Solo quiero rollo

Sólo quiero rollo
Algunos padres parecen haber renunciado a educar la afectividad de los hijos.
Javier Láinez
ESCUELA DE FAMILIA

 

En defensa de la familia
Benigno Blanco
Tardes de discoteca.

Me quedé pasmado cuando me lo contaba. Lina es una muchacha alta, guapa y ya muy mujer a sus catorce años. No hace tanto, todavía jugaba con muñecas. En pocas semanas, Lina aprendió todo lo que había que aprender para estar a la altura de la panda. Al principio son juegos amatorios de cuchicheos entre amigas, con ese lenguaje pobre y peculiar de los adolescentes: “Lina está por Marco” o “Lina, sé por Vanessa que Marco quiere pedirte salir, pero no se atreve”. Enseguida llegan los primeros desengaños, los plantones, los marujeos a la puerta de la discoteca y las lágrimas en cualquier portal, con el torpe consuelo de las compañeras. Ya el amor está sobrevolado, visto y desestimado. Más adelante, alguien le explicará detalladamente la técnica del beso. Y habrá prisa por probar. Pero, desgraciadamente, ya no tendrá ese aire tierno y romántico de la vieja canción de Claudio Baglioni: “Il primo baccio, per sapere come si fà” (el primer beso, para saber cómo se hace), sino que será la pura y dura búsqueda de la experiencia sensual. A la postre, el alma desencantada de una casi-niña casi-mujer catorceañera, será capaz de soltarle a un muchacho al que acaba de conocer y que la invita a bailar: “Yo sólo quiero rollo”.

El Enrolle.

En la jerga juvenil, enrollarse significa la tolerancia de una relación (rollo) basada simplemente en el besuqueo lascivo y desaforado, sin mayores pretensiones. Puede que mañana ni siquiera salude al muchacho. Tal vez en la misma puerta de la discoteca se burle de él con sus amigas. Ander, un chico de 17 años, me contaba entre bromas y veras, mientras paseábamos por la calle, que lo mejor es que la chavala esté un poco achispada durante el rollo. “Así, es probable que al día siguiente no se acuerde de tu cara, y te ahorras tener que invitarla a un café”. Adiós caballerosidad, bienvenido cinismo.

No se busca la comunión de las almas, el compromiso estable basado en los aspectos más espirituales de la personalidad. “Eso sólo causa tortura”, te dicen. El rollo es más llevadero. Te diviertes y al cabo de un rato, si te he visto no me acuerdo. El beso no deja secuelas. Tiene toda la electricidad de los actos eróticos, la dosis de aventura necesaria para que valga la pena atreverse y no compromete a nada. Todo el mundo acepta que enrollarse es un escalón anterior a “salir”. Salir, en el criptolenguaje quinceañero significa que me comprometo a no enrollarme con otra persona mientras dure lo nuestro. Salir tiene, como los yogures, fecha de caducidad incorporada. Por eso, se pueden tener varios rollos a lo largo del año, sin que nadie se sienta atado por la anticuada y terrible palabra noviazgo, que se reserva para la mayoría de edad.

Las niñas ya no quieren ser princesas.

Tal vez algún lector piense que exagero. ¿Hay estadísticas? ¿Es para todos los jóvenes el panorama igual de sombrío? ¿Es tan malo que se besen? Gracias a Dios, no todos se comportan así. Pero cualquiera que conozca el mundillo de los institutos y de los colegios de enseñanza media sabe que este fenómeno tiene dimensiones de epidemia. En este pequeño análisis no vamos a preguntarnos por la actividad sexual de los adolescentes (nos llevaría muy lejos), ni sobre la bondad o malicia de los besos. Más concretamente querríamos saber dónde ha ido a parar la educación afectiva de los muchachos y muchachas sin experiencia y sin resortes morales de ningún tipo. Es tremendo comprobar la general abdicación de los padres en este terreno. La escuela no suele dar otra visión que la biológica, cuando no la información perversa de todos los recursos de la fontanería genital. El resultado, aunque sea doloroso reconocerlo, es un desolador desamparo afectivo y moral de miles de adolescentes. Alguien les ha robado el deseo de soñar. Lo advertía aquella canción de Joaquín Sabina, popularizada por el malogrado Antonio Flores: “Las niñas ya no quieren ser princesas / y a los niños les da por perseguir / el mar dentro de un vaso de ginebra…”

Soñadores frustrados.

Lo curioso es que muchos reconocen el engaño. La frustración psicológica y sentimental a la que conducen estos comportamientos deja siempre un poso de amargura. Los más sensatos advierten el tobogán hacia el cinismo de su proceder. Pero, a la vez, se sienten incapaces de salir de la trampa. No es infrecuente encontrar chicas que sueñan con un príncipe azul. Pero aun en este caso, entretienen la espera enrollándose con el primero que se pone a tiro. Pero –les preguntas– ¿no es eso una contradicción? “Bueno –es la respuesta más frecuente– ese chico con el que sueño no existe. Hay que agarrarse a lo que hay”.

La adolescencia no es para ninguno de sus protagonistas una estación de tránsito, un transbordo para llegar a algún lado. Es, eso parece al menos, una provisionalidad definitiva. La publicidad y la moda han encontrado un buen filón en esta juventud estacionaria. “Just do it” (Simplemente hazlo). Por eso, cuando pasan los años y cabría suponer una cierta maduración intelectual y afectiva, uno se encuentra con el más asombroso vacío: casi ningún deseo de compartir la vida, un vago sentimentalismo sin profundidad, un montón de “experiencias” que han desarbolado la sensibilidad. Llegar con este equipaje a la edad del noviazgo, del matrimonio, de la familia, es como entrar en el circuito del Jarama con las ruedas pinchadas. Aquí sí que cantan las estadísticas: el 40% de los matrimonios de los últimos 15 años han fracasado.

El remedio son los padres.

Desde que los hijos son pequeños debe comenzar su educación afectiva. Buena parte del secreto consiste en adelantarse delicadamente a la natural curiosidad y a las propias experiencias. Pero hay que añadir un ingrediente más. La educación afectiva, sexual y moral de los hijos debe darse sin alarmismos, pero con la clara conciencia de que habrá de desenvolverse en un medio hostil. Una vida familiar sana e intensa requiere mucho sacrificio por parte de los padres, pero no se conoce otro remedio si no quiere uno que se los lleve la riada cuando cumplan determinada edad. san Josemaría Escrivá, que tantas iniciativas promovió para la gente joven, daba a los padres un certero consejo allá por los años 70, cuando de este problema no había asomado ni la punta del iceberg. Reunido con un buen número de matrimonios en Castelldaura (Barcelona) y ante la pregunta de una madre, les respondió: “Sin hacer las cachupinadas del siglo pasado, lo mismo que habéis puesto esos lugares de reunión para chiquitos jóvenes, de doce a catorce años (se refiere a los clubes juveniles), deberíais pensar en otras soluciones, para cuando los chicos comienzan ya a tontear. Es lógico. La mayor parte han de formar un hogar, porque Dios lo quiere así. Tenéis familias amigas, de buenas costumbres, que piensan como vosotros: ¿por qué no os reunís de cuando en cuando, dejando un poco tranquilos a los hijos, para que se conozcan y se vayan tratando? O poneos de acuerdo y sostened entre todos un lugar de recreo y de diversión para vuestros hijos, siempre que haya una madre que esté por allí con un ojo abierto, además del Ángel de la Guarda. Así nacerán noviazgos cristianos, como los quiere la Iglesia. Así casaréis a vuestras hijas con chicos estupendos. Así, las madres que tienen hijos por casar, los casarán con unas nueras maravillosas, que las llamarán madre y no suegra. Si no, os podréis encontrar con esas sorpresas tremendas, que a veces vienen, que os hacen padecer y de las que no tenéis ninguna culpa, porque ésta es la situación actual del mundo (…) Discurrid, pedid al Señor que os ilumine, y haced unas cuantas cosas. No definitivamente, sino como prueba, porque puede no salir bien a la primera, y tampoco a la segunda. Hay que insistir”.

