Suicidio en el mundo

 

 

Un 1% de la población mundial muere por suicidio
Simposio sobre prevención del suicidio y acompañamiento a los familiares

VALENCIA, jueves 12 de noviembre de 2009 (ZENIT.org).- Actualmente, los suicidios provocan casi la mitad de todas las muertes violentas; en cifras, casi un millón de víctimas al año, según la asociación Viktor E. Frankl.

De hecho, se producen más muertes por suicidio que por la suma de homicidios y guerras, y se calcula que un 1% de la población mundial fallece por esta causa, afirmó el psicólogo adjunto del Servicio de Hematología del hospital Universitario La Paz de Madrid, Javier Barbero.

Lo hizo durante su intervención, titulada “El afrontamiento del duelo por suicidio”, en el primer simposio del Observatorio del Duelo de la Asociación Viktor E. Frankl, que, bajo el título “Suicidio y Vida. Desde y contra la memoria… hacia el sentido”, se celebró en el Ateneo Mercantil de Valencia los días 6 y 7 de noviembre.

Ante el problema del suicidio, el doctor en medicina de la Fundación Vidal i Barraquer de Barcelona Jordi Font destacó en el mismo simposio la importancia de tomar en consideración los valores espirituales del ser humano como factor preventivo.

Dijo que “el psicoanálisis y la neurociencia, que hasta hace poco eran divergentes con la espiritualidad, están confluyendo en un mismo punto común: el ser humano es un ser destinado a transcenderse a sí mismo.

E insistió en la importancia de fomentar un cambio en nuestra sociedad hacia valores más profundos y espirituales tanto de la vida, como del propio ser humano.

Duelo por suicidio

Por su parte, Barbero afirmó que, tras el suicidio de un ser querido, se debe cambiar la común experiencia de culpa por el respeto.

El experto explicó que el objetivo del duelo es “despedirse de un tipo de relación que lastra a la persona para llegar a otro más creativo”

“Hemos de ayudar al doliente a no instalarse en la culpa”, afirmó, y para ello “hay que ayudar a reconciliarse con los propios límites”, dijo.

Según Barbero, resulta útil “hacer notar que no soy responsable de mi tristeza, pero sí de lo que hago con ella”, indicó, y añadió: “podemos elegir cómo vivir el duelo; y, por fin, sacar lo mejor de uno mismo”.

Sobre las actitudes que no ayudan, pidió no juzgar y aconsejó evitar frases hechas.

Abrazar la emoción

En opinión del experto, la persona que acompaña este tipo de duelos debe “sostener en el dolor, que supone acoger la experiencia del sufrimiento y gestionar el dolor”.

En este sentido, otro de los expertos que intervino en el simposio, el catedrático de psicobiología de la Universidad de Valencia Vicente Simón, presentó los beneficios de la meditación llamada mindfulness, tras la muerte de un ser querido.

“Las emociones que aparecen son tan dolorosas, que nuestra mente intenta huir de ellas -explicó-. Por el contrario, la meditación consiste en mantenernos presentes en la emoción, tomando conciencia de ella (···), igual que si tuviéramos un niño llorando en nuestros brazos abrazamos nuestra emoción hasta que se calme”.

El collar de perlas

También comparó la experiencia de la muerte de un ser querido con la imagen de un collar de perlas que se rompe.

“Igual que nos quedamos sin el hilo que las unía -explicó-, nos quedamos sin un sentido, con fragmentos sueltos que debemos volver a unir.

Simón destacó los pasos que tienen que darse en todo proceso de duelo: sentir el dolor, perdonar, aceptar y amar, agradecer y decir adiós.

El experto animó a no resistirse a lo que es la realidad, pasado el impacto inicial, y señaló como ejemplo de la actitud de aceptación la fase de Jesucristo en el momento de su muerte: “Hágase tu voluntad y no la mía”.

Simón destacó también la conveniencia de desarrollar la autocompasión, la capacidad de darse cariño y amor a uno mismo en cualquier circunstancia, “lo cual en el duelo por suicidio resulta de una grandísima ayuda”.

Vicente Simón también recordó a Viktor Frankl en su planteamiento del espacio de libertad humana que queda entre los estímulos (o acontecimientos) que experimentamos y la respuesta que damos.

El neurólogo y psiquiatra austriaco definió el duelo como una ocasión para la creatividad del ser humano, para volver a rehacer el collar de perlas con un nuevo sentido.

La Asociación “Viktor E. Frankl”, creada en 2001 en Valencia , se dedica a prestar ayuda en el sufrimiento, en la enfermedad y en el duelo, y su ideario se inspira en el humanismo cristiano y en el análisis existencial y la logoterapia de Viktor E. Frankl.

[Por Patricia Navas]

 

Campeones de la cocaína

 

España, sin freno: Somos los primeros consumidores de cocaína del mundo

 

Superamos a Estados Unidos y multiplicamos por cuatro el consumo de la UE; también batimos récord cada año en rupturas familiares (160.000) y abortos (más de 90.000)

 

España sigue batiendo records de trasgresión: Hemos desbancado a los Estados Unidos y ya somos líderes mundiales en consumo de cocaína, cuadruplicando a la vez la tasa de consumo de la media europea, según informó la ONU este martes, 26 de junio.

 

 

La pérdida del sentido de los verdaderos valores de una parte importante de la sociedad, hipnotizada por la exaltación del hedonismo y el consumismo, no es ajena a unas cifras estadísticas que muestran una España sin freno ni medida.

 

También batimos record, año tras año, en rupturas familiares (160.000 en 2006) y en abortos (91.000 en 2005).

 

 

Los adolescentes “viven en medio de una confusión de valores donde se exalta el hedonismo, el materialismo, el consumismo y el individualismo”, afirmó el pasado mes de febrero el ex Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, Pedro Núñez Morgades, al referirse al incremento del consumo de coca entre los más jóvenes.

