente determinada
— la orientación homosexual no se puede cambiar
— la orientación sexual es una característica biológica como la raza, el sexo o el color de la piel
— los sentimientos de atracción hacia el mismo sexo deben ser aceptados y seguidos
— ofrecer ayuda a los que quieren resistirse a esos sentimientos o suprimirlos es siempre erróneo.

Por supuesto, si uno acepta esos presupuestos clave, pensará que la gente que no los acepta es ignorante, intolerante, llena de prejuicios o incluso inmoral. Puede

incluso pensar que tales personas no deberían ocupar cargos públicos, expresar públicamente sus opiniones ni ocupar ningún empleo que tenga que ver con aprobar, promover o facilitar la intimidad entre personas del mismo sexo.

Pero si tiene dudas sobre la verdad de alguna o de todas esas creencias –y sospecha que pueden deberse más a presupuestos ideológicos que a pruebas–, entonces uno puede alegar que no es ―homófobo‖ sino ―homoescéptico‖.

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Peter Saunders fue Director de Salud Pública del Reino Unido y secretario general del Christian Medical Fellowship, una organización británica de 4.500 médicos y 1.000 estudiantes de medicina. Una versión completa de este artículo figura en su blog, Christian Medical Comment.

¿Somos realmente diferentes?

HOMBRE Y MUJER: SOMOS DIFERENTES Cerebro y diferencias sexuales mujer-varón

J. Manuel Giménez Amaya

INTRODUCCIÓN

La lectura atenta de la historia de los pueblos múltiples veces atestigua la proverbial capacidad de la mujer para demostrar una extraordinaria perseverancia en la adversidad y en las calamidades que rodean cualquier situación límite, y también para mantener, en semejantes circunstancias, una mirada de esperanza hacia el futuro, valorando en su más alto grado toda vida humana. Tal vez estas afirmaciones no parezcan especialmente novedosas, pues si echamos un nuevo vistazo a la historia de la humanidad, pero cambiando ahora nuestro punto de vista hacia el de los varones, no cabe ninguna duda de que también pueden realizarse valoraciones singulares a favor de este otro sexo.

Lo que sí parece claro es que al comprobar estos hechos en profundidad y establecer patrones de comparación entre los sexos, uno se pregunta intrigado dónde radicará esa discrepancia que separa las actuaciones de la mujer con respecto a las del varón, cuya forma de actuar también se aleja de la mujer por sus particulares características conductuales. Muchas veces se ha hablado de diferencias genéticas, psicológicas o culturales, pero con el gran desarrollo de las ciencias que exploran el sistema nervioso en los últimos años, muchos neurocientíficos han tornado a investigar si, en verdad, el cerebro de las mujeres y el de los varones presenta características que lo distinguen y que pudieran justificar conductas y acciones diferentes. En caso afirmativo, la gran pregunta que surge casi espontánea se podría enunciar de la siguiente manera: ¿cuál sería la base biológica de fondo que estaría detrás de esos cambios cerebrales?

Estas líneas pretenden hacer un breve resumen divulgativo sobre la neurobiología de las diferencias sexuales entre la mujer y el varón, con la intención de resaltar como hilo conductor aquellos aspectos científicos más relevantes que están surgiendo en los últimos años dentro de la neurociencia acerca de una cuestión de tanta trascendencia. No se pretende, por tanto, ser exhaustivo, ni explicar detalladamente este tema en todas sus dimensiones. Existen importantes trabajos científicos y monografías dedicados a este ámbito de la neurobiología, que el lector puede consultar para profundizar más en un campo neurocientífico que ha experimentado un considerable crecimiento en los últimos años (consultar la bibliografía actualizada de Arnold, 2004; Korol, 2004; Shah et al., 2004; Becker et al., 2005; CahilI, 2006, y el reciente libro de López Moratalla, 2007).

Lamentablemente, todo este tema se ha visto viciado al saltar a la opinión pública, por las amplias connotaciones políticas o sociales que lo acompañan en el mundo actual (Giménez Amaya, 2006). Es un asunto que, indudablemente, ha generado y está generando un «ruido» de fondo, visceral y poco ilustrado, que quizá necesita de una mayor cordura científica en su conjunto. Y la neurociencia puede realizar una gran aportación que ayude a enfocar algunas cuestiones relacionadas con este debate. El texto que aquí se presenta tiene como fin contribuir a destacar algunas de las bases científicas que señalan la existencia de diferencias cerebrales entre la mujer y el varón. Y es en este clima científico donde deberían evaluar- se afirmaciones de corte sesgado que se vierten sin fundamento en muchos terrenos de la vida cultural y social, y que hablan de una igualdad biológica sin paliativos; o que la reducen a un grado mínimo sin ninguna repercusión sobre nuestras vidas, lo que, en definitiva, no obligaría a tenerlas en cuenta.

Por ello, en los apartados siguientes se acomete la tarea de dar noticia en torno a algunos de los descubrimientos científicos que aportan datos sobre la existencia de diferencias estructurales y funcionales en el sistema nervioso central entre las mujeres y los varones. En la descripción experimental se ha intentado emplear un lenguaje interdisciplinar que permita una mayor difusión y entendimiento, aunque no ha podido evitarse el uso de todos los términos necesarios para explicar las diversas investigaciones. Sin embargo, y tal como quedó indicado de un modo más general en párrafos anteriores, se han realizado apuntes bibliográficos que contienen artículos importantes sobre algún aspecto concreto relacionado con este tema, a donde también puede dirigirse cualquier lector que desee examinar con mayor profundidad una determinada cuestión particular.

No se debe olvidar que muchas de las aportaciones más recientes sobre las diferencias sexuales en el cerebro se han llevado a cabo utilizando las modernas técnicas de imagen cerebral (neuroimagen), que precisan un conocimiento adecuado para su correcta valoración e interpretación. Sin este conocimiento se puede entrar en debates que están contaminados de raíz porque los datos obtenidos con estas potentes técnicas neurocientíficas exigen su estudio en el contexto adecuado y su interpretación correcta de acuerdo con la metodología que los ha producido.

En esta línea de razonamiento, y a modo de ejemplo, se puede decir que cuando analizamos los resultados logrados con imágenes de resonancia magnética funcional, que tal vez sea la técnica de neuroimagen más poderosa que poseemos en la actualidad para observar científicamente el funcionamiento de nuestro cerebro, debe recordarse que las imágenes de activación o desactivación cerebral obtenidas ante determinadas pruebas sensoriales o motoras, o tras la aplicación de complejos test psicológicos a los sujetos examinados, reflejan un análisis sofisticado que se basa en varianzas probabilísticas y no en acciones causales directas. Aunque puede sonar un tanto oscuro todo lo que se acaba de indicar, el mensaje sencillo que debe entender el lector es que hay que estudiar y analizar muy detenidamente los experimentos realizados con esas técnicas para llegar a conclusiones certeras y útiles.

En definitiva, y como resumen de todo lo dicho en esta introducción, el artículo que ahora comenzamos pretende señalar con brevedad algunas consideraciones que ilustren cómo la perspectiva de la complementariedad entre los dos sexos también emerge con inusitada claridad desde el punto de vista neurobiológico a la hora de abordar científicamente este aspecto concreto en el amplio espectro de la ciencia neural.

¿HAY BASES CIENTÍFICAS PARA BUSCAR DIFERENCIAS CEREBRALES

ENTRE LA MUJER Y EL VARÓN?

