Matrimonio y familia según el Papa

Matrimonio y familia en la historia de la salvación

La verdad del matrimonio y de la familia, que hunde sus raíces en la verdad del hombre, ha

encontrado aplicación en la historia de la salvación, en cuyo centro está la palabra: «Dios

ama a su pueblo». La revelación bíblica, de hecho, es ante todo expresión de una historia de

amor, la historia de la alianza de Dios con los hombres: por este motivo, la historia del amor y

de la unión de un hombre y de una mujer en la alianza del matrimonio ha podido ser asumida

por Dios como símbolo de la historia de la salvación. El hecho inefable, el misterio del amor

de Dios por los hombres, toma su forma lingüística del vocabulario del matrimonio y de la

familia, en positivo y en negativo: el acercamiento de Dios a su pueblo es presentado con el

lenguaje del amor conyugal, mientras que la infidelidad de Israel, su idolatría, es designada

como adulterio y prostitución.

En el Nuevo Testamento, Dios radicaliza su amor hasta convertirse Él mismo, por su Hijo, en

carne de nuestra carne, auténtico hombre. De este modo, la unión de Dios con el hombre ha

asumido su forma suprema, irreversible y definitiva. Y de este modo se traza también para el

amor humano su forma definitiva, ese «sí» recíproco que no se puede revocar: no enajena al

hombre, sino que lo libera de las alienaciones de la historia para volverle a colocar en la

verdad de la creación. El carácter sacramental que el matrimonio asume en Cristo significa,

por tanto, que el don de la creación ha sido elevado a gracia de redención. La gracia de

Cristo no se superpone desde fuera a la naturaleza del hombre, no la violenta, sino que la

libera y la restaura, al elevarla más allá de sus propias fronteras. Y así como la encarnación

del Hijo de Dios revela su verdadero significado en la cruz, así también el amor humano

auténtico es entrega de sí mismo, no puede existir si evita la cruz.

Queridos hermanos y hermanas, este lazo profundo entre Dios y el hombre, entre el amor de

Dios y el amor humano, es confirmado también por algunas tendencias y desarrollos

negativos, cuyo peso experimentamos todos. El envilecimiento del amor humano, la supresión

de la auténtica capacidad de amar se presenta en nuestro tiempo como el arma más eficaz

para que el hombre aplaste a Dios, para alejar a Dios de la mirada y del corazón del hombre.

Ahora bien, la voluntad de «liberar» la naturaleza de Dios lleva a perder de vista la realidad

misma de la naturaleza, incluida la naturaleza del hombre, reduciéndola a un conjunto de

funciones, de las que se puede disponer según sus propios gustos para construir un presunto

mundo mejor y una presunta humanidad más feliz; por el contrario, se destruye el designio

del Creador y al mismo tiempo la verdad de nuestra naturaleza.

Discurso de Beneddicto XVI en la Basílica de San Letrán (parcial)

Matrimonio no hay más que uno

Entrevista a José Pedro Manglano

ROMA, domingo, 2 de mayo de 2010 (ZENIT.org).-Existe un sólo matrimonio: no hay un matrimonio civil y otro religioso. Lo aclara en esta entrevista concedida a ZENIT un escritor y sacerdote, autor de «El libro del matrimonio» (Planeta, 2010), donde repasa esta institución y ofrece claves para comprender lo que él llama «esa misteriosa unión».
Profesor de Antropología en el Centro Universitario Villanueva (Universidad Complutense de Madrid) y capellán, José Pedro Manglano (www.manglano.org) es doctor en Filosofía y combina su trabajo sacerdotal con cursos, conferencias y con la dirección del sello Planeta Testimonio.

Manglano es miembro del Consejo Asesor del Observatorio para la Libertad Religiosa y de Conciencias (www.libertadreligiosa.es).

–Oiga… ¿cuántos matrimonios hay?

–Manglano: Matrimonios no hay más que uno.

No podemos olvidar que solo se casan quienes se casan. ¡Nadie les casa! Cuando hacen el acto libre de entrega total en su ser masculino y femenino, generan una relación particular que llamamos ‘matrimonio’. Consiste en una unión orgánica, de modo que dos forman ‘una sola carne’. Esto -insisto- sólo pueden hacerlo los que se casan. Sólo ellos fundan o crean un nuevo matrimonio.

Por lo tanto, no hay un matrimonio civil y otro religioso. No. Eso son instancias que reconocen o no el matrimonio, el único matrimonio. El Estado dice: ‘Si queréis que yo os reconozca como matrimonio, si queréis que mi legislación sobre el matrimonio se os aplique, yo-Estado os exijo que el consentimiento os lo deis delante de un funcionario, con tantos testigos, que rellenéis estos impresos… y lo que sea’. La pareja que quiere ser reconocida por el Estado hace su matrimonio -¡el único!- del modo establecido por la autoridad civil. Hablamos, entonces
de que esa pareja ha realizado un matrimonio civil.

También la Iglesia, para reconocer a los cristianos su matrimonio, puede exigir unas formalidades en el modo de contraerlo. Entonces hablamos de matrimonio religioso, pero es el único matrimonio.

