Masturbación: FAQ

PREGUNTAS Y RESPUESTAS SOBRE LA MASTURBACION

  • Se han utilizado las diversas fuentes:
    • Documento Persona humana.
    • Apartado “masturbación” del capítulo “Jesús y los problemas de la vida sexual”, del libro de Mons. André Leonard, obispo de Namur (Bélgica) publicado por MC, Madrid 1994: La Moral sexual explicada a los jóvenes.
    • Algunos párrafos –adaptados- del apartado “Autoerotismo” del libro Educación de la sexualidad de José Antonio López Ortega, Eunsa. Bastante recomendable.
    • Adaptación de algunos textos de Consideraciones pastorales, de M. A. Monge, en Medicina Pastoral, Eunsa, 2002.
    • Adaptación del apartado “masturbación” de Teología Moral de Aurelio Fernández, Burgos 1996.
    • Adaptación de Compendio de la Moral Católica de Jean Marie Aubert, Edicep, 1987.
Estas preguntas y respuestas se dirigen fundamentalmente a los jóvenes cristianos que se esfuerzan por vivir la virtud de la Pureza y deben explicar a sus amigos, en un contexto pagano, este aspecto de la virtud de la castidad.

  • En los libros y documentos que se han citan se encuentran muchos más matices y consideraciones, que los confesores tienen habitualmente en cuenta.

Documento Persona humana:

  1. C. Malicia intrínseca de la masturbación

Con frecuencia se pone hoy en duda, o se niega expresamente, la doctrina tradicional según la cual la masturbación constituye un grave desorden moral.

Se dice que la psicología y la sociología demuestran que se trata de un fenómeno normal de la evolución de la sexualidad, sobre todo en los jóvenes, y que no se da falta real y grave sino en la medida en que el sujeto ceda deliberadamente a una autosatisfacción cerrada en sí misma (ipsación); entonces sí que el acto es radicalmente contrario a la unión amorosa entre personas de sexo diferente, siendo tal unión, a juicio de algunos, el objetivo principal del uso de la facultad sexual.

Tal opinión contradice la doctrina y la práctica pastoral de la Iglesia Católica.

La razón principal es que el uso deliberado de la facultad sexual fuera de las relaciones conyugales normales contradice esencialmente a su finalidad, sea cual fuere el motivo que lo determine. Le falta, en efecto, la relación sexual requerida por el orden moral; aquella relación que realiza el sentido íntegro de la mutua entrega y de la procreación humana en el contexto de un amor verdadero.

A esta relación regular se le debe reservar toda actuación deliberada de la sexualidad.

Las encuestas sociológicas pueden indicar la frecuencia de este desorden según los lugares, la población o las circunstancias que tomen en consideración. Pero entonces se constatan hechos. Y los hechos no constituyen un criterio que permita juzgar del valor moral de los actos humanos.

La frecuencia del fenómeno en cuestión ha de ponerse indudablemente en relación con la debilidad innata del hombre a consecuencia del pecado original; pero también con el olvido del pudor, custodio de la castidad.

Ayuda a ver cómo la inmadurez de la adolescencia, que a veces puede prolongarse más allá de ella, el desequilibrio psíquico o el hábito contraído pueden influir sobre la conducta, atenuando el carácter deliberado del acto, y hacer que no haya siempre falta subjetivamente grave.

Sin embargo, no se puede presumir como regla general la ausencia de responsabilidad grave. Eso sería desconocer la capacidad moral de las personas.

En el ministerio pastoral deberá tomarse en cuenta, en orden a formar un juicio adecuado en los casos concretos, el comportamiento de las personas en su totalidad; no sólo en cuanto a la práctica de la caridad y de la justicia, sino también en cuanto al cuidado en observar el precepto particular de la castidad.

Se deberá considerar en concreto si se emplean los medios necesarios, naturales y sobrenaturales, que la ascética cristiana recomienda en su experiencia constante para dominar las pasiones y para hacer progresar la virtud.

  • ¿Qué se entiende por masturbación?

 

  • Darse a sí mismo el placer sexual, en solitario, por excitación voluntaria de las partes genitales.

 

En el autoerotismo, la sexualidad aparece como la posibilidad de un placer, de una descarga tension-distensión que restablece un equilibrio en la persona: se estructura así la percepción subjetiva del impulso sexual como una necesidad coactiva y cíclica.

Tal percepción, y el uso que de ella se hace en la masturbación, carece de un elemento directa y realmente personal, que, al máximo, puede ser simplemente figurado en la propia fantasía: esto es, la finalización del impulso sexual no encauza a una salida de si mismo para dirigirse a otra persona, sino a simular la causa neurofisiológica que produce la descarga de tensión con una estimulación genital.

Pero una acción así no puede hacer referencia a una motivación de sentido último, a la realidad de una excelencia de plenitud: está vacía de realidad verdaderamente humana, de una reciprocidad en la que el hombre puede encontarr verdadera compañía.

Por ello, se trata de una acción que, independientemente de la últerior intencionalidad subjetiva que tenga el sujeto y de su responsabildad, no ordena a la persona a una plenitud de vida, sino que la cierra en su soledad.

Actuando así, se desvirtúa el sentido humano de la sexualidad, considerando el cuerpo como objeto de placer y no como sujeto de amor, que en su mismo dinamismo corporal está refiriendo a la búsqueda de una comunión».

José Noriega, El destino del eros, 85

 

  • ¿Cómo la juzga la Iglesia?
  • Enseña que es siempre objetivamente una grave ofensa a Dios.
  • La Congregación para la Doctrina de la Fe, en su Declaración Persona Humana, nº 9 explica la razón principal por la que la considera una ofensa grave: porque
    • “el uso deliberado de la facultad sexual fuera de las relaciones conyugales normales contradice esencialmente su finalidad, sea cual fuere el motivo que lo determine”.
    • Y señala que le falta “la relación sexual requerida por el orden moral, aquella relación que realiza el sentido íntegro de la mutua entrega y de la procreación humana en el contexto de un amor verdadero”.
    • Y no sólo es el Magisterio de la Iglesia. Se ha pronunciado así el sentido moral de los fieles y de personas de tantas culturas a lo largo de los siglos. Por eso la Iglesia enseña:
      “Tanto el Magisterio de la Iglesia, de acuerdo con una tradición constante, como el sentido moral de los fieles, han afirmado sin ninguna duda que la masturbación es un acto intrínseca y gravemente desordenado”. Declaración Persona Humana, nº 9.
  • ¿Por qué la Iglesia la reprueba?
  • Porque la Iglesia quiere preservar el verdadero amor:
    • Porque es un acto fuertemente egoísta, que no está al servicio del amor, ni de la vida. Implica un erotismo narcisista. Todo egoísmo es falta de amor a Dios, y aleja de la madurez y de la capacidad de entregarse totalmente a los demás.
    • Porque contradice el sentido cristiano de la sexualidad, vivida como futura alianza de amor entre dos personas.
    • Porque choca frontalmente contra la interrelación hombre-mujer, que es lo que define el sexo.
    • Porque utiliza la facultad sexual de un modo que va en contra de su finalidad natural: los órganos genitales tienen su función dentro de una relación de entrega íntima que solo es plenamente humana cuando se da en el entorno del matrimonio, donde unos e entrega totalmente al otro. Las entregas parciales, no comprometidas, o auto-entregas, son simulaciones y mentiras.
    • Porque sobrevalora el goce sexual independientemente del amor.
    • Porque en este caso el ejercicio de la vida sexual no es fruto del encuentro amoroso entre el hombre y la mujer, sino que cada uno se cierra en sí mismo, sin relación al otro.
    • Y porque en ella el sujeto se repliega sobre sí mismo, en un disfrute egoísta de sí.

En conclusión, la Iglesia considera que el único lugar donde debe practicarse la sexualidad es en el matrimonio: sólo en él la sexualidad es legítima y realiza su finalidad.

  • Pero esta valoración no sirve para los no cristianos…
  • Sirve para todos los hombres, ya que esta valoración no depende de la fe religiosa, sino de una verdad natural.
  • Pues muchos no le dan ninguna importancia.
  • Sí; pero no es bueno banalizar el problema, como si masturbarse fuese algo tan inocente como rascarse la naríz.
    • Hay dos actitudes:

      Una que no le da importancia a la masturbación, porque considera la relación hombre-mujer, casi de modo exclusivo, como una fuente pasional y egoísta de placer. Se acaba justificando cualquier modo de ejercicio sexual.

      Una actitud que integra la sexualidad en la concepción global de la persona, en el amor.

  • Entonces, ¿el cristianismo está en contra del placer?
  • No; y dejando claro que esta reprobación no es algo específico dell cristianismo, conviene recordar que el cristianismo acepta y ensalza el sentido satisfactorio del ejercicio sexual, cuando se realiza respetando su verdadero fin: el encuentro en el amor entre un hombre y una mujer, que se entregan mutuamente.
  • Es decir: la masturbación es un acto de egoísmo.
  • Todo esto debe valorarlo el confesor. Hay situaciones en las que intervienen otros factores:
    • falta de una educación adecuada desde la infancia.
    • influencia negativa por parte de otras personas, etc.
    • Habitualmente suele ser síntoma de otros problemas más profundos.
  • ¿Cómo cuales?

  • Cada persona es distinta, pero hay algunas causas que se dan con cierta frecuencia:
      • En ocasiones, procede de conflictos internos diversos.
      • Otras veces son fruto de una visión egótica de la sexualidad, que no ha superado el nivel genital.
      • O puede ser consecuencia de una inmadurez afectiva, de fracasos personales, de situaciones propias no aceptadas, de una huída de la realidad, etc.
      • Esos problemas pueden haber provocado una tensión sexual que el sujeto busca superar recurriendo a ese comportamiento, que le conduce muy pronto al vacío y al disgusto. 
  • Hay algunos jóvenes que la consideran conveniente y positiva
  • No hay que olvidar que el demonio es “mentiroso y padre de la mentira” y que seduce a muchos jóvenes –también cristianos- sugiriéndoles que la masturbación no es un pecado: ¡incluso que es algo bueno!
    • Evidentemente, no es el pecado más grave que se pueda cometer: es mucho más grave cometer un asesinato; pero eso no debe hacer olvidar su gravedad; porque, cuando se convierte en un hábito (es decir, en una costumbre muy arraigada, muy frecuente), acaba por esclavizar a la persona, a la que acostumbra a una sexualidad egoísta, asfixiando en ella la vida espiritual.
    • Recuerda Leonard que «las culpas sexuales no son sin duda las más graves, puesto que el pecado por excelencia es el pecado de orgullo y el rechazo del amor.

