Niños a la carta

NIÑOS A LA CARTA

CIUDAD DEL VATICANO, martes, 3 de marzo de 2009 (ZENIT.org).- La propuesta de una clínica de fertilidad de Los Ángeles (Estados Unidos) de ofrecer a los futuros padres la posibilidad de elegir el sexo de su bebé o algunos de sus rasgos físicos, como el color del pelo o de los ojos, constituye un grave atentado ético, advierte el obispo Elio Sgreccia.

El presidente emérito de la Academia Pontificia para la Vida ha comentado a los micrófonos de «Radio Vaticano» el nuevo negocio propuesto por el centro médico Institutos de Fertilidad, que como ha asegurado ya cuenta con «media docena» de peticiones, según el diario norteamericano «The Wall Street Journal».

Para obtener el niño a la carta, la clínica se basaría en el denominado Diagnóstico Genético Preimplantacional (DGP), consistente en la selección de embriones. Hasta ahora se había aplicado para seleccionar embriones que, según este método, no tenían enfermedades hereditarias. Los demás embriones se eliminaban. Ahora esta técnica se aplica también a los gustos estéticos.

«Nos es la primera vez que se dan este tipo de anuncios y que tienen el objetivo de multiplicar a los clientes. En todo caso, se trata de una operación éticamente equivocada y que daña la dignidad de la descendencia, pues está orientada a manipular el cuerpo, a dominarlo y a transformarlo según los propios gustos», afirma.

«Así como es ilícito que un niño, que presenta o que podría presentar defectos, sea eliminado por selección negativa, también es ilícito que se haga una selección que obedezca únicamente a los deseos de los padres».

«Es un ejemplo típico de una ciencia que no se pone al servicio del bien, sino de los deseos de quienes compran sus servicios, mientras que quienes pagan el precio en este caso son los niños. Cuando se viola una regla de la creación tan delicada la ley debería interesarse por este campo».

«Es posible constatar cómo el instinto de manipulación, que en los tiempos del nazismo era realizable hasta un cierto punto, pues no se conocía todo lo que hoy se conoce, ha permanecido más allá de la abolición de los regímenes absolutos», advierte el obispo.

«Podía parece que fuera una tendencia propia de la sed de dominio que el absolutismo político siempre ha querido ejercer sobre la vida de las personas. Por desgracia, este tipo de instinto de dominación se da en los hombres, si no es frenado por la moral y la ley, y sobrevive incluso a los regímenes que ya no son absolutos».

Ahora estos intereses ya no obedecen a un régimen que «quiere resultados de carácter bio-político, sino a los intereses de quienes tienen dinero y caprichos para jugar con la vida de los demás», concluye monseñor Sgreccia.

Moral católica sobre la infertilidad

Moral católica sobre la infertilidad

Respecto al tratamiento de la infertilidad, la Instrucción de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre algunas cuestiones de bioética titulada Dignitas personae (1995) indica la necesidad de que las nuevas técnicas médicas respeten, entre otras cosas, el derecho a la vida de cada ser humano desde su concepción.

La Instrucción Donum Vitae puso en evidencia ya en el año 1987 que la fecundación in vitro comporta muy frecuentemente la eliminación voluntaria de embriones.

Ese documento señala que “la inseminación artificial homóloga dentro del matrimonio no se puede admitir, salvo en el caso en que el medio técnico no sustituya al acto conyugal, sino que sea una facilitación y una ayuda para que aquél alcance su finalidad natural”.

A la necesidad de respetar la vida humana desde su concepción, reiterada en los documentos vaticano y en las intervenciones públicas del Papa, introduce matices el Instituto Borja de Bioética, asesor del Hospital San Juan de Dios de Esplugues de Llobregat y cuya sede se encuentra en su mismo recinto.

En un monográfico sobre el embrión humano de su revista Bioètica & Debat publicado en 2009, el Instituto Borja ve difícil considerar individuo al embrión antes de su implantación.

El texto indica que “antes de la implantación, en ningún caso se puede hablar de aborto porque aún no se ha iniciado la gestación”.

Con esta misma premisa, por ejemplo, el capellán del Hospital materno-infanti San Juan de Dios de Esplugues justifica que la Píldora del día después no es abortiva.

El Instituto Borja de Bioética, de la Universidad Ramon Llull y presidido por un padre jesuita, fue amonestado públicamente por los obispos de Cataluña en 2005 por la publicación de su Declaración Hacia una posible despenalización de la eutanasia.

La línea roja

Según elcoordinador del secretariado interdiocesano de pastoral de la salud de la conferencia episcopal tarraconense, Alfons Gea, “la selección de embriones está contra la vida y eso no se puede tolerar”.

“¿Qué se hace con los otros embriones que no llegan a nacer? Sencillamente los matan o los manipulan, y son embriones que están fecundados”, denunció.

Para Gea, la Iglesia puede incidir positivamente en los hospitales con la humanización de la salud, los cuidados paliativos, el final de la vida,… pero hay una línea roja que no se debe traspasar y se refiere al respeto a la vida humana.

MENTIRA: UN OBISPO DICE QUE LOS ABUSOS A MENORES OCURREN PORQUE LO PROVOCAN ELLOS MISMOS

MENTIRA: UN OBISPO DICE QUE LOS ABUSOS A MENORES OCURREN PORQUE LO PROVOCAN ELLOS MISMOS

 

 

ESTO ES PURA TERGIVERSACIÓN…

Lo que el Sr. Obispo de Tenerife quiere decir es que hay casos en que los propios menores provocan a los adultos, que no es la generalidad de los casos; nunca justifica sino lo denuncia, en conformidad con la Iglesia que sólo concibe la sexualidad dentro del matrimonio libre, consciente, responsable, adulto y bendecido por Dios. Esos casos denunciados por el Sr. Obispo son excepciones, pero pasan, y eso lo sabe todo el mundo. Hay jovencitas, menores de edad, que provocan a hombres adultos buscando sexo para satisfacer su curiosidad sexual o simplemente para obtener favores. Hay jovencitos menores de edad que van a las discotecas, bares, a ofrecerse a mujeres asentadas económicamente para lo mismo. ¿Y qué decir de los alumnos de institutos que andan provocando a sus profesores y profesoras buscando tener una relación con ellos?. Y así un largo etcétera. Además, la ley española establece en 13 años la edad mínima para el consentimiento sexual, porque de hecho se producen esos casos. A esta edad se refirió el Obispo, que desde los 13 años ya los hay que andan buscando sexo.