 

“Se ha disparado”

 

 

“El mayor problema de España en asunto de drogas es el aumento de cocaína, que se ha disparado y ya supera al de Estados Unidos. Ése es el problema, no el del cannabis, que tiende a estabilizarse”, aseguró este martes el principal responsable del Informe Mundial sobre Drogas 2007, Thomas Pietschmann.

 

 

La oficina de la ONU contra la Droga y el Delito (ONUDD) publicó un último informe anual en Ginebra, en el que manifiesta que el consumo y la producción en el mundo de todas las drogas ilegales tiende a estabilizarse.

 

 

Sin embargo, se observa un aumento del consumo de la cocaína entre los ciudadanos españoles de 15 a 64 años, de forma que ya más de uno de cada cinco consumidores europeos se encuentra en España.

 

 

La tasa de consumo se ha duplicado desde 1999, cuando era del 1,6 por ciento de la población en esa franja de edad, hasta 2005, año en el que alcanzó el 3 por ciento, un porcentaje que no alcanza ningún otro del centenar de países estudiados por la ONU.

 

 

4 veces la media europea

 

 

Ese porcentaje es cuatro veces superior a la media europea (0,75 por ciento) y más del doble que el del consumo en Europa occidental (1,2 por ciento), según los datos del informe.

 

 

En la franja de edad de entre 14 y 18 años el consumo de los adolescentes españoles salta hasta el 7,2 por ciento en 2005, frente al 6,2 por ciento en 2002 y el 2,7 por ciento de hace 10 años.

 

 

A España le siguen en consumo los Estados Unidos (2,8 por ciento), el Reino Unido (2,4), Canadá (2,3) e Italia (2,1 por ciento). La media mundial de consumo de coca es del 0,3 por ciento.

 

 

El informe de la ONU también constata que, mientras el consumo de cocaína aumenta “de forma alarmante”, el de cannabis cayó por primera vez ligeramente entre 2003 y 2005, al pasar del 11,3 al 11,2 por ciento de la población española de entre 15 y 64 años.

 

 

Por lo que se refiere al consumo de heroína y otros opiáceos, la ONU observa un ligero descenso en España en 2005, al igual que en el de anfetaminas y éxtasis.

 

Una ruptura cada 3,3 minutos

 

 

Pero, no se trata sólo del consumo de drogas o alcohol, al que muchos adolescentes se hacen adictos a edades cada vez más tempranas, sino que la pérdida del sentido de los valores, la ‘anomalía española’, se manifiesta también en otros datos estadísticos relacionados con la familia y la vida.

 

 

Un reciente estudio del Instituto de Política Familiar (IPF), Informe Evolución de la Familia en España 2006, constata que, mientras en 1995 el número de rupturas familiares fue de 82.478 (33.104 divorcios y 49.374 separaciones), diez años después esa cifra se disparó hasta las 149.255 rupturas (93.615 divorcios y 55.640 separaciones).

 

 

El mismo estudio muestra que el número total de rupturas en los nueve primeros meses de 2006 fue de 114.752, con un crecimiento del 13 por ciento con respecto al mismo período del año anterior.

 

 

La proyección para finales de 2006 la fija el IPF en 160.000 rupturas, esto es una ruptura cada 3,3 minutos y 439 rupturas al día. Además, los divorcios representan ya más del 91 por ciento de las rupturas, concluye el IPF.

 

 

Un aborto cada 5,7 minutos

 

 

Al mismo tiempo, el número de abortos también se ha disparado en España en los últimos años. El Ministerio de Sanidad reconoció en su momento, con cifras oficiales, que en 2005 se produjeron un total de 91.000 abortos.

 

 

Aunque el número real de abortos en ese año pudo ser mayor, dado que las cifras oficiales a buen seguro que no coinciden con la realidad, sólo en base a esos 91.000 mil abortos se puede afirmar que se produce un aborto en España cada 5,7 minutos.

 

 

Según el informe La interrupción voluntaria del embarazo y los métodos anticonceptivos en los jóvenes, elaborado también por el Ministerio de Sanidad, la tasa de abortos española en 1995 era de 5,53 abortos por cada 1.000 mujeres; en 2002 de 8,46; y en 2004 de 8,94.

 

 

Además, el estudio muestra que mientras en 1990 España estaba a la cola de los países europeos, Canadá y Estados Unidos, en cuanto a la frecuencia de abortos, la proyección para 2006 muestra a una España por encima de países como Alemania, Austria, Bélgica, Finlandia, Holanda e Italia.

 

 

De hecho, en el período que va desde 1990 hasta 2002, todos los países han reducido la frecuencia de abortos menos Holanda y España. Así, mientras la tendencia general es reducir el número de abortos, la de España es aumentarlos año tras año.

 

 

Fuente: Víctor Ruiz (Forum Libertas)

Solo quiero rollo

Sólo quiero rollo
Algunos padres parecen haber renunciado a educar la afectividad de los hijos.
Javier Láinez
ESCUELA DE FAMILIA

 

En defensa de la familia
Benigno Blanco
Tardes de discoteca.

Me quedé pasmado cuando me lo contaba. Lina es una muchacha alta, guapa y ya muy mujer a sus catorce años. No hace tanto, todavía jugaba con muñecas. En pocas semanas, Lina aprendió todo lo que había que aprender para estar a la altura de la panda. Al principio son juegos amatorios de cuchicheos entre amigas, con ese lenguaje pobre y peculiar de los adolescentes: “Lina está por Marco” o “Lina, sé por Vanessa que Marco quiere pedirte salir, pero no se atreve”. Enseguida llegan los primeros desengaños, los plantones, los marujeos a la puerta de la discoteca y las lágrimas en cualquier portal, con el torpe consuelo de las compañeras. Ya el amor está sobrevolado, visto y desestimado. Más adelante, alguien le explicará detalladamente la técnica del beso. Y habrá prisa por probar. Pero, desgraciadamente, ya no tendrá ese aire tierno y romántico de la vieja canción de Claudio Baglioni: “Il primo baccio, per sapere come si fà” (el primer beso, para saber cómo se hace), sino que será la pura y dura búsqueda de la experiencia sensual. A la postre, el alma desencantada de una casi-niña casi-mujer catorceañera, será capaz de soltarle a un muchacho al que acaba de conocer y que la invita a bailar: “Yo sólo quiero rollo”.