      Pero el pecado de impureza es, sin embargo, quizá el más neurálgico, aquel cuyas consecuencias son más perturbadoras, porque alcanza al hombre o a la mujer en su propio cuerpo, es decir en ese nudo de nuestra condición propiamente humana, a la vez espiritual y carnal, que es nuestro cuerpo.»

    • Además, cuando se convierte la masturbación se convierte en hábito acaba disminuyendo la libertad y enturbiando los sentimientos, generando una gran falta de dominio de sí; y si no se supera a tiempo, tiende a prolongarse cuando una persona ha contraido matrimonio.
  • ¿ Qué postura debe adoptar un joven cristiano?
  • Un joven que quiera vivir rectamente -y en concreto, un joven cristiano- debe tener el coraje de enfrentarse a las falsedades.
  • La experiencia muestra, como escribe Leonard, que «el desorden sexual estropea el corazón humano, ahoga la vida espiritual, embota el gusto de las cosas de Dios y paraliza a la persona en su capacida de relación con el Señor y con los otros, replegándose sobre sí misma.

    La impureza es un lodazal del cuerpo y del corazón. Es una perversión del cuerpo y del corazón, de ña que sólo te podrá librar un amor mñas grande».

  • No faltan quienes dicen: si uno no se masturba, acabará liberando de todas formas el exceso de esperma por medio de una polución nocturna. ¿Qué más da, entonces, hacer lo que la naturaleza va a hacer de todos modos?
  • A los que argumentan con estos y parecidos argumentos hay que mostrarles que no siempre es bueno usar la libertad para hacer lo que la biología realiza de forma casi mecánica y espontánea.

    Una polución nocturna inconsciente no lleva a ningún repliegue egoísta sobre uno mismo; y no tiene alcance moral; mientras que la masturbación voluntaria, con las imágenes obscenas que la suelen acompañar, es un gesto egoísta que oscurece el alma y turba el corazón.

    En consecuencia, la inmoralidad de la masturbación no nace de la pérdida de semen humano, dado que la naturaleza es muy pródiga en este aspecto. La inmoralidad proviene del vano uso del sexo que obstaculiza la integración de la sexualidad en la unidad de la persona.

 

  • Algunos preguntan dónde se condena en el Nuevo Testamento.
  • La Iglesia enseña sobre este pecado que “la tradición de la Iglesia ha entendido, con justo motivo, que está condenado en el Nuevo Testamento, cuando en él se habla de “impureza”, de “lascivia” o de otros vicios contrarios a la castidad y a la continencia”. (Persona humana, 8)

 

  • Otros dicen que es un fenómeno normal.
  • No conviene confundir frecuencia con normalidad. «Es un desorden serio -recuerda Leonard- que contradice gravemente el sentido humano y cristiano de la sexualidad y del amor».
  • Si por normal se entiende lo que se da mucho desde el punto de vista estadístico, estamos de acuerdo. Pero la injusticia y la pobreza se dan mucho en nuestro mundo, y nadie las considera como un bien.
  • Conviene recordar que el cuerpo está hecho para el Señor, que es nuestra norma. Somos libres en Cristo, pero el que se entrega a la impureza deja de ser libre y acaba esclavizado por sus instintos.
  • ¿Qué influye en ella?

  • Muchos factores. Influye, sobre todo, la debilidad producida por el pecado original y el olvido del pudor por parte de la sociedad actual, como fruto de una cultura fuertemente erotizada.

 

  • ¿Causa enfermedades físicas o psíquicas?

 

  • En sí, no causa especiales enfermades físicas ni psíquicas (otra cuestión es todo lo que pueda depender del temperamento y la propensión anímica y psicológica de cada sujeto), pero –tratándose de un fenómeno de inmadurez— no puede decirse que sea sólo un simple desahogo psicológico.

 

  • ¿Cómo la supera un cristiano, especialmente cuando se ha convertido en hábito?

 

  • Poniendo los medios sobrenaturales y humanos que recomienda la Iglesia:

 

    • Pidiéndole a Dios, con fe y perseverancia, la virtud de la pureza con humildad.
    • Recurriendo a la oración frecuente, a la Eucaristía y a la intercesión de la Virgen.

      Leonard: «Esperarlo todo de la Eucaristía: ¡Cuerpo de Cristo, sálvame! Que este sea también tu grito en las horas de la tenación o del pecado».

    • Acudiendo a la Virgen Inmaculada.
    • Acudiendo todas las veces que sean necesarias al Sacramento de la Reconciliación. Es fundamental el recurso frecuente a este sacramento, confiando en la misericordia del Señor, sin desanimarse: Leonard: confesarte regularmente es «dar a tu Dios la oportunidad de amarte tal comoeres, de perdonarte tus faltas, y de curar las heridas de tu corazón y de tu cuerpo».
    • Cultivando la sinceridad, que lleva no sólo a decir la verdad, sino toda la verdad de nuestra vida, yendo a las raíces, reconociéndote pecador ante tu Señor, sin dejarte descorazonar por tu fargilidad, pues el amor de Dios es mñás grabde que nuestro pecado. Cristo es el Cordero de Dios que lava los pecados del mundo.
    • Abriéndose a los demás, con generosidad, saliendo de uno mismo.
    • Ejercitando el dominio de sí mismo en cosas lícitas; para fortalecerse en el dominio de si mismo en las ilícitas.
    • Esforzándose por dominar la curiosidad y la dispersión mental.
    • Evitando con fortaleza y perseverancia las ocasiones de pecar: determinada publicidad, determinados periódicos, libros, revistas, etc; determinados programas de televisión; determinadas páginas web y uso del ordenador; determinados juegos en la play-station o en el móvil, canciones, etc.; determinadas situaciones, en determinados sitios y a determinadas horas, etc.
    • Esforzándose en vivir la sobriedad, especialmente en la comida y en la bebida, en sus diversos aspectos.
    • Haciendo obras de misericordia.
    • Aprovechando el tiempo, con un trabajo esforzado y diligente.
    • Cultivando el orden, sin caer en el desorden de trabajos y actividades agotadoras y frenéticas que producen grandes cansancios.
    • Poniendo esfuerzo por adquirir una afectividad generosa y madura.
    • Rechazando las tentaciones de susceptibilidad, enfado, tristeza y pesimismo; de queja interior; de vuelta obsesiva sobre los propios problemas.
    • Ocupándose en actividades ilusionantes, y cultivando ideales humanos nobles, culturales, espirituales, artísticos, etc.
    • Haciendo deporte y esfuerzo físico.
¿Cómo liberarse?

Además de los medios espirituales, de la ayuda de los Sacramentos, etc, Leonard recomienda:

La masturbación consiste en un repliegue sobre sí mismo. Contribuirás a liberarte desarrollando en tu vida los comportamientos que te descentran de ti mismo y te abren a Dios, al mundo, a los demás, a tus tareas.

Todo lo que estimula el sentido del trabajo, del compromiso y de la relación, te ayudará mucho.

Además, una vida equilibrada en la que no se duerme ni demasiado ni muy poco, en la que se deja un justo puesto al descanso y al deporte, te dispensará de recurrir a la excitación sexual a título de desahogo o de sonmífero.

En cuanto a las debilidades pasajeras, a las complicidades oscuras con las excitaciones espontáneas que puedes experimentar, sobre todo en periodos de fatiga o de angustia, deberás confiarlas a la misericordia del Señor.

 

  • Todo esto se integra en la unidad de la persona. Por esa razón, conviene poner todos los medios y al mismo tiempo: tanto los naturales como los sobrenaturales.

 

Noriega ofrece a los padres y educadores estas reflexiones:

«Conviene estar atentos a las situaciones que llevan al autoerotismo: la tristeza, el fracaso, la soledad, la dificultad de relacionarse con los demás y afrontar los retos de la vida.

La tristeza suele ser ocasión de impureza, ya que la persona busca salir de ella y encientra un sucedáneo fácil y complaciente en una experiencia vacía en la que se enroca para evitar enfrentarse con la realidad. No en vano el autoerotismo suele configurarse como una experiencia compensatoria.

El proceso de la tentación suele desencadenarse a partir de un corto circuito representativo y simbólico, que dificulta a la razón práctica el gobernar su propio dinamismo corporal, obsesionándose con la satisfacción sexual, hasta el punto de desencadenarse un proceso compulsivo.

En ocasiones puede ayudar el desenmascarar ese corto circuito representativo y hacer ver la inconsistencia de la necesidad con la que se presenta.

Cuando se ha hecho hábito en la persona, es preciso enseñar a luchar de dorma muy indirecta: por un lado, fomentando aquellas actividades en las que la persona pueda encontrar una satisfacción noble y humana, amistades sinceras que le permitán salir de sí misma y descubrir en ello el gozo de amar a los demás y serles útiles.

Por otro, ofrecer elementos narrativos indirectos, como pueden ser determinadas lecturas, películas, obras de arte que le ayuden a recomponer la imagen simbólica de la sexualidad a través de la mediación de la afectividad.

José Noriega, El destino del eros, 86

 

  • ¿Y en los casos en los que una persona tenga fuerte inmadurez, es tan grave?
  • Son los confesores los que deben dar una valoración moral a cada caso.
  • La Iglesia enseña en el documento “Persona humana” que la psicología “ofrece diversos datos válidos y útiles en el tema de la masturbación para formular un juicio equitativo sobre la responsabilidad moral y para orientar la acción pastoral. Ayuda a ver cómo la inmadurez de la adolescencia, que a veces puede prolongarse más allá de ella, el desequilibrio psíquico o el hábito contraído pueden influir sobre la conducta atenuando el carácter deliberado del acto y hacer que no siempre haya falta subjetivamente grave.
  • Sin embargo –concluye el Magisterio– no se puede presumir como regla general, la ausencia de responsabilidad grave. Eso sería desconocer la capacidad moral de las personas”.
  • En ese mismo sentido dice el Catecismo: “Para emitir un juicio justo acerca de la responsabilidad moral de los sujetos y para orientar la acción pastoral, ha de tenerse en cuenta la inmadurez afectiva, la fuerza de los hábitos contraídos, el estado de angustia u otros factores psíquicos o sociales que pueden atenuar o tal vez reducir al mínimo la culpabilidad moral” (2352).
  • Por esta razón conviene acudir al confesor, que dará los consejos oportunos en cada caso, aconsejando al penitente los medios para vencer, tras considerar el comportamemiento de cada persona en su totalidad, y ver si vive los medios naturales y sobrenaturales recomendados por la experiencia ascética cristiana para superar las tentaciones

 

Efectos secundarios graves de la píldora

Plaga de efectos secundarios graves de la píldora anticonceptiva

Bayer: ¿Una marca de confianza? Fuente: www.zenit.otg
Por E. Christian Brugger

WASHINGTON, D.C., miércoles 6 de julio de 2011 (ZENIT.org).- Es bueno saber que la productora de confianza de aspirinas, la Bayer, está pensando en nuestras hijas. La productora de anticonceptivos orales como Yaz, Beyaz y Yasmin fue citado en 2008 por la FDA por no tratar adecuadamente los restos de la hormona activa de las píldoras, drospirenona, la llamada “cuarta generación” de píldoras anticonceptivas.