¿Quién sabe más de la realidad de la sexualidad juvenil que un sacerdote que lleva 31 años ejerciendo como es el Sr. Obispo? Ningún psicólogo del mundo ha oído jamás lo que millares de jovencitos y jovencitas le han dicho al Obispo en confesión, en sus confesiones de primera comunión y sucesivas. ¿Qué no sabrá el Obispo de los pecados, acciones y pensamientos más secretos de esos jóvenes? ¿Así que quién le va a dar a él lecciones sobre la realidad vivencial de estos jóvenes en cuanto a la sexualidad si ellos mismos se la han confesado por miles?. ¿Acaso no tiene el Sr. Obispo autoridad para decir lo que dice si lo ha oído personalmente de sus propios penitentes, de los propios actores?

La Iglesia considera aberrantes, condenables e injustificables, no sólo todos estos casos, sino muy especialmente los abusos con niños aún menores, inocentes, que son manipulados, engañados, utilizados por personas sin escrúpulos. La pederastia es un delito repugnante y repetidamente condenado por la Iglesia. Sin embargo, las leyes civiles y penales se quedan muy cortas comparado con las Leyes de la Iglesia que son infinitamente más prohibitivas y exigentes, pues la Iglesia prohíbe y condena toda relación sexual con cualquier menor tenga la edad que tenga, consentida o no, fuera de los cauces legales establecidos por Dios y por los hombres, en la regulación del matrimonio canónico. El abuso sexual es un delito aberrante ante las leyes de los hombres, PERO ANTE DIOS LO ES MUCHO MÁS: «Pero al que haga tropezar a uno de estos pequenitos que creen en mí, mejor le sería que le colgaran al cuello una piedra de molino de las que mueve un asno, y que se ahogara en lo profundo del mar.» (Mt 18,6).

El Obispo no ha dicho que «los abusos ocurran porque los menores los consientan», como dicen los titulares, eso es pura aberración, mentira y embuste. El Obispo ha dicho que el abuso de menores y la homosexualidad son comparables en cuanto vicios, desviaciones, de la conducta sexual natural. Y a pregunta de la entrevistadora que le dijo que la homosexualidad es consentida y los abusos no. El Obispo, dando por hecho que es así, y que los abusos son los que son, meros y repugnantes abusos, le contestó que, sin embargo, hay ocasiones en que los propios menores incitan a los adultos; y por eso dio el ejemplo de jóvenes desde 13 años, edad reconocida legal para el consentimiento sexual. Es muy diferente. Está hablando de casos excepcionales y como un comentario secundario. En la prensa atea, masona, marxista y anticlerical, es decir el 90% de la prensa, HAN CAMBIADO EL DISCURSO Y CALUMNIADO AL OBISPO. El promotor de esta calumnia ha sido el diario «LA OPINIÓN DE TENERIFE». Ellos fueron los que enviaron el embuste cocinado y preparado a su red de prensa alienada e izquierdista. Si lo examinas, verás que cortaron abruptamente el discurso del Obispo justo donde les interesó, impidiendo que conociéramos las explicaciones subsiguientes del Obispo.

 

EL SR. OBISPO DE TENERIFE ES UN PERFECTO APÓSTOL DE JESUCRISTO. Él no ha dicho nada contra la Verdad, contemplada en las Escrituras y en la Doctrina milenaria de la Iglesia, respecto de la homosexualidad. Él tiene que ser consecuente con su Ministerio. Él ha dicho sencillamente la Verdad que muchos otros Obispos, cobardemente no dicen, a pesar de que es su deber. Él ha dicho la Verdad que esta sociedad pervertida ya no quiere escuchar y que chirría en sus oídos como una insoportable acusación sin acusar, y juicio sin juzgar, porque se conoce y no se reconoce culpable de lo que el Obispo dice y denuncia con razón.

 

El origen del «escándalo» no es más que el tabú social de no querer reconocer esa realidad. Desde las propias instituciones y en las escuelas se viene promoviendo en los jovencitos desde la más temprana edad la libre sexualidad, dándoles hasta los preservativos para que lo prueben. Y es bien sabido que el sexo lleva a más sexo como la droga lleva a más drogas; no se extrañen si luego esos mismos jovencitos buscan probar cosas mayores. Es mucha la hipocresía y mentira social que hay, no se tapen los ojos para no ver. Condenan las consecuencias de aquello que ellos mismos han promovido y aceptado como bueno, cuando era malo. Han obsesionado a los jóvenes con el sexo y luego se lamentan de que pasen estas cosas. Están recogiendo lo que han sembrado y luego laméntense sí y échenle la culpa al que denuncia el fracaso y engaño de la política sexual prematura.

Es verdad que últimamente han salido muchos casos en que sacerdotes han aparecido involucrados en casos de pederastia, y es que la Iglesia como la sociedad, emite leyes, pero cada individuo en su propia libertad las cumple o desobedece; nadie tiene acceso a la voluntad del individuo para controlarla. Por eso se establecen medidas punitivas tanto en la sociedad como dentro de la Iglesia. Y por encima de todo eso está Dios, cuyo Juicio es totalmente eficaz e infalible. La Iglesia siente repugnancia por la pederastia, pero no puede meterse en la mente de cada uno de sus miembros para sujetarlo como se ata un caballo para que no camine solo; si así fuera sería una comunidad de esclavos; pero es una comunidad de hombres libres, y eso significa deber de hacer el bien, pero posibilidad de error. Aunque la gran mayoría de los miembros de la Iglesia hacen el bien, hay un sector de ellos que han caído en pecado. ¿Y la Iglesia que puede hacer?. Orar por ellos, aconsejarlos y enmendarlos, tomando medidas disciplinarias, en la medida de lo posible. Sin perjuicio de lo que las leyes humanas decidan respecto de esas personas que hacen esas repugnancias bajo la influencia del Mal.