Valía la pena esta cita aunque sea larga. Hay que insistir, sí señor. La perseverancia de los padres y el cuidado del entorno familiar son un seguro baluarte contra el nihilismo afectivo en el que ya estamos inmersos. Esta nadería sentimental que mantiene abotargado el corazón de tantos jóvenes puede provocar desaliento en muchos educadores. El asunto es más grave que la simple desorientación afectiva. El descuido de la educación de la inteligencia, el desarrollo de la publicidad de masas y de los medios de comunicación, las modas light y los hábitos de consumo del occidente opulento son el correlato de la ausencia de algo en el corazón. Pero no hay que desesperar.

Contrarrestar el vacío afectivo.

No podemos consentir que sea Hollywood quien eduque el corazón de los jóvenes. Ni la moda de Ragazza, ni las canciones de las Spice Girls, ni los anuncios de Calvin Klein. La presión de la publicidad existe y tiene una fuerza brutal. Nos hablan de sentimientos, de sensaciones, de sentimentalismo y de otros sensores de la personalidad, que no son otra cosa que eso: sentidos, esto es, puertas hacia el exterior. Lo que queda por construir es la autopista que lleva de los sentidos hasta el corazón. “En estos últimos años, muchos padres y casi todos los colegios parecen haber renunciado a educar la afectividad de los niños. Quizá suponen que lo sano es dejarla a la intemperie, para que se exprese indiscriminada y hemorrágicamente. O quizá han delegado en la tele tan ardua tarea. El caso es que el Planeta se está llenando de adolescentes crónicos, super precoces en lo sexual e inmaduros en el amor” (E. Monasterio, Mundo Cristiano, octubre 1998).

Pero la cosa no es nueva. Hace poco publicaba Aceprensa un artículo comentando un libro sobre la adolescencia, en el que se puede encontrar la siguiente cita: “La juventud de hoy está corrompida hasta el corazón; es mala, atea y perezosa. Jamás será lo que la juventud ha de ser, ni será capaz de preservar nuestra cultura”. El diagnóstico no puede ser más deprimente y podría parecer que lo hubiera escrito hoy un nostálgico de mejores tiempos pasados. Pero no. La cita procede de una inscripción grabada en una tablilla babilónica hace más de tres mil años. Los pesimistas vienen de antiguo. No se trata, por tanto, de asustarse ni de esperar que el panorama se arregle solo. Hay que poner manos a la obra y gastar toneladas de tiempo en buscar soluciones prácticas. Porque no está en juego simplemente la felicidad de nuestros adolescentes: nos jugamos el modelo social en el que van a crecer y madurar.

Una tirita para el “corazón partío”.

Hasta hace poco estaba muy de moda una tonadilla de Alejandro Sanz que hablaba de su “Corazón partío”. Recientemente he podido comprobar cómo incluso chiquillos de Educación Infantil (3-4 años) conocían la letra de la canción de este super famoso madrileño y tarareaban con su lengua de trapo “¿Quién me va a entregar sus emociones?, ¿quién me va a pedir que nunca la abandone?, ¿quién me tapará esta noche si hace frío?, ¿quién me va a curar el corazón partío?” Bien está que aprendamos por la radio el valor de la ternura, pero todos sabemos que hay más, ¿no? Bueno, pues eso ¿quién nos lo va a enseñar? ¿quién se lo va a enseñar a los que pasan más horas oyendo la radio o viendo la tele que escuchando o contemplando a sus padres? ¿Qué letras, qué canciones que conozcan desde su más tierna infancia y les acompañen durante su juventud? Hace poco he recordado una vieja copla castellana que daba en el clavo: “Corazones partidos, yo no los quiero. Y si le doy el mío, lo doy entero”. En la palabra darse está buena parte de la clave. Aquí entra la familia, aquí debería entrar también la escuela. No se trata de canturrearles antiguallas, pero sí de completar en serio lo que ya saben.

Tampoco estaría mal que de cuando en cuando los padres se preocupen de saber (no es necesario fisgar , preguntando se va a Roma) qué leen, qué oyen y qué ven sus hijos. Los chicos reciben más ejemplo malo que bueno. Pero cuando los padres se empeñan en ir contracorriente y asumen la fatiga de ese largo viaje, la mayor parte de los chicos se lo agradecerá. Porque nadie les habrá arrebatado su capacidad de soñar a cambio de un plato de lentejas.

 

Sinsentido del matrimonio homosexual

EL SINSENTIDO DE UN “MATRIMONIO HOMOSEXUAL”

El matrimonio homosexual es una cuestión importante que necesita debatirse y lo más importante en esa discusión es el marco de referencia.

En Formando la conciencia para ser ciudadanos fieles, los obispos de Estados Unidos urgen a las personas a que estudien los temas antes de ir a votar en las próximas elecciones.

Un aspecto del tema es si a las personas homosexuales se les debería permitir casarse entre ellas. Pero el punto central tiene que ver con la naturaleza y los propósitos del matrimonio como una estructura social fundamental y una institución civil. Primeramente, no se trata de una cuestión de derechos civiles, o de discriminación, o de lograr la completa emancipación de las personas homosexuales, ni tampoco de dar estabilidad a un estilo de vida.

La postura católica no empieza con la teología sacramental, las enseñanzas morales y los pasajes de la Biblia. Empieza con lo que puede observarse en la naturaleza y el comportamiento humano y en lo que podemos deducir usando nuestra razón. Esta es la posición de la ley natural.

Uno no necesita tener fe religiosa para ver que el matrimonio es una relación única entre un hombre y una mujer. Lo que define esta relación es el hecho de que se trata de una sociedad basada en la complementariedad sexual. Ésta hace posible la realización de los dos fines equivalentes del matrimonio: el amor mutuo entre esposos y la procreación de los hijos. Ninguna otra relación humana, sin importar cuánto amor o cariño haya ni cuán generadora sea, puede adjudicarse este propósito ni cumplirlo.

El matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer. Esta verdad puede ser descubierta por la razón humana. Está escrita en la ley de la naturaleza y en el lenguaje del cuerpo y del espíritu humano. Es una verdad enaltecida desde el principio de los tiempos. La enseñanza de la Iglesia comienza con esta verdad.

Dado que el matrimonio es una estructura social fundamental basada en la naturaleza humana, ni la Iglesia ni el estado pueden cambiarla en lo fundamental. El matrimonio, y la familia que éste produce, es una sociedad que precede a todas las demás sociedades. Es una institución que no poseemos, sino que hemos recibido. Esto no significa que la Iglesia y el estado no puedan regular el matrimonio, por ejemplo poniendo límites de edad mínima, pero sí significa que no somos libres de alterar su estructura básica.

El matrimonio de un hombre y una mujer hace una contribución única a la sociedad. Es el patrón fundamental para las relaciones entre hombre y mujer. Es el modelo de la manera en que las mujeres y los hombres viven de forma interdependiente y se comprometen, para toda la vida, a buscar el bien del otro. La unión también sirve al bien de la sociedad. De ella emana la siguiente generación al proporcionar la familia las mejores condiciones para criar a los hijos, esto es, la relación amorosa y estable de un padre y una madre presente sólo en el matrimonio. Otras relaciones pueden contribuir al bien común, pero no realizan en un sentido completo lo que hace el matrimonio.

¿Debería haber matrimonio entre personas del mismo sexo? La Iglesia católica enmarca esta cuestión en términos de la naturaleza del matrimonio y de su contribución al bien común. Como resultado, la Iglesia concluye que el matrimonio entre personas del mismo sexo es, por definición, algo imposible, una contradicción.