El Enrolle.

En la jerga juvenil, enrollarse significa la tolerancia de una relación (rollo) basada simplemente en el besuqueo lascivo y desaforado, sin mayores pretensiones. Puede que mañana ni siquiera salude al muchacho. Tal vez en la misma puerta de la discoteca se burle de él con sus amigas. Ander, un chico de 17 años, me contaba entre bromas y veras, mientras paseábamos por la calle, que lo mejor es que la chavala esté un poco achispada durante el rollo. “Así, es probable que al día siguiente no se acuerde de tu cara, y te ahorras tener que invitarla a un café”. Adiós caballerosidad, bienvenido cinismo.

No se busca la comunión de las almas, el compromiso estable basado en los aspectos más espirituales de la personalidad. “Eso sólo causa tortura”, te dicen. El rollo es más llevadero. Te diviertes y al cabo de un rato, si te he visto no me acuerdo. El beso no deja secuelas. Tiene toda la electricidad de los actos eróticos, la dosis de aventura necesaria para que valga la pena atreverse y no compromete a nada. Todo el mundo acepta que enrollarse es un escalón anterior a “salir”. Salir, en el criptolenguaje quinceañero significa que me comprometo a no enrollarme con otra persona mientras dure lo nuestro. Salir tiene, como los yogures, fecha de caducidad incorporada. Por eso, se pueden tener varios rollos a lo largo del año, sin que nadie se sienta atado por la anticuada y terrible palabra noviazgo, que se reserva para la mayoría de edad.

Las niñas ya no quieren ser princesas.

Tal vez algún lector piense que exagero. ¿Hay estadísticas? ¿Es para todos los jóvenes el panorama igual de sombrío? ¿Es tan malo que se besen? Gracias a Dios, no todos se comportan así. Pero cualquiera que conozca el mundillo de los institutos y de los colegios de enseñanza media sabe que este fenómeno tiene dimensiones de epidemia. En este pequeño análisis no vamos a preguntarnos por la actividad sexual de los adolescentes (nos llevaría muy lejos), ni sobre la bondad o malicia de los besos. Más concretamente querríamos saber dónde ha ido a parar la educación afectiva de los muchachos y muchachas sin experiencia y sin resortes morales de ningún tipo. Es tremendo comprobar la general abdicación de los padres en este terreno. La escuela no suele dar otra visión que la biológica, cuando no la información perversa de todos los recursos de la fontanería genital. El resultado, aunque sea doloroso reconocerlo, es un desolador desamparo afectivo y moral de miles de adolescentes. Alguien les ha robado el deseo de soñar. Lo advertía aquella canción de Joaquín Sabina, popularizada por el malogrado Antonio Flores: “Las niñas ya no quieren ser princesas / y a los niños les da por perseguir / el mar dentro de un vaso de ginebra…”

Soñadores frustrados.

Lo curioso es que muchos reconocen el engaño. La frustración psicológica y sentimental a la que conducen estos comportamientos deja siempre un poso de amargura. Los más sensatos advierten el tobogán hacia el cinismo de su proceder. Pero, a la vez, se sienten incapaces de salir de la trampa. No es infrecuente encontrar chicas que sueñan con un príncipe azul. Pero aun en este caso, entretienen la espera enrollándose con el primero que se pone a tiro. Pero –les preguntas– ¿no es eso una contradicción? “Bueno –es la respuesta más frecuente– ese chico con el que sueño no existe. Hay que agarrarse a lo que hay”.

La adolescencia no es para ninguno de sus protagonistas una estación de tránsito, un transbordo para llegar a algún lado. Es, eso parece al menos, una provisionalidad definitiva. La publicidad y la moda han encontrado un buen filón en esta juventud estacionaria. “Just do it” (Simplemente hazlo). Por eso, cuando pasan los años y cabría suponer una cierta maduración intelectual y afectiva, uno se encuentra con el más asombroso vacío: casi ningún deseo de compartir la vida, un vago sentimentalismo sin profundidad, un montón de “experiencias” que han desarbolado la sensibilidad. Llegar con este equipaje a la edad del noviazgo, del matrimonio, de la familia, es como entrar en el circuito del Jarama con las ruedas pinchadas. Aquí sí que cantan las estadísticas: el 40% de los matrimonios de los últimos 15 años han fracasado.

El remedio son los padres.

Desde que los hijos son pequeños debe comenzar su educación afectiva. Buena parte del secreto consiste en adelantarse delicadamente a la natural curiosidad y a las propias experiencias. Pero hay que añadir un ingrediente más. La educación afectiva, sexual y moral de los hijos debe darse sin alarmismos, pero con la clara conciencia de que habrá de desenvolverse en un medio hostil. Una vida familiar sana e intensa requiere mucho sacrificio por parte de los padres, pero no se conoce otro remedio si no quiere uno que se los lleve la riada cuando cumplan determinada edad. san Josemaría Escrivá, que tantas iniciativas promovió para la gente joven, daba a los padres un certero consejo allá por los años 70, cuando de este problema no había asomado ni la punta del iceberg. Reunido con un buen número de matrimonios en Castelldaura (Barcelona) y ante la pregunta de una madre, les respondió: “Sin hacer las cachupinadas del siglo pasado, lo mismo que habéis puesto esos lugares de reunión para chiquitos jóvenes, de doce a catorce años (se refiere a los clubes juveniles), deberíais pensar en otras soluciones, para cuando los chicos comienzan ya a tontear. Es lógico. La mayor parte han de formar un hogar, porque Dios lo quiere así. Tenéis familias amigas, de buenas costumbres, que piensan como vosotros: ¿por qué no os reunís de cuando en cuando, dejando un poco tranquilos a los hijos, para que se conozcan y se vayan tratando? O poneos de acuerdo y sostened entre todos un lugar de recreo y de diversión para vuestros hijos, siempre que haya una madre que esté por allí con un ojo abierto, además del Ángel de la Guarda. Así nacerán noviazgos cristianos, como los quiere la Iglesia. Así casaréis a vuestras hijas con chicos estupendos. Así, las madres que tienen hijos por casar, los casarán con unas nueras maravillosas, que las llamarán madre y no suegra. Si no, os podréis encontrar con esas sorpresas tremendas, que a veces vienen, que os hacen padecer y de las que no tenéis ninguna culpa, porque ésta es la situación actual del mundo (…) Discurrid, pedid al Señor que os ilumine, y haced unas cuantas cosas. No definitivamente, sino como prueba, porque puede no salir bien a la primera, y tampoco a la segunda. Hay que insistir”.