–La alianza, el arroz, las arras… cuénteme de dónde surge todo esto…

–Manglano: ¡Todo esto! Imposible. Cada una de estas tradiciones se forma en un lugar y momento casi siempre indeterminado, se configura poco a poco, arraiga también en otros lugares…

Se trata de expresiones en lenguaje simbólico. Esto es, las realidades abstractas o espirituales -como puede ser el deseo de prosperidad, el deseo de descendencia, la pertenencia de uno al otro…- se pueden expresar y manifestar de manera física, corporal, material. Los hombres necesitamos hacerlo. Estos símbolos y rituales son profundamente humanos. Conviene conocer su sentido y realizarlos con autenticidad. De lo contrario, se convierten en formalismos o en elementos ornamentales, que terminan por ahogar con liturgias llenas de vacío.

El arroz, por ejemplo, es una tradición muy joven, importada de Asia. En Oriente el arroz es símbolo de fertilidad y riqueza. Quienes provocan una lluvia de arroz a los nuevos esposos les desean una gran familia y abundancia en todos los sentidos. En las bodas griegas ortodoxas, sin embargo, se arrojaban almendras cubiertas de azúcar o pintadas de rojo. Su significado es el mismo, y proviene de que el almendro es el primer árbol que florece en la primavera.

–El matrimonio es un sacramento de dos, mientras los otros sacramentos son «individuales». ¿Por qué es así?

–Manglano: Efectivamente, son dos quienes ‘sufren’ la acción del Espíritu de Dios, acción que hace de ambos una sola carne. Podríamos hablar que la acción transformadora que opera este sacramento es la de realizar una unidualidad, una comunión total de vida y amor.

A partir de su acto libre por el que deciden unirse, el Espíritu constituye una comunión que la libertad de ambos deberá realizar progresivamente en sus vidas.

Es un sacramento de dos en el sentido de que antes son dos y es un sacramento de uno en el sentido de que después son uno.

–El matrimonio… ¿se descubre o se fabrica?

–Manglano: Me parece que esa es la cuestión moderna más interesante. En un siglo XX marcado por la filosofía de la sospecha –sospecha ante todo lo que parece impuesto al hombre-, decidimos reinventar el matrimonio. Llevamos cincuenta años experimentando, afirmando: ‘el matrimonio es cuestión de que mi pareja nos queremos, y nadie tiene que decirnos cómo vivir, ni darnos reglas que rompan la espontaneidad libre de nuestra relación’.

El Time publicaba recientemente que el último informe del Pew Research Center concluía que los jóvenes del milenio -quienes tienen 18 años- resultan algo convencionales: el 52% de ellos se marcan como primer objetivo ser un padre ejemplar y lograr un matrimonio estable y fiel. Se ve que los inventos han generado más dolor que felicidad. Podríamos decir que el matrimonio institucional -por contraponerlo al matrimonio a la carta fabricado por la pareja- sigue siendo el ideal.

Me ha resultado interesante estudiar esta cuestión en diálogo con las letras de las canciones de Joaquín Sabina. Él afirma que creía que se trataba de estrellas y resultaron ser tubos de neon; esto es, que no se trata de un misterio sino de algo de fabricación cultural. Sin embargo, estoy convencido de que el matrimonio, lejos de inventarlo, nos inventa. El matrimonio tiene su ADN particular, no estipulado por nadie sino por la misma verdad del amor esponsal.

–Históricamente había bodas entre recién nacidos… Hemos mejorado, ¿no?

-P. Manglano: Hemos mejorado mucho, y también hemos empeorado mucho. El matrimonio, en sí mismo, es un modo de vida que hace bueno y feliz al hombre. El matrimonio resulta intensamente atractivo tal y como es, pero está siempre amenazado por la mezquindad de la que es capaz el hombre. El hombre suele atacar -sin mala intención, pero ataca- la verdad del matrimonio para manipularlo según su interés.

En el siglo VIII el resultado de esta manipulación fue éste: cuando los misioneros cristianos llevan el Evangelio a los pueblos bárbaros, en Bulgaria y en otros pueblos germánicos encuentran la tradición de casar a los niños apenas recién nacidos. Era una forma de lograr las alianzas familiares y sus beneficios económicos o políticos, adelantando los tiempos. El protagonismo del casamiento, entonces, no lo tenía el amor. Esto solo llegó en torno al siglo XI, precisamente cuando la teología cristiana estudia la Trinidad y redescubre que Dios es un moviendo eterno de Amor; por lo tanto, el amor es importante, y en los matrimonios deberá respetarse su papel, su insustituible protagonismo.

Sí, en esta percepción hemos mejorado. Pero al mismo tiempo hemos perdido otras percepciones, como el valor liberador de la institución, o la necesidad de la paciencia y el ‘dominio de sí’ para realizar con fidelidad y en plenitud el proyecto creado, o el poder destructor de la anticoncepción…

–Sin vínculos no hay libertad, afirma usted. ¿Es una provocación?

–Manglano: ¡Me gusta! Mientras no se provoca a la razón, el racionalismo nos limita de tal forma el conocimiento que nos alejamos de la belleza de la vida real. Sí, no podemos reducir los misterios de la existencia del hombre a fórmulas matemáticas y silogismos del todo planos. La verdad de los misterios humanos, como lo es el hecho de su libertad, resultan siempre paradójicos para la razón.