Algunas personas buscan localizar la cuestión dentro del marco de los derechos individuales y la justicia. La enseñanza católica afirma la dignidad de las personas homosexuales y pide que sean tratadas con respeto. Esto significa, entre otras cosas, que el estado puede crear leyes para proteger los derechos de estas personas y para proporcionarles beneficios sociales. Algunos ejemplos incluyen medidas para asegurar el acceso a puestos de trabajo, vivienda, cuidado médico, derecho a tener propiedad en común y la potestad de tomar decisiones médicas por la otra persona.

Existen beneficios y derechos que deben estar garantizados para cada persona. Pero el remedio para casos específicos de injusticia – falta de beneficios o de derechos-no puede ser una injusticia aún mayor, es decir, cambiar la definición del matrimonio.

El matrimonio está dirigido al servicio del bien común, no a proporcionar derechos y beneficios dentro de esa relación. No es, pues, necesario ni incluso deseable alterar una estructura social fundamental para proteger los derechos individuales y otorgar a todos los ciudadanos sus legítimos beneficios sociales.

El asunto del matrimonio entre personas del mismo sexo debe entenderse como una cuestión sobre el matrimonio tal como ha sido recibido del Creador y subsecuentemente recibido de cada generación a través de la historia. Percibirlo como una cuestión de justicia para las personas homosexuales supone ubicar la conversación en el lugar equivocado.

United States Conference of Catholic Bishops

Sexualidad es aprender a amar

Aprender a amar… ¿educación sexual?

Retomando un diálogo entre un experto en educación y una señora,(1) ésta le hizo a aquel la siguiente pregunta: –¿Cuándo debo empezar a educar a mi hijo?–. Él le preguntó por la edad del niño y la señora le informó que tenía 18 meses de vida. Entonces él le dijo: –¡Señora, ha perdido usted año y medio!–.
La sorpresiva respuesta deja a la señora muda por varios minutos. Después se escucha la voz del experto en Pedagogía que prosigue: –Pues sí señora, la tarea educativa de los padres comienza desde que el niño nace–. Ella, un poco dudosa, vuelve a preguntar: –Bueno, bueno, ya que según usted he desperdiciado ese tiempo, dígame por favor, ¿qué es lo primero que debo enseñar a mi hijo?, no me explique toda la educación en general, concrétese a decirme ¿con qué empiezo?–.

La respuesta surgió espontánea y clara: “Enséñelo a amar”.

–Pero doctor, ¿cómo le explico al recién nacido que debe amar a la gente que lo rodea?

–No le explique nada, solamente ámelo usted, y mucho–, contesta el experto.

–Pero si desde luego que ya lo amo.

–No lo dudo, pero una cosa es que usted lo ame y otra que él se sienta amado. Para el niño, sentirse amado y respetado es tan indispensable como estar bien alimentado, por eso son de vital importancia los momentos que sus padres pasan con él cargándolo y apapachándolo; en fin, sentirse amado, para el niño es una necesidad real.

–Y ¿está seguro que así aprenderá a amar?

–Claro, el aprender a amar es cosa natural, instintiva, y el niño demuestra que aprendió a amar cuando, de bebé por ejemplo, recarga su cabeza en el hombro de su mamá o de su papá y se relaja totalmente; eso no lo hace con una persona extraña…

Es necesario reconocer que existe una importante interacción entre los factores genéticos, psicológicos y sexuales en cuanto al sexo, pero la sexualidad debe ser incluida en un serio compromiso de educación que recae esencialmente en la madre y el padre, y que se llama: educación de la afectividad.

Los padres enseñarán, mediante el ejemplo, la importancia del amor en las relaciones sexuales. Saben que puede haber un matrimonio sin amor, como también amor sin matrimonio, porque en el fondo no es el amor pasajero la causa que produce un matrimonio, sino que es el acto libre de la voluntad –que se emite en el consentimiento– el que da origen al vínculo matrimonial.

Sin embargo, sólo es el amor el auténtico motivo por el que alguien contrae matrimonio. El tipo de amor conyugal se llama amor esponsal y se desarrolla a partir de la atracción física-impulso sexual, y finalmente se concreta en la responsabilidad hacia la persona del otro cónyuge.

El amor entre las personas ha de ser abarcante, es decir, ha de conjuntar un ‘todo interpersonal’ fundado en la mutua integración. Por el contrario, la concupiscencia busca la satisfacción en el cuerpo y en el sexo por medio del deleite.

La educación de los padres hacia los hijos en materia de sexualidad ha de consistir en que, previniendo equívocos y difusas concepciones reductivas, conduzca al descubrimiento o redescubrimiento de los valores de la sexualidad y de una correcta escala de valores en la vida humana.

Cualquier otra elección que excluya tales vías, o todavía peor, que implique un ulterior impulso a la promiscuidad sexual y/o al uso de drogas, es cualquier cosa menos prevención o educación, y presentarla como tal supone un trágico engaño.

Un ejemplo típico de tergiversación es el de todas las campañas que prometen la victoria sobre el SIDA, sólo con que se alcance a generalizar el uso del preservativo. Se llega así a favorecer aquella promiscuidad sexual que es la causa primera de la epidemia.

Se ha visto mucha gente distinta vulnerada por la trivialización del sexo. Generalmente las culturas han distinguido siempre entre el sexo irresponsable y el sexo protegido con el matrimonio, a favor de la familia.

La responsabilidad mutua de uno a otro comprende el cuidado de un “bien verdadero”, la quintaesencia del amor. Un amor que rehúse esa responsabilidad será su propia negación, será más bien egoísmo.

El matrimonio ante los hijos debe ser visto como algo precioso, algo que conduce a la unión y a la felicidad, a la realización de la persona. Los padres deben dar ejemplo a los hijos no sólo de ‘existir uno al lado del otro’, o simplemente ‘juntos’, sino de que existen recíprocamente “el uno para el otro”.

La antropóloga S. Frayser explica que el comportamiento del padre complementa al de la madre; el niño observa a su padre y puede ver qué debe hacer para ser un hombre; puede observar a su madre y ver lo que no debe hacer para ser un hombre.

La importancia que tienen los contrastes entre los papeles del sexo y la especificación de la identidad del sexo, pueden ser pistas para la importancia psicológica que tiene la diferenciación sexual en todas las sociedades.

Las niñas que cuentan con su padre y él está involucrado en su desarrollo, son más propensas a elegir para sí mismas buenos pretendientes y después esposos, porque tienen una norma apropiada por medio de la cual juzgar a los candidatos.

Es sumamente importante que los padres estén seguros de su fe en Dios y mantengan una permanente disposición abierta al diálogo sobre cualquier asunto delicado, por ejemplo, sobre sexualidad.

Cuando no ha habido un desarrollo correcto de la intimidad en familia, cuando los niños han sido dejados en guarderías y los padres no han tenido el tiempo suficiente para compartir con ellos cada logro y cada fracaso, la vida para el joven aparece entonces como un pozo en el que ha sido arrojado y del que no puede salir. Es una vida sin esperanza, llena de tedio y abocada a la náusea.

Surge entonces un deseo, por ejemplo en la adolescencia, de escapar de esa insufrible cárcel interior. La fuga o evasión más radical es el suicidio, pero hay otras muchas: el sexo, el activismo, modas novedad, cambio, distracción, diversión como fin, la droga, el alcohol.

Ciertamente, al adolescente hay que prepararlo en su preadolescencia y en su niñez. Un joven, al cual le pregunté si sus padres le habían explicado sobre la sexualidad humana, me dijo: –Si, pero lo hicieron tarde–. Esta experiencia, por desgracia, se repite con frecuencia; hay que hablar con claridad en el tiempo apropiado.

Hoy en día se ha generalizado la “educación de la sexualidad” o “educación sexual”; sin embargo, esta denominación puede inducir a algunas personas a olvidar que lo sexual está ligado a la educación de la afectividad, que es donde cobra una dimensión verdaderamente humana.

Se nos quiere ofrecer una imagen como algo puramente biológico, que se debe dejar manifestar con espontaneidad, y es cierto que la sexualidad es algo natural a la persona, como lo son otras cuestiones fisiológicas, porque la persona humana es sexuada. Pero lo que no se puede permitir es reducir el amor a sexo, a relaciones puramente genitales, manejar el cuerpo en función solamente del erotismo.