En un artículo ya clásico sobre las diferencias sexuales en la organización cerebral, que apareció en un número monográfico dedicado al estudio del cerebro por la revista de divulgación científica Scientific American, y en la traducción posterior de su edición española publicado en la revista Investigación y Ciencia, la profesora Doreen Kimura, de la Universidad de Western Ontario en Canadá, terminaba su trabajo diciendo que, con referencia a la organización cerebral en las mujeres y en los varones, «el hallazgo de diferencias de origen sexual coherentes y, en algunos casos, muy sustanciales, sugiere que hombres y mujeres pueden tener distintos intereses y capacidades ocupacionales, con independencia de las influencias de la sociedad. Por ejemplo, yo no esperaría que hombres y mujeres hubieran de estar necesariamente representados de forma paritaria en actividades o profesiones que resaltan las habilidades espaciales o matemáticas, como la ingeniería o la física, y sí podría esperar que participaran más mujeres en los campos del diagnóstico médico, donde reviste suma importancia la fineza perceptiva. Así, aunque cualquier individuo dado pueda tener la capacidad de situarse en un

campo «atípico», las proporciones de uno y otro sexo, en conjunto, admiten variación» (Kimura, 1992).

Llama la atención la claridad con que muchos de los principales neurocientíficos que han analizado las diferencias sexuales en el sistema nervioso central resaltan la existencia, de hecho, de estas distinciones. Y ello ha ayudado enormemente a ver estas diferencias en un contexto de complementariedad entre los sexos más que en una lucha antagónica entre ellos o en reivindicaciones culturales no superadas.

Desde el punto de vista de la neurociencia, los trabajos de Kimura recogían ya una tradición de estudio que se inició de alguna manera en el año 1966 cuando Seymour Levine publicara en Scientifrc American su célebre estudio sobre las diferencias sexuales en el cerebro (Levine, 1966). Desde entonces los neurocientíficos han hecho descubrimientos que sustancian de manera nítida esas diferencias. Hay que reconocer que tales investigaciones no han estado exentas de polémica, por sus amplias implicaciones humanas y sociales; aunque también es verdad que nunca se tomaron seriamente las ideas de superioridad de un cerebro masculino sobre otro femenino, o incluso de igualdad plena y llana, de forma especial con la llegada de la neurociencia como disciplina enteramente multidisciplinar. El ejemplo que señalaba Nolte en el año 2002, resulta muy significativo (Nolte, 2002). Relata este autor que la idea de que el cerebro femenino era más pequeño – y por lo tanto, estaba dotado de un menor número de neuronas y de células de la glía-, lo que llevaría a que las mujeres tuvieran una menor capacidad cerebral, nunca se tuvo en cuenta de manera seria. Esto es verdad en términos estadísticos, pero también lo es -sensu contrario- que las mujeres tienden a perder menos neuronas a lo largo de su vida, y que, funcionalmente, pueden realizar tareas cognitivas con mayor habilidad que los varones, especialmente aquellas que requieren un entorno emocional o afectivo (Nolte, 2002).

Aunque los trabajos de Kimura fueron revolucionarios para demostrar las diferencias cerebrales entre los sexos, se puede decir que este aspecto de la neurociencia moderna ha dado un salto muy grande durante los últimos 5-10 años. De hecho, hemos podido comprobar que tanto en los animales como en el hombre, las influencias sexuales afectan a muchas áreas del cerebro y de la conducta, como es el caso de la emoción, la memoria, la organización sensorial de la visión y de la audición, la percepción del dolor, la organización espacial y del movimiento, los niveles de sustancias utilizadas como neurotransmisores, o la acción de las hormonas de estrés sobre el sistema nervioso normal y patológico (Kimura, 1992; CahiI, 2006; López Moratalla, 2007).

En concreto, también hoy sabemos muy a fondo que, entre otras, existen variaciones notables cuando se estudian las habilidades motoras, verbales o espaciales en mujeres o en varones. Por ejemplo, las mujeres realizan mejor aquellas tareas que exigen coordinación de movimientos, tienen una mayor fluidez verbal y capacidad de deletrear, y memorizan las listas de palabras con una eficacia superior. En cambio, responden peor a las pruebas motoras que precisan buena puntería o, cuando se explora la capacidad espacial, tienen más problemas de orientación, percepción o visualización del entorno. Además las mujeres usan distintas regiones del cerebro para procesar y almacenar la memoria a largo plazo. Asimismo, recientemente se han detectado importantes diferencias sexuales en la elaboración de la información por el complejo amigdalino, estructura del cerebro muy implicada en la integración de las emociones, y que detallaremos en el tercer apartado de este capítulo (Cahill, 2006).

Como ya se indicó de forma somera en la introducción, la llegada al campo neurocientífico de las modernas técnicas de imagen cerebral, como la tomografía por emisión de positrones (PET, según sus siglas en inglés) y la resonancia magnética (Mifi) estructural y sobre todo funcional (FMRI), no han hecho más que aumentar exponencialmente la sensación de que, en verdad, nuestro cerebro está organizado según una regulación sexual diferenciada, y que se pueden poner de manifiesto estas distinciones, que cada vez cobran mayor claridad y que afectan a una mayor cantidad de funciones de nuestro sistema nervioso central.

Larry Cahill, al que ya hemos citado a lo largo de este trabajo en varias ocasiones, es una de las autoridades más reconocidas en el estudio cerebral de las diferencias sexuales mujer-varón. Profesor del Departamento de Neurobiología y Conducta de la prestigiosa Universidad de California en Irvine, son ya clásicos sus estudios de neuroimagen demostrando que mujeres y varones usan diferentes regiones del cerebro para procesar y almacenar la memoria a largo plazo, o que un fármaco, el propranolol, interfiere con esta facultad de manera diferenciada en cada sexo (véase la bibliografía en Cahili, 2006). En definitiva, sus investigaciones han contribuido poderosamente a otorgar el relieve correspondiente a tales desigualdades para aplicarlas en campos decisivos como la pedagogía o la sociología; o, también, en el tratamiento de diversas enfermedades (Cahill, 2006; Giménez Amaya, 2006).

Con todos estos datos a la vista, además conviene señalar que en los últimos años el debate neurocientífico se dirige por otros caminos. En la actualidad, un nutrido grupo de investigadores cerebrales buscan con tesón diferencias estructurales, bioquímicas o funcionales en distintas partes del sistema nervioso con el fin de aclarar en profundidad, por ejemplo, la causa de que algunas patologías puedan presentar una marcada preferencia por uno de los sexos, como es el caso de la depresión o el síndrome del colon irritable, dos procesos de aparición más frecuente en la mujer que en el varón.

En un ya clásico artículo del profesor Cahill publicado en la prestigiosa revista Nature Reviews Neuroscience de junio de 2006, se señalaban algunos conceptos erróneos utilizados al analizar la neurobiología de las diferencias sexuales desde la perspectiva neurocientífica. Se dice que éstas son pequeñas y poco fiables, y que las desigualdades que se ven entre los sexos representan casos extremos, nunca una regla general. Además, se índica que las desigualdades existentes dentro de un mismo sexo son mayores que las que separan a la mujer del varón. También se ha sugerido que las diferencias quedarían explicadas en su integridad por la acción de las hormonas sexuales, especialmente los estrógenos. Finalmente, se entiende que si una determinada conducta es equivalente en los dos sexos, los mecanismos nerviosos implicados en su producción y organización deben ser idénticos.