Las cosas empeoraron hasta tal punto que la doctora Jennifer Ashton de la CBS News, juzgó la historia de interés periodístico. En el Show del 2 de junio Ashton contó que la FDA había emitido una nueva advertencia de seguridad en contra de las nuevas píldoras por miedo a un aumento del riesgo de coágulos sanguíneos peligrosos. El informe fue realizado en parte por la publicación de dos artículos en la British Medical Journal (1, 2) (BMJ) de abril de 2011, y que comparaba la seguridad de los anticonceptivos orales que usaban drospirenona con los anticonceptivos que usaban levonorgestrel (conocidos como la “segunda generación” de la progesterona sintética).

Estos dos artículos fueron publicados tras la trágica muerte, el pasado septiembre, de una joven de Nueva Jersey de 18 años de edad, Michelle Pfleger, que sufrió un infarto en la universidad, a partir de un paro cardíaco ya que tenía un gran coágulo de sangre en los pulmones, se cree que a causa de tomar Yaz. La gran farmacéutica respondió a los dos artículos diciendo que estas drogas no eran más peligrosas que otros anticonceptivos orales. Alentador. El 10 de mayo, la madre de Michelle presentó una demanda por homicidio contra Bayer, culpando a la Yaz de la muerte de su hija.

Muertes a causa de la Yaz o Yasmin no son nuevas para Bayer. Entre 2004 y 2008, la FDA recibió informes de más de 50 muertes de mujeres, algunas jóvenes de 17 años, que habían tomado los anticonceptivos de la Bayer.

En 2009, la compañía declaró que 129 demandas se habían producido por los problemáticos efectos secundarios y por problemas de comercialización de Yaz y Yasmin. Las demandas denuncian engaño en la publicidad, en la investigación y desarrollo de mala calidad, y haber comercializado las drogas a pesar de los informes post-comercialización que demostraban el riesgo de efectos secundarios potencialmente mortales.

Yasmin recibió la aprobación de la FDA en 2001. Poco después de que una asociación europea médica, la Dutch College of General Practitioners, avisó a sus médicos de que no prescribiesen esta nueva droga por causa de los múltiples casos de coágulos sanguíneos, incluyendo casos mortales de los que se había informado en Europa, ocurridos entre mujeres que tomaban el anticonceptivo oral. En 2002, una serie de informes de casos expresaron su preocupación por los

coágulos sanguíneos en las usuarias. Y hace poco más de un mes, la Agencia de Medicinas Europeas (EMA) anuncióla actualización delos anticonceptivos orales que contienen drospirenona por causa del riesgo de coágulos sanguíneos.

Mi amigo Richard Doerflinger, oyendo que la FDA estaba investigando (de nuevo) la droga de Bayer para poder plantear a las mujeres “el riesgo inaceptable de coágulos sanguíneos letales”, bromeó: “¿Quieres decir que la FDA piensa que existe un nivel aceptable de riesgo?”. Aparentemente los estudios de la BMJ concluyen que la mujer que usa anticonceptivos orales como el Yaz, tiene dos o tres veces más riesgo de desarrollar coágulos sanguíneos potencialmente peligrosos que las mujeres que toman las drogas de la generación anterior.

Jennifer Ashton dijo que esto se traducía de un 8 entre 10.000 posibilidades de sufrir coágulos de sangre con las drogas antiguas a de 16 (a 32) entre 10.000 posibilidades con el tipo de drogas como el Yaz. En defensa de Yaz, Ashton dijo con dulzura: “El aumento de riesgo de un suceso raro es todavía un suceso raro”, que se lo digan a la madre de Michelle Pfleger.

¿Recuerda usted la crisis del Tylenol de 1982? Se informó de siete muertos en Chicago después de tomar tylenol extra-fuerte aparentemente relacionado con cianuro. Johnson & Johnson retiró decenas de millones de botellas con un coste de casi 100 millones de dóalres. ¿Cómo responderá Bayer a las muertes, aparentemente causadas por los anticonceptivos tipo Yaz? Colocando el siguiente aviso en la cabecera de su Web: “Beyaz y YAZ se asocian a un incremento de riesgo de efectos secundarios como coágulos sanguíneos, derrames cerebrales y ataques al corazón”.

[Traducción del inglés por Carmen Álvarez] ***

E. Christian Brugger es Decano de Ética en la Culture of Life Foundation, y es profesor asociado de teología moral en el Seminario Teológico St. John Vianney en Denver, Colorado. Recibió su doctorado en Filosofía en Oxford en el año 2000.

Paternidad consciente

Paternidad consciente más que paternidad responsable

Janet Smith discute la verdadera naturaleza del sexo

ROMA, jueves, 22 enero 2009 (ZENIT.org).- ¿Cuántas veces somos plenamente conscientes de que una relación amorosa podría llevar a la impresionante responsabilidad de la paternidad? O, por poner otro ejemplo, si se tiene esta relación con otra persona, ¿nos preguntamos si podríamos ambos ser padres juntos?

Y sin embargo la conciencia de la paternidad debería ser algo central en la relación. Es una verdad que la Iglesia siempre ha enseñado, y constituye la esencia de la «Humanae Vitae». Pero la señalada encíclica de Pablo VI no siempre se ha leído en ese sentido, al menos en su traducción en español.

Según la doctora Janet Smith, profesora de teología moral en el Seminario Mayor del Sagrado Corazón en Detroit, esto se debe a que la sección del documento que se centra en la «conscia paternitas» se ha traducido mal como «paternidad responsable».

«Paternidad consciente» sería una traducción más correcta, según cree ella, algo que Juan Pablo II también intentó transmitir en sus escritos, especialmente en su libro «Amor y Responsabilidad».

Hablando en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz el mes pasado, Smith afirmaba que aunque «paternidad responsable» está bien en sí, tiene un significado utilitarista en español, asociado con llevar a cabo deberes de un padre, o mantener a la familia en un tamaño manejable.

Al reemplazarlo con «paternidad consciente» se transmite mejor la verdadera naturaleza de la relación conyugal.

«Si la gente fuera consciente del hecho de que el sexo no sólo lleva a un bebé sino a ser padres con alguien, sería mucho más responsable en sus relaciones sexuales», explicaba Smith.

«Si voy a ser padre con alguien, debo amar claramente a dicha persona y debo querer estar seguro de dicha persona. Por eso escojo como futuro esposo o esposa a alguien capaz de ser padre. He escogido a dicha persona porque pienso más en sus virtudes y sus bondad que sólo en mis deseos sexuales».

Smith ponía de relieve que Juan Pablo II consideraba el deseo sexual como una parte muy importante en la búsqueda de un esposo o esposa (lo que él llamaba la parte material del amor), pero añadía que debía «comprobarse la virtud de la persona», porque los dos se podrían convertir en padres juntos.

Ser conscientes de la paternidad, afirmaba «guiará las decisiones de la pareja en materia sexual, ayudándoles a experimentar muchos bienes personales, entre ellos el crecimiento en el dominio de uno mismo y la capacidad de seleccionar a un buen esposo».

El término «paternidad consciente» también aleja la atención de uno mismo, para orientarla hacia la impresionante llamada a ser padre.

«Significa que comprendes verdaderamente lo fantástico que es ser capaz de traer a la existencia a un nuevo ser humano», continuaba Smith, «que eres básicamente lo que (Juan Pablo II) llama un procreador con Dios, que estás sacando adelante algo de valor infinito, y que has escogido a esta persona, a esta esposa o esposo, para ser con quien lo harás».

Estas enseñanzas son especialmente conmovedoras para la sociedad de hoy en la que el sexo se ha separado de su verdadero significado y propósito, convirtiéndose en un medio de entretenimiento más que de procreación.

Como muchos otros, Smith culpa de esta ruptura a la mentalidad de promoción de la anticoncepción de esta ruptura, que lleva a la errónea creencia de que tener sexo y tener hijos son dos actividades enteramente diferentes.

«La tarea de encontrar un compañero sexual es muy diversa de encontrar a un futuro padre, y así tratas a la gente de forma muy diferente», explicaba.

¿Pero qué ocurre con las parejas que no pueden tener hijos? ¿Se les aplican también estas enseñanzas? Smith dice que sí, y lo prueba, afirma, la «gran frustración» de las parejas que sufren de infertilidad.

Según la experta, la «estructura de la relación permanece igual» e «incluso aunque no puedas tener hijo, aún así tienes una suerte de lazo parental con el otro».

Smith, quien también ocupa la Cátedra para la Vida Padre Michael J. McGivney en el Seminario Mayor del Sagrado Corazón, afirmaba que Juan Pablo II solía escribir que la «paternidad consciente» es el tema central de la «Humanae Vitae».

Es tan importante este tema que Smith está pensando en pedir a la Congregación para la Doctrina de la Fe que cambie la traducción de «conscia paternitas» de la encíclica en las diferentes traducciones.

En el cuadragésimo aniversario de la «Humanae Vitae», qué mejor presente para una sociedad que está obsesionada con el sexo, pero que tiene problemas para comprender todo lo que tiene que ver con él.

Por Edward Pentin, traducción de Justo Amado

No tenía brazos ni piernas

No tenía brazos ni piernas, pero su familia le acogió, fue pintor de iconos y puede llegar a santo
El ejemplo de superación y espiritualidad de Gregorio Zhuravliov sigue vivo en sus cuadros y en su testimonio impresionante.
  1. Fedótova / P. J. Ginés
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El no nacido como paciente
José María Pardo
        El tercer hijo de María Zhuravliova nació en 1858. Era una cosa pequeña, un bebé que no tenía brazos ni piernas.

Su padre no estaba en casa: había partido a las guerras del Cáucaso. El pope del pueblo acudió a bautizar al bebé. Lo llamaron Gregorio. Los parientes no se lo podían explicar: los dos padres eran sanos, sus dos hermanos mayores, también. ¿Por qué este niño era así?

— Es una pregunta para los médicos –respondió el pope–. Pero yo, como hombre de Iglesia, creo que es culpa del demonio: quizá él sabía que Dios predestinaba a este niño a convertirse en un gran general u obispo, y por eso el Maligno le quitó piernas y brazos. ¿Quién sabe?