Por eso, es más adecuado hablar de información sexual y de educación de la voluntad como elementos de una adecuada maduración afectiva de la persona, que incluye la maduración de los sentimientos y el encauzamiento de las pasiones.

En definitiva, si queremos que la información sexual sea realmente educativa, informar no se puede reducir a proporcionar una explicación científica de los cambios psicofísicos que se producen en la pubertad, sino que deberemos darle a todo el proceso la dimensión espiritual y trascendente que posee.

Recordemos a los padres: la disposición al diálogo es muy importante. Pregunta: ¿Hay alguna cosa peor que encontrar un gusano en la manzana que estás comiendo? Sí, hay algo peor: encontrar dos gusanos.

De la misma manera: ¿Hay alguna cosa peor que tus hijos te pregunten detalles acerca de la sexualidad? Sí, hay algo peor… que NO TE PREGUNTEN NADA, porque entonces quedará en claro que ni su confianza te has podido ganar.

(1) Chávez, Cony. La Dignidad del Niño. México, Minos 98.

Autor:

Norma Mendoza Alexandry

 

Ser padre hoy

¿Qué significa ser padre hoy?

El padre de hoy se abre a las necesidades más sutiles del hijo: las emocionales y las psíquicas.

 

El «buen padre», imagen ampliamente difundida por las sociedades de consumo, es la de «proveedor»: aquél que satisface todas las necesidades materiales del hogar. Para «que no les falte nada a los hijos» trabaja jornadas dobles y aún los fines de semana. El padre no logra satisfacer las necesidades presentes, cuando ya le han sido creadas otras. Así se desgasta febrilmente, sin darse un respiro para disfrutar lo importante: la experiencia única de ver crecer a los hijos.
Los padres que han logrado vencer las tradiciones atávicas de ser meros proveedores, comparten el gozo en la crianza de los hijos y hablan de «una nueva dimensión en la convivencia familiar».
A pesar de los iracundos reproches de quienes pretenden perpetuar el tabú inmemorial de que cuando el padre se involucra emocionalmente con el hijo se torna ´suave como una segunda madre´, y que si participa en el cuidado y atención del hijo se convierte en simple ´mandilón´, cada día son más los padres presentes en el quirófano en el momento del nacimiento de sus hijos, en los cursos prenatales y de posparto para capacitarse en el cuidado del bebé.
Se necesitan dos para engendrar un hijo. También se necesitan dos para su desarrollo. La intuición femenina permite a la madre establecer una comunicación vital con el hijo desde el momento mismo de su nacimiento. Interpreta las señales de temor en el infante y con mimos lo tranquiliza y conduce suavemente.
La voz del padre es de importancia suma: da seguridad, confianza en el porvenir, establece los límites de la conducta infantil, y cierra el círculo del amor que debe rodear al niño. El padre proporciona un elemento único y esencial en la crianza del hijo y su influencia es poderosa en la salud emocional. La madre le dice: «con cuidado», y el padre le dice «uno más», al estimular al pequeño a subir otro peldaño para que llegue a la cima. Juntos, tomados de la mano, padre y madre guían al retoño en el camino de la vida.
El padre de hoy se abre a las necesidades más sutiles del hijo: las emocionales y las psíquicas. Trasciende la preocupación de sí mismo y sus ocupaciones, y logra ver al hijo en sus propios términos. Propicia el ambiente que le permita el desarrollo de su potencial en un marco de libertad responsable, no de dominación.
No se detiene en la periferia, sino que conoce al hijo de cerca. Lo guía sin agresividad, con firmeza motivada y razonada, por el camino de los valores que desea heredarle. El padre de hoy se ha dado permiso para ver con ojos de amor al retoño de sus entrañas. Advierte en el hijo, más allá de las limitaciones presentes, el cúmulo de posibilidades que está por realizar. Y a su lado goza cada peldaño de su desarrollo.

 

Santificar las vacaciones

Publicado en Church Forum 2.0 beta (http://www.churchforum.org)

Santificar las vacaciones

El periodo estivo incluye frecuentemente amplios periodos vacacionales, por lo menos a nivel escolar. Obviamente el sentido de estos periodos es el descanso. Vacación equivale a descanso. Pero, ¿es indiferenet cualquier forma de descanso?, ¿debo descansar también de Dios y sus preceptos?, ¿la fe ofrece o recomienda algún género de descanso?

La oferta vacacional es infinita, las formas de descanso también. Puede afirmarse sin embargo que urge una cristianización del descanso. La razón es que con frecuencia se confunde el auténtico descanso con forams desordenadas de vida, con excesos, como si para pasarlo bien fuera requisito portarse mal. Paradójicamente los excesos agotan, creando nuevos nichos de mercado, por ejemplo las bebidas energizantes. Incluso se ridiculizan formas de diversión sanas, y se presume en ?petit comité? de los comportamientos desordenados, que cada vez se vuelven más aspiracionales: la gente trabaja para embriagarse el fin de semana, o pasar una velada en un table dance.

¿Con qué autoridad se puede hablar de las vacaciones desde una perspectiva de la razón iluminada porla fe?, ¿no se trata de una realidad indiferente para estos baremos?, ¿no se trata de una injerencia abusiva del ámbito de la fe sobre la intimidad de las personas, una especie de reglamentación asfixiante, carencia de autonomía y determinación, o escrúpulos ridículos?

El descanso, contra lo que pudiera pensarse, no es ajeno, por ningún concepto, a la fe. De hecho, ya en el primer libro de la Biblia, en el segundo capítulo aparece, al afirmar el Génesis que, al concluir la creacinó, Yahvé Dios descansó en el séptimo día y lo santificó. El sentido del domingo enraíza en esta convicciÀ

La oferta cristiana es ambiciosa y audaz a un tiempo, y por qué no decirlo, atractiva: se trata de santificar el tiempo, todo el tiempo, no sólo el de oración, ni exclusivamente el del trabajo, también el descanso se dbe santificar. Sin embargo, queda mucho por hacer, es preciso superar la pobre disyuntiva entre espectáculos y diversiones sosas o indecentes, simples o envilecedoras. Es triste, por ejemplo, que el género cómico decaiga con frecuencia en lo soez. Es necesario enriquecer culturalmente a la sociedad, y el descanso es un lugar estupendo para ello; pero previamente debe deslindarse a la cultura de la irreligiosidad o la inmoralidad, en la que con tanta frecuencia naufraga.

Las vacaciones suponen un reto a la creatividad por un lado y a la coherencia por otro. Pueden suponer un periodo de enriquecimiento personal y convivencia familiar, o por el contrario, el lugar donde se pierden los hábitos ganados durante el curso escolar, merced a la pereza y al vacío de objetivos, quedando mucha s veces a la deriva de lo que vayan ofreciendo los diferentes media, como consumidores pasivos y sin capacidad crítica. Descansar en consecuencia no es ?no hacer nada?, sino cambiar de actividad, repesar nuestra existencia, gozar de un mínimo de tranquilidad para proyectar nuestra vida, forjar proyectos, encauzar

ideales. La riqueza personal que produciría un descanso constructivo es incalculable, y el beneficio a la sociedad también; ¡qué cantidad de idiomas, habilidades, etc., podrían adquirirse! y sin embargo enva ran anegados en la inactividad, la pereza o la contemplación pasiva del televisor o la computadora.

Una parte muy importante de la labor de recuperar a la juventud por un lado y a la capacidad de comunicación y convivencia familiar por otro, estriba en el uso adecuado del tiempo vacacional. Para un cristiano es además una tarea improrrogable, vistos los nefandos estragos que causan la ociosidad a los jóvenes y a las familias: pleitos, adicciones, egoísmos, falta de ideales, desunión y finalmente aburrimiento. La socieda necesita el testimonio atractivo de personas que sepan descansar, divertirse, pasárselo bien, al tiempo que

se enriquecen y conviven en familia. Formas sanas de alejar el estrés que fomenten la convivencia y no aíslen a las personas, como lamentablemente sucede cuando quedan cautivas de las herramientas tecnológicas, sin interactuar con personas reales ?no virtuales- y con la naturaleza. El auténtico descanso fomenta la capacidad contemplativa, que enriquece a la persona y le ofrece una felicidad y una paz más profundas, menos efímeras.