Cahill afirma no tener confirmación científica de muchas de estas hipótesis y, además, indica que los resultados que se van obteniendo gracias a los estudios aportados por la neurociencia cognitiva, apoyan más bien la idea de que las diferencias son mucho más complejas y rehúyen todo análisis simplista sobre una teórica «igualdad cerebral de género». Dos ejemplos concretos lo prueban. En primer lugar, algunos trabajos señalan la gran entidad que asumen los mecanismos genéticos en el establecimiento de estas diferencias, independientemente de las hormonas circulantes. En segundo lugar, cada día son más numerosas las investigaciones neurocognitivas que reflejan distinciones sexuales importantes en la actividad neuronal, pero carentes de cualquier repercusión sobre la conducta en la mujer o en el varón.

Por lo tanto, pensamos que la respuesta a la pregunta que se enunciaba al comienzo de este apartado es afirmativa. En el siguiente epígrafe describiremos algunos de los hallazgos científicos que fundamentan nuestra contestación y, finalmente, estableceremos unas conclusiones a partir de nuestro estudio.

NEUROBIOLOGÍA DE LAS DIFERENCIAS SEXUALES MUJER-VARÓN

Pienso que el relato detallado de todos los trabajos que han encontrado diferencias en la estructura o en la función cerebral entre la mujer y el varón se escaparía de la finalidad de este artículo. Por otra parte, como ya se ha indicado previamente, existen excelentes monografías y trabajos de revisión que se deberían consultar con detenimiento para adquirir una visión completa sobre todo ello. En este apartado, sin embargo, pretendo dar unos ejemplos que me parecen significativos sobre algunos dimorfismos estructurales, funcionales o neuroquímicos en el sistema nervioso central.

Existen diferencias sexuales en muchas de las regiones telencefálicas del sistema nervioso que se han estudiado. Y entre ellas también podríamos incluir zonas consideradas «cognitivas» tales como el hipocampo, el complejo amigdalino y amplias regiones de la neocorteza (Juraska, 1991). Las diferencias sexuales en el sistema nervioso central pueden ser igualmente de naturaleza más global. Por ejemplo, amplias áreas de la sustancia gris de la corteza cerebral tienen un grosor relativamente mayor en las mujeres que en los varones (Luders et al., 2006). Las proporciones entre sustancia gris y sustancia blanca también varían considerablemente entre los dos sexos en las distintas regiones de la corteza cerebral humana (Allen et al, 2003). Muchas veces las diferencias resultan evidentes en la propia estructura anatómica, pero sí en alguna de sus dimensiones funcionales. Por ejemplo, una región del sistema nervioso central puede diferir sexualmente en aspectos relacionados con sus neurotransmisores, o bien en su respuesta genética o metabólica a la experiencia. Asimismo, las nuevas alternativas metodológicas (como es el caso de los ratones modificados genéticamente o los análisis morfométricos de los datos obtenidos con las técnicas de neuroimagen humana y basados en vóxeles) están ofreciendo nuevos dimorfismos sexuales que no se habían manifestado previamente (Shah et al., 2004; Bielsky et al., 2005; Mecheffi et al., 2005; Cahill, 2006). Y todo ello podría significar que tan sólo podemos ver una fracción aún pequeña de todas las posibles diferencias sexuales en el cerebro entre la mujer y el varón.

A modo de ejemplo, y tomándolas como modelo de dimorfismo desde el punto de vista estructural y funcional, nos fijaremos a continuación en dos regiones situadas en el lóbulo temporal de los hemisferios cerebrales: la formación del hipocampo y el complejo amigdalino.

El hipocampo es una región cerebral plenamente implicada en los procesos de aprendizaje y memoria (Nolte, 2002, Baars y Gage, 2007; Haines, 2008). Su dimorfismo sexual afecta a su estructura neuroanatómica, su configuración neuroquímica y su reactividad ante situaciones de estrés o de sobrecarga emocional (Madeira y Lieberman, 1995). El volumen del hipocampo es, por regla general, mayor en la mujer que en el varón, una vez realizadas las correcciones oportunas para compensar el tamaño total del cerebro (Goldstein et al., 2001). En el animal de experimentación, también se han visto otras muchas diferencias sexuales, como por ejemplo, la mayor abundancia de células piramidales en determinadas zonas hipocampales de los animales machos, o variaciones en muchos de los sistemas funcionales de neurotransmisión (por ejemplo, en el caso de las siguientes sustancias: noradrenalina, serotonina, acetilcolina, corticosterona, benzodiazepina y colecistocinina) (Madeira y Lieberman, 1995; Cahifi, 2006). También en los animales se ha visto que el sexo influye en el cometido desempeñado por el hipocampo para el aprendizaje, especialmente en las situaciones de estrés agudo y crónico (McEwen, 2000; Shors, 2002; Cahill, 2006). Precisamente con respecto a esto último, las diferencias sexuales del hipocampo también han sido detectadas en el hombre (Shors, 2002; Jackson et al., 2005).

Otra estructura claramente dimórfica desde el punto de vista sexual es el complejo amigdalino, cuya relevancia en la organización del cerebro parece cada vez mayor por su posición nodal en la estructuración del sistema límbico, que se encarga de procesar las emociones y de asociarlas a los procesos cognitivos y motivacionales (Cahifi, 2006; Baars y Gage, 2007; Ledo-Varela et al., 2007; Haines, 2008). Por ejemplo, según un estudio publicado en el año 2004 que me parece muy significativo señalar aquí, Cahill y colaboradores han puesto de manifiesto que existen diferencias sexuales en la relación entre la actividad del complejo amigdalino y la memoria durante las experiencias emocionales. Así, han visto una participación más destacada del complejo amigdalino izquierdo en la memoria emocional (por regla general, imágenes visuales) de las mujeres. En cambio, en los varones puede observarse lo contrario (predominio del complejo amigdalino derecho) (Cahill et al., 2004; Cahill, 2006). Esto mismo también ha sido confirmado en el animal de experimentación mediante la estimulación de los complejos amigdalinos, al observarse que el derecho modula el almacenamiento de la memoria en ratas macho (Lalumiere y McGaugh, 2005).

En cuanto a las diferencias sexuales entre la mujer y el varón con respecto a la organización neuroquímica del sistema nervioso, también podríamos señalar algunos dimorfismos.

Antes ya nos referimos a varios de los sistemas de neurotransmisores afectados en estas diferencias. En un estudio preliminar ya clásico de la década de los 70, Robinson y su equipo encontraron diferencias sexuales en el contenido de monoaminas, con una concentración considerablemente más alta de monoaminooxidasa en varias regiones cerebrales de la mujer (Robinson et al., 1977). En el año 2005, Curtis y colaboradores han podido observar en el animal de experimentación que la hormona liberadora de corticotropinas activa con mucha mayor potencia en las ratas hembra las neuronas una región específica del tronco del encéfalo, denomina locus coeruleus, con relación a una situación de sobrecarga emocional o de estrés (Curtis et al.,2005).

Otros dos ejemplos característicos de dimorfismo sexual en el cerebro humano tienen relación con los sistemas serotininérgico y opiáceo. Con respecto al primero, las diferencias atañen a la velocidad de síntesis de la serotonina en las personas san las concentraciones de sus metabolitos en tejido necrópsico y el número de células que contiene el núcleo del rafe en el tronco del encéfalo (las referencias bibliográficas de todos estos trabajos pueden consultarse en Cahill, 2006). Los péptidos opioides también presentan un dimorfismo sexual. Se han podido detectar diferencias en su eficacia analgésica y, utilizando técnicas de neuroimagen, se han señalado variaciones sexuales en la unión de los opioides a sus receptores respectivos en diversas regiones cerebrales, como es el caso del complejo amigdalino y el tálamo (Zubieta et al., 1999; Craft, 2003).