El tío del niño, que hacía de padrino, al recibir al bebé para secarlo después de ser sumergido en el agua bautismal, gruñó:

— ¡Vaya niño! Solo tiene una boca y nada más…

— No sabemos qué planes tiene Dios para él –le regañó el pope–. Por lo que a su boca se refiere, con ella también se pueden hacer grandes cosas. La boca no sólo sirve para comer. Dice la Escritura que “en el principio existía la Palabra”. Ya verás: quizá tú no le darás a él de comer, sino que será al revés.

El pequeño Grisha fue acogido por su familia, y también por su padre, cuando volvió de la guerra. Le hicieron un carrito especial. Sus hermanos lo llevaban a todas partes. El niño siempre estaba alegre y risueño y pronto se ganó el amor de todos los vecinos de Utiovka, a 1.200 kilómetros de Moscú, en dirección a Siberia.

El diácono del pueblo venía a casa a enseñarle a leer y escribir. El niño, apoyando el pecho contra la mesa y con un lápiz entre los dientes, con esmero escribía letras. Y, descubrieron con asombro, el pequeño Grisha también dibujaba. Sus vecinos a menudo le veían tumbado en el suelo, con un carbón en la boca, esbozando gente, animales, árboles…

Grisha, aquel niño alegre y tan especial, a menudo pedía a sus hermanos que le llevaran a la iglesia. Ellos lo elevaban allí frente a cada icono, y el pequeño miraba las imágenes sagradas, les hablaba y las lágrimas corrían por sus mejillas.

Años de formación

En 1873, Grisha era un chaval inteligente de 15 años, y sus vecinos y el gobernador de la provincia de Samara lo mandaron a estudiar con sus hermanos al colegio de la capital provincial. Les pagaban los estudios y el alojamiento. Los otros alumnos, tras vencer sus reservas contra el nuevo compañero minusválido, le amaron. Les sorprendía su constante alegría y su fuerza de ánimo, tan distintas de los altibajos de humor de los niños «normales”.

Allí, en Samara, Gregorio conoció a los pintores de iconos del taller de Alexey Seksiaev. La atmósfera del taller, lleno de imágenes santas y olores a pintura, le llenaba de alegría. Un día se atrevió a mostrar a los pintores sus esbozos. Los papeles pasaron de mano en mano y se oyeron exclamaciones de aprobación. Así Gregorio fue aceptado en el taller y empezó a aprender el duro oficio de la iconografía más fina.

Los iconos se pintaban para ser vistos a la luz de las velas, en las iglesias, y por eso se realizaban bajo una iluminación especial. El dueño del taller puso a Grisha en una mesa especial, con correas para sostener su cuerpo encima de las tablas, le dio un quinqué de tres mechas y colgó encima de la mesa una esfera de cristal llena de agua que reflejaba la luz del quinqué y lo transformaba en un rayo potente. Esa sería su luz.

El hermano de Gregorio aprendía lo que no podía hacer el muchacho sin brazos ni piernas: fabricaba las tablas, preparaba las pinturas y la amalgama de oro. A Gregorio su hermano le ponía el pincel en la boca, y el joven pintor empezaba a perfilar rostros, manos y dedos, las imágenes de los santos y la Biblia.

Espasmos musculares

Era un trabajo muy duro: la tabla tenía que estar horizontal para que no goteara la pintura, mientras que el pincel tenía que llevarse perpendicularmente a la superficie. Con los ojos tan cerca de la tabla y colgado sobre el icono, en un par de horas Gregorio estaba exhausto. Le venían espasmos musculares a la mandíbula por el esfuerzo prolongado. Para sacar el pincel le tenían que aplicar compresas calientes en la cara. Pero el dibujo salía recto, firme y fino. Otros, con las manos, no podían pintar como Gregorio con los dientes. [A la izquierda, uno de sus iconos, que representa a «San León Papa de Roma»].

Pasaron los años. Terminado el colegio y el aprendizaje en el taller, Gregorio y sus hermanos volvieron a Utiovka. Allí Gregorio siguió pintando iconos por encargo. Ahora la gente hacía cola para conseguir sus iconos. Además de su finura y belleza, se trataba de imágenes «no hechas por la mano humana», lo que les daba un toque de santidad añadida. La fe decía a los vecinos que un minusválido sin piernas ni brazos, si conseguía pintar un icono en tan duras condiciones, era por la acción de Dios.

La lista de espera para los encargos era de años enteros. Gregorio empezó a ganar dinero, organizó un pequeño taller propio, preparó a un par de ayudantes y se llevó consigo a su tío, su padrino de bautizo, viudo y envejecido para entonces. Se cumplió la profecía: el anciano tío fue alimentado por el sobrino sin brazos ni piernas.

Para el año 1885, en Utióvka comenzaron a construir un templo dedicado a la Santísima Trinidad. A Gregorio le invitaron a pintar los frescos de la nueva iglesia. Para que sostenerle debajo de la cúpula, se fabricaron unos andamios especiales, según un croquis del mismo Gregorio. Su cuerpo, colgado en correas, podía moverse así en todas las direcciones. Con él trabajaban su hermano mayor y otro ayudante que le movían, preparaban las pinturas y le daban los pinceles. Era un trabajo en posición incómoda, durante horas. Sólo una constante oración a Cristo y a la Madre de Dios le sostenía.

Llagas y dolor

Las correas le provocaron llagas en la cintura, los omóplatos y la nuca. Los labios se agrietaron, los dientes delanteros se desgastaron y su vista disminuyo muchísimo. Cuando, después de una jornada de trabajo agotador, Gregorio no podía ni tomar bocado de tanto dolor en la boca, su hermana lloraba: “Es que eres todo un mártir, Grisha”. A la solemne consagración del nuevo templo Gregorio no pudo venir por enfermedad.

Un día vino al pueblo un mensajero del gobernador con una carta muy especial: el ministro de la corte imperial le invitaba a Gregorio a San Petersburgo. Como siempre, Gregorio se puso en camino con sus hermanos. En la capital todo el mundo quería conocerle: desde los coleccionistas de arte que peleaban por encargarle iconos y médicos ansiosos de estudiar su caso de minusvalía hasta estudiantes de bellas artes y curiosas damas de la corte.

Finalmente le visitó el emperador Alexander III con su esposa la emperatriz María Fedorovna. Alexander se sentó al lago de Gregorio, y la emperatriz comentó a su marido en francés: “Que cara tan agradable de soldado tiene”. La gente que estaba con Gregorio mostró a la pareja imperial los iconos del artista y regalaron uno a la emperatriz. El zar pidió que Gregorio le dejara ver cómo trabajaba. Tras visitarlo en su taller, le besó en la frente y le regaló su reloj de oro. Al día siguiente, con un decreto especial, a Gregorio se le asignó una pensión y carruaje de por vida.

Pintar, cantar, jugar

Gregorio con sus hermanos estuvieron tres años en la capital y luego volvieron a su pueblo natal. La vida de pueblo era sencilla: a primera hora iba a la iglesia que había pintado él mismo. Recordaban los vecinos que a menudo iba rodando por la hierba desde su casa hasta el templo que estaba al lado, prescindiendo de la ayuda de nadie. Allí cantaba con su voz limpia y potente. Tenía encantados a los críos del pueblo y a menudo, para divertirles, tomaba un látigo con los dientes y lo movía produciendo chasquidos ensordecedores. Después, desayunaba y pintaba un mundo puro y santo, libre de bajezas y debilidades humanas. Así, en las tablas de tilo y ciprés, su talento regalado por Dios, daba vida a un Evangelio en colores.

Gregorio pintó muchos iconos. Fue famoso en toda Rusia y en otros países ortodoxos. Pero en 1916, durante la guerra con Alemania, enfermó y notó que su alegría de siempre le iba abandonando. En un sueño tuvo una revelación: “pronto ya nadie me necesitará ni a mí ni a mis iconos”. Murió poco después.

Llegó la Revolución, que debía liberar al hombre de la superstición religiosa. Los comunistas destruyeron el campanario y aplastaron la tumba del pintor con los vehículos-oruga de los excavadores. Los bicheros bolcheviques arrancaron los iconos de las paredes de su iglesia. Como fue habitual en la Unión Soviética, buscaron una nueva utilidad al templo: almacén de verduras.

Los iconos, para hacer colmenas

Por la noche, en secreto, los comunistas llevaron los iconos de madera de la iglesia al abejar del koljós, para fabricar colmenas. Pero se salvaron de milagro: el apicultor Dmitri Lobachiov, también en secreto, repartió los iconos entre los pueblerinos, que le trajeron un número correspondiente de tablas y escondieron las santas imágenes, pintadas sin mano humana, de la persecución comunista.

El régimen comunista que debía transformar el mundo duró 70 años. En 1989 la iglesia de la Santa Trinidad fue devuelta a la comunidad ortodoxa. La administración comarcal asignó dinero para restaurar el campanario. Trajeron ocho campanas. En la mayor de ellas, en honor al pintor, estaba escrito “Gregorio”.

Los iconos escondidos durante decenios empezaron a regresar al templo. Algunos volvieron heridos. Así, una imagen que, gracias a su decoración típica dorada había estado en un museo de colegio, llevaba marcas de profanación y tenía un aspecto lamentable. Otro, tan grande que no cabía en una pared de casa pueblerina, estaba cortado por la mitad.

Una de las vecinas más antiguas de Utiovka pudo indicar el lugar del entierro de Gregorio. Hoy en su tumba se erige una cruz ortodoxa. Los paisanos del pintor promueven su canonización. La fama de santidad ya la tiene, se está a la espera de los milagros. La voz popular ya le ha dado categoría de protector celestial de su tierra.

«La personalidad del pintor me ha movido hacia Dios»

En 2008 se celebró en Samara el 150 aniversario del nacimiento de Gregorio Zhuravliov. El escritor Serguey Zhigalov, autor de una novela encargada especialmente para dar de conocer la vida de este extraordinario hijo de la tierra de Samara, fue preguntado por el corresponsal de un periódico ruso:

— ¿Le ha causado alguna influencia su trabajo sobre el pintor de iconos sin brazos ni piernas? ¿Le ha ayudado Grigori Zhuravliov a entender más profundamente la fe?

— Sí –respondió Zhigalov–. La personalidad de Zhuravliov me ha movido hacia Dios. Como decía Leskov [un escritor ruso], me “ha hecho tocar el borde del manto de Cristo”. Sin entender la fe ortodoxa, es imposible escribir un libro así. En el proceso de trabajo, conocí a la madre Agnia, una monja del monasterio de Nuestra Señora de Iver, que es responsable del taller de iconos. Y poco a poco yo mismo empecé a frecuentar la iglesia los domingos, confesarme y comulgar, leer las vidas de los santos. Y ahora, después de haber escrito este libro, ya no puedo vivir de otra manera.

