Potenciar la generosidad en familia

 

 

Potenciar la generosidad en la familia

Generosidad en familia

Marta está llorando en un sofá. Pasa las hojas de un libro, con la mirada perdida y con los ojos hinchados. Frente a ella, Juan sonríe mientras tiene en su poder el Nintendo, todo para él y sólo para él.

Cuando los padres entran en el salón de estar y se encuentran con una escena como la anterior, sienten que algo debe cambiar en sus hijos. ¿Cómo lograr que sean más generosos, cómo ayudarles para que aprendan el arte de compartir y de disfrutar al ver a otros felices?

La generosidad es una de las virtudes humanas más hermosas. El generoso vive su relación con las cosas desde una perspectiva de condivisión, de apertura a los demás. No se encierra en sus intereses, no agota su existencia en la búsqueda del propio placer, en el acapararlo todo para sí. El generoso descubre las necesidades del otro, ve las cosas materiales como medios para servir, para dar, para establecer lazos de amistad.

A todos nos gustaría vivir así, con las manos abiertas y con un corazón grande. Especialmente a todos nos gustaría poder ofrecer a los hijos una educación que les permita convertirse en niños (y futuros adultos) generosos y buenos.

¿Cómo lograrlo? ¿Qué hacer para que los hijos aprendan a ser generosos, para que rompan el cerco del egoísmo, para que sepan vivir sinceramente interesados por los demás?

El primer paso consiste en el ejemplo. Pensemos en dos familias muy diferentes. En la primera, los padres hablan continuamente de lo que van a comprar, de cómo visten los vecinos, del coche nuevo que tiene un amigo. Además, cuando llegan a casa él o ella (o los dos) buscan ansiosamente el periódico, o la revista, o el libro, o el programa favorito. Si el otro o la otra han ocupado el diván más cómodo, quien ha “perdido” manifiesta que se siente triste y ofendido, mientras la parte ganadora disfruta de modo egoísta su victoria. Es de suponer que los hijos que viven en hogares como el anterior configuran su mente y su corazón según la ley de “primero yo y caiga el mundo”; es decir: se acostumbran a buscar siempre la satisfacción de sus deseos, incluso cuando saben que pueden provocar pena o dolor en otros.

En la segunda familia, los padres saben ceder continuamente el paso, sirven la comida primero al otro, dejan el periódico o el libro a quien lo pide, o simplemente cuando ven entrar en casa al esposo o la esposa dejan todo para saludarle. Si ha llegado un poco más de dinero al hogar, piensan en seguida en ayudar a algún familiar necesitado, o incluso a un vecino pobre que no sabe cómo solucionar el problema de las goteras. Al salir de compras, están más pendientes de satisfacer al otro o a los hijos que en conseguir lo que más les gusta. Al pasar junto a un auténtico pobre saben ofrecerle una sonrisa o una pequeña ayuda. Y en el tren no dudan un momento en dejar el propio asiento a alguna persona mayor que lo necesita de verdad.

Los hijos que viven en este segundo tipo de hogares “respiran” un clima de generosidad y de grandeza de corazón que penetra en sus almas. Descubren así que las cosas materiales valen en tanto en cuanto se reparten, se ofrecen a los otros. Perciben que el tiempo no es para satisfacer los propios caprichos, sino para estar junto a quien nos pide una mano. Valoran la vida no en cuanto sucesión de momentos de egoísmo que nos empobrecen, sino como camino hacia el altruismo, que nos hace ser más buenos con todos.

El segundo paso, que necesita estar acompañado por el ejemplo, consiste en ofrecer pequeñas enseñanzas, con palabras o con acciones, a los hijos para que entren en el mundo de la generosidad.
No hay que extrañarse de que un hijo de dos años sienta envidia cuando nace un hermanito. Es una reacción a veces instintiva. Pero los padres pueden empezar a ayudarle, con gestos y con paciencia, a comprender que uno no es el ombligo del mundo.