Por este motivo he afrontado el tema, de acuerdo con el método de el caso, en diálogo con Antoine de Saint-Exupery y su mujer Consuelo. Son dos personas ‘libertinas’ que esperan en la felicidad que les proporcionará la independencia y autonomía. Saint-Exupery, como el Principito creado por él, viaja por distintos planetas deseoso de una vida nada encorsetada; conoce otras tantas rosas iguales a la suya… Consuelo, también de planteamientos libertinos, sufre por las ausencias de su marido y las relaciones que mantiene con sus amantes.

Al final Saint-Exupery descubre una gran verdad: su rosa es única, ninguna tiene valor sino aquella a la que se ha entregado; solo quien está domesticado encuentra sentido a su existencia; es entonces cuando el zorro le enseña que domesticar es establecer lazos, crear vínculos. Muchos no saben que el Principito es una carta de amor de Antoine a su mujer, movida por un profundo arrepentimiento.

Así es: si queremos independencia, el matrimonio es mal camino. Si pretendemos ser felices, este vínculo que nos hace a nosotros mismos nos permite ser libres realizando el proyecto concreto que somos. Siendo más intensamente esposo soy más libre, siendo más entera y elegantemente esposa soy más libre. La vida dice que es así, y la razón solo logra vislumbrarlo… y comprobarlo. Así son los misterios humanos.

Por Miriam Díez i Bosch, fuente www.zenit.org

Mary Ann Glendon planta a Notre Dame y a Obama

La prestigiosa jurista renuncia a un galardón de Notre Dame para no avalar la concesión del doctorado honoris causa al presidente Obama

Fuente: Aceprensa
Fecha: 28 Abril 2009

El doctorado honoris causa que la Universidad de Notre Dame ha concedido a Barack Obama se está convirtiendo en un quebradero de cabeza para esta universidad católica. No solo ha sido criticada por muchos católicos que consideran que no se debe dar honores a un político partidario del aborto y de la investigación con células madre embrionarias. Ahora, la otra personalidad invitada a la ceremonia, la profesora Mary Ann Glendon, ha renunciado a la distinción que se le iba a conceder, la Laetare Medal, para no avalar la postura de la Universidad.

Notre Dame, la universidad católica más importante del país, decidió invitar a Barack Obama a pronunciar el discurso de la ceremonia de graduación el próximo 17 de mayo y le concedió un doctorado honoris causa. El rector, el Rev. John I. Jenkins, alegó que otros presidentes habían sido también invitados anteriormente, y que lo que se quería honrar en Barack Obama es su histórica elección y su ambicioso programa social de lucha contra la pobreza, la cobertura sanitaria, la ruptura de las barreras de raza… Eso no implicaba que estuvieran de acuerdo con todas sus posturas, en particular en lo referente a la defensa de la vida.

Pero esta explicación no evitó que surgieran muchas críticas, tanto por parte de obispos como de líderes católicos y simples fieles. No en vano una de las primeras medidas que tomó Obama fue el levantamiento del veto a la financiación federal para organizaciones que promueven el aborto en el extranjero, medida que, según encuesta Gallup, solo ha sido apoyada por el 35% de los estadounidenses. Y poco después autorizaba también la financiación federal de investigaciones con células madre embrionarias, que suponen la destrucción de embriones humanos, y que, a diferencia de las células madre adultas, no han dado pruebas todavía de curar nada.

En el mismo acto estaba previsto –desde diciembre de 2008– entregar la Laetare Medal de Notre Dame a la célebre jurista Mary Ann Glendon, profesora de Harvard, ex embajadora de EE.UU. ante la Santa Sede durante la Administración Bush y presidenta de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales. Glendon había recibido ya el doctorado honoris causa por Notre Dame en 1996. La Laetare Medal es un prestigioso galardón.

Pero el 27 de abril la ceremonia de graduación de Notre Dame sufrió otra conmoción: Mary Ann Glendon renunciaba a la Laetare Medal. En una carta al rector de Notre Dame, John Jenkins, religioso de la Congregación de la Santa Cruz, explicaba sus motivos.

En primer lugar, recordaba al rector que los obispos habían pedido en 2004 a las instituciones católicas que “no concedieran honores a aquellos que actúan sin respetar nuestros principios morales fundamentales”, y que a tales personas “no se les deberían conceder premios, honores o plataformas que pudieran sugerir un apoyo a sus acciones”.

“Esta petición –apostilla Glendon–, que en modo alguno implica un control o interferencia con la libertad de una institución para invitar y debatir con quien quiera, me parece tan razonable que no entiendo cómo una universidad católica puede no respetarla”. Esta observación, proveniente de una profesora que ha enseñado en universidades tan seculares como Harvard, no puede despacharse invocando sin más la libertad académica.