Valía la pena esta cita aunque sea larga. Hay que insistir, sí señor. La perseverancia de los padres y el cuidado del entorno familiar son un seguro baluarte contra el nihilismo afectivo en el que ya estamos inmersos. Esta nadería sentimental que mantiene abotargado el corazón de tantos jóvenes puede provocar desaliento en muchos educadores. El asunto es más grave que la simple desorientación afectiva. El descuido de la educación de la inteligencia, el desarrollo de la publicidad de masas y de los medios de comunicación, las modas light y los hábitos de consumo del occidente opulento son el correlato de la ausencia de algo en el corazón. Pero no hay que desesperar.

Contrarrestar el vacío afectivo.

No podemos consentir que sea Hollywood quien eduque el corazón de los jóvenes. Ni la moda de Ragazza, ni las canciones de las Spice Girls, ni los anuncios de Calvin Klein. La presión de la publicidad existe y tiene una fuerza brutal. Nos hablan de sentimientos, de sensaciones, de sentimentalismo y de otros sensores de la personalidad, que no son otra cosa que eso: sentidos, esto es, puertas hacia el exterior. Lo que queda por construir es la autopista que lleva de los sentidos hasta el corazón. “En estos últimos años, muchos padres y casi todos los colegios parecen haber renunciado a educar la afectividad de los niños. Quizá suponen que lo sano es dejarla a la intemperie, para que se exprese indiscriminada y hemorrágicamente. O quizá han delegado en la tele tan ardua tarea. El caso es que el Planeta se está llenando de adolescentes crónicos, super precoces en lo sexual e inmaduros en el amor” (E. Monasterio, Mundo Cristiano, octubre 1998).

Pero la cosa no es nueva. Hace poco publicaba Aceprensa un artículo comentando un libro sobre la adolescencia, en el que se puede encontrar la siguiente cita: “La juventud de hoy está corrompida hasta el corazón; es mala, atea y perezosa. Jamás será lo que la juventud ha de ser, ni será capaz de preservar nuestra cultura”. El diagnóstico no puede ser más deprimente y podría parecer que lo hubiera escrito hoy un nostálgico de mejores tiempos pasados. Pero no. La cita procede de una inscripción grabada en una tablilla babilónica hace más de tres mil años. Los pesimistas vienen de antiguo. No se trata, por tanto, de asustarse ni de esperar que el panorama se arregle solo. Hay que poner manos a la obra y gastar toneladas de tiempo en buscar soluciones prácticas. Porque no está en juego simplemente la felicidad de nuestros adolescentes: nos jugamos el modelo social en el que van a crecer y madurar.

Una tirita para el “corazón partío”.

Hasta hace poco estaba muy de moda una tonadilla de Alejandro Sanz que hablaba de su “Corazón partío”. Recientemente he podido comprobar cómo incluso chiquillos de Educación Infantil (3-4 años) conocían la letra de la canción de este super famoso madrileño y tarareaban con su lengua de trapo “¿Quién me va a entregar sus emociones?, ¿quién me va a pedir que nunca la abandone?, ¿quién me tapará esta noche si hace frío?, ¿quién me va a curar el corazón partío?” Bien está que aprendamos por la radio el valor de la ternura, pero todos sabemos que hay más, ¿no? Bueno, pues eso ¿quién nos lo va a enseñar? ¿quién se lo va a enseñar a los que pasan más horas oyendo la radio o viendo la tele que escuchando o contemplando a sus padres? ¿Qué letras, qué canciones que conozcan desde su más tierna infancia y les acompañen durante su juventud? Hace poco he recordado una vieja copla castellana que daba en el clavo: “Corazones partidos, yo no los quiero. Y si le doy el mío, lo doy entero”. En la palabra darse está buena parte de la clave. Aquí entra la familia, aquí debería entrar también la escuela. No se trata de canturrearles antiguallas, pero sí de completar en serio lo que ya saben.

Tampoco estaría mal que de cuando en cuando los padres se preocupen de saber (no es necesario fisgar , preguntando se va a Roma) qué leen, qué oyen y qué ven sus hijos. Los chicos reciben más ejemplo malo que bueno. Pero cuando los padres se empeñan en ir contracorriente y asumen la fatiga de ese largo viaje, la mayor parte de los chicos se lo agradecerá. Porque nadie les habrá arrebatado su capacidad de soñar a cambio de un plato de lentejas.

 

Sinsentido del matrimonio homosexual

EL SINSENTIDO DE UN “MATRIMONIO HOMOSEXUAL”

El matrimonio homosexual es una cuestión importante que necesita debatirse y lo más importante en esa discusión es el marco de referencia.

En Formando la conciencia para ser ciudadanos fieles, los obispos de Estados Unidos urgen a las personas a que estudien los temas antes de ir a votar en las próximas elecciones.

Un aspecto del tema es si a las personas homosexuales se les debería permitir casarse entre ellas. Pero el punto central tiene que ver con la naturaleza y los propósitos del matrimonio como una estructura social fundamental y una institución civil. Primeramente, no se trata de una cuestión de derechos civiles, o de discriminación, o de lograr la completa emancipación de las personas homosexuales, ni tampoco de dar estabilidad a un estilo de vida.

La postura católica no empieza con la teología sacramental, las enseñanzas morales y los pasajes de la Biblia. Empieza con lo que puede observarse en la naturaleza y el comportamiento humano y en lo que podemos deducir usando nuestra razón. Esta es la posición de la ley natural.