Conviene decir también que existen diferencias dimórficas entre la mujer y el varón con respecto a enfermedades neurológicas y psiquiátricas, que afectan a su naturaleza y a su incidencia. Entre ellas destacamos las siguientes: enfermedad de Alzheimer, trastorno por estrés postraumático y otros trastornos de la ansiedad, esquizofrenia, accidente cerebrovascular, esclerosis múltiple, autismo, patología adictiva, fibromialgia, trastorno por déficit de atención, colon irritable, síndrome de Gules de la Tourette o los trastornos alimentarios (Klein y Corwin, 2002; Shors, 2002; Hines, 2004; CahilI, 2006).

Finalmente, y como un ejemplo de lo señalado en el párrafo anterior a propósito de la patología, los casos clínicos proporcionan otro método de estudio muy valioso para abordar el problema del dimorfismo sexual entre las mujeres y los varones. Así, los varones son más propensos a sufrir una afasia (deterioro de la capacidad de comprensión y/o producción del lenguaje, a raíz de un daño en las áreas del lenguaje situadas en la corteza cerebral o en las interconexiones de dichas regiones corticales) después de una lesión en el hemisferio izquierdo (Purves et al., 2007). Ello también ha hecho pensar a varios autores que el lenguaje se encuentra representado en la corteza cerebral de forma diferente en los varones y en las mujeres (Harasty et al., 1997; Purves et al., 2007).

La profesora Doreen Kimura (Kimura, 1992, y véase también Kimura, 1996) ha analizado las funciones cerebrales relacionadas con el lenguaje de manera muy extensa. Para ello, esta investigadora las ha estudiado en pacientes diestros con una lesión unilateral en la corteza cerebral izquierda (la función del lenguaje está lateralizada en la corteza cerebral; para los individuos diestros, suele localizarse en el hemisferio izquierdo). Ella encontró que las mujeres eran más propensas a sufrir afasias si el daño cortical se restringía a las porciones anteriores del hemisferio cerebral izquierdo, mientras que los varones presentaban afasias con mayor frecuencia si la lesión cerebral se localizaba en una región más posterior de la corteza cerebral. Kimura concluía que las áreas corticales relacionadas con el lenguaje tienden a ocupar una posición más anterior en el cerebro de las mujeres que en el de los varones y, quizá por ello, serían menos susceptibles de sufrir un daño en los accidentes cerebrovasculares, dada la afectación menos frecuente de esta región.

CONCLUSIONES

Todo lo expuesto hasta aquí, vuelve a llevarnos hacia la idea con la que iniciamos este breve ensayo dedicado a realizar algunas consideraciones sobre los fundamentos neurobiológicos de la diferenciación entre la mujer y el varón. Se puede decir con claridad que, en efecto, existen diferencias cerebrales morfofuncionales en la constitución del sistema nervioso central de la mujer y del varón. Y además, es importante saber que desde muchos puntos de vista, estas diferencias no deberían ignorarse.

Los estudios neurocientíficos están dejando cada vez más claro que la diferencia entre la mujer y el varón no sólo es manifiesta en los atributos físicos y en su función reproductora, sino que también aparece, por ejemplo, en la manera como los dos sexos resuelven problemas de índole cognitiva o establecen patrones de comunicación a través del lenguaje. Brevemente, se puede decir que el dimorfismo sexual ha podido demostrarse en el ser humano por múltiples parámetros anatómicos, fisiológicos y psicológicos, y este dimorfismo está moldeado por influencias internas (genéticas y endocrinas) y externas (psicosociales y ambientales) (Harasty et al., 1997). También es importante señalar que, aunque durante los últimos años se ha insistido en que estas diferencias entre las capacidades cognitivas de la mujer y del varón son pequeñas, la realidad parece indicar que las hormonas sexuales condicionan la organización del sistema nervioso central desde los primeros estadios del desarrollo del individuo. De todos modos, aunque todo indica que esta disparidad de partida existe, todavía no se han conseguido evaluar con absoluta precisión los efectos que tienen, por ejemplo, la experiencia y el entorno externo sobre el desarrollo del cerebro de la mujer y del varón.

Pero también debemos señalar que nos enfrentamos a un asunto que plantea muchos más interrogantes de los que parecía en un primer análisis superficial. Además de las implicaciones patológicas, pedagógicas, laborales o sociales de estas investigaciones, se podría decir, con palabras de un estudio de la sección médica de la National Academy of Sciences de los Estados Unidos, que «(…) el sexo importa. Importa desde perspectivas que no esperábamos. Y, sin duda, importará de manera que todavía no somos capaces de imaginar». En mi opinión, las diferencias sexuales en el cerebro destacan de forma muy sugerente el aspecto complementario que está presente en el designio vivencial de la mujer y del varón en nuestra sociedad.

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José Manuel Giménez Amaya

Doctor en Medicina y Cirugía.
Catedrático de Anatomía y Embriología de la Universidad Autónoma de Madrid.

Fecha: 20 de marzo de 2010

Fuente:

http://www.esposiblelaesperanza.com/index.php?option=com_content&view=arti cle&id=1663:cerebro-y-diferencias-sexuales-mujer-varon-j-manuel-gimenez- amaya&catid=136:16-masculinidad–feminidad&Itemid=63

El mito de la TV en niños

 

 

 

MITO: LA TV NO PERJUDICA A MIS HIJOS PEQUEÑOS, LO QUE VEN ESTÁ EN LA CALLE

Este mito explica por qué a muchos padres les parece bien poner la TV o un PC con Internet, en las habitaciones de sus hijos a partir de los 8 años, sino antes. La realidad es que la TV perjudica gravemente el concepto que el niño acaba teniendo sobre las otras personas y distorsiona gravemente su normal desarrollo afectivo sexual.

Se calcula que un televidente habitual observa alrededor de 9.000 escenas de relaciones sexuales o similares anualmente. Más de 7.000 de estas escenas son extramatrimoniales. Calcule entonces el tiempo promedio que un “teleadicto” infanto – juvenil le ha dedicado a la televisión antes de ingresar en la universidad, y se encontrará con una desagradable sorpresa: más de 90.000 escenas de relaciones sexuales (reales o ficticias) vistas, de las cuales cerca de 73.000 se producen fuera del matrimonio.

Por lo tanto, la televisión describe 6 veces más sexo extramarital, que sexo entre esposos. El 94% de los encuentros sexuales en las telenovelas son entre gente que no están casadas. Si le añadimos a esto que para un joven teleadicto la televisión ocupa el segundo lugar en influencia sobre su comportamiento, y que, en las telenovelas y seriales, quienes practican sexo son personas de gran belleza que además nunca se enferman de venéreas ni tienen problemas sicológicos, los resultados serán que estos jóvenes tendrán relaciones sexuales a muy tempranas edades.

Cómo se presenta la pornografía

La pornografía se conceptúa como la “descripción explícita o gráfica de la actividad sexual”, y el erotismo como “aquello relativo al amor camal o a la exacerbación del amor sensual”. Las dos actúan de una forma negativa en los procesos bioquímicos del cerebro, y aunque se han querido diferenciar según términos artísticos o comerciales, el impacto, especialmente de las imágenes, tiene las mismas consecuencias.