 
El cariño verdadero buscará maneras para que el hijo se abra a la generosidad desde pequeño. Con su ejemplo, el padre le hará ver que todos hemos de ayudar a poner la mesa o a retirar los platos. La madre le permitirá descubrir lo hermoso que es dejar la silla más cómoda a los otros. El hermano mayor, si ha aprendido a ser generoso, buscará maneras para que sus juegos no sean sólo suyos, sino que puedan ser usados por los otros hermanos.

El aire de una familia cambia cuando la generosidad se enseña y se vive de forma natural y constante. Habrá ocasiones, es parte de la vida, en que uno o varios sientan la fuerza del egoísmo y prefieran encerrarse en su habitación en vez de ayudar en la limpieza la casa. Pero los padres buscarán entonces un momento más sereno para hacer reflexionar a los hijos que la casa es de todos, que el tiempo pasa mejor si buscamos ayudarnos mutuamente, que las cosas brillan más cuando sufren el desgaste de más manos, y que la vida es más alegre si la compartimos con cualquiera que pueda pedirnos una ayuda, participar en sus estudios o sus juegos, o simplemente estar a su lado para leerle una novela mientras el sueño cierra sus párpados cansados.

La generosidad debe ser una de las más importantes tareas educativas para cualquier hogar. Lo que los niños son ahora marcará la vida de jóvenes y de profesionistas del mañana. Vivimos en un mundo con demasiado egoísmo como para que también en casa falten toques de cariño que nacen de corazones generosos.

En cambio, el mundo da un paso hacia lo bueno y lo bello cuando en el hogar alguien se acerca para ofrecernos un vaso de refresco con hielos. O cuando nos deja la computadora sin límites de tiempo. O cuando hay más familias que piensan en las cuentas del banco (que son importantes) no para que sirvan sólo a sus titulares, sino para promover bienestar entre los miembros de la casa y entre tantas personas necesitadas de generosidad, de ayuda, de respeto.

Mamá está junto a Marta, mientras que papá le susurra a Juan unas palabras al oído. Los dos escuchan y hablan. Juan siente algo de pena porque va a dejar su juego, pero quizá pronto comprenderá que existen cosas mucho más importantes que tres horas de Nintendo. Marta, en cambio, se ha levantado con una mirada distinta. En voz baja, pero sincera, le dice a Juan: “No te pongas triste. De verdad, prefiero que juegues tú a que me dejes ahora el mando. Luego me dices el resultado, ¿eh?”

 

Formas de generosidad en la familia

Podríamos decir que la generosidad es hacer algo en favor de los demás, aunque cueste esfuerzo. Pero a veces no es fácil identificar claramente esa conducta porque depende de la rectitud de intención y del esfuerzo con que se realiza. No es lo mismo que un rico dé algo del dinero que le sobra, que el pobre que da su única moneda. Para ser generoso hace falta ser consciente de que lo que puede dar o hacer por los demás puede satisfacer una necesidad en los otros.

Una forma de generosidad puede ser dar dinero o regalar o prestar objetos. Para un padre puede ser cómodo dar a sus hijos abundante dinero o regalos, pero ha de preguntarse si lo hace por satisfacer las necesidades sociales o lúdicas de los hijos o por propia satisfacción. Un exceso de dinero puede fomentar el egoísmo y la comodidad de los pequeños. Algunos padres pueden dar muchos juguetes para compensar la falta de dedicación a los hijos en cosas que exigen mayor esfuerzo.

Otra forma de generosidad es entregar el tiempo o estar disponible para escuchar a los hijos, ayudarles en sus deberes o simplemente estar alegremente con ellos. Esta manera de «gastar el tiempo» es muy positiva para crear ambiente de familia y sentimiento de seguridad en los chicos.

Otra manera de ser generoso es  esforzarse por hacer la vida agradable a los demás, aunque a veces cueste dar conversación y sonreír a los antipáticos.

Hay dos formas en las que este virtud es más difícil de vivir: una es recibir los favores o atenciones de los demás y otra es es perdonar. En ocasiones resulta más llevadero hacer las tareas uno mismo que pedir a los hijos que las hagan o ayuden a hacerlas. Pero resulta más educativo dar oportunidades a los pequeños para que aprendan a resolver los problemas por sí mismos y adquieran los hábitos operativos nuevos.