Uno no necesita tener fe religiosa para ver que el matrimonio es una relación única entre un hombre y una mujer. Lo que define esta relación es el hecho de que se trata de una sociedad basada en la complementariedad sexual. Ésta hace posible la realización de los dos fines equivalentes del matrimonio: el amor mutuo entre esposos y la procreación de los hijos. Ninguna otra relación humana, sin importar cuánto amor o cariño haya ni cuán generadora sea, puede adjudicarse este propósito ni cumplirlo.

El matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer. Esta verdad puede ser descubierta por la razón humana. Está escrita en la ley de la naturaleza y en el lenguaje del cuerpo y del espíritu humano. Es una verdad enaltecida desde el principio de los tiempos. La enseñanza de la Iglesia comienza con esta verdad.

Dado que el matrimonio es una estructura social fundamental basada en la naturaleza humana, ni la Iglesia ni el estado pueden cambiarla en lo fundamental. El matrimonio, y la familia que éste produce, es una sociedad que precede a todas las demás sociedades. Es una institución que no poseemos, sino que hemos recibido. Esto no significa que la Iglesia y el estado no puedan regular el matrimonio, por ejemplo poniendo límites de edad mínima, pero sí significa que no somos libres de alterar su estructura básica.

El matrimonio de un hombre y una mujer hace una contribución única a la sociedad. Es el patrón fundamental para las relaciones entre hombre y mujer. Es el modelo de la manera en que las mujeres y los hombres viven de forma interdependiente y se comprometen, para toda la vida, a buscar el bien del otro. La unión también sirve al bien de la sociedad. De ella emana la siguiente generación al proporcionar la familia las mejores condiciones para criar a los hijos, esto es, la relación amorosa y estable de un padre y una madre presente sólo en el matrimonio. Otras relaciones pueden contribuir al bien común, pero no realizan en un sentido completo lo que hace el matrimonio.

¿Debería haber matrimonio entre personas del mismo sexo? La Iglesia católica enmarca esta cuestión en términos de la naturaleza del matrimonio y de su contribución al bien común. Como resultado, la Iglesia concluye que el matrimonio entre personas del mismo sexo es, por definición, algo imposible, una contradicción.

Algunas personas buscan localizar la cuestión dentro del marco de los derechos individuales y la justicia. La enseñanza católica afirma la dignidad de las personas homosexuales y pide que sean tratadas con respeto. Esto significa, entre otras cosas, que el estado puede crear leyes para proteger los derechos de estas personas y para proporcionarles beneficios sociales. Algunos ejemplos incluyen medidas para asegurar el acceso a puestos de trabajo, vivienda, cuidado médico, derecho a tener propiedad en común y la potestad de tomar decisiones médicas por la otra persona.

Existen beneficios y derechos que deben estar garantizados para cada persona. Pero el remedio para casos específicos de injusticia – falta de beneficios o de derechos-no puede ser una injusticia aún mayor, es decir, cambiar la definición del matrimonio.

El matrimonio está dirigido al servicio del bien común, no a proporcionar derechos y beneficios dentro de esa relación. No es, pues, necesario ni incluso deseable alterar una estructura social fundamental para proteger los derechos individuales y otorgar a todos los ciudadanos sus legítimos beneficios sociales.

El asunto del matrimonio entre personas del mismo sexo debe entenderse como una cuestión sobre el matrimonio tal como ha sido recibido del Creador y subsecuentemente recibido de cada generación a través de la historia. Percibirlo como una cuestión de justicia para las personas homosexuales supone ubicar la conversación en el lugar equivocado.

United States Conference of Catholic Bishops

Sexualidad es aprender a amar

Aprender a amar… ¿educación sexual?

Retomando un diálogo entre un experto en educación y una señora,(1) ésta le hizo a aquel la siguiente pregunta: –¿Cuándo debo empezar a educar a mi hijo?–. Él le preguntó por la edad del niño y la señora le informó que tenía 18 meses de vida. Entonces él le dijo: –¡Señora, ha perdido usted año y medio!–.
La sorpresiva respuesta deja a la señora muda por varios minutos. Después se escucha la voz del experto en Pedagogía que prosigue: –Pues sí señora, la tarea educativa de los padres comienza desde que el niño nace–. Ella, un poco dudosa, vuelve a preguntar: –Bueno, bueno, ya que según usted he desperdiciado ese tiempo, dígame por favor, ¿qué es lo primero que debo enseñar a mi hijo?, no me explique toda la educación en general, concrétese a decirme ¿con qué empiezo?–.

La respuesta surgió espontánea y clara: “Enséñelo a amar”.

–Pero doctor, ¿cómo le explico al recién nacido que debe amar a la gente que lo rodea?

–No le explique nada, solamente ámelo usted, y mucho–, contesta el experto.

–Pero si desde luego que ya lo amo.

–No lo dudo, pero una cosa es que usted lo ame y otra que él se sienta amado. Para el niño, sentirse amado y respetado es tan indispensable como estar bien alimentado, por eso son de vital importancia los momentos que sus padres pasan con él cargándolo y apapachándolo; en fin, sentirse amado, para el niño es una necesidad real.

–Y ¿está seguro que así aprenderá a amar?

–Claro, el aprender a amar es cosa natural, instintiva, y el niño demuestra que aprendió a amar cuando, de bebé por ejemplo, recarga su cabeza en el hombro de su mamá o de su papá y se relaja totalmente; eso no lo hace con una persona extraña…

Es necesario reconocer que existe una importante interacción entre los factores genéticos, psicológicos y sexuales en cuanto al sexo, pero la sexualidad debe ser incluida en un serio compromiso de educación que recae esencialmente en la madre y el padre, y que se llama: educación de la afectividad.

Los padres enseñarán, mediante el ejemplo, la importancia del amor en las relaciones sexuales. Saben que puede haber un matrimonio sin amor, como también amor sin matrimonio, porque en el fondo no es el amor pasajero la causa que produce un matrimonio, sino que es el acto libre de la voluntad –que se emite en el consentimiento– el que da origen al vínculo matrimonial.