Fuente: fluvium.org

HOMOESCEPTICO

NO SOY HOMÓFOBO SINO HOMOESCEPTICO Fuente: www.aceprensa.com

«Homoescéptico» es aquel que no odia ni tiene miedo de los homosexuales, pero no comparte sus presupuestos claves

Siempre me ha extrañado el término ―homofobia‖. Para mucha gente significa tener prejuicios contra, o incluso odiar, a los homosexuales. Wikipedia lo define como ―un tipo de actitudes y sentimientos negativos hacia la homosexualidad y hacia la gente identificada o percibida como homosexual‖.

De acuerdo con esta definición, la autora y activista a favor de los derechos humanos Coretta Scott King, en un discurso de 1998, puso al mismo nivel la homofobia y ―el racismo y el antisemitismo y otras formas de intolerancia‖, sobre la base de que ―trata de deshumanizar a un amplio grupo de gente, negar su humanidad, su dignidad y su carácter de persona‖.

Es comprensible, pues, que a nadie le guste ser calificado de ―homófobo‖ (…) Sin embargo, cuando el término se usó por primera vez significaba en realidad algo muy diferente. La palabra ―homofobia‖ se imprimió por primera vez en un artículo publicado el 23 de mayo de 1969 en el tabloide americano Screw, en el cual se usó para referirse al miedo del varón heterosexual a que otros pudieran pensar que era gay. También fue usado para describir el miedo de la gente que ―salía del armario‖ para declararse homosexual.

Estas definiciones responden mucho más al sentido literal. Después de todo, una fobia es un miedo: claustrofobia, aracnofobia y acrofobia son miedos a los espacios cerrados, a las arañas y a las alturas, respectivamente.

La homofobia de hoy

Para mucha gente, ―homofobia‖ es en realidad el miedo a ―ser acusado de

intolerancia, prejuicio o discriminación contra los homosexuales‖. Este miedo, que es cada vez más común, lleva a la gente a mantener una actitud defensiva para evitar atraerse desaprobación o publicidad negativa. Esto puede llevar a cambiar la propia posición en público, fingiendo adoptar opiniones acordes con el consenso progresista prevalente, negar activamente las propias convicciones o simplemente abstenerse de expresar la propia opinión cuando se discute el tema.

Este tipo de ―homofobia‖ está haciéndose cada vez más común entre los pertenecientes a confesiones que enseñan que el sexo fuera del matrimonio está mal (la mayoría de las religiones mundiales) y no es difícil traer a colación ejemplos de personas, a menudo importantes, en las que esta condición se encuentra muy avanzada.

Para la gente que no odia a los gays, ni se siente molesta por ellos ni los teme, sino que simplemente piensa que el sexo entre personas no casadas (incluido entre personas del mismo sexo) es moralmente erróneo, necesitamos un nuevo término. Me gustaría proponer el término ―homoescéptico‖, término que todavía no

es de uso común y por tanto está abierto a una redefinición.

Lo que no cree el homoescéptico

El Urban Dictionary define al ―homoescéptico‖ como ―un miembro de la sociedad que no odia a los homosexuales, sino que generalmente no está de acuerdo con el principio de la homosexualidad en términos éticos y morales‖.

Quisiera ampliar esta definición para incluir ―al que es escéptico sobre los presupuestos claves del movimiento gay‖, creencias tales como:

— la homosexualidad está genéticamente determinada
— la orientación homosexual no se puede cambiar
— la orientación sexual es una característica biológica como la raza, el sexo o el color de la piel
— los sentimientos de atracción hacia el mismo sexo deben ser aceptados y seguidos
— ofrecer ayuda a los que quieren resistirse a esos sentimientos o suprimirlos es siempre erróneo.

Por supuesto, si uno acepta esos presupuestos clave, pensará que la gente que no los acepta es ignorante, intolerante, llena de prejuicios o incluso inmoral. Puede

incluso pensar que tales personas no deberían ocupar cargos públicos, expresar públicamente sus opiniones ni ocupar ningún empleo que tenga que ver con aprobar, promover o facilitar la intimidad entre personas del mismo sexo.

Pero si tiene dudas sobre la verdad de alguna o de todas esas creencias –y sospecha que pueden deberse más a presupuestos ideológicos que a pruebas–, entonces uno puede alegar que no es ―homófobo‖ sino ―homoescéptico‖.

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Peter Saunders fue Director de Salud Pública del Reino Unido y secretario general del Christian Medical Fellowship, una organización británica de 4.500 médicos y 1.000 estudiantes de medicina. Una versión completa de este artículo figura en su blog, Christian Medical Comment.

¿Somos realmente diferentes?

HOMBRE Y MUJER: SOMOS DIFERENTES Cerebro y diferencias sexuales mujer-varón

J. Manuel Giménez Amaya

INTRODUCCIÓN

La lectura atenta de la historia de los pueblos múltiples veces atestigua la proverbial capacidad de la mujer para demostrar una extraordinaria perseverancia en la adversidad y en las calamidades que rodean cualquier situación límite, y también para mantener, en semejantes circunstancias, una mirada de esperanza hacia el futuro, valorando en su más alto grado toda vida humana. Tal vez estas afirmaciones no parezcan especialmente novedosas, pues si echamos un nuevo vistazo a la historia de la humanidad, pero cambiando ahora nuestro punto de vista hacia el de los varones, no cabe ninguna duda de que también pueden realizarse valoraciones singulares a favor de este otro sexo.

Lo que sí parece claro es que al comprobar estos hechos en profundidad y establecer patrones de comparación entre los sexos, uno se pregunta intrigado dónde radicará esa discrepancia que separa las actuaciones de la mujer con respecto a las del varón, cuya forma de actuar también se aleja de la mujer por sus particulares características conductuales. Muchas veces se ha hablado de diferencias genéticas, psicológicas o culturales, pero con el gran desarrollo de las ciencias que exploran el sistema nervioso en los últimos años, muchos neurocientíficos han tornado a investigar si, en verdad, el cerebro de las mujeres y el de los varones presenta características que lo distinguen y que pudieran justificar conductas y acciones diferentes. En caso afirmativo, la gran pregunta que surge casi espontánea se podría enunciar de la siguiente manera: ¿cuál sería la base biológica de fondo que estaría detrás de esos cambios cerebrales?

Estas líneas pretenden hacer un breve resumen divulgativo sobre la neurobiología de las diferencias sexuales entre la mujer y el varón, con la intención de resaltar como hilo conductor aquellos aspectos científicos más relevantes que están surgiendo en los últimos años dentro de la neurociencia acerca de una cuestión de tanta trascendencia. No se pretende, por tanto, ser exhaustivo, ni explicar detalladamente este tema en todas sus dimensiones. Existen importantes trabajos científicos y monografías dedicados a este ámbito de la neurobiología, que el lector puede consultar para profundizar más en un campo neurocientífico que ha experimentado un considerable crecimiento en los últimos años (consultar la bibliografía actualizada de Arnold, 2004; Korol, 2004; Shah et al., 2004; Becker et al., 2005; CahilI, 2006, y el reciente libro de López Moratalla, 2007).

Lamentablemente, todo este tema se ha visto viciado al saltar a la opinión pública, por las amplias connotaciones políticas o sociales que lo acompañan en el mundo actual (Giménez Amaya, 2006). Es un asunto que, indudablemente, ha generado y está generando un «ruido» de fondo, visceral y poco ilustrado, que quizá necesita de una mayor cordura científica en su conjunto. Y la neurociencia puede realizar una gran aportación que ayude a enfocar algunas cuestiones relacionadas con este debate. El texto que aquí se presenta tiene como fin contribuir a destacar algunas de las bases científicas que señalan la existencia de diferencias cerebrales entre la mujer y el varón. Y es en este clima científico donde deberían evaluar- se afirmaciones de corte sesgado que se vierten sin fundamento en muchos terrenos de la vida cultural y social, y que hablan de una igualdad biológica sin paliativos; o que la reducen a un grado mínimo sin ninguna repercusión sobre nuestras vidas, lo que, en definitiva, no obligaría a tenerlas en cuenta.

Por ello, en los apartados siguientes se acomete la tarea de dar noticia en torno a algunos de los descubrimientos científicos que aportan datos sobre la existencia de diferencias estructurales y funcionales en el sistema nervioso central entre las mujeres y los varones. En la descripción experimental se ha intentado emplear un lenguaje interdisciplinar que permita una mayor difusión y entendimiento, aunque no ha podido evitarse el uso de todos los términos necesarios para explicar las diversas investigaciones. Sin embargo, y tal como quedó indicado de un modo más general en párrafos anteriores, se han realizado apuntes bibliográficos que contienen artículos importantes sobre algún aspecto concreto relacionado con este tema, a donde también puede dirigirse cualquier lector que desee examinar con mayor profundidad una determinada cuestión particular.

No se debe olvidar que muchas de las aportaciones más recientes sobre las diferencias sexuales en el cerebro se han llevado a cabo utilizando las modernas técnicas de imagen cerebral (neuroimagen), que precisan un conocimiento adecuado para su correcta valoración e interpretación. Sin este conocimiento se puede entrar en debates que están contaminados de raíz porque los datos obtenidos con estas potentes técnicas neurocientíficas exigen su estudio en el contexto adecuado y su interpretación correcta de acuerdo con la metodología que los ha producido.

En esta línea de razonamiento, y a modo de ejemplo, se puede decir que cuando analizamos los resultados logrados con imágenes de resonancia magnética funcional, que tal vez sea la técnica de neuroimagen más poderosa que poseemos en la actualidad para observar científicamente el funcionamiento de nuestro cerebro, debe recordarse que las imágenes de activación o desactivación cerebral obtenidas ante determinadas pruebas sensoriales o motoras, o tras la aplicación de complejos test psicológicos a los sujetos examinados, reflejan un análisis sofisticado que se basa en varianzas probabilísticas y no en acciones causales directas. Aunque puede sonar un tanto oscuro todo lo que se acaba de indicar, el mensaje sencillo que debe entender el lector es que hay que estudiar y analizar muy detenidamente los experimentos realizados con esas técnicas para llegar a conclusiones certeras y útiles.

En definitiva, y como resumen de todo lo dicho en esta introducción, el artículo que ahora comenzamos pretende señalar con brevedad algunas consideraciones que ilustren cómo la perspectiva de la complementariedad entre los dos sexos también emerge con inusitada claridad desde el punto de vista neurobiológico a la hora de abordar científicamente este aspecto concreto en el amplio espectro de la ciencia neural.

¿HAY BASES CIENTÍFICAS PARA BUSCAR DIFERENCIAS CEREBRALES

ENTRE LA MUJER Y EL VARÓN?