Además, en España la LIBERTAD DE EXPRESIÓN es un derecho constitucional de primer nivel, superior a muchos otros, y en él se fundamenta la democracia. Libertad de expresión es derecho a decir lo que se piensa aunque no guste a los demás. Si no respetamos ese derecho se están poniendo los cimientos de una dictadura del pensamiento que ahora mismo están lidereando los intereses homosexuales y ateos. Desde el momento en que uno no puede decir lo que piensa, empieza el fin de la democracia, empieza el fin de la libertad, y está comenzando una dictadura, una imposición, una prohibición del pensamiento. Es lícito hablar contra la homosexualidad, lo ampara el derecho constitucional de la LIBERTAD DE EXPRESIÓN, siempre que se respete y se hable con propiedad.

 

NO CAIGAN VÍCTIMAS DE LA MANIPULACIÓN Y DE LA MENTIRA.

 

Mi hijo practica el CIBERBAITING

Menores en la Red: Mi hijo practica el CIBERBAITING

Cuando hablamos de ciberacoso, rápido nos viene a la cabeza el acoso sufrido por nuestros menores. Nos vienen a la memoria lamentables y dramáticos sucesos en los que algún menor o adolescente, víctima de ciberbullying, ha terminado por suicidarse al no poder soportar la situación en la que se encontraba y no ver solución a su grave problema.

El ciberbullyng o acoso realizado a través del uso de las nuevas tecnologías, es un término tristemente conocido y que únicamente relacionamos a las situaciones surgidas en el ámbito escolar, en la que tanto víctima como responsable es un menor/adolescente.
Pero existen otros tipos de ciberacoso, que ignoramos, no vemos o no queremos ver, y que tienen tanta presencia en la red o más que el ciberbullying. Me refiero al denominado ciberbaiting, práctica que se incrementa de forma preocupante.

CIBERBAITING

¿Qué es el ciberbaiting además de otro “palabro” raro?

El ciberbaitng es un fenómeno, que nació a la par del ya conocido ciberbullying, pero en este caso no es

un menor quien sufre las consecuencias, en este caso es un adulto, un profesor.
Los viejos del lugar recordaremos las pintadas en los baños del colegio o instituto que hacía alusión al “Bacterio” al “Chivo” y mil y un motes más que adquirían nuestros viejos maestros de escuela.

Hoy en día todo eso también ha cambiado. Los profesores, son en esta ocasión, los objetivos de las campañas de agresión, humillación y burla lanzadas por parte de los alumnos, pero ahora no se utiliza la tiza en una pared o encerado, en esta ocasión el canal para lanzar estas campañas de humillación e insulto son las nuevas tecnologías, Internet.

Con esta práctica los “acosadores” intentan sacar de quicio a sus profesores hasta conseguir que estallen o se derrumben. El objetivo es grabar la escena con sus teléfonos móviles para posteriormente colgar el montaje en Internet a través de las redes sociales, logrando de este modo humillar tanto al profesor como al centro escolar. En definitiva, juegan con su paciencia, su resistencia y su sensibilidad para utilizar sus reacciones en sus campañas de ciberhumillación.

Con esta actividad no solo se reflejan los defectos físicos de los educadores, “el profe gafotas, o “el profe sordo”, además de ello se lanzan campañas de violencia psicológica con graves consecuencias en estos profesionales, que llegan a sufrir verdaderos

episodios de ansiedad , que incluso se ven reflejados en los videos subidos a la red por los propios alumnos, por medio de sus dispositivos móviles, y que muestran reacciones de los profesores en determinadas circunstancias y ante situaciones límite provocadas por el alumnado para poder “inmortalizar” su “hazaña”” como si de un momento gracioso se tratase.

El ciberacoso a los docentes suele estar relacionado con atentados a su honor, injurias, insultos, amenazas, e incluso agresionestodo ello tipificado en el código penal y por consiguiente con responsabilidad penal.
A diferencia de otras actividades delictivas, en las que el ciberdelincuente juega tanto con el falso anonimato de la red como con la lejanía entre autor/víctima, en este tipo de prácticas SIEMPRE se realizan dentro del ámbito escolar de algún u otro modo, por lo que los responsables pueden ser identificado sin necesitar para ello complicadas investigaciones policiales. Los acosadores, aún siendo menores, sufren las consecuencias penales de sus actos, como quedó de manifiesto en la

entrada MENORES EN LA RED: y su responsabilidad penal.
SOLUCIÓN A LA CIBERHUMILLACIÓN O EL

CIBERBAITING

La solución no difiere en absoluto de las medidas que hay adoptar en casos como el ciberbullying. Se puede sintetizar básicamente en dos palabras …

INFORMACIÓN Y EDUCACIÓN

Que a su vez se funden en una sola…

CONCIENCIACIÓN

El problema se debe y se puede atajar desde la base, desde los propios centros escolares impartiendo campañas de concienciación, tanto a alumnos como a sus familias.

Estoy convencido que la protección de los menores en la red no debe centrarse exclusivamente a protegerles de los peligros que les acechan en la red. También debemos protegerles de sí mismos evitando que, por inocencia, ignorancia o simplemente desconocimiento se conviertan en sus propias víctimas ante las responsabilidades que acarrean sus malas prácticas en Internet.

Creo que es necesario concienciar, o simplemente recordar, a los menores que sus malas prácticas en Internet pueden conllevar graves consecuencias, incluso penales. Os dejo una entrada sobre este tema en particular

La convivencia entre pareja de mayores: de ser irritante a ser un ángel

 

POR FERNANDO CONTRERAS BARRIENTOS

Siempre resulta penoso para una familia, hijos y nietos, comprobar que sus padres o abuelos, que ya pasaron la barrera de los 60 años, en su vida cotidiana no se llevan de lo mejor. Conozco personas que han celebrado sus bodas de oro (cincuenta años

de matrimonio), pero que íntimamente además de dormir en camas separadas – lo que ya es un síntoma de que no están bien las relaciones- y eso que no me estoy refiriendo al sexo específicamente- en su trato, ya no se nota el más mínimo gesto de ternura o de aquel amor que se profesaban cuando eran más jóvenes. Puede que exista la creencia que regularmente el hombre siempre es mayor que la mujer y de por sí se siente más fuerte o más dominante que su pareja, pero en estos tiempos no se habla del “sexo débil”, porque felizmente las damas han comprendido que están en igualdad de condiciones y capacidades que los varones y eso lo demuestran. El mejor ejemplo está en la alta aprobación que recibió la Presidenta Bachelet, al término de su mandato. Pero no me quería referirme a situaciones políticas, el principal asunto es como mejorar la convivencia conyugal entre personas mayores.