La segunda cosa que molestó a Mary Ann Glendon fue que, en unas directrices escritas dadas por la universidad para que su consejo de patronos respondiera a las críticas por la distinción ofrecida a Obama, se diera a entender que el discurso de la jurista serviría como contrapeso para buscar un equilibrio en el acto académico. Glendon piensa que una ceremonia de graduación debe ser un día alegre para los alumnos y sus familias. Por eso, dice, no es el lugar oportuno para tratar el grave problema que suscita la decisión de Notre Dame de “conceder honores a un destacado e inflexible oponente a la postura de la Iglesia en cuestiones que tienen que ver con principios fundamentales de justicia”.

Por último, la jurista menciona que, ante noticias de que otras escuelas católicas podrían también hacer caso omiso de las directrices episcopales, “me preocupa –dice– que el ejemplo de Notre Dame pueda tener un desafortunado ejemplo expansivo”.

Por todo lo cual, Mary Ann Glendon renuncia a la Laetare Medal y a participar en la ceremonia de graduación.

La Casa Blanca ha lamentado la decisión de Mary Ann Glendon, pero ha dicho que el presidente mantiene su compromiso de dar un discurso “respetuoso e inclusivo” en la ceremonia de graduación. Obama se siente honrado por “contar con el apoyo de gentes de todas las creencias religiosas”, aunque no espera que todos estén de acuerdo con él en todo, pues “el espíritu de debate y de sano desacuerdo en temas importantes es parte de lo que le gusta de este país”

 

Hoy la juventud puede vivir la abstinencia: el caso Filipino

Una encuesta realizada en noviembre de 2007 con 4.000 bachilleres y universitarios de 13 a 24 años –con una media de edad de 17– de centros educativos públicos y privados, arrojó unos resultados sorprendentes para la mentalidad europea. El 80% de los jóvenes filipinos encuestados consideran el sexo como un regalo especial para la persona con quien compartirán sus vidas. En otras palabras, quieren reservar el sexo para el matrimonio. De hecho, tres cuartas partes de los encuestados no habían tenido relaciones sexuales. Y una gran mayoría –80%– quieren saber cuándo están preparados para empezar a salir con jóvenes del otro sexo y cómo tener una cita sin contacto sexual, cómo pueden conocer mejor a su chico o chica, cómo manejar sus sentimientos, y cómo distinguir entre deseo, atracción sexual y amor.

Los resultados del estudio confirman la necesidad de desarrollar programas para la población joven basados en educación del carácter y no solo en información biológica. “Con demasiada frecuencia las políticas referidas a sexualidad adolescente están basadas en la agenda sobre planificación familiar de entidades internacionales”, afirmó el Dr. Torralba, codirector del estudio. Pero la agenda de “sexo seguro” no responde a la educación para el amor que reclama la juventud filipina

La juventud filipina es mayoritariamente ha resistido con eficacia la mentalidad sexista, y no puede ser explicada sino porque son católicos practicantes. Es el único país en Asia que es abrumadoramente católica.

Los protagonistas olvidados de la reproducción asistida

 

 ACEPRENSA  16.SEP.2013

Dos testimonios recientes dan que pensar sobre la reproducción asistida desde unas perspectivas poco frecuentes. En el primero, una joven de San Francisco nacida de un donante anónimo de esperma denuncia que la sociedad trata a los

concebidos por donación de gametos como seres humanos de segunda clase, al negarles el derecho a conocer sus orígenes. En el segundo, dos mujeres que no lograron concebir tras someterse a muchos intentos explican la obsesión que crean estos tratamientos.

Alana S. Newman, de 26 años, es la fundadora delAnonymous Us Project, un foro donde las personas concebidas por donación de gametos pueden contar sus historias. Su objetivo es hacer visibles sus necesidades emocionales y mostrar a la gente que no todos los hijos nacidos así están tan bien como les gustaría a muchos adultos (cfr. Aceprensa, 3-02-2011).

“Hemos creado una clase de personas que son fabricadas y tratadas como poco menos que humanos, exigiéndoles además gratitud con independencia de las condiciones de vida que les ofrezcamos. Mientras que a los padres de los concebidos biológicamente se les obliga a pagar los gastos básicos de su cuidado, los concebidos comercialmente reciben una reprimenda cuando se les ocurre pedir explicaciones por el vacío anónimo que sus padres biológicos dejaron tan „amorosamente‟”, escribe en Public Discourse.

Da la impresión –apunta Newman– de que la sociedad solo está dispuesta a preocuparse por la suerte de los concebidos por donación si observa que en sus hogares hay más probabilidades de desarrollar conductas antisociales que en

otros. Pero ese no es el punto central del debate. Lo decisivo es tratar de comprender por qué la sociedad hace la vista gorda con el hecho de que a los concebidos de forma anónima se les despoje tranquilamente de ciertos derechos humanos.

“Los concebidos comercialmente reciben una reprimenda cuando se les ocurre pedir explicaciones por el vacío que dejaron sus padres biológicos”

El precio del niño

En las sociedades modernas es ilegal comprar y vender seres humanos, pero este principio salta por los aires cuando se trata de concebir a alguien de forma

artificial. Newman recuerda la indignación que causó hace unos meses el caso de una mujer de Oklahoma que intentó vender por Facebook a sus dos hijos pequeños para sacar de la cárcel a su novio con lo que ganara. “Un economista sin escrúpulos podría preguntarse: ¿cuál es el problema? El comprador quería a los niños, y la madre no. ¿No es este un sistema eficiente para criar niños?”.