En un artículo ya clásico sobre las diferencias sexuales en la organización cerebral, que apareció en un número monográfico dedicado al estudio del cerebro por la revista de divulgación científica Scientific American, y en la traducción posterior de su edición española publicado en la revista Investigación y Ciencia, la profesora Doreen Kimura, de la Universidad de Western Ontario en Canadá, terminaba su trabajo diciendo que, con referencia a la organización cerebral en las mujeres y en los varones, «el hallazgo de diferencias de origen sexual coherentes y, en algunos casos, muy sustanciales, sugiere que hombres y mujeres pueden tener distintos intereses y capacidades ocupacionales, con independencia de las influencias de la sociedad. Por ejemplo, yo no esperaría que hombres y mujeres hubieran de estar necesariamente representados de forma paritaria en actividades o profesiones que resaltan las habilidades espaciales o matemáticas, como la ingeniería o la física, y sí podría esperar que participaran más mujeres en los campos del diagnóstico médico, donde reviste suma importancia la fineza perceptiva. Así, aunque cualquier individuo dado pueda tener la capacidad de situarse en un

campo «atípico», las proporciones de uno y otro sexo, en conjunto, admiten variación» (Kimura, 1992).

Llama la atención la claridad con que muchos de los principales neurocientíficos que han analizado las diferencias sexuales en el sistema nervioso central resaltan la existencia, de hecho, de estas distinciones. Y ello ha ayudado enormemente a ver estas diferencias en un contexto de complementariedad entre los sexos más que en una lucha antagónica entre ellos o en reivindicaciones culturales no superadas.

Desde el punto de vista de la neurociencia, los trabajos de Kimura recogían ya una tradición de estudio que se inició de alguna manera en el año 1966 cuando Seymour Levine publicara en Scientifrc American su célebre estudio sobre las diferencias sexuales en el cerebro (Levine, 1966). Desde entonces los neurocientíficos han hecho descubrimientos que sustancian de manera nítida esas diferencias. Hay que reconocer que tales investigaciones no han estado exentas de polémica, por sus amplias implicaciones humanas y sociales; aunque también es verdad que nunca se tomaron seriamente las ideas de superioridad de un cerebro masculino sobre otro femenino, o incluso de igualdad plena y llana, de forma especial con la llegada de la neurociencia como disciplina enteramente multidisciplinar. El ejemplo que señalaba Nolte en el año 2002, resulta muy significativo (Nolte, 2002). Relata este autor que la idea de que el cerebro femenino era más pequeño – y por lo tanto, estaba dotado de un menor número de neuronas y de células de la glía-, lo que llevaría a que las mujeres tuvieran una menor capacidad cerebral, nunca se tuvo en cuenta de manera seria. Esto es verdad en términos estadísticos, pero también lo es -sensu contrario- que las mujeres tienden a perder menos neuronas a lo largo de su vida, y que, funcionalmente, pueden realizar tareas cognitivas con mayor habilidad que los varones, especialmente aquellas que requieren un entorno emocional o afectivo (Nolte, 2002).

Aunque los trabajos de Kimura fueron revolucionarios para demostrar las diferencias cerebrales entre los sexos, se puede decir que este aspecto de la neurociencia moderna ha dado un salto muy grande durante los últimos 5-10 años. De hecho, hemos podido comprobar que tanto en los animales como en el hombre, las influencias sexuales afectan a muchas áreas del cerebro y de la conducta, como es el caso de la emoción, la memoria, la organización sensorial de la visión y de la audición, la percepción del dolor, la organización espacial y del movimiento, los niveles de sustancias utilizadas como neurotransmisores, o la acción de las hormonas de estrés sobre el sistema nervioso normal y patológico (Kimura, 1992; CahiI, 2006; López Moratalla, 2007).

En concreto, también hoy sabemos muy a fondo que, entre otras, existen variaciones notables cuando se estudian las habilidades motoras, verbales o espaciales en mujeres o en varones. Por ejemplo, las mujeres realizan mejor aquellas tareas que exigen coordinación de movimientos, tienen una mayor fluidez verbal y capacidad de deletrear, y memorizan las listas de palabras con una eficacia superior. En cambio, responden peor a las pruebas motoras que precisan buena puntería o, cuando se explora la capacidad espacial, tienen más problemas de orientación, percepción o visualización del entorno. Además las mujeres usan distintas regiones del cerebro para procesar y almacenar la memoria a largo plazo. Asimismo, recientemente se han detectado importantes diferencias sexuales en la elaboración de la información por el complejo amigdalino, estructura del cerebro muy implicada en la integración de las emociones, y que detallaremos en el tercer apartado de este capítulo (Cahill, 2006).

Como ya se indicó de forma somera en la introducción, la llegada al campo neurocientífico de las modernas técnicas de imagen cerebral, como la tomografía por emisión de positrones (PET, según sus siglas en inglés) y la resonancia magnética (Mifi) estructural y sobre todo funcional (FMRI), no han hecho más que aumentar exponencialmente la sensación de que, en verdad, nuestro cerebro está organizado según una regulación sexual diferenciada, y que se pueden poner de manifiesto estas distinciones, que cada vez cobran mayor claridad y que afectan a una mayor cantidad de funciones de nuestro sistema nervioso central.

Larry Cahill, al que ya hemos citado a lo largo de este trabajo en varias ocasiones, es una de las autoridades más reconocidas en el estudio cerebral de las diferencias sexuales mujer-varón. Profesor del Departamento de Neurobiología y Conducta de la prestigiosa Universidad de California en Irvine, son ya clásicos sus estudios de neuroimagen demostrando que mujeres y varones usan diferentes regiones del cerebro para procesar y almacenar la memoria a largo plazo, o que un fármaco, el propranolol, interfiere con esta facultad de manera diferenciada en cada sexo (véase la bibliografía en Cahili, 2006). En definitiva, sus investigaciones han contribuido poderosamente a otorgar el relieve correspondiente a tales desigualdades para aplicarlas en campos decisivos como la pedagogía o la sociología; o, también, en el tratamiento de diversas enfermedades (Cahill, 2006; Giménez Amaya, 2006).

Con todos estos datos a la vista, además conviene señalar que en los últimos años el debate neurocientífico se dirige por otros caminos. En la actualidad, un nutrido grupo de investigadores cerebrales buscan con tesón diferencias estructurales, bioquímicas o funcionales en distintas partes del sistema nervioso con el fin de aclarar en profundidad, por ejemplo, la causa de que algunas patologías puedan presentar una marcada preferencia por uno de los sexos, como es el caso de la depresión o el síndrome del colon irritable, dos procesos de aparición más frecuente en la mujer que en el varón.

En un ya clásico artículo del profesor Cahill publicado en la prestigiosa revista Nature Reviews Neuroscience de junio de 2006, se señalaban algunos conceptos erróneos utilizados al analizar la neurobiología de las diferencias sexuales desde la perspectiva neurocientífica. Se dice que éstas son pequeñas y poco fiables, y que las desigualdades que se ven entre los sexos representan casos extremos, nunca una regla general. Además, se índica que las desigualdades existentes dentro de un mismo sexo son mayores que las que separan a la mujer del varón. También se ha sugerido que las diferencias quedarían explicadas en su integridad por la acción de las hormonas sexuales, especialmente los estrógenos. Finalmente, se entiende que si una determinada conducta es equivalente en los dos sexos, los mecanismos nerviosos implicados en su producción y organización deben ser idénticos.

Cahill afirma no tener confirmación científica de muchas de estas hipótesis y, además, indica que los resultados que se van obteniendo gracias a los estudios aportados por la neurociencia cognitiva, apoyan más bien la idea de que las diferencias son mucho más complejas y rehúyen todo análisis simplista sobre una teórica «igualdad cerebral de género». Dos ejemplos concretos lo prueban. En primer lugar, algunos trabajos señalan la gran entidad que asumen los mecanismos genéticos en el establecimiento de estas diferencias, independientemente de las hormonas circulantes. En segundo lugar, cada día son más numerosas las investigaciones neurocognitivas que reflejan distinciones sexuales importantes en la actividad neuronal, pero carentes de cualquier repercusión sobre la conducta en la mujer o en el varón.

Por lo tanto, pensamos que la respuesta a la pregunta que se enunciaba al comienzo de este apartado es afirmativa. En el siguiente epígrafe describiremos algunos de los hallazgos científicos que fundamentan nuestra contestación y, finalmente, estableceremos unas conclusiones a partir de nuestro estudio.

NEUROBIOLOGÍA DE LAS DIFERENCIAS SEXUALES MUJER-VARÓN

Pienso que el relato detallado de todos los trabajos que han encontrado diferencias en la estructura o en la función cerebral entre la mujer y el varón se escaparía de la finalidad de este artículo. Por otra parte, como ya se ha indicado previamente, existen excelentes monografías y trabajos de revisión que se deberían consultar con detenimiento para adquirir una visión completa sobre todo ello. En este apartado, sin embargo, pretendo dar unos ejemplos que me parecen significativos sobre algunos dimorfismos estructurales, funcionales o neuroquímicos en el sistema nervioso central.

Existen diferencias sexuales en muchas de las regiones telencefálicas del sistema nervioso que se han estudiado. Y entre ellas también podríamos incluir zonas consideradas «cognitivas» tales como el hipocampo, el complejo amigdalino y amplias regiones de la neocorteza (Juraska, 1991). Las diferencias sexuales en el sistema nervioso central pueden ser igualmente de naturaleza más global. Por ejemplo, amplias áreas de la sustancia gris de la corteza cerebral tienen un grosor relativamente mayor en las mujeres que en los varones (Luders et al., 2006). Las proporciones entre sustancia gris y sustancia blanca también varían considerablemente entre los dos sexos en las distintas regiones de la corteza cerebral humana (Allen et al, 2003). Muchas veces las diferencias resultan evidentes en la propia estructura anatómica, pero sí en alguna de sus dimensiones funcionales. Por ejemplo, una región del sistema nervioso central puede diferir sexualmente en aspectos relacionados con sus neurotransmisores, o bien en su respuesta genética o metabólica a la experiencia. Asimismo, las nuevas alternativas metodológicas (como es el caso de los ratones modificados genéticamente o los análisis morfométricos de los datos obtenidos con las técnicas de neuroimagen humana y basados en vóxeles) están ofreciendo nuevos dimorfismos sexuales que no se habían manifestado previamente (Shah et al., 2004; Bielsky et al., 2005; Mecheffi et al., 2005; Cahill, 2006). Y todo ello podría significar que tan sólo podemos ver una fracción aún pequeña de todas las posibles diferencias sexuales en el cerebro entre la mujer y el varón.

A modo de ejemplo, y tomándolas como modelo de dimorfismo desde el punto de vista estructural y funcional, nos fijaremos a continuación en dos regiones situadas en el lóbulo temporal de los hemisferios cerebrales: la formación del hipocampo y el complejo amigdalino.