Sin embargo, sólo es el amor el auténtico motivo por el que alguien contrae matrimonio. El tipo de amor conyugal se llama amor esponsal y se desarrolla a partir de la atracción física-impulso sexual, y finalmente se concreta en la responsabilidad hacia la persona del otro cónyuge.

El amor entre las personas ha de ser abarcante, es decir, ha de conjuntar un ‘todo interpersonal’ fundado en la mutua integración. Por el contrario, la concupiscencia busca la satisfacción en el cuerpo y en el sexo por medio del deleite.

La educación de los padres hacia los hijos en materia de sexualidad ha de consistir en que, previniendo equívocos y difusas concepciones reductivas, conduzca al descubrimiento o redescubrimiento de los valores de la sexualidad y de una correcta escala de valores en la vida humana.

Cualquier otra elección que excluya tales vías, o todavía peor, que implique un ulterior impulso a la promiscuidad sexual y/o al uso de drogas, es cualquier cosa menos prevención o educación, y presentarla como tal supone un trágico engaño.

Un ejemplo típico de tergiversación es el de todas las campañas que prometen la victoria sobre el SIDA, sólo con que se alcance a generalizar el uso del preservativo. Se llega así a favorecer aquella promiscuidad sexual que es la causa primera de la epidemia.

Se ha visto mucha gente distinta vulnerada por la trivialización del sexo. Generalmente las culturas han distinguido siempre entre el sexo irresponsable y el sexo protegido con el matrimonio, a favor de la familia.

La responsabilidad mutua de uno a otro comprende el cuidado de un “bien verdadero”, la quintaesencia del amor. Un amor que rehúse esa responsabilidad será su propia negación, será más bien egoísmo.

El matrimonio ante los hijos debe ser visto como algo precioso, algo que conduce a la unión y a la felicidad, a la realización de la persona. Los padres deben dar ejemplo a los hijos no sólo de ‘existir uno al lado del otro’, o simplemente ‘juntos’, sino de que existen recíprocamente “el uno para el otro”.

La antropóloga S. Frayser explica que el comportamiento del padre complementa al de la madre; el niño observa a su padre y puede ver qué debe hacer para ser un hombre; puede observar a su madre y ver lo que no debe hacer para ser un hombre.

La importancia que tienen los contrastes entre los papeles del sexo y la especificación de la identidad del sexo, pueden ser pistas para la importancia psicológica que tiene la diferenciación sexual en todas las sociedades.

Las niñas que cuentan con su padre y él está involucrado en su desarrollo, son más propensas a elegir para sí mismas buenos pretendientes y después esposos, porque tienen una norma apropiada por medio de la cual juzgar a los candidatos.

Es sumamente importante que los padres estén seguros de su fe en Dios y mantengan una permanente disposición abierta al diálogo sobre cualquier asunto delicado, por ejemplo, sobre sexualidad.

Cuando no ha habido un desarrollo correcto de la intimidad en familia, cuando los niños han sido dejados en guarderías y los padres no han tenido el tiempo suficiente para compartir con ellos cada logro y cada fracaso, la vida para el joven aparece entonces como un pozo en el que ha sido arrojado y del que no puede salir. Es una vida sin esperanza, llena de tedio y abocada a la náusea.

Surge entonces un deseo, por ejemplo en la adolescencia, de escapar de esa insufrible cárcel interior. La fuga o evasión más radical es el suicidio, pero hay otras muchas: el sexo, el activismo, modas novedad, cambio, distracción, diversión como fin, la droga, el alcohol.

Ciertamente, al adolescente hay que prepararlo en su preadolescencia y en su niñez. Un joven, al cual le pregunté si sus padres le habían explicado sobre la sexualidad humana, me dijo: –Si, pero lo hicieron tarde–. Esta experiencia, por desgracia, se repite con frecuencia; hay que hablar con claridad en el tiempo apropiado.

Hoy en día se ha generalizado la “educación de la sexualidad” o “educación sexual”; sin embargo, esta denominación puede inducir a algunas personas a olvidar que lo sexual está ligado a la educación de la afectividad, que es donde cobra una dimensión verdaderamente humana.

Se nos quiere ofrecer una imagen como algo puramente biológico, que se debe dejar manifestar con espontaneidad, y es cierto que la sexualidad es algo natural a la persona, como lo son otras cuestiones fisiológicas, porque la persona humana es sexuada. Pero lo que no se puede permitir es reducir el amor a sexo, a relaciones puramente genitales, manejar el cuerpo en función solamente del erotismo.

Por eso, es más adecuado hablar de información sexual y de educación de la voluntad como elementos de una adecuada maduración afectiva de la persona, que incluye la maduración de los sentimientos y el encauzamiento de las pasiones.

En definitiva, si queremos que la información sexual sea realmente educativa, informar no se puede reducir a proporcionar una explicación científica de los cambios psicofísicos que se producen en la pubertad, sino que deberemos darle a todo el proceso la dimensión espiritual y trascendente que posee.

Recordemos a los padres: la disposición al diálogo es muy importante. Pregunta: ¿Hay alguna cosa peor que encontrar un gusano en la manzana que estás comiendo? Sí, hay algo peor: encontrar dos gusanos.

De la misma manera: ¿Hay alguna cosa peor que tus hijos te pregunten detalles acerca de la sexualidad? Sí, hay algo peor… que NO TE PREGUNTEN NADA, porque entonces quedará en claro que ni su confianza te has podido ganar.

(1) Chávez, Cony. La Dignidad del Niño. México, Minos 98.

Autor:

Norma Mendoza Alexandry

 

Ser padre hoy

¿Qué significa ser padre hoy?

El padre de hoy se abre a las necesidades más sutiles del hijo: las emocionales y las psíquicas.