Autor:

Padre Mario Arroyo Martínez

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Sacad al estado de mi matrimonio

Reino Unido: sacad al Estado de mi matrimonio

El martes 12 de junio, dos días antes de que se cerrara el plazo de la consulta vía web sobre la propuesta de legalizar el matrimonio gay en el Reino Unido, la Coalition for Marriage presentó en Downing Street 500.000 firmas contra el intento del gobierno británico de redefinir el matrimonio. Ese mismo día, los obispos anglicanos y los católicos publicaron sendos comunicados.

La Coalition for Marriage es una plataforma cívica que da voz a individuos y grupos del Reino Unido a favor del matrimonio entre hombre y mujer. Cuenta con el apoyo de políticos, abogados, profesores y líderes religiosos británicos.

Nació poco después de que el primer ministro David Cameron anunciara su propuesta de legalizar el matrimonio gay en Gran Bretaña. El principal argumento que maneja la plataforma es que las parejas del mismo sexo ya tienen –desde que entró en vigor en 2004 la Civil Partnership Act– los mismos derechos a que da acceso el matrimonio.

De ahí que no sea necesario transformar una institución que durante siglos ha sido la unión entre un hombre y una mujer. Sobre todo, añaden, porque ni este gobierno ni ningún otro tiene competencia para cambiar una institución social que no pertenece al Estado.

La cuestión puede provocar también divisiones dentro de la coalición de gobierno, pues Cameron ha dejado que los parlamentarios tories voten en conciencia, mientras que el líder liberal-demócrata Nick Clegg quiere que todos sus parlamentarios apoyen la legislación propuesta.

El Estado interviene el matrimonio
A la sociedad civil se han sumado los obispos de la Iglesia de Inglaterra y los de la Iglesia católica. En un comunicado hecho público el martes, los obispos anglicanos dicen: “El matrimonio beneficia a la sociedad en muchos sentidos; no sólo promoviendo la ayuda mutua y la fidelidad, sino también al reconocer la subyacente complementariedad biológica que incluye, para muchos, la posibilidad de procrear. La ley no debería tratar de redefinirlo prescindiendo de esa objetiva distinción subyacente entre hombre y mujer”.

“La Iglesia [de Inglaterra] ha apoyado la supresión de anteriores desigualdades legales y materiales entre parejas heterosexuales y parejas del mismo sexo. Transformar ahora la naturaleza del matrimonio para toda la sociedad no va a añadir [a las parejas homosexuales] ningún beneficio legal a los que ya les confiere la ley de uniones civiles”.

Por su parte, la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales ha publicado una nota de diez páginas en la que pide al gobierno británico que retire su propuesta de legalizar el matrimonio gay. El documento explica, con una argumentación detallada, por qué no pueden equipararse las uniones del mismo sexo con el matrimonio. El texto concluye que lo que está en juego en esta propuesta es el significado intrínseco del matrimonio y lo que es mejor para el conjunto de la sociedad.

La propuesta, advierten, pretende introducir para toda la sociedad un cambio radical en la comprensión del matrimonio, algo que perjudica sobre todo a los niños y a las generaciones futuras.

Los obispos católicos rechazan de plano la nueva definición de matrimonio propuesta por el gobierno británico: el derecho “de todas las parejas, con independencia de su género, a tener una ceremonia civil de matrimonio”.

Afán de ser como todos
Pero no son solo líderes religiosos los que se han manifestado en contra de esta iniciativa del gobierno. En laopinión que ha aportado a la consulta, el director de SpikedBrendan O’Neill critica el voluntarismo del gobierno británico, que se atribuye de forma unilateral del derecho a transformar una institución social. También aporta otros argumentos en “Por qué el matrimonio gay es una mala idea” (ver artículos relacionados).

A falta de un día para que se cerrara la simbólica consulta, O’Neill presentó un nuevo argumento en su blog delTelegraph. En esta ocasión, advierte el giro que ha dado en su mensaje Peter Tatchell, el activista gay más famoso del Reino Unido.

Hace diez años, Tatchell criticaba a los activistas del movimiento gay que centraban su discurso de ideas en el valor de la igualdad. “La mera igualdad, decía entonces Tatchell, supone abandonar la perspectiva crítica sobre la cultura heterosexual”. Por otra parte, la igualdad no debía ser para los gays el valor supremo. “Nuestra demanda es la liberación. Queremos cambiar la sociedad, no conformarnos a ella”.

O’Neill reconocía en esta postura al libertario que tenía sus ideas; luchaba por ellas; y no esperaba a que el Estado le tendiera la mano. Pero Tatchell ya no es el mismo. Ahora coordina una campaña llamada Equal Love. La igualdad, de pronto, se ha convertido en su principal demanda. Y el Estado, en su aliado número uno.

“Si antes los activistas gays luchaban para sacar al Estado fuera de sus vidas –fuera de sus camas y de sus bares–, ahora pelean para tenerlo de vuelta; lo quieren para que diga: ‘Vuestras relaciones son valiosas’. La demanda de liberación ha cedido ante la súplica del reconocimiento del Estado”, comenta O’Neill. “Que la punta de lanza de esta campaña esté formada por aquellos que antes querían sacar al Estado de la vida privada es una triste paradoja”

 

Riesgo de ser padre a los 40

Ser padre a partir de los 40 tiene sus riesgos

Ser padre a partir de los 40 años pone en peligro la salud mental de sus hijos. Se triplica el riesgo de esquizofrenia y se multiplica por cinco el de autismo, según un estudio.

Ser padre a partir de los 40 años aumenta de forma considerable el riesgo de enfermedad psiquiátrica en los hijos. Son las primeras conclusiones sobre las que informó Jerónimo Sáiz, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría, en el XIV Symposium Internacional Avances en Psiquiatría. Estos hechos han sido tratados en varios estudios elaborados en Estados Unidos, Israel, Suecia y ahora en España.

El tema protagonista que se trató en Madrid fue el estudio epidemiológico realizado por la doctora Dolores Malaspina, directora del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Nueva York, quien planteaba «una persistente pregunta»: si la asociación de la edad del padre y la esquizofrenia podrían ser explicados por problemas psiquiátricos en los padres, «lo que podría dificultar su maternidad y ser heredado por su descendiente».

A este respecto, Sáiz afirmó que «la paternidad después de los 40 años triplica el riesgo de que los hijos padezcan esquizofrenia y multiplica por cinco el riesgo de autismo, según datos del estudio epidemiológico».También señaló que por primera vez se ha manifestado que la edad avanzada del padre es un factor relevante de la salud mental de los hijos.

Por otro lado la doctora Julia Montejo, de la Universidad de California, en San Diego, señaló que, al parecer, «hemos encontrado un biomarcador de la depresión y se ha hecho en células ‘in vivo’, en pacientes que han donado o facilitado su sangre».

La depresión es una patología mental que afecta aproximadamente al 20% de la población y ocupa el cuarto lugar en el mundo en términos de morbi-mortalidad. Se espera que ascienda al segundo puesto en el año 2020, por detrás de la enfermedad cardiovascular.

Miércoles, 11 de Febrero de 2009

Revelaciones del libro del Papa

Revelaciones del libro-entrevista de Benedicto XVI

Pasajes anticipados por el diario vaticano de la conversación con Peter Seewald

CIUDAD DEL VATICANO, domingo 21 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos los pasajes que ha anticipado en su edición italiana de este domingo «L’Osservatore Romano» del libro «Luz del mundo» (en España es publicado este 23 de noviembre por Herder), que recoge conversaciones de Benedicto XVI con el escritor alemán Peter Seewald.