El hipocampo es una región cerebral plenamente implicada en los procesos de aprendizaje y memoria (Nolte, 2002, Baars y Gage, 2007; Haines, 2008). Su dimorfismo sexual afecta a su estructura neuroanatómica, su configuración neuroquímica y su reactividad ante situaciones de estrés o de sobrecarga emocional (Madeira y Lieberman, 1995). El volumen del hipocampo es, por regla general, mayor en la mujer que en el varón, una vez realizadas las correcciones oportunas para compensar el tamaño total del cerebro (Goldstein et al., 2001). En el animal de experimentación, también se han visto otras muchas diferencias sexuales, como por ejemplo, la mayor abundancia de células piramidales en determinadas zonas hipocampales de los animales machos, o variaciones en muchos de los sistemas funcionales de neurotransmisión (por ejemplo, en el caso de las siguientes sustancias: noradrenalina, serotonina, acetilcolina, corticosterona, benzodiazepina y colecistocinina) (Madeira y Lieberman, 1995; Cahifi, 2006). También en los animales se ha visto que el sexo influye en el cometido desempeñado por el hipocampo para el aprendizaje, especialmente en las situaciones de estrés agudo y crónico (McEwen, 2000; Shors, 2002; Cahill, 2006). Precisamente con respecto a esto último, las diferencias sexuales del hipocampo también han sido detectadas en el hombre (Shors, 2002; Jackson et al., 2005).

Otra estructura claramente dimórfica desde el punto de vista sexual es el complejo amigdalino, cuya relevancia en la organización del cerebro parece cada vez mayor por su posición nodal en la estructuración del sistema límbico, que se encarga de procesar las emociones y de asociarlas a los procesos cognitivos y motivacionales (Cahifi, 2006; Baars y Gage, 2007; Ledo-Varela et al., 2007; Haines, 2008). Por ejemplo, según un estudio publicado en el año 2004 que me parece muy significativo señalar aquí, Cahill y colaboradores han puesto de manifiesto que existen diferencias sexuales en la relación entre la actividad del complejo amigdalino y la memoria durante las experiencias emocionales. Así, han visto una participación más destacada del complejo amigdalino izquierdo en la memoria emocional (por regla general, imágenes visuales) de las mujeres. En cambio, en los varones puede observarse lo contrario (predominio del complejo amigdalino derecho) (Cahill et al., 2004; Cahill, 2006). Esto mismo también ha sido confirmado en el animal de experimentación mediante la estimulación de los complejos amigdalinos, al observarse que el derecho modula el almacenamiento de la memoria en ratas macho (Lalumiere y McGaugh, 2005).

En cuanto a las diferencias sexuales entre la mujer y el varón con respecto a la organización neuroquímica del sistema nervioso, también podríamos señalar algunos dimorfismos.

Antes ya nos referimos a varios de los sistemas de neurotransmisores afectados en estas diferencias. En un estudio preliminar ya clásico de la década de los 70, Robinson y su equipo encontraron diferencias sexuales en el contenido de monoaminas, con una concentración considerablemente más alta de monoaminooxidasa en varias regiones cerebrales de la mujer (Robinson et al., 1977). En el año 2005, Curtis y colaboradores han podido observar en el animal de experimentación que la hormona liberadora de corticotropinas activa con mucha mayor potencia en las ratas hembra las neuronas una región específica del tronco del encéfalo, denomina locus coeruleus, con relación a una situación de sobrecarga emocional o de estrés (Curtis et al.,2005).

Otros dos ejemplos característicos de dimorfismo sexual en el cerebro humano tienen relación con los sistemas serotininérgico y opiáceo. Con respecto al primero, las diferencias atañen a la velocidad de síntesis de la serotonina en las personas san las concentraciones de sus metabolitos en tejido necrópsico y el número de células que contiene el núcleo del rafe en el tronco del encéfalo (las referencias bibliográficas de todos estos trabajos pueden consultarse en Cahill, 2006). Los péptidos opioides también presentan un dimorfismo sexual. Se han podido detectar diferencias en su eficacia analgésica y, utilizando técnicas de neuroimagen, se han señalado variaciones sexuales en la unión de los opioides a sus receptores respectivos en diversas regiones cerebrales, como es el caso del complejo amigdalino y el tálamo (Zubieta et al., 1999; Craft, 2003).

Conviene decir también que existen diferencias dimórficas entre la mujer y el varón con respecto a enfermedades neurológicas y psiquiátricas, que afectan a su naturaleza y a su incidencia. Entre ellas destacamos las siguientes: enfermedad de Alzheimer, trastorno por estrés postraumático y otros trastornos de la ansiedad, esquizofrenia, accidente cerebrovascular, esclerosis múltiple, autismo, patología adictiva, fibromialgia, trastorno por déficit de atención, colon irritable, síndrome de Gules de la Tourette o los trastornos alimentarios (Klein y Corwin, 2002; Shors, 2002; Hines, 2004; CahilI, 2006).

Finalmente, y como un ejemplo de lo señalado en el párrafo anterior a propósito de la patología, los casos clínicos proporcionan otro método de estudio muy valioso para abordar el problema del dimorfismo sexual entre las mujeres y los varones. Así, los varones son más propensos a sufrir una afasia (deterioro de la capacidad de comprensión y/o producción del lenguaje, a raíz de un daño en las áreas del lenguaje situadas en la corteza cerebral o en las interconexiones de dichas regiones corticales) después de una lesión en el hemisferio izquierdo (Purves et al., 2007). Ello también ha hecho pensar a varios autores que el lenguaje se encuentra representado en la corteza cerebral de forma diferente en los varones y en las mujeres (Harasty et al., 1997; Purves et al., 2007).

La profesora Doreen Kimura (Kimura, 1992, y véase también Kimura, 1996) ha analizado las funciones cerebrales relacionadas con el lenguaje de manera muy extensa. Para ello, esta investigadora las ha estudiado en pacientes diestros con una lesión unilateral en la corteza cerebral izquierda (la función del lenguaje está lateralizada en la corteza cerebral; para los individuos diestros, suele localizarse en el hemisferio izquierdo). Ella encontró que las mujeres eran más propensas a sufrir afasias si el daño cortical se restringía a las porciones anteriores del hemisferio cerebral izquierdo, mientras que los varones presentaban afasias con mayor frecuencia si la lesión cerebral se localizaba en una región más posterior de la corteza cerebral. Kimura concluía que las áreas corticales relacionadas con el lenguaje tienden a ocupar una posición más anterior en el cerebro de las mujeres que en el de los varones y, quizá por ello, serían menos susceptibles de sufrir un daño en los accidentes cerebrovasculares, dada la afectación menos frecuente de esta región.

CONCLUSIONES

Todo lo expuesto hasta aquí, vuelve a llevarnos hacia la idea con la que iniciamos este breve ensayo dedicado a realizar algunas consideraciones sobre los fundamentos neurobiológicos de la diferenciación entre la mujer y el varón. Se puede decir con claridad que, en efecto, existen diferencias cerebrales morfofuncionales en la constitución del sistema nervioso central de la mujer y del varón. Y además, es importante saber que desde muchos puntos de vista, estas diferencias no deberían ignorarse.

Los estudios neurocientíficos están dejando cada vez más claro que la diferencia entre la mujer y el varón no sólo es manifiesta en los atributos físicos y en su función reproductora, sino que también aparece, por ejemplo, en la manera como los dos sexos resuelven problemas de índole cognitiva o establecen patrones de comunicación a través del lenguaje. Brevemente, se puede decir que el dimorfismo sexual ha podido demostrarse en el ser humano por múltiples parámetros anatómicos, fisiológicos y psicológicos, y este dimorfismo está moldeado por influencias internas (genéticas y endocrinas) y externas (psicosociales y ambientales) (Harasty et al., 1997). También es importante señalar que, aunque durante los últimos años se ha insistido en que estas diferencias entre las capacidades cognitivas de la mujer y del varón son pequeñas, la realidad parece indicar que las hormonas sexuales condicionan la organización del sistema nervioso central desde los primeros estadios del desarrollo del individuo. De todos modos, aunque todo indica que esta disparidad de partida existe, todavía no se han conseguido evaluar con absoluta precisión los efectos que tienen, por ejemplo, la experiencia y el entorno externo sobre el desarrollo del cerebro de la mujer y del varón.

Pero también debemos señalar que nos enfrentamos a un asunto que plantea muchos más interrogantes de los que parecía en un primer análisis superficial. Además de las implicaciones patológicas, pedagógicas, laborales o sociales de estas investigaciones, se podría decir, con palabras de un estudio de la sección médica de la National Academy of Sciences de los Estados Unidos, que «(…) el sexo importa. Importa desde perspectivas que no esperábamos. Y, sin duda, importará de manera que todavía no somos capaces de imaginar». En mi opinión, las diferencias sexuales en el cerebro destacan de forma muy sugerente el aspecto complementario que está presente en el designio vivencial de la mujer y del varón en nuestra sociedad.

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José Manuel Giménez Amaya

Doctor en Medicina y Cirugía.
Catedrático de Anatomía y Embriología de la Universidad Autónoma de Madrid.

Fecha: 20 de marzo de 2010

Fuente:

http://www.esposiblelaesperanza.com/index.php?option=com_content&view=arti cle&id=1663:cerebro-y-diferencias-sexuales-mujer-varon-j-manuel-gimenez- amaya&catid=136:16-masculinidad–feminidad&Itemid=63

El mito de la TV en niños

 

 

 

MITO: LA TV NO PERJUDICA A MIS HIJOS PEQUEÑOS, LO QUE VEN ESTÁ EN LA CALLE

Este mito explica por qué a muchos padres les parece bien poner la TV o un PC con Internet, en las habitaciones de sus hijos a partir de los 8 años, sino antes. La realidad es que la TV perjudica gravemente el concepto que el niño acaba teniendo sobre las otras personas y distorsiona gravemente su normal desarrollo afectivo sexual.

Se calcula que un televidente habitual observa alrededor de 9.000 escenas de relaciones sexuales o similares anualmente. Más de 7.000 de estas escenas son extramatrimoniales. Calcule entonces el tiempo promedio que un “teleadicto” infanto – juvenil le ha dedicado a la televisión antes de ingresar en la universidad, y se encontrará con una desagradable sorpresa: más de 90.000 escenas de relaciones sexuales (reales o ficticias) vistas, de las cuales cerca de 73.000 se producen fuera del matrimonio.

Por lo tanto, la televisión describe 6 veces más sexo extramarital, que sexo entre esposos. El 94% de los encuentros sexuales en las telenovelas son entre gente que no están casadas. Si le añadimos a esto que para un joven teleadicto la televisión ocupa el segundo lugar en influencia sobre su comportamiento, y que, en las telenovelas y seriales, quienes practican sexo son personas de gran belleza que además nunca se enferman de venéreas ni tienen problemas sicológicos, los resultados serán que estos jóvenes tendrán relaciones sexuales a muy tempranas edades.