 

El «buen padre», imagen ampliamente difundida por las sociedades de consumo, es la de «proveedor»: aquél que satisface todas las necesidades materiales del hogar. Para «que no les falte nada a los hijos» trabaja jornadas dobles y aún los fines de semana. El padre no logra satisfacer las necesidades presentes, cuando ya le han sido creadas otras. Así se desgasta febrilmente, sin darse un respiro para disfrutar lo importante: la experiencia única de ver crecer a los hijos.
Los padres que han logrado vencer las tradiciones atávicas de ser meros proveedores, comparten el gozo en la crianza de los hijos y hablan de «una nueva dimensión en la convivencia familiar».
A pesar de los iracundos reproches de quienes pretenden perpetuar el tabú inmemorial de que cuando el padre se involucra emocionalmente con el hijo se torna ´suave como una segunda madre´, y que si participa en el cuidado y atención del hijo se convierte en simple ´mandilón´, cada día son más los padres presentes en el quirófano en el momento del nacimiento de sus hijos, en los cursos prenatales y de posparto para capacitarse en el cuidado del bebé.
Se necesitan dos para engendrar un hijo. También se necesitan dos para su desarrollo. La intuición femenina permite a la madre establecer una comunicación vital con el hijo desde el momento mismo de su nacimiento. Interpreta las señales de temor en el infante y con mimos lo tranquiliza y conduce suavemente.
La voz del padre es de importancia suma: da seguridad, confianza en el porvenir, establece los límites de la conducta infantil, y cierra el círculo del amor que debe rodear al niño. El padre proporciona un elemento único y esencial en la crianza del hijo y su influencia es poderosa en la salud emocional. La madre le dice: «con cuidado», y el padre le dice «uno más», al estimular al pequeño a subir otro peldaño para que llegue a la cima. Juntos, tomados de la mano, padre y madre guían al retoño en el camino de la vida.
El padre de hoy se abre a las necesidades más sutiles del hijo: las emocionales y las psíquicas. Trasciende la preocupación de sí mismo y sus ocupaciones, y logra ver al hijo en sus propios términos. Propicia el ambiente que le permita el desarrollo de su potencial en un marco de libertad responsable, no de dominación.
No se detiene en la periferia, sino que conoce al hijo de cerca. Lo guía sin agresividad, con firmeza motivada y razonada, por el camino de los valores que desea heredarle. El padre de hoy se ha dado permiso para ver con ojos de amor al retoño de sus entrañas. Advierte en el hijo, más allá de las limitaciones presentes, el cúmulo de posibilidades que está por realizar. Y a su lado goza cada peldaño de su desarrollo.

 

Santificar las vacaciones

Publicado en Church Forum 2.0 beta (http://www.churchforum.org)

Santificar las vacaciones

El periodo estivo incluye frecuentemente amplios periodos vacacionales, por lo menos a nivel escolar. Obviamente el sentido de estos periodos es el descanso. Vacación equivale a descanso. Pero, ¿es indiferenet cualquier forma de descanso?, ¿debo descansar también de Dios y sus preceptos?, ¿la fe ofrece o recomienda algún género de descanso?

La oferta vacacional es infinita, las formas de descanso también. Puede afirmarse sin embargo que urge una cristianización del descanso. La razón es que con frecuencia se confunde el auténtico descanso con forams desordenadas de vida, con excesos, como si para pasarlo bien fuera requisito portarse mal. Paradójicamente los excesos agotan, creando nuevos nichos de mercado, por ejemplo las bebidas energizantes. Incluso se ridiculizan formas de diversión sanas, y se presume en ?petit comité? de los comportamientos desordenados, que cada vez se vuelven más aspiracionales: la gente trabaja para embriagarse el fin de semana, o pasar una velada en un table dance.

¿Con qué autoridad se puede hablar de las vacaciones desde una perspectiva de la razón iluminada porla fe?, ¿no se trata de una realidad indiferente para estos baremos?, ¿no se trata de una injerencia abusiva del ámbito de la fe sobre la intimidad de las personas, una especie de reglamentación asfixiante, carencia de autonomía y determinación, o escrúpulos ridículos?

El descanso, contra lo que pudiera pensarse, no es ajeno, por ningún concepto, a la fe. De hecho, ya en el primer libro de la Biblia, en el segundo capítulo aparece, al afirmar el Génesis que, al concluir la creacinó, Yahvé Dios descansó en el séptimo día y lo santificó. El sentido del domingo enraíza en esta convicciÀ

La oferta cristiana es ambiciosa y audaz a un tiempo, y por qué no decirlo, atractiva: se trata de santificar el tiempo, todo el tiempo, no sólo el de oración, ni exclusivamente el del trabajo, también el descanso se dbe santificar. Sin embargo, queda mucho por hacer, es preciso superar la pobre disyuntiva entre espectáculos y diversiones sosas o indecentes, simples o envilecedoras. Es triste, por ejemplo, que el género cómico decaiga con frecuencia en lo soez. Es necesario enriquecer culturalmente a la sociedad, y el descanso es un lugar estupendo para ello; pero previamente debe deslindarse a la cultura de la irreligiosidad o la inmoralidad, en la que con tanta frecuencia naufraga.

Las vacaciones suponen un reto a la creatividad por un lado y a la coherencia por otro. Pueden suponer un periodo de enriquecimiento personal y convivencia familiar, o por el contrario, el lugar donde se pierden los hábitos ganados durante el curso escolar, merced a la pereza y al vacío de objetivos, quedando mucha s veces a la deriva de lo que vayan ofreciendo los diferentes media, como consumidores pasivos y sin capacidad crítica. Descansar en consecuencia no es ?no hacer nada?, sino cambiar de actividad, repesar nuestra existencia, gozar de un mínimo de tranquilidad para proyectar nuestra vida, forjar proyectos, encauzar

ideales. La riqueza personal que produciría un descanso constructivo es incalculable, y el beneficio a la sociedad también; ¡qué cantidad de idiomas, habilidades, etc., podrían adquirirse! y sin embargo enva ran anegados en la inactividad, la pereza o la contemplación pasiva del televisor o la computadora.