A raíz de este caso, comenta: “A la mayoría de nosotros nos duele ser testigos de cómo unos niños son educados de forma incompetente, o incluso maltratados por sus padres biológicos. Pero no permitimos que el mercado regule la oferta y la demanda en estos casos, porque pensamos que es injusto poner precio a un niño. ¿Entonces por qué dejamos que el mercado decida el futuro de unos niños, solo

porque sus padres se quitan la responsabilidad a través de la donación de su esperma o sus óvulos?”.

En San Diego (California) también causó indignación el caso de una popular abogada que fue condenada hace un año por traficar con bebés. Aclamada antes como una benefactora de la sociedad, la mujer cayó en desgracia cuando sobrepasó la delgada línea roja de lo permitido: la ley de California permite la subrogación si los futuros padres cierran el acuerdo antes de la concepción, pero prohíbe el mismo procedimiento si se busca a los padres durante el embarazo de la madre de alquiler. Para el legislador de California, en un caso hay tráfico de seres humanos, y en otro, no. Pero ¿cuál es la diferencia para el bebé?

“El problema con la reproducción que implica a un tercero donante es que corrompe la relación entre padres e hijos”

Concebidos sin derecho a quejarse

¿Y qué pasa con las parejas infértiles? ¿Qué problema hay con ayudarlas a construir una familia? Ninguno, si las técnicas que se emplean buscan precisamente eso: remover los obstáculos que impiden la fertilidad natural. “El problema con la reproducción que implica a un tercero donante es que corrompe y pervierte la relación padres-hijos. El niño es un activo que se puede vender y comprar, y no el preciado miembro de una familia que merece intimidad,

protección y acogida. Entra en el mundo como una herramienta para la satisfacción personal” de otros.

El concebido por donación “ha sido fabricado como un producto para complacer a los adultos, una cosa pensada para ser útil y consumida por otros. No tiene un padre ni una madre como los demás. Solamente tiene donantes y “futuros padres”. Si protesta por esta diferencia, la gente le preguntará con tono amenazante: ¿es que preferirías no existir? Y le asusta imaginar qué le ocurriría si respondiera afirmativamente”.

Una industria que explota expectativas

La idea de que el objetivo de la industria de la reproducción asistida es ayudar a crear familias es una fantasía que Miriam Zoll y Pamela Tsigdinos desmienten
en The New York Times. Ambas se sometieron sin éxito a tratamientos de fecundación artificial hasta que decidieron aceptar su limitación. Todo lo contrario de lo que propugna esta industria: ¡No te rindas!, porque el poder para superar la

infertilidad está dentro de ti…

“Una vez dentro del surrealista mundo de la reproducción asistida, sigues intentándolo hasta que tu cuenta corriente, tu seguro médico o tu salud explotan”

Las autoras recuerdan un dato de la Sociedad Europea de Reproducción Humana y

Embriología: de los 1,5 millones de ciclos de técnicas de reproducción asistida que se registran al año en todo el mundo, solo 350.000 resultan en un nacimiento (tasa de fracaso de 77%). En Estados Unidos, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades sitúan la tasa de fracaso en casi el 70%.

Pese a la bajísima tasa de éxito, la industria de la reproducción asistida (que se embolsa un beneficio de 4.000 millones de dólares al año) no tiene reparos en explotar las esperanzas de la gente. En este mercado, los “consumidores” son especialmente vulnerables: “Una vez dentro del surrealista mundo de la reproducción asistida, no hay una salida clara; sigues intentándolo hasta que tu cuenta corriente, tu seguro médico o tu salud explotan”.

Enganchadas a la reproducción asistida

“No es extraño que, exacerbadas por el pensamiento mágico, la glorificación de la paternidad y un ambiente cultural que apoya ciegamente la reproducción asistida, muchas de las que nos sometemos a estos tratamientos terminemos convertidas en „adictas de la fertilidad‟. Incluso entre la comunidad de las usuarias, predomina la creencia de que quienes abandonan los tratamientos sin un bebé no son lo suficientemente fuertes como para aceptar el reto de la concepción artificial. Quienes se marchan son, en una palabra, débiles”.

Para ayudar a las mujeres que no pueden tener hijos, Zoll y Tsigdinos han escrito unas memorias duras en las que cuentan su experiencia: “Poner fin a nuestros tratamientos fue una de las decisiones más valientes que hemos tomado. Lo hicimos para conservar lo poco que quedaba de nuestra magullada personalidad, de nuestras crispadas relaciones y de nuestras escuálidas cuentas bancarias”.

“Claro que algunas parejas consiguen tener hijos a través de esta técnica. Pero casi nunca escuchamos a las del otro lado: aquellas que, por no rendirse, soportaron ciclos adictivos y traumáticos que los fueron debilitando. Quienes están pensando en someterse a esos tratamientos tienen derecho a conocer los riesgos

para la salud, las objeciones éticas, los matrimonios rotos y, para muchos, la honda depresión asociada a los tratamientos fallidos”.