Cómo se presenta la pornografía

La pornografía se conceptúa como la “descripción explícita o gráfica de la actividad sexual”, y el erotismo como “aquello relativo al amor camal o a la exacerbación del amor sensual”. Las dos actúan de una forma negativa en los procesos bioquímicos del cerebro, y aunque se han querido diferenciar según términos artísticos o comerciales, el impacto, especialmente de las imágenes, tiene las mismas consecuencias.

Por cada hora de transmisión televisiva se presentan 3 actividades sexuales. En los programas cómicos, el 88% de su contenido hace referencia sexual. En este tipo de programas el contenido no es usualmente explícito, sino que se maneja de manera verbal. Como consecuencia, hay cambios acumulativos en la forma de ver el mundo, afectando principalmente los juicios de moral, especialmente en los adolescentes.

En los videos pornográficos, su contenido es absolutamente explícito y resalta la dominación física, humillante y ofensiva del hombre sobre la mujer.

 

 

 

 

De la pornografía a la violación

Debido a que la violación es una constante en este material, muchos hombres dan el brinco y trasladan sus emociones al mundo exterior. En este estado se ven normales las aberraciones más graves. Solamente en los Estados Unidos, en la última década, se han incrementado cuatro veces las violaciones debido al uso de la pornografía.

Se puede manifestar sin temor a equivocarse, que la creciente tendencia a las violaciones que se observa en todo el mundo, es causada por la pornografía pasiva. De hecho, un 27.5% de las violaciones que ocurren contra estudiantes en los Estados Unidos, se deberían a la influencia negativa de la pornografía sobre los violadores. El 70% de la pornografía que se expende, será consumida por adolescentes.

La pornografía y el erotismo, en cualquiera de sus modalidades, violenta o no violenta, sea que la transmitan por televisión, en películas, en periódicos o revistas, por Internet, por teléfono o hasta por la música, implica una transformación deformante sobre el ser humano, su sexualidad y su relación con el medio que lo rodea.

El investigador Dolf Zillman, manifiesta que “es innegable que todo lo que el hombre lee y escucha, lo afecta en mayor o menor medida. Si no fuera sí, no se gastarían en Estados Unidos más de 10 billones de dólares al año en anuncios publicitarios, que de una u otra forma persuaden nuestras preferencias sobre algo. De la misma forma, la exposición a imágenes pornográficas afecta nuestro concepto del mundo y atenta contra los valores más profundos que existen en la conciencia”.

Cuando el sexo es manifestado en el matrimonio, es un fenómeno maravilloso y romántico, pero la pornografía saca al sexo de su contexto y lo vuelve destructivo causando enfermedad, adicción, embarazos no deseados, ansiedad, tristeza y vergüenza. Lo que empieza por curiosidad, puede desembocar en serios trastornos de la personalidad.

El Internet y los teléfonos

El acceso al Internet, sin supervisión de un adulto, puede abrir las puertas para que cualquier menor acceda a contenidos pornográficos, de los cuales hay en abundancia y son de contenido explícito.

El teléfono es el medio más utilizado por los menores de edad. Las conocidas líneas telefónicas de este tipo, cambian su mensaje erótico cada hora, y se consideran un factor determinante en el creciente número de niños que atacan sexualmente a otros. En los años 80, este tipo de abusos se triplicó en Estados Unidos.

Fuente: diversas páginas de Internet

 

El mito del cerebro inmaduro de los adolescentes

El mito del cerebro inmaduro de los adolescentes

Firmado por Thomas Lickona

Fecha: 6 Febrero 2008

Fuente: Aceprensa

En muchos países parece que los chicos presentan creciente precocidad para el alcohol o la promiscuidad sexual, entre otras conductas peligrosas. Según una teoría, el cerebro del adolescente carece de la madurez necesaria para contener los impulsos. Otra posibilidad es que los jóvenes se limiten a hacer lo que se espera de ellos, o a no hacer lo que no se les pide. Esto es lo que sostiene Thomas Lickona, especialista en psicología evolutiva y profesor de Educación en la Universidad Estatal de Nueva York1.

Todos conocemos el enfoque pragmático de la educación sexual: “Hay que presentar la continencia como la mejor opción; pero seamos realistas y enseñemos también a usar el preservativo”. A lo que deberíamos responder: “¿Acaso cuando alentamos a abstenerse de las drogas, también enseñamos a los jóvenes a practicar el ‘consumo de drogas seguro’? Si estamos convencidos de que una conducta es perjudicial para uno mismo y para los demás, como sin duda es la promiscuidad sexual , ¿enseñamos a los jóvenes a practicarla de todas formas, o les enseñamos que nuestra convicción es realmente lo mejor para ellos y para la sociedad?”.

Por si la educación en la castidad no tuviera bastantes enemigos, temo que anda suelto por el mundo uno nuevo, que amenaza debilitar hasta el sentido común. Este nuevo peligro es el mito del “cerebro adolescente”. Estoy leyendo un libro titulado The Primal Teen: What the New Discoveries About the Teenage Brain Tell Us About Our Kids (“El adolescente primario: Lo que nos enseñan sobre nuestros hijos los nuevos descubrimientos sobre el cerebro adolescente”). Ahí se citan “expertos en el cerebro” que afirman cosas como esta: “Los adolescentes tienen pasiones más fuertes (…) pero no frenos, y tal vez no lleguen a tener buenos frenos [o sea, la maduración de la corteza prefrontal, necesaria para inhibir la conducta impulsiva] hasta los 25 años”.

Los adultos no son mejores

adolescentesHace unos meses hablé en un congreso sobre continencia en el que había un seminario sobre las implicaciones de las nuevas investigaciones en el cerebro. Cuando acabé la exposición, se levantó un médico que estaba en la mesa de presidencia y dijo: “Todos esos argumentos lógicos a favor de la continencia están muy bien, pero ¿qué eficacia tienen para un cerebro adolescente al que aún faltan diez años para completar su desarrollo?”.

Contesté que si trajéramos a la sala a cien chicos de 15 años elegidos al azar, podríamos alinearlos formando una progresión continua, desde los que nunca han tenido relaciones sexuales ni han hecho ninguna insensatez, hasta a los que tienen relaciones sexuales varias veces por semana y siguen otras muchas prácticas de alto riesgo. Todos sus cerebros tendrían más o menos la misma edad y el mismo grado de madurez cortico-prefrontal. ¿De dónde, entonces, la gran variedad en cuanto a comportamientos que piden la regulación de los impulsos? Añadí que cuando yo estaba en secundaria, no tuve relaciones sexuales con mi chica no por mi grado de madurez cerebral, sino por mis principios. Entre otras cosas, creía que era pecado mortal, y no estaba dispuesto a jugarme el alma.

De hecho, encuestas hechas en Estados Unidos muestran que los adultos de 35 a 54 años inciden en distintos comportamientos peligrosos en mayor proporción que los adolescentes. Es mucho más frecuente que mueran en accidente de automóvil, se suiciden, se emborrachen o ingresen en el hospital por sobredosis de droga.

Críticas científicas

Han comenzado a aparecer críticas científicas de las teorías sobre el cerebro adolescente. En septiembre pasado, The New York Times (17-09-2007) publicó en sus páginas de opinión un artículo de Mike Males, investigador senior del Center on Juvenile Justice y fundador de Youthfacts.org. Males decía: “Un alud de informaciones periodísticas anuncia con gran excitación que la ciencia puede explicar por qué los adultos tienen tantas dificultades para tratar con adolescentes: estos tienen cerebros inmaduros, no desarrollados, que los impulsan a comportamientos peligrosos, detestables, irritantes para los padres. Pero el puñado de expertos y responsables públicos que hacen tales afirmaciones incurren en exageraciones insensatas. Investigadores del cerebro más serios, como Daniel Siegel (Universidad de California en Los Ángeles) o Kurt Fischer (Programa Mente, Cerebro y Educación, de Harvard), advierten que los científicos están apenas empezando a averiguar cómo funcionan los sistemas cerebrales. “Naturalmente, se quiere usar la ciencia del cerebro para definir políticas y métodos, pero nuestro limitado conocimiento del cerebro impone muy severas limitaciones a ese empeño. En estos comienzos de su historia, la neurociencia no puede suministrar una educación basada en el conocimiento del desarrollo cerebral”, dice Siegel.

Robert Epstein, ex director de Psychology Today y jefe de colaboraciones de Scientific American, rebate así las teorías del cerebro adolescente: “Los adolescentes son tan capaces como los adultos en una amplia gama de cualidades. Se ha comprobado que superan a los adultos en pruebas de memoria, inteligencia y percepción. La tesis de que los adolescentes tienen un ‘cerebro inmaduro’, que necesariamente causa una crisis, queda totalmente desmentida si nos fijamos en la investigación antropológica que se hace en el mundo. Los antropólogos han encontrado más de cien sociedades contemporáneas en las que la crisis de la adolescencia falta por completo; en la mayoría de esas sociedades ni siquiera hay una palabra para designar la adolescencia.

Subir el listón

“Aún más contundentes son los estudios antropológicos de larga duración hechos en Harvard en los años ochenta: muestran que la crisis de la adolescencia comienza a aparecer en una sociedad donde no se daba a los pocos años de adoptar el sistema escolar occidental y estar bajo el influjo de los medios de comunicación occidentales. Por último, abundantes datos indican que cuando se da a los jóvenes verdaderas responsabilidades y la posibilidad de tratar con adultos, aceptan prontamente el reto, y aparece el ‘adulto que llevan dentro’” (Education Week, 4-04-2007).

El peor error que podemos cometer en educación –sin duda el peor en educación del carácter y en la castidad– es subestimar la capacidad de nuestros alumnos. Tengo una amiga que ahora es una dirigente del movimiento para educar en la continencia. Cuenta que en la adolescencia era promiscua. Era tan mal tratada en casa, que cometía pequeños delitos para poder disfrutar de la relativa seguridad que le ofrecía la cárcel. Allí fue a verla un orientador, al que habló de su insensata vida sexual. Él la habló con cariño y la incitó a comportarse con mayor dignidad y disciplina. Hoy es una mujer felizmente casada, madre y respetada educadora. Como ella dice: “¿Qué habría sido de mí si aquel orientador me hubiera dado un condón en vez de creer en mí?”.

Con el apoyo adecuado, los seres humanos, cuando se les proponen metas elevadas, tienden a esforzarse por alcanzarlas. La castidad es difícil, como todo lo que vale la pena en la vida. Es hora de que todos, escuelas y padres, subamos el listón.