Y me recordé haber leído hace más de diez años atrás el libro del geriatra, Dr. Francisco Quesney Langlois “Disfrute plenamente su vejez”, donde entrega sabios consejos sobre este tema. Y especialmente para que ellas, sepan dominar a esos viejos porfiados o de mal genio. A propósito el término viejo deriva del latín “vetulus”, cuyo significado es: durable. Así es, solamente durable, que no tiene relación alguna con enfermo, desechable, acabado, etc. por tanto no deben tomarlo como ofensa.

Bueno, el Dr. Quesney señala: “Cuando entran de lleno a la vejez, es frecuente que el menor de la pareja, llegue en mejor estado que el mayor. Y es natural que el hombre, para no perder, asuma la posición de dominante. He aquí entonces que aquella mujer que siempre fue sumisa, cambie los roles y se dirija a su esposo o pareja en estos términos:

  • –  “Ponte la bufanda”
  • –  “Cámbiate los zapatos que están mojados”
  • –  “No comas eso”
  • –  “No tomes agua en la noche. Que no te pase lo del otro día”
  • –  “Mira por donde caminas…torpón”

    Y así se podrían llenar páginas con palabras airadas, señala el Dr. Quesney, que pueden agriarle el carácter al más paciente. En parte porque corresponden a la verdad. Pero a nadie le gusta que le estén constantemente enrostrando sus defectos o limitaciones.

    ¿Por qué no hacerlo de otra manera? Por ejemplo:

– “Déjame ponerte tu bufanda”
– “Te traje las zapatillas para que estés más cómodo”
– “Te preparé esto especialmente, porque sé que te gusta”
-“¿Se te averió la máquina de afeitar? Dámela para llevarla a reparar”
– “Un vasito de vino te caerá mejor que toda esa agua.”
– “Tómame del brazo”
Y así tendremos, finaliza el Dr. Quesney a una persona mayor de cualquier sexo,

agradecida comprendida, protegida, pero NO sometida.

Quizás el geriatra olvidó el caso que a mí se me presenta, cuando esporádicamente, en un fin de semana cualquiera, después de jugar al mus con los amigos llegó con unas copitas de más. a casa. Le esperó una verdadera bronca

– “Otra vez llegaste borracho, sinvergüenza”

Cuando debería ser: “ A ver, vienes con uns copas de más… sabes que no te sienta bien. Voy a preparar un café y después te acuestas tranquilito…”

Ahí la cosa cambia y el amor es de seguro, se mantendrá siempre latente ¿No lo creen así amigos?

Apliquemos un poco de afecto e inteligencia emocional a todos estos ejemplos y ganaremos las dos partes.

Matrimonio homosexual

Matrimonio Homosexual ¿por qué no?

Carlos Martínez de Aguirre Aldaz
Catedrático de Derecho civil. Universidad de Zaragoza

1.– El Gobierno ha remitido a las Cortes un Proyecto de Ley dirigido a modificar el Código civil, a fin de que dos personas del mismo sexo puedan contraer matrimonio entre sí. La polémica iniciativa, que ha suscitado un intenso debate social, merece un tratamiento sosegado y una consideración detenida; probablemente, más de lo que sus impulsores, llevados por unas prisas llamativas, parecen dispuestos a darle. Mi propósito es centrarme aqui en lo relativo a este “matrimonio homosexual”.

Sin embargo, antes de empezar, conviene situar la iniciativa en un contexto que ayude a entenderla, y a apreciar su relevancia. La homosexualidad, en cuanto se manifiesta de alguna forma en las relaciones interpersonales (que son las que interesan al Derecho) plantea al propio Derecho diversas cuestiones. Si atendemos a las reivindicaciones de los grupos activistas homosexuales, las más relevantes de esas cuestiones serían: la despenalización de las relaciones homosexuales entre personas mayores de edad (objetivo ya conseguido en nuestro país), la disminución de la edad del consentimiento para mantener relaciones sexuales (objetivo conseguido igualmente, puesto que esa edad es, actualmente, la de trece años), la regulación jurídica de las uniones homosexuales (con tendencia a llegar hasta el matrimonio homosexual) y la adopción conjunta por parejas homosexuales: estos dos últimos son los objetivos que faltan por conseguir, y con la iniciativa del gobierno se obtienen simultáneamente; en efecto, la admisión del matrimonio entre personas del mismo sexo conlleva en nuestro derecho la autorización para que esas dos personas, ya cónyuges, puedan adoptar conjuntamente (art. 175.4 Cc.).

Mi exposición va a centrarse en la penúltima cuestión, adoptando, al menos inicialmente, una perspectiva ligada al derecho a la igualdad y a la no discriminación, que es la más habitualmente esgrimida; se trata, brevemente, de determinar si los homosexuales sufren discriminación por razón de su orientación sexual por el hecho de no poder contraer matrimonio entre sí (la matización final es importante). Antes de seguir, quiero hacer notar, ya desde ahora, que con estas dos últimas reivindicaciones se tiende a utilizar el Derecho para configurar a las relaciones homosexuales, artificiosa y ortopédicamente, como verdaderas familias, con sus padres (o madres) y sus hijos (proporcionados éstos por la sociedad a través de la adopción): que sea la sociedad la que proporcione lo que niega la naturaleza a la elección realizada por los homosexuales.

1

2.– Antes de seguir, puede ser oportuno comenzar con una breve caracterización sociológica de las uniones homosexuales, deteniéndonos por ahora en su número. Noticias de prensa cifran el número de personas que se verían beneficiadas por la reforma en cuatro millones; otras fuentes hablan de más de cien mil parejas. Ninguna de estas dos cifras, entre si muy alejadas, tiene fundamento real. Si acudimos a los datos disponibles, dotados de fiabilidad, resulta que el número de uniones homosexuales es muy poco significativo, incluso en aquéllos países que han legalizado este tipo de uniones. Así, en Dinamarca, en 10 años de vigencia de la ley que las regula, se habían registrado apenas 3.200 parejas homosexuales para cinco millones de habitantes; en Estados Unidos, las parejas homosexuales constituían aproximadamente el 0’2 % del número de matrimonios (157.000 parejas homosexuales frente a aproximadamente 64’7 millones de matrimonios y 3’1 millones de parejas heterosexuales no casadas). La situación, en nuestro país, es muy parecida: de acuerdo con los datos del último censo realizado por el INE (2001), las parejas homosexuales constituyen aproximadamente el 0’11% del número total de parejas existente en España: en concreto, en España hay censadas 10.474 parejas del mismo sexo, a saber: 3.619 de sexo femenino y 6.855 de sexo masculino. Puede que haya habido un cierto ocultamiento, pero lo que es claro es que de aquí a las cien mil parejas, o a los cuatro millones de homosexuales, la distancia es insuperable.. La cifra es, sin más, ridícula, si se compara con los casi nueve millones de matrimonios. Esto permite ya extraer una primera conclusión: la regulación jurídica de estas parejas no puede calificarse como una verdadera necesidad social: desde esta perspectiva, sería mucho más urgente, por ejemplo, establecer mayores ayudas a las familias numerosas, mucho más abundantes, y mucho más funcionales socialmente.