 

 

* * *

 

 

La alegría del cristianismo

Toda mi vida ha estado siempre atravesada por un hilo conductor, que es este: el cristianismo da alegría, amplía los horizontes. En definitiva, una existencia vivida siempre y sólo «en contra» sería insoportable.

Un mendigo

En lo que se refiere al Papa, también él es un pobre mendigo frente a Dios, aún más que los demás hombres. Naturalmente rezo, en primer lugar, siempre al Señor, al cual estoy vinculado, por así decir, por una antigua amistad. Pero invoco también a los santos. Soy muy amigo de Agustín, de Buenaventura y de Tomás de Aquino. Por tanto, les digo: «¡Ayudadme!». La Madre de Dios es siempre y de todos modos un gran punto de referencia. En este sentido, me integro en la comunión de los santos. Junto a ellos, reforzado por ellos, hablo, luego, también con el buen Dios, sobre todo mendigando, pero también agradeciendo; o simplemente porque estoy contento.

Las dificultades

Las había tenido en cuenta. Pero en primer lugar habría que ser muy cautos con la valoración de un Papa, si es significativo o no, cuando está todavía en vida. Sólo en un segundo momento se puede reconocer qué lugar, en la historia en su conjunto, tiene una determinada cosa o persona. Pero que la atmósfera no habría sido siempre alegre era evidente. dada la actual constelación mundial, con todas las fuerzas de destrucción que existen, con todas las contradicciones que se dan en ella, con todas las amenazas y los errores. Si hubiese continuado recibiendo sólo aprobaciones, habría debido preguntarme si estaba realmente anunciando todo el Evangelio.

El shock de los abusos sexuales

Los hechos no me han tomado totalmente de sorpresa. En la Congregación para la Doctrina de la Fe me había ocupado de los casos norteamericanos; había visto aumentar también la situación en Irlanda. Pero las dimensiones, de todos modos, fueron un shock enorme. Desde mi elección a la Sede de Pedro, me había encontrado repetidamente con víctimas de abusos sexuales. Hace tres años y medio, en octubre de 2006, en un discurso a los obispos irlandeses, les había pedido «establecer la verdad de lo ocurrido en el pasado, tomando todas las medidas necesarias para evitar que se repita en el futuro, asegurar que los principios de justicia sean plenamente respetados y, sobre todo, curar a las víctimas y a todos aquellos que han sido afectados por estos crímenes abominables».

Ver el sacerdocio improvisamente ensuciado de este modo, y con esto a la misma Iglesia católica, ha sido difícil de soportar. En ese momento era importante, sin embargo, no apartar la vista del hecho que en la Iglesia el bien existe, y no sólo estas cosas terribles.

Los medios y los abusos

Era evidente que la acción de los medios no sólo estaba guiada por la pura búsqueda de la verdad, sino que había también una complacencia en ridiculizar a la Iglesia y, si fuera posible, en desacreditarla. Y, sin embargo, era necesario que esto quedara claro: desde el momento en que se trata de llevar a la luz la verdad, debemos dar las gracias. La verdad, unida al amor correctamente entendido, es el valor número uno. Y los medios no habrían podido dar aquellos informes si en la misma Iglesia no hubiera dado el mal. Sólo porque el mal estaba dentro de la Iglesia, los otros han podido larnzarlo contra ella.

El progreso

Surge el carácter problemático del término «progreso». La modernidad ha buscado el propio camino guiada por la idea de progreso y por la de libertad. Pero, ¿qué es el progreso? Hoy vemos que el progreso puede ser también destructivo. Por eso debemos reflexionar sobre los criterios que hay que adoptar para que el progreso sea realmente progreso.

Un examen de conciencia

Más allá de los diferentes planes financieros, es absolutamente inevitable un examen de conciencia global. Y la Iglesia ha tratado de contribuir a esto con la encíclica «Caritas in veritate». No da respuestas a todos los problemas. Quiere ser un paso adelante para mirar las cosas desde otro punto de vista, según el cual existe una normatividad del amor por el prójimo que se orienta a la voluntad de Dios y no sólo a nuestros deseos. En este sentido deberían darse impulsos para que realmente ocurra una transformación de las conciencias.

La verdadera intolerancia

La verdadera amenaza ante la que nos encontramos es que la tolerancia sea abolida en nombre de la tolerancia misma. Está el peligro de que la razón, la así llamada razón occidental, sostenga haber reconocido finalmente lo que es correcto y avance así en una pretensión de totalidad que es enemiga de la libertad. Considero necesario denunciar con fuerza esta amenaza. Nadie está obligado a ser cristiano. Pero nadie debe ser obligado a vivir según la «nueva religión», como si fuese la única y verdadera, vinculante para toda la humanidad.

Mezquitas y burkas

Los cristianos son tolerantes y, como tales, permiten también a los demás su peculiar comprensión de sí. Nos alegramos por el hecho de que en países del Golfo Árabe (Qatar, Abu Dabi, Dubái, Kuwait) haya iglesias en las cuales los cristianos pueden celebrar la Misa y esperamos que ocurra así en todas partes. Por ello es natural que también en nuestras tierras los musulmanes puedan reunirse en oración en las mezquitas.

Por lo que se refiere al burka, no veo razones de una prohibición generalizada. Se dice que algunas mujeres no lo llevan voluntariamente sino que, en realidad, es una suerte de violencia que se les impone. Está claro que con esto no se puede estar de acuerdo. Sin embargo, si quieren usarlo voluntariamente, no veo porqué habría que impedirlo.

Cristianismo y modernidad

Ser cristiano es en sí mismo algo vivo, moderno, que atraviesa toda la modernidad, formándola y plasmándola, y por lo tanto, en cierto sentido realmente la abraza.

Aquí se necesita una gran lucha espiritual, como he querido mostrar con la reciente institución de un Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización. Es importante que tratemos de vivir y concebir el cristianismo de tal modo que asuma la modernidad buena y correcta, y al mismo tiempo se aleje y se distinga de aquella que está convirtiéndose en una contra-religión.

Optimismo

Podría contemplarse con superficialidad y restringir el horizonte sólo al mundo occidental. Pero si se observa con más atención, y es esto es lo que puedo hacer gracias a las visitas de los obispos de todo el mundo y también a tantos otros encuentros, se ve que el cristianismo en este momento está desarrollando también una creatividad del todo nueva […]

La burocracia está desgastada y cansada. Son iniciativas que nacen desde dentro, desde la alegría de los jóvenes. El cristianismo quizá asumirá un nuevo rostro, un aspecto cultural diverso. El cristianismo no determina la opinión pública mundial, otros están a la guía. Y, sin embargo, el cristianismo es la fuerza vital sin la cual las otras cosas tampoco podrían continuar existiendo. Por eso, en virtud de lo que veo y de lo que logro hacer experiencia personal, soy muy optimista respecto al hecho de que el cristianismo se encuentra frente a una dinámica nueva.

La droga

Muchos obispos, sobre todo los de América Latina, me dicen que allí donde pasa el camino del cultivo y del comercio de la droga, y esto ocurre en gran parte de esos países, es como si un animal monstruoso y malvado extendiera su mano sobre el país para arruinar a las personas. Creo que esta serpiente del comercio y del consumo de droga, que envuelve el mundo, es un poder del cual no siempre logramos hacernos una idea adecuada. Destruye a los jóvenes, destruye a las familias, lleva a la violencia y amenaza el futuro de naciones enteras.

También esta es una terrible responsabilidad de Occidente: tiene necesidad de drogas y así crea países que le ofrecen aquello que luego terminará por consumirlos y destruirlos. Ha surgido un hambre de felicidad que no logra saciarse con aquello que hay; y que luego se refugia, por así decir, en el paraíso del diablo y destruye completamente al hombre.