Una parte muy importante de la labor de recuperar a la juventud por un lado y a la capacidad de comunicación y convivencia familiar por otro, estriba en el uso adecuado del tiempo vacacional. Para un cristiano es además una tarea improrrogable, vistos los nefandos estragos que causan la ociosidad a los jóvenes y a las familias: pleitos, adicciones, egoísmos, falta de ideales, desunión y finalmente aburrimiento. La socieda necesita el testimonio atractivo de personas que sepan descansar, divertirse, pasárselo bien, al tiempo que

se enriquecen y conviven en familia. Formas sanas de alejar el estrés que fomenten la convivencia y no aíslen a las personas, como lamentablemente sucede cuando quedan cautivas de las herramientas tecnológicas, sin interactuar con personas reales ?no virtuales- y con la naturaleza. El auténtico descanso fomenta la capacidad contemplativa, que enriquece a la persona y le ofrece una felicidad y una paz más profundas, menos efímeras.

Autor:

Padre Mario Arroyo Martínez

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Sacad al estado de mi matrimonio

Reino Unido: sacad al Estado de mi matrimonio

El martes 12 de junio, dos días antes de que se cerrara el plazo de la consulta vía web sobre la propuesta de legalizar el matrimonio gay en el Reino Unido, la Coalition for Marriage presentó en Downing Street 500.000 firmas contra el intento del gobierno británico de redefinir el matrimonio. Ese mismo día, los obispos anglicanos y los católicos publicaron sendos comunicados.

La Coalition for Marriage es una plataforma cívica que da voz a individuos y grupos del Reino Unido a favor del matrimonio entre hombre y mujer. Cuenta con el apoyo de políticos, abogados, profesores y líderes religiosos británicos.

Nació poco después de que el primer ministro David Cameron anunciara su propuesta de legalizar el matrimonio gay en Gran Bretaña. El principal argumento que maneja la plataforma es que las parejas del mismo sexo ya tienen –desde que entró en vigor en 2004 la Civil Partnership Act– los mismos derechos a que da acceso el matrimonio.

De ahí que no sea necesario transformar una institución que durante siglos ha sido la unión entre un hombre y una mujer. Sobre todo, añaden, porque ni este gobierno ni ningún otro tiene competencia para cambiar una institución social que no pertenece al Estado.

La cuestión puede provocar también divisiones dentro de la coalición de gobierno, pues Cameron ha dejado que los parlamentarios tories voten en conciencia, mientras que el líder liberal-demócrata Nick Clegg quiere que todos sus parlamentarios apoyen la legislación propuesta.

El Estado interviene el matrimonio
A la sociedad civil se han sumado los obispos de la Iglesia de Inglaterra y los de la Iglesia católica. En un comunicado hecho público el martes, los obispos anglicanos dicen: “El matrimonio beneficia a la sociedad en muchos sentidos; no sólo promoviendo la ayuda mutua y la fidelidad, sino también al reconocer la subyacente complementariedad biológica que incluye, para muchos, la posibilidad de procrear. La ley no debería tratar de redefinirlo prescindiendo de esa objetiva distinción subyacente entre hombre y mujer”.

“La Iglesia [de Inglaterra] ha apoyado la supresión de anteriores desigualdades legales y materiales entre parejas heterosexuales y parejas del mismo sexo. Transformar ahora la naturaleza del matrimonio para toda la sociedad no va a añadir [a las parejas homosexuales] ningún beneficio legal a los que ya les confiere la ley de uniones civiles”.

Por su parte, la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales ha publicado una nota de diez páginas en la que pide al gobierno británico que retire su propuesta de legalizar el matrimonio gay. El documento explica, con una argumentación detallada, por qué no pueden equipararse las uniones del mismo sexo con el matrimonio. El texto concluye que lo que está en juego en esta propuesta es el significado intrínseco del matrimonio y lo que es mejor para el conjunto de la sociedad.

La propuesta, advierten, pretende introducir para toda la sociedad un cambio radical en la comprensión del matrimonio, algo que perjudica sobre todo a los niños y a las generaciones futuras.

Los obispos católicos rechazan de plano la nueva definición de matrimonio propuesta por el gobierno británico: el derecho “de todas las parejas, con independencia de su género, a tener una ceremonia civil de matrimonio”.

Afán de ser como todos
Pero no son solo líderes religiosos los que se han manifestado en contra de esta iniciativa del gobierno. En laopinión que ha aportado a la consulta, el director de SpikedBrendan O’Neill critica el voluntarismo del gobierno británico, que se atribuye de forma unilateral del derecho a transformar una institución social. También aporta otros argumentos en “Por qué el matrimonio gay es una mala idea” (ver artículos relacionados).

A falta de un día para que se cerrara la simbólica consulta, O’Neill presentó un nuevo argumento en su blog delTelegraph. En esta ocasión, advierte el giro que ha dado en su mensaje Peter Tatchell, el activista gay más famoso del Reino Unido.

Hace diez años, Tatchell criticaba a los activistas del movimiento gay que centraban su discurso de ideas en el valor de la igualdad. “La mera igualdad, decía entonces Tatchell, supone abandonar la perspectiva crítica sobre la cultura heterosexual”. Por otra parte, la igualdad no debía ser para los gays el valor supremo. “Nuestra demanda es la liberación. Queremos cambiar la sociedad, no conformarnos a ella”.

O’Neill reconocía en esta postura al libertario que tenía sus ideas; luchaba por ellas; y no esperaba a que el Estado le tendiera la mano. Pero Tatchell ya no es el mismo. Ahora coordina una campaña llamada Equal Love. La igualdad, de pronto, se ha convertido en su principal demanda. Y el Estado, en su aliado número uno.

“Si antes los activistas gays luchaban para sacar al Estado fuera de sus vidas –fuera de sus camas y de sus bares–, ahora pelean para tenerlo de vuelta; lo quieren para que diga: ‘Vuestras relaciones son valiosas’. La demanda de liberación ha cedido ante la súplica del reconocimiento del Estado”, comenta O’Neill. “Que la punta de lanza de esta campaña esté formada por aquellos que antes querían sacar al Estado de la vida privada es una triste paradoja”