El mito de que el enfermo quiere morirse

EL MITO DE QUE EL ENFERMO QUIERE MORIRSE

La enfermedad lleva a descubrir el sentido de la vida

La eutanasia y el valor de la vida enferma, en el Meeting de Rimini

RÍMINI, jueves, 28 agosto 2008 (ZENIT.org).- Había ya escrito el testamento biológico pero apenas descubrió que estaba enferma de cáncer cambió de opinión.

Es la historia de Silvie Menard, francesa, casada con un italiano, oncóloga, consultora del Centro de Oncología experimental del Instituto Nacional de Tumores de Milán, Italia, y especializada en el estudio del cáncer y de los nuevos fármacos para combatirlo.

Ha contado su experiencia en el curso del encuentro “¿Medir el deseo infinito? La calidad de vida”, que tuvo lugar en el Mitin de Rímini el 26 de agosto.

Durante años trabajando entre enfermos graves, hospitalizaciones y tumores, Menard había expresado una postura favorable al testamento biológico. Luego, un día descubrió que quien estaba enfermo no era un paciente suyo sino ella. La diagnosis fue inclemente: un tumor en la médula ósea.

“Desde entonces, mi vida ha asumido un significado diverso –relató la oncóloga–. Desde que estoy enferma, tengo ganas de vivir cada instante de mi vida, justo porque me doy cuenta de que es única”.

Menard relató que al principio tenía dudas de si seguir un tratamiento o no, exactamente la duda que asalta a cada paciente.

Sabía que era muy difícil curarse, pero “incurable es diverso de intratable”, precisó.

La doctora se sometió a tratamientos muy tóxicos, que durante algún tiempo le empañaban también la mente. Sin embargo, comentó, “incluso haciendo el trasplante de corazón a un enfermo se corre el riesgo de matarlo”.

Respecto a las propuestas de eutanasia y de testamento biológico, en el curso de la rueda de prensa celebrada por la mañana, Menard precisó que “muchos en Italia están a favor de la eutanasia para los otros y no piensan en el fin de la propia vida”.

“Yo os puedo decir –añadió- que cuando uno está sano no sabe cómo reaccionará en caso de enfermedad, por esto el testamento biológico escrito por una persona sana no tiene sentido”.

Menard se manifestó por tanto “contraria a la eutanasia porque el derecho a la muerte en aquel caso corre el riesgo de convertirse en un deber”.

En el curso del mismo encuentro, Giancarlo Cesana, profesor de Higiene General Aplicada en la Universidad de Milán, explicó que “la vida es un misterio, la sentimos, la percibimos pero no la hemos creado, porque es algo infinito y por tanto no medible”.

Durante la rueda de prensa matutina, Cesana respondió a una pregunta sobre el caso de Eluana Englaro (una mujer italiana que está en coma desde 1992) precisando que “el padre de Eluana no quiere la eutanasia de su hija por motivos económicos sino porque la considera ya muerta”.

“El verdadero riesgo –añadió el profesor–, es que se corre el peligro de impedir la caridad, lo que significaría el fin de la medicina”.

Cesana concluyó afirmando que “la medicina nació en la Edad Media para hacer lo que se daba en la época clásica: curar. En Nápoles existía el hospital de los incurables, porque la medicina nació para curar. Si se impide esto, la medicina está acabada”.