En todos los actos de generosidad comentados hay un esfuerzo para salir de uno mismo y darse a los demás, pero no hay que olvidarse de otra intencionalidad: hacer que los hijos aprendan a ser generosos.

14 CONSEJOS PARA AYUDAR A NUESTROS HIJOS A VIVIR LA GENEROSIDAD

  1. Enseñarles desde pequeños que ninguno de los bienes materiales que poseen les pertenece plenamente. No tienen derecho a romper los juguetes que les han regalado.
  2. Hacer patente a los hijos que los padres tampoco tenemos como propios estos bienes.
  3. Acostumbrarles a cederse mutuamente juegos, útiles de trabajo, libros, etc.
  4. Los padres tienen que ser generosos en el tiempo que dedican a sus hijos para ayudarles en el estudio, para descansar con ellos, etc. Es un ejemplo muy importante de entrega a los demás.
  5. Los chicos, desde pequeños deben ser generosos con su tiempo. A veces tendrán que dejar un trabajo o el mismo estudio, un encargo, para atender otro más importante.
  6. Además de los pequeños servicios que se les solicita para ayudar a la convivencia familiar, es muy adecuado asignar algún cometido fijo, asequible a su edad, que suscite su sentido de responsabilidad y suponga un pequeño vencimiento (detalles de orden material, cuidado de alguna zona de la casa, atención a algún hermano menor, etc.). En todo caso, conviene tener flexibilidad en los encargos. Es más importante fomentar la unidad y el mutuo servicio que el estricto cumplimiento de un encargo concreto.
  7. Enseñarles a mirar la Cruz cuando les cueste entregar algo. Al fin y al cabo todo lo que tienen lo han recibido de Dios. La entrega de Cristo en la Cruz es nuestro ejemplo.
  8. Desde pequeños hay que sembrar en sus corazones y en su memoria las razones últimas que mueven a un cristiano a comportarse de un modo concreto y determinado.
  9. Tener prudencia en las expresiones y conversaciones en las que se ensalza o se añora la consecución de los bienes materiales o los triunfos estrictamente humanos. Especialmente cuando se empieza a abordar el tema de las carreras profesionales.
  10. Tener mucha constancia en fomentar la generosidad, aunque parezca que no se avanza nada. En realidad se está encauzando una tendencia natural, deteriorada por el pecado original.
  11. Cuidar de que una parte de su dinero la entreguen como limosna. Que ahorren para hacer regalos a sus padres y hermanos.

12.Fomentar las acciones de gracias desde pequeños. El agradecimiento nos lleva a corresponder y a ser generosos con quien primeramente nos ha hecho el bien.

  1. Ejercitar obras de misericordia corporales, acompañados de los hijos, de modo que el contacto con los que sufren, con los desheredados, sea, además, el mejor antídoto contra el aburguesamiento.
  2. Conviene que los hijos sepan -del modo más conveniente en cada caso- que se ayuda económicamente a la parroquia, labores sociales, formativas o benéficas.

Educar la generosidad

 

Los niños de 1 a 6 años, no comprenden el valor de la generosidad, pero sí están

capacitados para realizar hábitos buenos relacionados con esta virtud, como son el

dar y compartir, que no genera frustración sino alegría. Pero, ¿sabemos animarles a

ser generosos o se lo imponemos sin más?

El periodo sensitivo de la generosidad se desarrolla fundamentalmente entre los 7 y

12 años. A esta edad ya tienen “uso de razón” y sienten el impulso de ser generosos,

prestar servicios, hacer encargos, ayudar, compartir.

Por tanto, antes de esa edad tenemos que fomentar hábitos relacionados con esta

virtud: dar algo suyo, compartir juguetes, dar su tiempo, …

La siembra hay que hacerla desde que nacen y con el arma de nuestro ejemplo.

  1. El papel de los padres

Resulta muy difícil que un niño/a de 6 años consiga por sí solo el valor de la

generosidad, sin la ayuda de un adulto que le guíe y le aconseje. Precisamente si

conseguimos que estos hábitos los adquiera en casa sería mucho más fácil para él actuar con toda naturalidad en el colegio.