Los niños rusos solo pueden ser adoptados por parejas de padre y madre

 

 ACEPRENSA  12.SEP.2013

Las parejas españolas que aspiran a adoptar un niño en Rusia han visto paralizados sus procesos por las exigencias del nuevo Código de Familia ruso, que quiere garantizar que los niños solo serán entregados a familias a cargo de un

padre y una madre. La situación es más ardua si tenemos en cuenta que Rusia es uno de los principales países de origen de las adopciones internacionales en España.

En España hay más adopciones de niños extranjeros que de nacionales. Las de niños españoles fueron 775 en 2011. Pero las adopciones internacionales, que alcanzaron un máximo de 5.541 en 2004, han ido cayendo hasta 1169 en 2012, según datos del Ministerio de Sanidad. Y no por falta de solicitudes sino por escasez de niños adoptables. De los países con los que España tiene acuerdos en la materia, aquel en el que más menores fueron adoptados el año pasado fue Rusia, de donde llegaron 479 niños.

Pero a raíz de que varios países europeos –entre ellos España– dieran el derecho a adoptar a parejas de homosexuales, Rusia quiere controlar mejor en manos de quién quedan los niños rusos. El pasado junio la Duma aprobó por unanimidad unas modificaciones al Código de Familia por las que los niños rusos solo podrán ser adoptados por parejas formadas por un hombre y una mujer. Las parejas homosexuales extranjeras y los solteros de los países que han reconocido el matrimonio gay no podrán ser candidatos.

Esto ha hecho que los procesos de adopción de unos quinientos solicitantes

españoles –según estimaciones del Ministerio de Sanidad– hayan quedado paralizados, a la espera de que se firme un nuevo convenio bilateral entre España y Rusia (cfr. El País, 12-09-2013).
A menudo este problema se atribuye a la “legislación homófoba de Putin”. Pero – aparte de que la votación de la Duma indica un sentimiento muy compartido– cada país es muy dueño de poner unos requisitos para las adopciones pensando en lo que es mejor para el niño. En este aspecto, Rusia se atiene a la idea –bien asentada jurídicamente– de que la adopción imita la naturaleza. Y por eso estima que lo mejor para el niño adoptado es que tenga un padre y una madre.

Cuando en 2005 España aprobó que las parejas homosexuales pudieran casarse y adoptar niños, no le pidió opinión a Rusia. Por su parte, Rusia ha decidido lo que considera bueno para los niños rusos, independientemente de lo que crean otros países.

Pero el rechazo no proviene solo de Rusia. También China, otro de los principales países de origen de adopciones internacionales, ya solo concede niños a las parejas de marido y mujer con varios años de matrimonio.

De este modo, el reconocimiento de la adopción por parte de parejas homosexuales en países europeos se ha convertido en un obstáculo para todas las

parejas en las adopciones internacionales.

Efectos perversos política del hijo único

 

 

Los efectos perversos de la política del hijo único

China: ¿niñas huérfanas o confiscadas?

Algunas niñas chinas adoptadas por extranjeros podrían haber sido arrebatadas a sus padres por las autoridades chinas. Esta es la conclusión a la que ha llegado una investigación realizada por Barbara Demick para Los Angeles Times. El escándalo, que ahora niegan las autoridades chinas, pone sobre la mesa otro efecto perverso de la política del hijo único.

Fuente: Los Angeles Times, The Washington Post
Fecha: 12 Noviembre 2009

Durante mucho tiempo, los analistas han atribuido la sobreabundancia de huérfanos –sobre todo, niñas– que padece China a la política del hijo único. Los padres habrían abandonado a sus hijas en los orfanatos por exceder del cupo fijado, o para no perder la oportunidad de tener otro hijo del sexo preferido.

Aunque esta explicación sigue siendo válida en la mayoría de los casos, Los Angeles Times (20-09-2009) muestra una nueva faceta del problema: algunas niñas de las que se entregan a los orfanatos habrían sido apartadas de sus padres, a la fuerza o mediante engaño, por las autoridades chinas de planificación familiar.

El reportaje del diario californiano se abre con el caso de Yang Shuiying, una mujer a la que un funcionario arrebató a su hija de cuatro meses. “El hombre encargado de la planificación familiar se paseaba por el pueblo atento a la ropa tendida o a los llantos de algún bebé hambriento. Era la primavera de 2004 cuando se plantó en la casa de Shuiying y la ordenó: ‘Traéme a tu bebé’”.

Pese a los llantos de la madre, el oficial se mantuvo firme. “Voy a vender a tu hija para darla en adopción. Puedo conseguir mucho dinero”. Además, prometió a la mujer que no tendría que pagar las multas por haber violado la política del hijo único. Antes de llevarse a la niña, todavía tuvo tiempo para amenazarla: “No se lo digas a nadie”.

Bebés arrebatados

Shuiying se mantuvo en silencio durante cinco años. “No entendía –se desahoga ahora– cómo podían tener derecho a llevarse a nuestros bebés”. Y lo cierto es que ese “derecho” no aparece contemplado en la legislación china. Se trata de un abuso de poder en toda regla que cuenta, eso sí, con el visto bueno de las autoridades.