Por cada hora de transmisión televisiva se presentan 3 actividades sexuales. En los programas cómicos, el 88% de su contenido hace referencia sexual. En este tipo de programas el contenido no es usualmente explícito, sino que se maneja de manera verbal. Como consecuencia, hay cambios acumulativos en la forma de ver el mundo, afectando principalmente los juicios de moral, especialmente en los adolescentes.

En los videos pornográficos, su contenido es absolutamente explícito y resalta la dominación física, humillante y ofensiva del hombre sobre la mujer.

 

 

 

 

De la pornografía a la violación

Debido a que la violación es una constante en este material, muchos hombres dan el brinco y trasladan sus emociones al mundo exterior. En este estado se ven normales las aberraciones más graves. Solamente en los Estados Unidos, en la última década, se han incrementado cuatro veces las violaciones debido al uso de la pornografía.

Se puede manifestar sin temor a equivocarse, que la creciente tendencia a las violaciones que se observa en todo el mundo, es causada por la pornografía pasiva. De hecho, un 27.5% de las violaciones que ocurren contra estudiantes en los Estados Unidos, se deberían a la influencia negativa de la pornografía sobre los violadores. El 70% de la pornografía que se expende, será consumida por adolescentes.

La pornografía y el erotismo, en cualquiera de sus modalidades, violenta o no violenta, sea que la transmitan por televisión, en películas, en periódicos o revistas, por Internet, por teléfono o hasta por la música, implica una transformación deformante sobre el ser humano, su sexualidad y su relación con el medio que lo rodea.

El investigador Dolf Zillman, manifiesta que “es innegable que todo lo que el hombre lee y escucha, lo afecta en mayor o menor medida. Si no fuera sí, no se gastarían en Estados Unidos más de 10 billones de dólares al año en anuncios publicitarios, que de una u otra forma persuaden nuestras preferencias sobre algo. De la misma forma, la exposición a imágenes pornográficas afecta nuestro concepto del mundo y atenta contra los valores más profundos que existen en la conciencia”.

Cuando el sexo es manifestado en el matrimonio, es un fenómeno maravilloso y romántico, pero la pornografía saca al sexo de su contexto y lo vuelve destructivo causando enfermedad, adicción, embarazos no deseados, ansiedad, tristeza y vergüenza. Lo que empieza por curiosidad, puede desembocar en serios trastornos de la personalidad.

El Internet y los teléfonos

El acceso al Internet, sin supervisión de un adulto, puede abrir las puertas para que cualquier menor acceda a contenidos pornográficos, de los cuales hay en abundancia y son de contenido explícito.

El teléfono es el medio más utilizado por los menores de edad. Las conocidas líneas telefónicas de este tipo, cambian su mensaje erótico cada hora, y se consideran un factor determinante en el creciente número de niños que atacan sexualmente a otros. En los años 80, este tipo de abusos se triplicó en Estados Unidos.

Fuente: diversas páginas de Internet

 

El mito del cerebro inmaduro de los adolescentes

El mito del cerebro inmaduro de los adolescentes

Firmado por Thomas Lickona

Fecha: 6 Febrero 2008

Fuente: Aceprensa

En muchos países parece que los chicos presentan creciente precocidad para el alcohol o la promiscuidad sexual, entre otras conductas peligrosas. Según una teoría, el cerebro del adolescente carece de la madurez necesaria para contener los impulsos. Otra posibilidad es que los jóvenes se limiten a hacer lo que se espera de ellos, o a no hacer lo que no se les pide. Esto es lo que sostiene Thomas Lickona, especialista en psicología evolutiva y profesor de Educación en la Universidad Estatal de Nueva York1.

Todos conocemos el enfoque pragmático de la educación sexual: “Hay que presentar la continencia como la mejor opción; pero seamos realistas y enseñemos también a usar el preservativo”. A lo que deberíamos responder: “¿Acaso cuando alentamos a abstenerse de las drogas, también enseñamos a los jóvenes a practicar el ‘consumo de drogas seguro’? Si estamos convencidos de que una conducta es perjudicial para uno mismo y para los demás, como sin duda es la promiscuidad sexual , ¿enseñamos a los jóvenes a practicarla de todas formas, o les enseñamos que nuestra convicción es realmente lo mejor para ellos y para la sociedad?”.

Por si la educación en la castidad no tuviera bastantes enemigos, temo que anda suelto por el mundo uno nuevo, que amenaza debilitar hasta el sentido común. Este nuevo peligro es el mito del “cerebro adolescente”. Estoy leyendo un libro titulado The Primal Teen: What the New Discoveries About the Teenage Brain Tell Us About Our Kids (“El adolescente primario: Lo que nos enseñan sobre nuestros hijos los nuevos descubrimientos sobre el cerebro adolescente”). Ahí se citan “expertos en el cerebro” que afirman cosas como esta: “Los adolescentes tienen pasiones más fuertes (…) pero no frenos, y tal vez no lleguen a tener buenos frenos [o sea, la maduración de la corteza prefrontal, necesaria para inhibir la conducta impulsiva] hasta los 25 años”.

Los adultos no son mejores

adolescentesHace unos meses hablé en un congreso sobre continencia en el que había un seminario sobre las implicaciones de las nuevas investigaciones en el cerebro. Cuando acabé la exposición, se levantó un médico que estaba en la mesa de presidencia y dijo: “Todos esos argumentos lógicos a favor de la continencia están muy bien, pero ¿qué eficacia tienen para un cerebro adolescente al que aún faltan diez años para completar su desarrollo?”.

Contesté que si trajéramos a la sala a cien chicos de 15 años elegidos al azar, podríamos alinearlos formando una progresión continua, desde los que nunca han tenido relaciones sexuales ni han hecho ninguna insensatez, hasta a los que tienen relaciones sexuales varias veces por semana y siguen otras muchas prácticas de alto riesgo. Todos sus cerebros tendrían más o menos la misma edad y el mismo grado de madurez cortico-prefrontal. ¿De dónde, entonces, la gran variedad en cuanto a comportamientos que piden la regulación de los impulsos? Añadí que cuando yo estaba en secundaria, no tuve relaciones sexuales con mi chica no por mi grado de madurez cerebral, sino por mis principios. Entre otras cosas, creía que era pecado mortal, y no estaba dispuesto a jugarme el alma.

De hecho, encuestas hechas en Estados Unidos muestran que los adultos de 35 a 54 años inciden en distintos comportamientos peligrosos en mayor proporción que los adolescentes. Es mucho más frecuente que mueran en accidente de automóvil, se suiciden, se emborrachen o ingresen en el hospital por sobredosis de droga.

Críticas científicas

Han comenzado a aparecer críticas científicas de las teorías sobre el cerebro adolescente. En septiembre pasado, The New York Times (17-09-2007) publicó en sus páginas de opinión un artículo de Mike Males, investigador senior del Center on Juvenile Justice y fundador de Youthfacts.org. Males decía: “Un alud de informaciones periodísticas anuncia con gran excitación que la ciencia puede explicar por qué los adultos tienen tantas dificultades para tratar con adolescentes: estos tienen cerebros inmaduros, no desarrollados, que los impulsan a comportamientos peligrosos, detestables, irritantes para los padres. Pero el puñado de expertos y responsables públicos que hacen tales afirmaciones incurren en exageraciones insensatas. Investigadores del cerebro más serios, como Daniel Siegel (Universidad de California en Los Ángeles) o Kurt Fischer (Programa Mente, Cerebro y Educación, de Harvard), advierten que los científicos están apenas empezando a averiguar cómo funcionan los sistemas cerebrales. “Naturalmente, se quiere usar la ciencia del cerebro para definir políticas y métodos, pero nuestro limitado conocimiento del cerebro impone muy severas limitaciones a ese empeño. En estos comienzos de su historia, la neurociencia no puede suministrar una educación basada en el conocimiento del desarrollo cerebral”, dice Siegel.

