Madres de alquiler

Portugal: debate sobre ley de madres de alquiler Daniel Serrão, experto en bioética analiza las implicaciones de la medida

ROMA, miércoles 25 enero 2012 (ZENIT.org).- En un artículo publicado el pasado 22 de enero, el diario vaticanoL’Osservatore Romano afronta la situación creada en Portugal por un proyecto de ley sobre reproducción asistida que incluye la aprobación de las madres de alquiler, o subrogadas.

El proyecto sobre reproducción asistida fue presentado en el parlamento portugués por varios partidos y contempla la posibilidad de admitir la maternidad de alquiler sólo en el caso de una familia en la que se de la imposibilidad de tener hijos por parte de la mujer, como por ejemplo en el caso de no tener útero.

Sin embargo, el proyecto no fue finalmente votado, por divisiones internas de los partidos que lo presentaban, y fue remitido de nuevo a la comisión pertinente para ser estudiado de nuevo.

Aún en este caso, el diario vaticano L’Osservatore Romano advierte de las consecuencias morales y éticas que implicaría la aprobación de la maternidad subrogada.

El diario cita al experto en bioética Daniel Serrão quien señala que la fecundación médicamente asistida transforma el significado mismo de la paternidad. En particular, la denominada “heteróloga” no ofrece la garantía al nascituro de haber sido deseado dentro de una relación interpersonal exclusiva y viola el derecho a conocer su identidad familiar. La paternidad es fragmentada en una multiplicidad de figuras: los padres biológicos (los llamados «donantes»), la madre gestante, los padres sociales. El Estado «sin duda no puede convertirse en cómplice de esta destrucción de las relaciones», afirma Serrão .

Daniel Serrão, profesor emérito de bioética de la Universidad Católica Portuguesa y miembro de la Pontificia Academia para la Vida, ha criticado sin ambages el nuevo proyecto de ley sobre reproducción asistida presentado en el parlamento de Portugal y en especial la regulación y legalización de la maternidad subrogada, por el que una mujer se presta a llevar el embarazo de un óvulo ya fecundado (in vitro), en lugar de otra mujer fisiológicamente incapaz de hacerlo.

El biólogo advierte sobre la complejidad del problema, desde el punto de vista ético, biológico, psicológico, jurídico y sociológico, para todos aquellos involucrados en la práctica asistencial, y señala que la redacción del texto legislativo debe ser «muy preciso y completo», en cuanto se deben, necesariamente, «armonizar y hacer compatibles los intereses de la mujer que se ofrece como «espacio» para llevar a término el embarazo, los intereses, o mejor dicho, el inviolable derecho del niño por nacer, y los intereses de la pareja que utiliza este procedimiento”. Y aún más, la nueva legislación no debe reducir o incluso suprimir, como un valor social importante, el vínculo entre la identidad social y la identidad biológica del niño por nacer, más allá de un modelo de pura eficiencia pragmática.

El experto en bioética destaca el valor de la tutela del concebido, las dudas y perplejidades, así como que la prohibición de la fecundación heteróloga se basa en la necesidad de tener en cuenta la “disociación de la maternidad y la paternidad, propia de la técnica». De hecho es violado, según el experto, el principio fundamental del derecho: «La certeza de la identidad de los padres».

De acuerdo con Daniel Serrão, inducir a una mujer a quedar embarazada a través del proceso de transferencia de un embrión formado en el laboratorio (fecundación extracorpórea), con el compromiso «contractual» de que el niño que nacerá será entregado a otra persona, a »otra» madre, abre dos perspectivas. Por un lado el acto de amor y generosidad de una mujer que renuncia a un niño que ha desarrollado durante nueve meses y se lo entrega a los padres biológicos. Del otro lado, la manipulación de la maternidad de una mujer que, en su aspiración de tener un hijo, paga

por este servicio. En ese sentido –señala el biólogo–, en algunos países se organiza y promueve una verdadera «industria para producir niños que luego son vendidos».

Haciendo referencia a estudios recientes, Serrão recuerda que la función del cerebro de la mujer «se altera durante el embarazo», lo que hace muy difícil la separación del niño recién nacido. Sin embargo, para estas madres alquiladas existen otros problemas y otros riesgos relacionados con el embarazo y el parto que «no se pueden omitir», ya que son obligación ética y deontología de información por parte del médico, entre ellos el aborto espontáneo, el riesgo para el embarazo si el feto tiene graves defectos congénitos, e incluso si el niño nace con defectos congénitos o adquiridos, la madre biológica puede negarse a aceptar al niño “encargado”. Pero también existe la posibilidad de que por generosidad y amor, o por un «automatismo» neurobiológico, la madre de alquiler decida, después del parto, no entregar el niño a la madre biológica. Este cambio de idea — se pregunta el experto–, ¿podría tener consecuencias legales? Pero el problema también se puede tergiversar y volverse inquietante: ¿si la mujer que ha buscado la ayuda de la maternidad subrogada decide cambiar de opinión, ¿qué pasaría con el feto? El biólogo portugués dibuja también otros escenarios: si la pareja de padres que buscaban la ayuda se divorcian durante el embarazo, ¿a quién irá el niño recién nacido?

Los problemas mencionados –concluye el profesor Daniel Serrão–, son un ejemplo sencillo, pero incompleto. La imagen que se proyecta en términos médico-legales, es compleja. El proyecto de ley sobre la procreación médicamente asistida no podrá eludir los fundamentales problemas éticos, antropológicos y sociológicos sobre el derecho y la protección de la vida desde la concepción hasta la muerte natural, la familia y la visión de la persona humana que debe ser reconocida como “alguien”, y no, por desgracia, como “algo”.

Los obispos del Portugal, en varias ocasiones, han subrayado que el proyecto de ley sobre la procreación médicamente asistida está registrando una insuficiente sensibilización pública, tratándose de un tema «de gran importancia, delicadeza y de enorme exigencia ética.» Si bien reconocen la necesidad de una legislación sobre la materia, los obispos sienten «el deber de decir que el embrión debe ser respetado», asegurándole protección y dignidad, identidad e integridad.