 

 

 

 

 

Cuando Demick intentó hablar varias veces con The Chinese Center for Adoption Affairs, la agencia oficial china que se encarga de las adopciones extranjeras, recibió la callada por respuesta. Luego se enteró de que este organismo había despachado sobre este problema con algunos diplomáticos extranjeros. Pero les aseguró que eran casos muy puntuales y que siempre habían sido perseguidos.

La periodista de Los Angeles Times lo desmiente y pone el dedo en la llaga: “El problema hunde sus raíces en la política de control de la natalidad de China, que permite un solo hijo a las parejas de las ciudades y hasta dos a las del campo en el caso de que el primero sea niña. Cada pueblo tiene una oficina de planificación familiar, al frente de la cual suele haber un funcionario leal al Partido Comunista con poderes para ordenar abortos o esterilizaciones”.

“Quienes sobrepasan el cupo pueden ser castigados con multas hasta seis veces superiores a su sueldo anual; esas multas –que reciben el eufemístico nombre de ‘gastos por servicios sociales’– constituyen una fuente de financiación para los gobiernos locales de las zonas rurales”.

La política del hijo único está presente a lo largo y a lo ancho del país. Mientras hacía su reportaje, Demick tropezó con frecuencia con carteles publicitarios que rozan lo grotesco: “Da a luz a menos niños, planta más árboles”, o “Si tienes más hijos de los permitidos, tu familia se arruinará”.

A veces, las multas no son lo suficientemente disuasorias. Entonces las autoridades recurren a la violencia. “Agarraron al bebé y me arrastraron fuera de casa. Empecé a gritar. Pensé que me iban a tumbar de un golpe”, explica Liu Suzhen, una mujer de la aldea de Huangxin, en la provincia de Hunan. Esto ocurrió una noche de marzo de 2003, ante la mirada indiferente de doce funcionarios.

En Tianxi, un pueblo perdido en las montañas donde viven 1.800 personas, casi todo el mundo conoce a alguien a quien le han robado el bebé. “Aquí no vendemos a nuestros hijos. Sean niño o niña, son carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre”, dice Li Zeji, un campesino de 32 años al que le quitaron su tercera hija en 2004.

En ocasiones, los funcionarios también recurren al fraude para llevarse a los bebés al orfanato. Yang Libing y su mujer no consiguieron reunir todos los certificados que la ley china exige para registrar su matrimonio, requisito indispensable para poder concebir. Cuando tuvieron una niña, los funcionarios les propusieron un trato: les perdonarían la multa si firmaban un papel que decía que el bebé no era suyo, sino adoptado.

Los funcionarios se llevaron entonces al bebé al orfanato, prometiendo a los padres que se lo devolverían cuando hubieran conseguido la licencia de matrimonio. Tres años después, los padres siguen sin saber nada de ella. “Yo conocía a esta gente. Me fiaba de ellos, pero me engañaron”, explica el padre con resignación.

 

 

Demick cree que los funcionarios actúan motivados por la parte del botín que reciben de los 3.000 dólares que los padres adoptivos pagan por cada bebé al orfanato.

Inquietud entre los adoptantes

El reportaje de Los Angeles Times ha desatado una cascada de investigaciones sobre esta cuestión. Recientemente, The Times y la BBC News publicaron sendos reportajes en los que documentaban más casos de niños chinos confiscados por las autoridades y dados en adopción. El gobierno de Canadá también ha abierto una investigación.

Desde principios de los años noventa, más de 80.000 bebés chinos han sido adoptados por padres extranjeros. Sólo en los últimos cinco años, en Estados Unidos se han adoptado casi 31.000 niños procedentes de China.

“Cuando pensamos en adoptar, nos dijeron que había millones de niñas huérfanas en China y que serían abandonadas en la calle si no les ayudábamos”, explica Cathy Wagner, una madre canadiense que adoptó a una niña china en 2006. “Yo quiero mucho a mi hija, pero si me entero de que mi dinero ha servido para arrebatarla de otra madre que la quería, nunca habría adoptado”.

Algunos padres adoptivos han decidido llevar el asunto más lejos. A Sibyl Gardner le dijeron en el orfanato que la niña que quería adoptar había sido abandonada en las escaleras de una refinería de sal. Ahora que han salido estas historias a la luz, se está planteando viajar a la provincia de Jiangxi para investigar por qué Zöe, que ahora tiene 7 años, fue dada en adopción.

“No puedo vivir el resto de mi vida pensando que mi deseo de tener una hija ha podido causar una tragedia en otra familia”, dice Gardner. “Necesito respuestas, también por el bien de mi hija”.

Embarazadas sin permiso

El secuestro de niñas no es el único efecto perverso de la política del hijo único que se ha destapado últimamente. Mientras el Partido Comunista se empeña en repetir que todos los abortos que se producen en China son fruto de una decisión libre de la mujer, Kathleen Parker explica en un artículo publicado en el Washington Post (11-11-2009) cómo se fuerza a las mujeres chinas a abortar.

La política del hijo único entra en escena mucho antes de que nazcan los niños. En China, hay una ley que exige a los padres que quieren tener un hijo una autorización para concebir. ¿Qué ocurre en el caso de que una mujer tenga un embarazo no autorizado? “La respuesta –dice Parker– es sencilla y brutal: una mujer embarazada sin permiso tiene que entregar su hijo no nacido a los garantes de la ley, cualquiera que sea el estado evolutivo del feto”.