Robert Epstein, ex director de Psychology Today y jefe de colaboraciones de Scientific American, rebate así las teorías del cerebro adolescente: “Los adolescentes son tan capaces como los adultos en una amplia gama de cualidades. Se ha comprobado que superan a los adultos en pruebas de memoria, inteligencia y percepción. La tesis de que los adolescentes tienen un ‘cerebro inmaduro’, que necesariamente causa una crisis, queda totalmente desmentida si nos fijamos en la investigación antropológica que se hace en el mundo. Los antropólogos han encontrado más de cien sociedades contemporáneas en las que la crisis de la adolescencia falta por completo; en la mayoría de esas sociedades ni siquiera hay una palabra para designar la adolescencia.

Subir el listón

“Aún más contundentes son los estudios antropológicos de larga duración hechos en Harvard en los años ochenta: muestran que la crisis de la adolescencia comienza a aparecer en una sociedad donde no se daba a los pocos años de adoptar el sistema escolar occidental y estar bajo el influjo de los medios de comunicación occidentales. Por último, abundantes datos indican que cuando se da a los jóvenes verdaderas responsabilidades y la posibilidad de tratar con adultos, aceptan prontamente el reto, y aparece el ‘adulto que llevan dentro’” (Education Week, 4-04-2007).

El peor error que podemos cometer en educación –sin duda el peor en educación del carácter y en la castidad– es subestimar la capacidad de nuestros alumnos. Tengo una amiga que ahora es una dirigente del movimiento para educar en la continencia. Cuenta que en la adolescencia era promiscua. Era tan mal tratada en casa, que cometía pequeños delitos para poder disfrutar de la relativa seguridad que le ofrecía la cárcel. Allí fue a verla un orientador, al que habló de su insensata vida sexual. Él la habló con cariño y la incitó a comportarse con mayor dignidad y disciplina. Hoy es una mujer felizmente casada, madre y respetada educadora. Como ella dice: “¿Qué habría sido de mí si aquel orientador me hubiera dado un condón en vez de creer en mí?”.

Con el apoyo adecuado, los seres humanos, cuando se les proponen metas elevadas, tienden a esforzarse por alcanzarlas. La castidad es difícil, como todo lo que vale la pena en la vida. Es hora de que todos, escuelas y padres, subamos el listón.

Matrimonio frente a violencia

 

 

INSTITUTO DE POLITICA FAMILIAR: EL MATRIMONIO, UN SEGURO CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO

 

 

MADRID, lunes 26 de octubre de 2009 (ZENIT.org).- El matrimonio se ha convertido en el mejor antídoto contra la violencia en la pareja, según un estudio del Instituto de Política Familiar publicado la semana pasada, que analiza datos de los últimos ocho años en España.

Según el estudio, el matrimonio es la forma de convivencia en la que se producen menos homicidios. Concretamente, por cada homicidio que se produce en un matrimonio, se producen más de 12 homicidios en las relaciones sentimentales.

El matrimonio también es, con gran diferencia, donde se producen menos órdenes de protección. Por cada una que se produce en un matrimonio, se producen más de diez en los otros tipos de relaciones.

Cinco de cada nueve órdenes de protección del año 2008 se produjeron en parejas de hecho.

Las parejas de hecho han crecido espectacularmente en España desde el año 2001 al 2008; concretamente un 121%, superando ya las 1.220.000 parejas, que representa un 11% del total.

Sin embargo, los matrimonios continúan siendo mayoritarios, llegando a representar el 89% del total de parejas y ascendiendo a 10,2 millones de parejas.

Entre las conclusiones del estudio, se encuentra la que afirma que la violencia de las parejas tiene una gran incidencia en las parejas rotas, llegando al 34%.

En este sentido, uno de cada tres homicidios se produce en parejas que han roto la relación y sobre todo en las exparejas con relaciones sentimentales, y dos de cada tres muertes en parejas rotas se producen en las exrelaciones sentimentales.

En 2008, por cada homicidio que se produjo en un matrimonio, se produjeron más de 12 en relaciones sentimentales.

“Mientras se produce 1 homicidio cada 311.000 matrimonios, sin embargo se produce 1 homicidio cada 25.500 relaciones sentimentales”, destaca el estudio.

El informe indica que en 2008 existían en España 11,5 millones de parejas, 2 millones más que en el año 2001, lo que representa un incremento del 21% de parejas en ese periodo.

También constata el crecimiento de la violencia en la pareja, que afecta cada vez a más personas.

Sólo en 2008, se produjeron 102.363 denuncias de malos tratos (74.000 físicos y 24.000 psíquicos), se ralizaron 109.906 atestados policiales, se dictaron 41.439 Órdenes de Protección y se produjeron 81 homicidios, frente a los 51 del año 2001.

Otra de las conclusiones del estudio es que la violencia afecta cada vez más a las parejas con extranjeros. 4 de cada 10 víctimas fueron extranjeras, y por cada agresor español, hay 5 agresores extranjeros.

Respecto a los agresores, el informe indica que 1 de cada 4 agresores intentó suicidarse después de la agresión, y 1 de cada 5, consumó el suicidio tras la agresión

Madre asesinada

MURIÓ COMO MÁRTIR DE LA FE

El Obispo de Springfield resalta el coraje de

una madre católica asesinada por un joven gay

El pasado 31 de mayo en la Shadow Rock United Church of Christ en Phoenix, Arizona, Mons. John Paprocki, Obispo de Springfield en Estados Unidos pronunció una conferencia titulada «Matrimonio, uniones del mismo sexo y la Iglesia Católica», durante la cual hizo la comparación entre el caso de Matthew Shepard, homosexual asesinado en 1998; y Mary Stachowicz, madre de familia asesinada por un joven gay en 2002.

Mons. Paprocki recordó el testimonio de una madre de familia que fue asesinada por un joven gay en el año 2002, y explicó que a diferencia del joven homosexual a quien mataron en 1998, la prensa no dio tanto espacio a la valerosa madre de cuatro niños.

«Una búsqueda en Google del nombre Matthew Shepard’ genera 11,9 millones de resultados. Matthew Shepard fue un estudiante universitario de 21 años que fue salvajemente golpeado hasta morir en 1998 en Wyoming. Su asesinato
fue considerado un crimen por odio porque Shepard era gay».

El Obispo explicó que si uno hace una búsqueda del nombre Mary Stachowicz, tendrá unos 27 mil resultados. «En el año 2002 Marya Stachowicz también fue asesinada brutalmente, pero las circunstancias fueron muy distintas. Mary, la amable y devota madre católica de cuatro niños instó a compañero de trabajo, Nicholas Gutierrez, de 19 años, a cambiar su estilo de vida gay».