3.– Aclarado lo anterior, es hora ya de afrontar la cuestión planteada: ¿Están injustamente discriminados los homosexuales por el hecho de no poder casarse entre sí? La respuesta más evidente, en un primer nivel argumental, menos superficial de lo que a primera vista pueda parecer, es que no. Una persona homosexual puede contraer matrimonio con las mismas personas y en las mismas condiciones que una persona heterosexual: es decir, con una mujer (si es varón) o con un varón (si es mujer). Sería discriminatorio que al homosexual se le impidiera radicalmente contraer matrimonio con cualquier persona por el hecho de ser homosexual. Pero no es así: puede casarse cuando quiera, pero con persona del otro sexo, como todo el mundo. Del mismo modo, sería discriminatorio que sólo a los homosexuales (y no a quienes no lo son) se les impidiera casarse con personas del mismo sexo; pero ni unos ni otros (homosexuales o heterosexuales) pueden casarse con personas del mismo sexo. Nuevamente, el tratamiento es el que recibe cualquier persona.

2

Se puede afirmar, frente a lo que antecede, que la idea es que un homosexual quiere casarse con la persona (de su mismo sexo) a la que quiere, o con la que quiere compartir su vida, que es lo mismo —se dice— que hacen dos personas heterosexuales cuando se casan. Pero esto tampoco es convincente: no todos los que se quieren pueden casarse, por el mero hecho de quererse. El simple hecho de que alguien quiera casarse con alguien no supone necesariamente que pueda casarse con él: así, ¿podría quejarse de discriminación el varón a quien el Derecho le impide casarse con la mujer a la que quiere, sólo por el hecho de que dicha mujer es su hermana? ¿o la mujer a la que el Derecho no deja casarse con el hombre al que quiere, por la simple razón de que él, o ella, o ambos, ya están casados con terceras personas? Lo que hay que hacer es analizar las razones por las que esas personas no pueden casarse, para ver si no hay razones válidas para impedírselo (y entonces hay discriminación), o si dichas razones sí que concurren (y entonces no hay discriminación). Sobre esto volveremos más adelante. Antes, conviene que volvamos sobre el propio concepto de matrimonio.

Lo que pretende la reforma proyectada por el Gobierno es ampliar el concepto de matrimonio, para dar cabida en él a las uniones entre personas del mismo sexo. Pero esta ampliación es, en realidad, la desaparición, por inútil, del concepto de matrimonio. Matrimonio es, semper et ubique, la palabra que empleamos para designar la unión estable y comprometida entre un hombre y una mujer. Si la unión es entre dos hombres, o dos mujeres, ya no es matrimonio, por la misma razón que una compraventa sin precio ya no es compraventa, sino donación; y conviene subrayar que decir que una donación no es una compraventa no es decir nada malo de la donación, sino simplemente delimitar realidades sustancialmente diferentes. Pretender que una unión homosexual es matrimonio es algo así como pretender que una unión homosexual es heterosexual: una contradicción en sus propios términos. Desde este punto de vista, a la pregunta (formulada ahora retóricamente) de por qué no pueden hacer dos homosexuales lo que hacen dos heterosexuales al casarse, la respuesta es: porque lo que hacen dos homosexuales al unirse no es lo mismo que lo que hacen un hombre y una mujer cuando se casan, que es unirse con una persona perteneciente a distinto sexo.

Podemos decidir (que es lo que parece querer el Gobierno) que vamos a llamar matrimonio también a las uniones entre personas del mismo sexo, pero eso no les convierte, en su sustancia, en matrimonio (es decir, en unión heterosexual), ni les concede su misma relevancia social. En cambio, hace inservible el concepto de

3

matrimonio. Así como si incluimos a la donación dentro del concepto de compraventa, tendríamos después que distinguir, porque son dos realidades diferentes, entre la compraventa con precio, y la compraventa sin precio, si llamamos matrimonio a la unión entre personas del mismo sexo, tendríamos que distinguir después entre el matrimonio homosexual y el heterosexual, porque son diferentes en su estructura, en su funcionamiento y en su funcionalidad social.

Conviene advertir que no estamos ante una mera cuestión de nombres o denominaciones; ante una especie de exacerbación del nominalismo. En realidad, al decir que una unión homosexual y otra heterosexual son distintas, lo que quiero decir no es sólo que tiene una composición diferente (lo que es, en sí mismo, evidente), sino que esa composición diferente marca unas diferencias sustanciales, de sentido, estructura y función, entre uno y otro tipo de unión. Esto es así porque, por naturaleza, el sentido de la diferenciación sexual es la complementariedad de ambos sexos, dirigida ésta a la perpetuación de la especie (en nuestro caso, la especie humana). Desde esta perspectiva, que cabría calificar como ecológica, la homosexualidad contradice objetivamente el sentido y finalidad natural de la diferenciación sexual. Esto, a su vez, tiene consecuencias sociales muy relevantes: los nuevos ciudadanos, que aseguran la continuidad social, proceden de uniones heterosexuales, no de uniones homosexuales. La relevancia social de unas y otras es, por lo tanto, muy diferente: mientras que unas (las heterosexuales) son las que aseguran la perpetuación de la sociedad, las otras son por completo indiferentes desde este fundamental punto de vista.