En la viña del Señor [en referencia a sus primeras palabras como pontífice]

En efecto, tenía una función directiva; sin embargo, no había hecho nada solo, trabajé siempre en equipo; precisamente como uno de los muchos trabajadores en la viña del Señor que probablemente ha hecho el trabajo preparatorio pero, al mismo tiempo, no está hecho para ser el primero y para asumir la responsabilidad de todo. He entendido que junto a los grandes Papas deben estar también pontífices pequeños que dan la propia contribución. De este modo, en aquel momento dije lo que sentía realmente […]

El Concilio Vaticano II nos ha enseñado, con razón, que la colegialidad es constitutiva de la estructura de la Iglesia; es decir, el Papa es el primero entre varios y no un monarca absoluto que toma decisiones en soledad y hace todo por su cuenta.

El judaísmo

Tengo que decir que, desde el primer día de mis estudios teológicos, me quedó clara de algún modo la profunda unidad entre Antigua y Nueva Alianza, entre las dos partes de nuestra Sagrada Escritura. Había comprendido que sólo podríamos leer el Nuevo Testamento junto con lo que le ha precedido, de otra manera no lo habríamos entendido. Además, naturalmente, lo ocurrido en el Tercer Reich nos impresionó como alemanes y nos impulsó aún más a contemplar al pueblo de Israel con humildad, vergüenza y amor.

En mi formación teológica estas cosas se han entrelazado y han marcado el camino de mi pensamiento teológico. Por lo tanto, me quedaba claro, y también en este punto en absoluta continuidad con Juan Pablo II, que en mi anuncio de la fe cristiana debía ser central esta nuevo entrelazamiento, amoroso y comprensivo, de Israel y la Iglesia, basado en el respeto del modo de ser de cada uno y de la respectiva misión […]

De todos modos, en ese punto, también en la antigua liturgia me ha parecido necesario un cambio. De hecho, esa fórmula hería realmente a los judíos y ciertamente no expresaba de modo positivo la grande y profunda unidad entre Antiguo y Nuevo Testamento.

Por este motivo, pensé que en la liturgia antigua era necesaria una modificación, en particular, como decía, en referencia a nuestra relación con los amigos judíos. La modifique de manera que estuviese contenida nuestra fe, es decir que Cristo es salvación para todos. Que no existen dos caminos de salvación y que, por lo tanto, Cristo es también el Salvador de los judíos, y no sólo de los paganos. Pero al mismo tiempo de modo que no elevara una oración directamente por la conversión de los judíos en sentido misionero sino para que el Señor apresure la hora histórica en la que todos nosotros estaremos unidos. Por esto, los argumentos utilizados polémicamente por una serie de teólogos contra mí son irresponsables y no hacen justicia a lo que se ha hecho.

Pío XII

Pío XII hizo todo lo posible para salvar personas. Naturalmente siempre es posible preguntarse: «¿Por qué no protestó de manera más explícita?». Creo que comprendió cuáles habrían sido las consecuencias de una protesta pública. Sabemos que, por esta situación, personalmente sufrió mucho. Sabía que habría debido hablar, pero la situación se lo impedía.

Ahora, personas más razonables admiten que Pío XII salvó muchas vidas, pero sostienen que tenía ideas anticuadas sobre los judíos y que no estaba a la altura del Concilio Vaticano II. Ahora bien, este no es el problema. Lo importante es lo que hizo y lo que trató de hacer, y creo que es necesario reconocer realmente que fue uno de los grandes justos y que, como ningún otro, salvó a muchos, muchos judíos.

La sexualidad

Concentrarse sólo en el preservativo quiere decir banalizar la sexualidad y esta banalización representa precisamente el motivo por el que muchas personas ya no ven en la sexualidad la expresión de su amor, sino sólo una especie de droga, que se suministran por su cuenta. Por este motivo, también la lucha contra la banalización de la sexualidad forma parte del gran esfuerzo para que la sexualidad sea valorada positivamente y pueda ejercer su efecto positivo en el ser humano en su totalidad.

Puede haber casos justificados singulares, por ejemplo, cuando una prostituta [ndr. el original alemán presenta el término masculino] utiliza un preservativo, y éste puede ser el primer paso hacia una moralización, un primer acto de responsabilidad para desarrollar de nuevo la conciencia sobre el hecho de que no todo está permitido y de que no se puede hacer todo lo que se quiere. Sin embargo, este no es el verdadero modo para vencer la infección del VIH. Es verdaderamente necesaria una humanización de la sexualidad.

 

La Iglesia

Pablo no entendía la Iglesia como institución, como organización, sino como organismo viviente, en el cual todos trabajan el uno por el otro y el uno con el otro, unidos a partir de Cristo. Es una imagen, pero una imagen que permite profundizar y que es muy realista aunque sólo sea por el hecho de que nosotros creemos que, en la Eucaristía, realmente recibimos a Cristo, el Resucitado. Y si cada uno recibe al mismo Cristo, entonces realmente todos nosotros estamos reunidos en este nuevo cuerpo resucitado como el gran espacio de una nueva humanidad. Es importante entender esto y, por tanto, concebir a la Iglesia no como un aparato que debe hacer de todo, también el aparato le pertenece, pero dentro de los límites– sino más bien como organismo viviente que proviene del mismo Cristo.

La encíclica «Humanae Vitae»

Las perspectivas de la «Humanae Vitae» siguen siendo válidas, pero otra cosa es encontrar caminos humanamente practicables. Creo que habrá siempre minorías íntimamente convencidas de la exactitud de esas perspectivas y que, viviéndolas, quedarán plenamente satisfechas de modo que podrán ser para otros un fascinante modelo a seguir. Somos pecadores. Pero no deberíamos asumir este hecho como una instancia contra la verdad, cuando esa alta moral no es vivida. Deberíamos buscar hacer todo el bien posible, y apoyarnos y soportarnos mutuamente. Expresar todo esto también desde el punto de vista pastoral, teológico y conceptual, en el contexto de la actual sexología e investigación antropológica, es una gran tarea a la cual es necesario dedicarse más y mejor-

Las mujeres

La formulación de Juan Pablo II es muy importante: «La Iglesia no tiene, de ningún modo, la facultad de conferir a las mujeres la ordenación sacerdotal». No se trata de no querer sino de no poder. El Señor ha dado una forma a la Iglesia con los Doce y luego con su sucesión, con los obispos y los presbíteros (los sacerdotes). No hemos sido nosotros quienes creamos esta forma de Iglesia, más bien, se constituye a partir de Él. Seguirla es un acto de obediencia, en la situación actual tal vez uno de los actos de obediencia más gravosos. Pero esto es importante: la Iglesia no muestra ser un régimen del arbitrio. No podemos hacer lo que queremos. Hay, en cambio, una voluntad del Señor para nosotros, a la cual nos atenemos, aunque sea fatigoso y difícil en la cultura y en la civilización de hoy.

Por otro lado, las funciones confiadas a las mujeres en la Iglesia son tan grandes y significativas que no puede hablarse de discriminación. Sería así si el sacerdocio fuese una especie de dominio, mientras que, por el contrario, debe ser completamente servicio. Si se echa una mirada a la historia de la Iglesia, nos damos cuenta de que el significado de las mujeres –desde María a Mónica, hasta la Madre Teresa– es tan eminente que las mujeres definen de muchas maneras el rostro de la Iglesia más que los hombres.

Los novísimos

Es una cuestión muy seria. Nuestra predicación, nuestro anuncio, efectivamente está ampliamente orientado, de modo unilateral, a la creación de un mundo mejor, mientras que el mundo realmente mejor ya casi no se menciona. Aquí debemos hacer un examen de conciencia. Ciertamente, se busca ir al encuentro del auditorio, hablar de aquello que está en su horizonte. Pero nuestra tarea es, al mismo tiempo, traspasar este horizonte, ampliarlo, y mirar a las realidades últimas.