«Furioso por esta exhortación, como luego dijo a la policía -narró el Obispo- el joven la golpeó, la apuñaló y la estranguló hasta causarle la muerte. Luego tomó su cuerpo y lo puso en un pequeño espacio en su departamento, ubicado sobre una funeraria en Chicago en donde ambos trabajaban».

El Obispo relató luego que tuvo la oportunidad de conocer a Mary ya que fue su secretaria en una parroquia antes de ser nombrado Obispo. «Ella trabajaba medio

tiempo en la funeraria y medio tiempo en la parroquia. Una tarde, ella no apareció a la hora acostumbrada, lo que era inusual porque ella siempre llegaba puntual».

Mons. Paprocki recordó que mientras la buscaban, antes de saber que había sido asesinada y antes de que la policía la encontrara mutilada, Nicholas Gutierrez rezó con los amigos y familiares de Mary por su pronta aparición.

El Obispo precisó que ambos asesinatos fueron «brutales y condeno ambos del mismo modo. Sin embargo, el hecho de que existan más de 11,5 millones de historias en Internet sobre Matthew Shepard que las de Mary Stachowicz, es una muestra del sentimiento popular que existe hoy sobre las relaciones del mismo
sexo. La historia de Shepard recibió mucha atención porque su homosexualidad fue el móvil para su asesinato».

«El homicidio de Mary fue ampliamente ignorado por los medios, pese al hecho de que ella murió como mártir de la fe», agregó.

De hecho, en el quinto aniversario de su muerte, el periodista católico Phil Lawler alentó a que se iniciara para Mary el proceso de beatificación.

«Lo que quiero decir -explicó el Obispo- es que a la luz de la opinión actual, reconozco que es complicado explicarle a la gente las razones por las que las uniones homosexuales no deben ser reconocidas legalmente. Sin embargo, es importante recordar que el análisis moral no se basa en encuestas, sino en los valores, las virtudes y los principios».

El desafío, dijo, «es explicar qué es el matrimonio y por qué merece un status único».

«El concepto tradicional del matrimonio -consistente con la enseñanza católica ya que no es exclusivo de ella- es que se da entre un hombre y una mujer. Eso no lo inventó la Iglesia y es anterior al Cristianismo».

Ese concepto, prosiguió, «no se basa en la religión sino en la ley natural».

«La Iglesia Católica, junto a prácticamente cualquier religión y cultura del mundo, reconoce y apoya esta institución natural porque, sin ella, simplemente la sociedad no existiría o no florecería».

El Obispo dijo luego que «la inclinación o el deseo natural y la capacidad hacia la procreación y la creación de una familia solo puede cumplirse a través de la unión de un hombre y una mujer. Incluso con las intervenciones biotécnicas como la reproducción artificial, se tiene que son intentos por imitar la unión de un hombre y una mujer»

Fuente: Infocatolica.com

Los problemas de población en China

Los problemas de población de China

La carencia de niñas y el rápido envejecimiento

Por el padre John Flynn, L. C.

ROMA, domingo 29 de mayo de 2011 (ZENIT.org).– Tras la publicación de los últimos datos del censo, China se ve presionada a cambiar su política de planificación familiar de un único hijo.

La población aumentó hasta los 1.340 millones en el 2010, cuando en el 2000 era de 1.270 millones, informaba el 29 de abril el Wall Street Journal. El crecimiento medio anual de la última década ha sido del 0,57%, significativamente por debajo del 1,07% de la década anterior.

Los datos del censo han confirmado también la tendencia hacia un rápido envejecimiento de la población. Los mayores de 60 años constituyen el 13,3% de la población de China, frente al 10,3% del año 2000. En cambio los niños menores de 14 años constituyen actualmente el 16,6% de la población, un notable descenso en comparación con el 23% de hace una década.

En otro artículo dedicado a los resultados del censo, el Wall Street Journal analizaba el desequilibrio de sexos provocado por la preferencia por los hijos varones. La población masculina es actualmente el 51,3% del total, un ligero descenso respecto al nivel del 51,6% del año 2000.

A pesar de la mejora, el artículo observaba que hay todavía 34 millones de hombres «de más», un número no pequeño. Este es el resultado de los abortos selectivos según el sexo, facilitados por la utilización de la ecografía. Además, las niñas no deseadas suelen ser abandonadas o dadas en adopción.

Un factor que podría ayudar a cambiar la actitud hacia las niñas es el aumento del precio de los inmuebles. Los padres de un niño suelen comprarle uno cuando se casa.

Un artículo del China Daily del 11 de noviembre comentaba que en ciudades como Pekín la diferencia de sexos ya se ha reducido, con 104 varones por cada 100 mujeres. Dato a comparar con la cifra nacional de 119,45 varones por cada 100 mujeres.

No es suficiente

Al hablar de la población de China se suele poner el énfasis en su gran tamaño, pero el último censo ha revelado que, de hecho, el problema puede que sea el contrario, es decir que el crecimiento demográfico es demasiado lento.

Esta es la opinión que sw recogía en un reportaje del 7 de mayo de The Economist. Los datos del censo implican que el número total de hijos que una mujer tendrá a lo largo de su vida puede estar actualmente en el 1,4, muy por debajo del nivel del 2,1 necesario para asegurar una población estable.

Dado el número bastante bajo de niños que nacen, la población en edad laboral tendrá que soportar una mayor presión en el futuro para mantener a los ancianos.

The Economist también analizaba las consecuencias a largo plazo de la falta de niñas. En 20 ó 25 años una quinta parte de los bebés varones de hoy no podrá encontrar novia.

China podría envejecer antes lograr ser rica, advertía el titular del reportaje sobre el censo publicado en el periódicoThe Guardian el 28 de abril. A medida que disminuye el número de trabajadores, China puede quedarse sin tiempo para cambiar sus fábricas a métodos de trabajo menos intensivos y más generadores de valor añadido.

The Guardian también advertía otro problema planteado por las políticas del Gobierno. Se trata del gran tamaño de la población flotante del país, que ha aumentado un 81% en la última década hasta superar los 261 millones.

La emigración en busca de trabajo en las fábricas en las que la economía está en auge no trae consigo el derecho de residencia. Sigue en vigor la política tradicional de registro de hogares, que se diseñó para mantener atados a los campesinos a su tierra.

Esto significa que, aunque las fábricas acojan a los trabajadores emigrantes, no tienen que preocuparse por su salud, su vivienda o sus gastos sociales. Los trabajadores pueden ser despedidos a su antojo y no tienen acceso a los servicios de salud o colegios para sus hijos.

Abusos de la planificación familiar

Las políticas de población de China tienen también una larga historia de abusos. Uno de los casos más recientes es el de un reportaje sobre funcionarios de planificación familiar que secuestran niños y los venden al extranjero para ganar dinero.

Según un reportaje del 11 de mayo de ABC Australia, las autoridades están investigando las acusaciones según las cuales unos veinte bebés nacidos en la provincia de Hunan violando el límite de un único hijo fueron vendidos a personas de Estados Unidos y Holanda.

Se acusa a funcionarios del departamento de Longhui de recibir 142 dólares por cada niño entregado a las agencias de adopción, que, a su vez, recibieron 2.760 dólares por cada niño adoptado en el extranjero.

ABC señalaba también que un informe que la organización de Hong Kong Human Rights Defenders (CHRD) hizo público el pasado diciembre daba testimonio de abusos generalizados en la planificación familiar, que van desde abortos forzados y esterilizaciones a pruebas de embarazo impuestas por la fuerza.