4.– Lo anterior nos permite ya desembocar, ahora con mayor detenimiento, en los aspectos funcionales, ligados al sentido del matrimonio (por qué es la unión entre un hombre y una mujer, y no otra cosa), y con él al de su regulación jurídica. Como ya he apuntado, la unión estable y comprometida entre un hombre y una mujer es socialmente relevante porque de ella nacen, y en ella se desarrollan adecuadamente, los futuros miembros de la sociedad: los ciudadanos del futuro. La familia y el matrimonio, como realidades naturales, están directamente vinculados, según hemos visto, al carácter sexuado de la persona humana, pero también a su condición de ser dotado de inteligencia y voluntad, que precisa una específica atención y educación para que su inteligencia, su voluntad, y sus afectos, se desarrollen adecuadamente. Familia y matrimonio están ligados, por tanto, a la procreación y educación de los hijos: desde el punto de vista social, podríamos decir que están unidos a la propia supervivencia de la sociedad, en cuanto posibilitan, en primera instancia, la existencia física de nuevos miembros de la misma; pero también, y no con menor importancia, su desarrollo integral como personas y su integración armónica en el cuerpo social (lo que cabría

4

denominar su “humanización” y «socialización», en sentido amplio). A estos efectos, la familia matrimonial resulta ser una estructura de humanización no sólo enormemente barata y eficaz, sino directamente irreemplazable, lo que explica su éxito a través de la historia, prácticamente en todos los lugares.

La razón de ser de la regulación jurídica del matrimonio no es, pues, ni la afectividad (a quienes se casan no se les pregunta si se quieren, sino si quieren casarse), ni la mera situación de convivencia y ayuda mutua (que está presente también en muchos otros ámbitos, desde el militar hasta el conventual): es su función en relación con la aparición y socialización de quienes van a garantizar la pervivencia de la sociedad. Si esto es así, queda patente por qué las uniones homosexuales no son equiparables al matrimonio, desde el punto de vista de su funcionalidad social: son esencialmente estériles. De ellas no nacen hijos que sean fruto inmediato y directo de las relaciones sexuales habidas entre los homosexuales. La diferencia entre la unión heterosexual (el matrimonio) y la homosexual es, pues, evidente, y de enorme relevancia social. Es una diferencia que atañe, precisamente, a las razones por las que la sociedad regula y protege el matrimonio. Todo esto hace que la unión heterosexual estable y comprometida sea de interés social primario, porque está implicada la continuidad de la sociedad, mientras que la unión homosexual no pasa de ser meramente un fenómeno de tipo asociativo. Podemos expresar la misma idea, siguiendo a Anderson, en términos economicistas: «desde el punto de vista económico, «un niño es un bien durable en el cual alguien tiene que invertir grandes cantidades, mucho antes de que, como adulto, empiece a devolver beneficios con respecto a la inversión inicial» (J. Simon). Tiene que resultar obvio que la comunidad tiene, cuanto menos, un interés racional —por no decir apremiante— en fomentar las condiciones en las que las grandes inversiones de las próximas generaciones habrán de efectuarse. ¿No tiene aquel que, al casarse, se compromete a dedicar tiempo y energía en esa dirección, por lo menos, una reclamación moral con respecto a la comunidad, de cara al reconocimiento y a la protección de ese compromiso?». Y podríamos añadir: ¿cuál es, en el caso de las uniones homosexuales, ese valor añadido —que en el matrimonio son los hijos— que justifica, desde el punto de vista social, una regulación dirigida a proteger esa relación?

Pero no es esa la única diferencia. También aquí hay datos sociológicos que permiten ponderar, ahora desde este punto de vista, las diferencias entre el matrimonio y las uniones homosexuales. En efecto, en comparación con el matrimonio, las uniones homosexuales son:

a) Poco estables: las estadísticas disponibles, en este punto, son muy reveladoras. Así, de un estudio desarrollado en USA, resulta que el 28% de los homosexuales estudiados habían tenido 1.000 o más compañeros; el 15 % entre 100 y

5

249; el 9 % entre 50 y 99… hasta llegar a un sólo compañero, situación en que se reconocían sólo tres de los casi seiscientos homosexuales estudiados. Desde otro punto de vista: el 9% no había tenido una relación duradera, el 17% había tenido una, el 16 %, dos, el 20%, tres, el 13 %, cuatro, el 16 %, entre 6 y 87… Un dato más, muy significativo, sobre este estudio: de entre los estudiados, más de la mitad tenían menos de 35 años. También entre nosotros hay datos similares: la primera encuesta nacional sobre hábitos sexuales del colectivo gay, publicada en 2002, y patrocinada por la Federación Estatal de Lesbianas y Gays, señala, entre sus conclusiones más relevantes, que un varón homosexual tiene relaciones con 39 personas distintas, como media, a lo largo de su vida; que el 58 % de las parejas de gays españoles lleva más de un año de relación, pero que sólo el 27 % lleva más de cinco años, y que únicamente el 20 % vive en pareja; otros estudios realizados en Holanda afirman que la relación media de una relación estable homosexual es de un año y medio; por último, estudios realizados en Suecia y Noruega muestran que el riesgo de ruptura es significativamente mayor en parejas homosexuales registradas (cuyos efectos son los mismos que el matrimonio) que en matrimonios: la probabilidad de ruptura en parejas de gays es un 35% más alta que la de los matrimonios, y en las de lesbianas es el triple. La conclusión se impone: las parejas homosexuales no se caracterizan por su estabilidad, sino todo lo contrario. Lo cual es especialmente relevante, por ejemplo, a efectos de decidir acerca de la adopción conjunta por parejas homosexuales.

El altísimo grado de inestabilidad de las uniones homosexuales, explica la resistencia a institucionalizar su relación, ya sea como pareja de hecho, ya como matrimonio. En efecto, tanto el matrimonio como las uniones homosexuales registradas con efectos idénticos al matrimonio, tienen escaso éxito entre la población homosexual: así, en Suecia entre 1993 y 2001 hubo 190.000 matrimonios por 1.293 parejas homosexuales registradas (el 0’67%); y en Noruega 280.000 matrimonios por 1.526 parejas homosexuales registradas (el 0’54%). Los números son más significativos todavía si se tiene en consideración que la incidencia de las uniones de hecho en ambos países es muy grande, lo que haría disminuir todavía más, en términos relativos (de porcentaje) el número de uniones homosexuales..

b) Poco fecundas: las parejas homosexuales son, por su propia naturaleza, menos fecundas que las heterosexuales: en el caso de las uniones entre varones, por imposibilidad biológica; en el caso de uniones entre mujeres, porque aunque la fecundidad —no de la pareja como tal, sino de una de sus integrantes— es posible a través de la inseminación artificial con semen de donante, el número de hijos nacidos por este sistema es, proporcionalmente, muy escaso, y no es un resultado natural del uso de la sexualidad entre las convivientes; en todo caso, vale la pena insistir en que

6

en ningún caso puede hablarse de fecundidad de la pareja, sino de una de sus componentes.