Los novísimos son como pan duro para los hombres de hoy. Les parecen irreales. En su lugar, querrían respuestas concretas para el hoy, soluciones para las tribulaciones cotidianas. Pero son respuestas que se quedan a mitad de camino si no permiten presentir y reconocer que yo me extiendo más allá de esta vida material, que existe el juicio, y que existe la gracia y la eternidad. En este sentido, debemos también encontrar palabras y modos nuevos para permitir al hombre de hoy traspasar la barrera del sonido de lo finito.

La venida de Cristo

Es importante que cada época esté cerca del Señor. Que también nosotros mismos, aquí y ahora, estemos bajo el juicio del Señor y nos dejemos juzgar por su tribual. Se discutía sobre una doble venida de Cristo, una en Belén y una al final de los tiempos, hasta que Bernardo de Claraval habló de un Adventus medius,de una venida intermedia, a través de la cual Él siempre entra periódicamente en la historia.

Creo que encontró el tono adecuado. Nosotros no podemos establecer cuándo terminará el mundo. Cristo mismo dice que nadie lo sabe, ni siquiera el Hijo. Debemos, sin embargo, permanecer, por así decir, siempre ante su venida, y sobre todo estar seguros de que, en las penas, Él está cerca. Al mismo tiempo, deberíamos saber que en nuestras acciones estamos bajo su juicio.

 

[Traducción de la versión italiana publicada por «L’Osservatore Romano» realizada por Jesús Colina]

 

El Papa justifica el preservativo en algunos casos, pero confirma el Magisterio

Aclaración vaticana a las palabras que aparecerán en su libro-entrevista

CIUDAD DEL VATICANO, domingo 21 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- Las palabras de Benedicto XVI en el libro-entrevista de próxima publicación reconocen el uso del preservativo en «casos singulares justificados», pero no suponen «un cambio revolucionario» en la enseñanza de la Iglesia, sino más bien una confirmación de su Magisterio, ha aclarado la Santa Sede.

Así lo explica el padre Federico Lombardi S.I., director de la Oficina de Información de la Santa Sede, en un comunicado emitido este domingo para comentar la gran cantidad de informaciones que se han distribuido en todo el mundo después de que este sábado «L’Osservatore Romano» anticipara palabras que el Papa dedica a la sexualidad en el libro-entrevista «Luz del mundo».

Al final del capítulo décimo del volumen, realizado por el escritor y periodista alemán Peter Seewald, que sale a la venta el 23 de noviembre en varios idiomas, el pontífice responde a dos preguntas sobre la lucha contra el sida y el uso del preservativo, que se remontan a la discusión que siguió a las palabras pronunciadas por el Papa en el avión que le llevaba a Camerún y Angola el 17 de marzo de 2009.

Con las declaraciones que publica el libro, aclara el portavoz vaticano, «el Papa no reforma o cambia la enseñanza de la Iglesia, sino que la reafirma, poniéndose en la perspectiva del valor y de la dignidad de la sexualidad humana, como expresión de amor y responsabilidad».

«Al mismo tiempo –añade–, el Papa considera una situación excepcional en la que el ejercicio de la sexualidad representa un verdadero riesgo par la vida del otro. En ese caso, el Papa no justifica moralmente el ejercicio desordenado de la sexualidad, pero considera que la utilización del preservativo para disminuir el peligro de contagio es ‘un primer acto de responsabilidad’, ‘un primer paso en el camino hacia una sexualidad más humana’, en lugar de no utilizarlo, poniendo en riesgo la vida de la otra persona».

«En este sentido –subraya–, el razonamiento del Papa no puede ser definido como un cambio revolucionario».

De hecho, recuerda el portavoz, «numerosos teólogos moralistas y autorizadas personalidades eclesiásticas han afirmado y afirman posiciones análogas».

El padre Lombardi no cita nombres, pero entre ellos destacan el cardenal Georges Cottier, quien fue teólogo de la Casa Pontificia de Juan Pablo II y del mismo Benedicto XVI, quien en una entrevista concedida a la agencia Apcom, el 31 de enero de 2005, afirmó que «en situaciones particulares, y pienso en medios donde circula la droga, o hay una gran promiscuidad humana y mucha miseria, como ocurre en algunas zonas de África y Asia, en esos casos, el uso del condón puede ser considerado como legítimo».

Sobre este argumento, el cardenal Javier Lozano Barragán, presidente emérito del Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud, anunció en una rueda de prensa, el 21 de noviembre de 2006, la entrega de un estudio a la Congregación para la Doctrina de la Fe, en respuesta al interés del Papa.

«Humanae Vitae» hoy

Las anticipaciones de «L’Osservatore Romano» presentan también una apreciación del Papa sobre «Humanae Vitae», la encíclica que publicó Pablo VI sobre estos argumentos el 25 de julio de 1968.

«Las perspectivas de la ‘Humanae Vitae’ siguen siendo válidas, pero otra cosa es encontrar caminos humanamente practicables –asegura el Papa–. Creo que habrá siempre minorías íntimamente convencidas de la exactitud de esas perspectivas y que, viviéndolas, quedarán plenamente satisfechas de modo que podrán ser para otros un fascinante modelo a seguir. Somos pecadores».

«Pero no deberíamos asumir este hecho como una instancia contra la verdad, cuando esa alta moral no es vivida. Deberíamos buscar hacer todo el bien posible, y apoyarnos y soportarnos mutuamente. Expresar todo esto también desde el punto de vista pastoral, teológico y conceptual, en el contexto de la actual sexología e investigación antropológica, es una gran tarea a la cual es necesario dedicarse más y mejor», añade el Papa en el libro.

La primera vez

Una vez aclarado que el Papa ha confirmado el Magisterio hasta ahora expuesto, al hacer referencia a las palabras sobre el uso del preservativo en «casos singulares justificados», el comunicado del Padre Lombardi señala que «es verdad que no las habíamos escuchado aún con tanta claridad de los labios de un Papa, si bien de una manera coloquial y no magisterial».

Con estas nuevas declaraciones, considera el sacerdote jesuita, «Benedicto XVI nos da, por tanto, con valentía, una contribución importante para aclarar y profundizar una cuestión debatida desde hace tiempo».

«Es una contribución original –indica–, pues por una parte mantiene la fidelidad a los principios morales y demuestra lucidez a la hora de rechazar un camino ilusorio, como la ‘confianza en el preservativo’; y por otra parte, manifiesta sin embargo una visión comprensiva y de amplias miras, atenta para descubrir los pequeños pasos –aunque sean sólo iniciales y todavía confusos– de una humanidad espiritual y culturalmente con frecuencia muy pobre hacia un ejercicio más humano y responsable de la sexualidad».

En referencia en concreto a las palabras que el Papa pronunció en su viaje a África, su portavoz aclara que con esta nueva intervención el sucesor de Pedro «confirma con claridad que en esa ocasión no había querido tomar posición sobre el problema de los preservativos en general, sino que había querido afirmar con fuerza que el problema del sida no se puede resolver únicamente con la distribución de preservativos, pues es necesario hacer mucho más: prevenir, educar, ayudar, aconsejar, estar junto a las personas, ya sea para que no se enfermen, ya sea porque se han enfermado.».

El obispo de Roma «observa que también en el ámbito no eclesial se ha desarrollado una conciencia análoga, como lo demuestra la llamada teoría ‘ABC’ (abstinence, be faithful, condom), en la que los dos primeros elementos (abstinencia y fidelidad) son mucho más determinantes y fundamentales para la lucha contra el sida, mientras que el preservativo se presenta en última instancia como una escapatoria, cuando faltan los otros dos elementos. Por tanto, debe quedar claro que el preservativo no es la solución del problema».

Según Lombardi, con esta nueva entrevista, el Papa «amplía la mirada e insiste en el hecho de que concentrarse únicamente en el preservativo significa banalizar la sexualidad, que pierde su significado como expresión de amor entre personas y se convierte en una ‘droga’. Luchar contra la banalización de la sexualidad es «parte del gran esfuerzo para que la sexualidad sea valorada positivamente y pueda ejercer su efecto positivo en el ser humano en su totalidad».

Por Jesús Colina