Además, aquellos hombres y mujeres que violan la restricción del número de hijos son golpeados, detenidos o multados. Según CHRD, algunos incluso han perdido sus empleos o se les ha negado el permiso para registrar a sus hijos en su hogar.

El Financial Times analizaba también el problema de los secuestros en un artículo del 14 de febrero. Citaba informes del Gobierno que estiman que cada año se trafica con más de 20.000 niños.

El destino de estos niños es diverso. Algunos son utilizados por bandas criminales como mendigos callejeros, otros son destinados al trabajo infantil, y muchos se venden en adopción.

El artículo citaba una información reciente de los medios de comunicación estatales sobre dos personas condenadas a muerte en la ciudad de Quanzhou que habían vendido a 46 bebés varones por más de 6.097 dólares cada uno.

Según el Financial Times, el Gobierno ha intentado parar los secuestros y, hace dos años, lanzó una campaña que logró la liberación de 9.300 niños secuestrados, y el arresto de más de 17.000 personas.

Un artículo de Associated Press publicado el 21 de octubre hablaba de un caso de aborto forzado.

Un trabajador de la construcción, Yanquan Luo, declaró que su mujer había sido sacada a la fuerza de su casa el 10 de octubre y detenida en una clínica por funcionarios de planificación familiar. Se la llevó a un hospital y allí se le inyectó un medicamento que mató a su bebé.

El hecho tuvo lugar justo un mes antes de su nacimiento. Los funcionarios dijeron a la pareja que no les estaba permitido tener aquel hijo porque ya tenían una hija de 9 años de edad.

Madres

Un libro publicado el año pasado ponía de relieve los grandes sufrimientos humanos causados por la política de planificación familiar de China. La autora, que utiliza el seudónimo de Xinran, publicaba una serie de testimonios de madres chinas titulado Message from an Unknown Chinese Mother: Stories of Loss and Despair [Mensaje de una madre china desconocida: historias de pérdida y desesperación, n.d.t].

Junto a los relatos de las mujeres obligadas a abandonar o renunciar a sus hijas para que fueran adoptadas, también describía algunas de sus propias experiencias personales. La autora contaba cómo durante una visita a una aldea rural en 1989, cenó en una de las casas de la aldea mientras la nuera del dueño de la casa daba a luz en la habitación contigua.

Al nacer la niña oyó una voz que decía «una inutilidad». La comadrona salió y se le pagó y, poco después, Xinran vio a la recién nacida en el orinal, abandonada para que muriera.

A finales del 2010, más de 120.000 menores chinos habían sido adoptados en todo el mundo, casi todos niñas. ¿Qué sienten las madres al darlas a luz?, se preguntaba. Un gran vacío que nada puede llenar, se respondía.

La tradicional preferencia cultural por los hijos varones y el viejo sistema de distribución de tierras, que favorece a los hombres, da como resultado que a las niñas no se las valore. La combinación de estos factores que ya existían con las duras leyes de planificación familiar ha tenido consecuencias trágicas.

Los enemigos de la familia

Los enemigos de la familia

La familia: es lo más íntimo del ser humano. El lugar en donde el ser humano es iniciado y educado para entender el planeta al que llegó. El lugar en donde le es sembrado su sistema de preferencias, sus gustos y sus amores.

El lugar en donde aprende a distinguir, a calificar, a dirigir y a entender sus sentimientos. Es el lugar, pues, en donde es formado, en donde empieza a utilizar y a manejar sus dos grandes sistemas de aprendizaje: el intelectual y el emocional.

Para esto y para la afinidad, la armonía, el amor, la ilusión, la comprensión, el respeto, el desarrollo pleno en toda su magnitud humana, la confianza, la moral, la religión, la virtud de relacionarnos con los demás, y todas las grandes metas imaginadas o no, la familia fue creada por Dios, para el asiento perfecto a su criatura preferida, al punto culminante de su creación: el ser humano.

Como todo lo que existe, en la dualidad de opuestos –el bueno y el malo– la familia, que es buena por creación y por concepción, tiene y se enfrenta a innumerables enemigos que significan la contraparte, lo malo.

La incultura, la improvisación y la infidelidad son tres de estos terribles enemigos, y son más terribles porque no son reconocidos como tal. Vivimos una tremenda incultura de lo que hacemos y sus reales consecuencias, cuando nos decidimos a formar nuestra propia familia.

¿Cuál es nuestro compromiso real, profundo, consciente como esposo y como padre? ¿Cuál en nuestro compromiso real, profundo y consciente como esposa y como madre? ¿En dónde comienza y en dónde y cuándo termina?… ¿Y acaso termina alguna vez?

¿En qué consiste educar a los hijos? ¿Es suficiente enviarlos a la escuela? ¿Es suficiente ponerles una nana? ¿Es suficiente dejarlos al cuidado de la sirvienta cuando salimos? ¿Es suficiente proporcionarles el entretenimiento de la televisión?

Pregunto porque hacemos todo esto y otras cosas más en beneficio de nuestros hijos… y entonces, por lo tanto, estamos cumpliendo al 100 por ciento, ¿o no?

Los niños crecen copiando todo lo que ven, y los padres somos los ejemplos a copiar y esto no lo sabíamos a cabalidad cuando fuimos padres y no lo saben a cabalidad los nuevos padres.

¿Qué modelo digno de copiar somos o hemos sido para que unos seres humanos inocentes nos imiten? ¿Y qué esperamos de ellos y su actuación futura en la vida, como una copia nuestra?

Nadie nos enseña a ser padres, en el mejor de los casos tratamos de imponer el sistema que a nosotros nos impusieron, y muchas veces, tal vez la mayoría, improvisamos lo que creemos que es mejor, y desde luego que influye determinantemente el estado de ánimo en el que nos encontremos, nuestro buen o mal humor.

Incultura e improvisación, dos terribles enemigos: fumamos y bebemos licores delante de ellos. A veces se nos pasan las cucharadas delante de ellos. Nos peleamos los padres delante de ellos. A veces, y en algunos casos, y muchas veces, golpeamos a la madre delante de ellos.

Claro que también nos divorciamos y los abandonamos en una muestra clara de la improvisación con la que nos casamos, la falta de convicciones, de principios y cultura familiar.

Y la terrible infidelidad. Terrible porque tiene dos monstruosas cabezas: la infidelidad a mi mismo, a mis principios, a mis convicciones, a mi religiosidad; y la infidelidad al ser amado, a su lealtad, a su confianza, a la promesa mutua.

Entonces, debemos aceptar que los principales y terribles enemigos que tiene esa extraordinaria institución, la buena familia, somos nosotros mismos, los formadores incultos, improvisados e infieles, de familias que se convierten, a veces, en agrupaciones defectuosas y, en algunos casos, malas, lamentablemente.

Los vicios, las malas costumbres, la televisión cada día más llena de pornografía y majadería, y la falta de supervisión adecuada ante estos elementos externos a nuestra intimidad familiar, son, desde luego, coadyuvantes en la batalla en contra de la buena, santa, hermosa, confiable y necesaria familia.

Ojalá mejoremos en la construcción y maduración de familias buenas, en el lugar en el que valga la pena llegar todos los días, en el que valga la pena que crezcan nuestros niños, en el que valga la pena visitar a nuestros viejos, en el valga la pena envejecer y morir en paz, en lealtad, en confianza y en amor a Dios.

Autor:

Jorge Madrigal Fritsch

Fuente:

www.yoinfluyo.com