Todos estos datos marcan una importante diferencia, en cuanto a su respectiva incidencia y relevancia social, entre las uniones heterosexuales y las homosexuales, y más específicamente entre el matrimonio y las uniones homosexuales. Revelan, también, que estamos ante dos realidades muy diferentes, en su configuración, en su funcionalidad, y en su relevancia social, que no consienten un tratamiento igualitario. Hacerlo es claramente discriminatorio, pero no por tratar desigualmente a los iguales, sino por tratar igual a los desiguales.

7

Matrimonio y familia según el Papa

Matrimonio y familia en la historia de la salvación

La verdad del matrimonio y de la familia, que hunde sus raíces en la verdad del hombre, ha

encontrado aplicación en la historia de la salvación, en cuyo centro está la palabra: «Dios

ama a su pueblo». La revelación bíblica, de hecho, es ante todo expresión de una historia de

amor, la historia de la alianza de Dios con los hombres: por este motivo, la historia del amor y

de la unión de un hombre y de una mujer en la alianza del matrimonio ha podido ser asumida

por Dios como símbolo de la historia de la salvación. El hecho inefable, el misterio del amor

de Dios por los hombres, toma su forma lingüística del vocabulario del matrimonio y de la

familia, en positivo y en negativo: el acercamiento de Dios a su pueblo es presentado con el

lenguaje del amor conyugal, mientras que la infidelidad de Israel, su idolatría, es designada

como adulterio y prostitución.

En el Nuevo Testamento, Dios radicaliza su amor hasta convertirse Él mismo, por su Hijo, en

carne de nuestra carne, auténtico hombre. De este modo, la unión de Dios con el hombre ha

asumido su forma suprema, irreversible y definitiva. Y de este modo se traza también para el

amor humano su forma definitiva, ese «sí» recíproco que no se puede revocar: no enajena al

hombre, sino que lo libera de las alienaciones de la historia para volverle a colocar en la

verdad de la creación. El carácter sacramental que el matrimonio asume en Cristo significa,

por tanto, que el don de la creación ha sido elevado a gracia de redención. La gracia de

Cristo no se superpone desde fuera a la naturaleza del hombre, no la violenta, sino que la

libera y la restaura, al elevarla más allá de sus propias fronteras. Y así como la encarnación

del Hijo de Dios revela su verdadero significado en la cruz, así también el amor humano

auténtico es entrega de sí mismo, no puede existir si evita la cruz.

Queridos hermanos y hermanas, este lazo profundo entre Dios y el hombre, entre el amor de

Dios y el amor humano, es confirmado también por algunas tendencias y desarrollos

negativos, cuyo peso experimentamos todos. El envilecimiento del amor humano, la supresión

de la auténtica capacidad de amar se presenta en nuestro tiempo como el arma más eficaz

para que el hombre aplaste a Dios, para alejar a Dios de la mirada y del corazón del hombre.

Ahora bien, la voluntad de «liberar» la naturaleza de Dios lleva a perder de vista la realidad

misma de la naturaleza, incluida la naturaleza del hombre, reduciéndola a un conjunto de

funciones, de las que se puede disponer según sus propios gustos para construir un presunto

mundo mejor y una presunta humanidad más feliz; por el contrario, se destruye el designio

del Creador y al mismo tiempo la verdad de nuestra naturaleza.

Discurso de Beneddicto XVI en la Basílica de San Letrán (parcial)

Matrimonio no hay más que uno

Entrevista a José Pedro Manglano

ROMA, domingo, 2 de mayo de 2010 (ZENIT.org).-Existe un sólo matrimonio: no hay un matrimonio civil y otro religioso. Lo aclara en esta entrevista concedida a ZENIT un escritor y sacerdote, autor de «El libro del matrimonio» (Planeta, 2010), donde repasa esta institución y ofrece claves para comprender lo que él llama «esa misteriosa unión».
Profesor de Antropología en el Centro Universitario Villanueva (Universidad Complutense de Madrid) y capellán, José Pedro Manglano (www.manglano.org) es doctor en Filosofía y combina su trabajo sacerdotal con cursos, conferencias y con la dirección del sello Planeta Testimonio.

Manglano es miembro del Consejo Asesor del Observatorio para la Libertad Religiosa y de Conciencias (www.libertadreligiosa.es).

–Oiga… ¿cuántos matrimonios hay?

–Manglano: Matrimonios no hay más que uno.

No podemos olvidar que solo se casan quienes se casan. ¡Nadie les casa! Cuando hacen el acto libre de entrega total en su ser masculino y femenino, generan una relación particular que llamamos ‘matrimonio’. Consiste en una unión orgánica, de modo que dos forman ‘una sola carne’. Esto -insisto- sólo pueden hacerlo los que se casan. Sólo ellos fundan o crean un nuevo matrimonio.

Por lo tanto, no hay un matrimonio civil y otro religioso. No. Eso son instancias que reconocen o no el matrimonio, el único matrimonio. El Estado dice: ‘Si queréis que yo os reconozca como matrimonio, si queréis que mi legislación sobre el matrimonio se os aplique, yo-Estado os exijo que el consentimiento os lo deis delante de un funcionario, con tantos testigos, que rellenéis estos impresos… y lo que sea’. La pareja que quiere ser reconocida por el Estado hace su matrimonio -¡el único!- del modo establecido por la autoridad civil. Hablamos, entonces
de que esa pareja ha realizado un matrimonio civil.

También la Iglesia, para reconocer a los cristianos su matrimonio, puede exigir unas formalidades en el modo de contraerlo. Entonces hablamos de matrimonio religioso, pero es el único matrimonio.