 

 

 

Este fue uno de los asuntos que trató la Comisión de Derechos Humanos Tom Lantos, en una reunión que se celebró la semana pasada en Estados Unidos. Los datos más espeluznantes los aportaron ChinaAid y Women’s Right Without Frontiers, dos organizaciones de derechos humanos que expusieron las persecuciones que sufren las mujeres chinas.

En la Comisión intervino también Reggie Littlejohn, una abogada formada en Yale que se ha especializado en China. Littlejohn no dudó en afirmar rotundamente que la política del hijo único “causa más violencia contra las mujeres y las niñas que cualquier otra política pública en el mundo”.

El caso de los abortos tardíos es particularmente sangrante. Parker informa sobre una página web que han montando obstetras y ginecólogos chinos para explicar cómo matar a los fetos (algunos de ocho meses) que han sobrevivido a un aborto provocado. Y eso que los procedimientos que se utilizan son tan agresivos que, al menos en dos ocasiones conocidas, han provocado también la muerte de las madres.

Lo más sorprendente de todo, dice Parker, es el tono sosegado de los que participan en el foro de la web. Es cierto que alguno muestra sus reparos e incluso llega a hablar de los derechos de los niños. Pero, para la gran mayoría, la principal preocupación es saber las consecuencias legales que se pueden derivar de esos actos.

Quienes sí han sufrido represalias son los activistas que se han atrevido a denunciar públicamente estos hechos. Chen Guangcheng se enfrenta a una condena de cuatro años de cárcel por haber sacado a la luz los 130.000 abortos forzosos que se practicaron en 2005 en Linyi County, en la provincia de Shandong. Según un informe de Amnistía Internacional, Guangcheng –que es ciego– recibió varias palizas y se le negó asistencia médica en los años siguientes.

 

Los caprichos de los niños

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Me lo pido, me lo pido

¿Cuánto les cuesta a los niños elegir un juguete? Los quieren todos y… ¡hay tantos! Hay tantos para elegir que no extraña que los más pequeños se vuelvan locos haciendo su lista de regalos, su carta a Papá Noel o a los Reyes magos. A veces tienen un regalo favorito, ese del que se han encaprichado, pero como vivimos en la era del “uno es poco”, se ven obligados a completar un desiderátum que parece infinito. De hecho, los deseos no tienen fin, se los tiene que poner la razón, esa dama fría y distante que viene a aguarnos la fiesta.

Platón decía que el fin de la educación es enseñar a desear lo conveniente. En este sentido los padres t enemo s mucho que hacer. Debemo s aco t ar ese deseo impulsivo de nuest ro s hijo s, que tiende al infinito, no para que no deseen, sino para que aprendan a desear lo conveniente, aquello que les haga mejores y, a la postre, más felices. Para ello tenemos que desatar a esa dama que tenemos esposada con las cadenas del “me apetece”, del “lo siento así” o del “no me gusta”. Porque ella, la razón, será la única que nos aportará criterios, no para enfriar el deseo, sino para dirigirlo.

Los niños lo necesitan más que nadie. Son deseo antes que razón y tienen que aprender a controlar los deseos para que no lleguen a ser controlados por ellos y, sobre todo, para que lleguen a poder elegir libremente. En efecto, resulta muy difícil decidirse cuando las
po sibilidades so n casi inf init as. Sabemo s que en la elecció n la raz ó n queda en ciert o mo do en suspenso, como si, tras haber deliberado, esperara a oír el veredicto. Porque quien lo hace, bien o mal aconsejada, es la voluntad.

Como es lógico, a la voluntad le cuesta menos decidirse si la razón ha hecho su trabajo, por ejemplo , reduciendo las po sibilidades. Del mismo mo do , a un niño le hacemo s más f ácil elegir lo conveniente si lo conveniente se lo ponemos a tiro, no al final de una larga lista de posibilidades, sino en una más reducida.

Seguramente que hemos comprobado que cuando a un niño pequeño se le presenta un escaparate repleto de juguetes le cuesta mucho más decidirse por uno que si le reducimos las opciones.Incluso, a veces, nos lo hemos tenido que llevar a casa sin nada y con una rabieta provocada por una parálisis de la capacidad de elección.

Algo semejante quiso demostrar la psicóloga Sheena Iyengar con su experimento de la

mermelada.En una tienda de Estados Unidos se montaron dos mesas con tarros de mermelada.Una con veinticuatro tipos distintos y otra sólo con seis.¿En qué mesa se compró más? Iyengar observó que se pararon más clientes a mirar la mesa grande, pero, mientras en ésta compraron sólo un 3% de los interesados, en la pequeña lo hicieron un 30%. La mesa cuatro veces más pequeña tuvo diez veces más clientes.

Este experimento pone de manifiesto que un plus de posibilidades no favorece la elección, sino, en todo caso, aumenta el estrés deliberativo. Por eso, para enseñar a nuestros hijos a elegir lo conveniente, comencemos favoreciendo su elección, por ejemplo, quitando de la mesa los tarros de mermelada que no hacen falta, que sólo sirven para engañar al paladar.