–La alianza, el arroz, las arras… cuénteme de dónde surge todo esto…

–Manglano: ¡Todo esto! Imposible. Cada una de estas tradiciones se forma en un lugar y momento casi siempre indeterminado, se configura poco a poco, arraiga también en otros lugares…

Se trata de expresiones en lenguaje simbólico. Esto es, las realidades abstractas o espirituales -como puede ser el deseo de prosperidad, el deseo de descendencia, la pertenencia de uno al otro…- se pueden expresar y manifestar de manera física, corporal, material. Los hombres necesitamos hacerlo. Estos símbolos y rituales son profundamente humanos. Conviene conocer su sentido y realizarlos con autenticidad. De lo contrario, se convierten en formalismos o en elementos ornamentales, que terminan por ahogar con liturgias llenas de vacío.

El arroz, por ejemplo, es una tradición muy joven, importada de Asia. En Oriente el arroz es símbolo de fertilidad y riqueza. Quienes provocan una lluvia de arroz a los nuevos esposos les desean una gran familia y abundancia en todos los sentidos. En las bodas griegas ortodoxas, sin embargo, se arrojaban almendras cubiertas de azúcar o pintadas de rojo. Su significado es el mismo, y proviene de que el almendro es el primer árbol que florece en la primavera.

–El matrimonio es un sacramento de dos, mientras los otros sacramentos son «individuales». ¿Por qué es así?

–Manglano: Efectivamente, son dos quienes ‘sufren’ la acción del Espíritu de Dios, acción que hace de ambos una sola carne. Podríamos hablar que la acción transformadora que opera este sacramento es la de realizar una unidualidad, una comunión total de vida y amor.

A partir de su acto libre por el que deciden unirse, el Espíritu constituye una comunión que la libertad de ambos deberá realizar progresivamente en sus vidas.

Es un sacramento de dos en el sentido de que antes son dos y es un sacramento de uno en el sentido de que después son uno.

–El matrimonio… ¿se descubre o se fabrica?

–Manglano: Me parece que esa es la cuestión moderna más interesante. En un siglo XX marcado por la filosofía de la sospecha –sospecha ante todo lo que parece impuesto al hombre-, decidimos reinventar el matrimonio. Llevamos cincuenta años experimentando, afirmando: ‘el matrimonio es cuestión de que mi pareja nos queremos, y nadie tiene que decirnos cómo vivir, ni darnos reglas que rompan la espontaneidad libre de nuestra relación’.

El Time publicaba recientemente que el último informe del Pew Research Center concluía que los jóvenes del milenio -quienes tienen 18 años- resultan algo convencionales: el 52% de ellos se marcan como primer objetivo ser un padre ejemplar y lograr un matrimonio estable y fiel. Se ve que los inventos han generado más dolor que felicidad. Podríamos decir que el matrimonio institucional -por contraponerlo al matrimonio a la carta fabricado por la pareja- sigue siendo el ideal.

Me ha resultado interesante estudiar esta cuestión en diálogo con las letras de las canciones de Joaquín Sabina. Él afirma que creía que se trataba de estrellas y resultaron ser tubos de neon; esto es, que no se trata de un misterio sino de algo de fabricación cultural. Sin embargo, estoy convencido de que el matrimonio, lejos de inventarlo, nos inventa. El matrimonio tiene su ADN particular, no estipulado por nadie sino por la misma verdad del amor esponsal.

–Históricamente había bodas entre recién nacidos… Hemos mejorado, ¿no?

-P. Manglano: Hemos mejorado mucho, y también hemos empeorado mucho. El matrimonio, en sí mismo, es un modo de vida que hace bueno y feliz al hombre. El matrimonio resulta intensamente atractivo tal y como es, pero está siempre amenazado por la mezquindad de la que es capaz el hombre. El hombre suele atacar -sin mala intención, pero ataca- la verdad del matrimonio para manipularlo según su interés.

En el siglo VIII el resultado de esta manipulación fue éste: cuando los misioneros cristianos llevan el Evangelio a los pueblos bárbaros, en Bulgaria y en otros pueblos germánicos encuentran la tradición de casar a los niños apenas recién nacidos. Era una forma de lograr las alianzas familiares y sus beneficios económicos o políticos, adelantando los tiempos. El protagonismo del casamiento, entonces, no lo tenía el amor. Esto solo llegó en torno al siglo XI, precisamente cuando la teología cristiana estudia la Trinidad y redescubre que Dios es un moviendo eterno de Amor; por lo tanto, el amor es importante, y en los matrimonios deberá respetarse su papel, su insustituible protagonismo.

Sí, en esta percepción hemos mejorado. Pero al mismo tiempo hemos perdido otras percepciones, como el valor liberador de la institución, o la necesidad de la paciencia y el ‘dominio de sí’ para realizar con fidelidad y en plenitud el proyecto creado, o el poder destructor de la anticoncepción…

–Sin vínculos no hay libertad, afirma usted. ¿Es una provocación?

–Manglano: ¡Me gusta! Mientras no se provoca a la razón, el racionalismo nos limita de tal forma el conocimiento que nos alejamos de la belleza de la vida real. Sí, no podemos reducir los misterios de la existencia del hombre a fórmulas matemáticas y silogismos del todo planos. La verdad de los misterios humanos, como lo es el hecho de su libertad, resultan siempre paradójicos para la razón.

Por este motivo he afrontado el tema, de acuerdo con el método de el caso, en diálogo con Antoine de Saint-Exupery y su mujer Consuelo. Son dos personas ‘libertinas’ que esperan en la felicidad que les proporcionará la independencia y autonomía. Saint-Exupery, como el Principito creado por él, viaja por distintos planetas deseoso de una vida nada encorsetada; conoce otras tantas rosas iguales a la suya… Consuelo, también de planteamientos libertinos, sufre por las ausencias de su marido y las relaciones que mantiene con sus amantes.

Al final Saint-Exupery descubre una gran verdad: su rosa es única, ninguna tiene valor sino aquella a la que se ha entregado; solo quien está domesticado encuentra sentido a su existencia; es entonces cuando el zorro le enseña que domesticar es establecer lazos, crear vínculos. Muchos no saben que el Principito es una carta de amor de Antoine a su mujer, movida por un profundo arrepentimiento.

Así es: si queremos independencia, el matrimonio es mal camino. Si pretendemos ser felices, este vínculo que nos hace a nosotros mismos nos permite ser libres realizando el proyecto concreto que somos. Siendo más intensamente esposo soy más libre, siendo más entera y elegantemente esposa soy más libre. La vida dice que es así, y la razón solo logra vislumbrarlo… y comprobarlo. Así son los misterios humanos.

Por Miriam Díez i Bosch, fuente www.zenit.org