 

  1. Qué es lo que podemos dar

Sólo podemos dar aquello que tenemos. La generosidad nos lleva a entregar aquello que poseemos y consideramos valioso.

Un problema muy común se encuentra en el valor que se da a cada una de las

posesiones. ¿Qué vale más, un juguete caro o dos horas de mi tiempo? Para

contestar a esta pregunta habría que establecer unos criterios de valoración.

Si un criterio fuera “la alegría de mi hijo”, seguramente las horas de tiempo son más valiosas.

¿Qué es lo que podemos dar (regalar, prestar, …)?

  1. a) Dar posesiones tangibles (dinero y objetos).

En estos casos, una tendencia frecuente es dar de lo que sobra, y no dar de acuerdo

con la necesidad de las otras personas.

Otro peligro consiste en dar objetos tangibles para no tener que molestarse en dar

algo que cueste mayor esfuerzo. Un ejemplo sería un padre que regalase muchas

cosas a sus hijos en compensación por no pasar tiempo con ellos.

b)También se puede dar tiempo.

 

 

De hecho, se podría definir la disponibilidad como generosidad del propio tiempo. Ser

generoso con el tiempo significa estar dispuesto a emplear para los demás ese

tiempo que se guarda para sí mismo.

  1. c) Podemos dar “presencia en casa”.

Afectivamente podemos ser generosos con el tiempo empleándolo en hacer cosas por los demás, pero también podemos emplearlo en crear un ambiente familiar positivo (de sosiego, de tranquilidad, de seguridad, de cariño, de unidad).En este sentido, podemos hablar del valor de la presencia de los padres en la casa. Esa presencia supone la actitud generosa de esforzarse por hacer la vida agradable a los demás.

  1. d) También es un acto de generosidad, recibir

Muchas veces, hay más generosidad en recibir que en dar. La generosidad no está solo en dar. No es generosa la persona que no está dispuesta a recibir, que no deja a los demás ser generosos con ella.

En este sentido, hay padres que se esfuerzan por dar a sus hijos todo, y no les

enseñan a dar y a valorar lo que reciben; son padres que se han excedido en la

atención a los hijos buscando su bienestar y su éxito profesional, pero que no se han ocupado de enseñarles a esforzarse por el bien de los demás (familia, amigos, compañeros). Han hecho a sus hijos egoístas.

 

 

  1. e) Perdonar

También es un acto de generosidad, que suele costar incluso más esfuerzo que los anteriores, que es el perdonar. Para perdonar hace falta una gran seguridad interior y un gran deseo de servir a los demás. No se trata de quitar importancia a lo que otras personas han podido hacer, ni de ser ingenuos; se trata de hacer un acto de

generosidad.

 

 

 

Motivos para ser generosos

Los niños pequeños, de 1 a 4 años, no comprenden el valor de la generosidad,

porque no reconocen el valor de lo que tiene, ni las necesidades que los demás

pueden tener. Por esto, ya que no perciben los motivos para esforzarse en ser

generosos, no ejercitan la virtud de la generosidad pero sí están capacitados para realizar hábitos buenos relacionados con esta virtud y hay que motivarles en este sentido.

 

Motivos para ser generosos pueden ser:

2.1. Por agradar a otra persona.

Al principio el niño tendrá que esforzarse en ser generoso con las personas que le resultan simpáticas. Luego, se le ayudará a actuar de acuerdo con una jerarquía de valores, atendiendo a quien más lo necesita.

Por eso se puede decir que una de las motivaciones reales para ser generoso es ver el resultado positivo en la otra persona.

2.2. Buscando la contraprestación.

Es la motivación que tiene un niño que presta algo a un compañero, sabiendo que de esta forma, cuando él necesite algo, el compañero se lo prestará. Se ha creado como una “obligación” de restituir el favor.

La motivación, en este caso, es la misma contraprestación, y –en el caso de los niños pequeños- no hay nada malo en ello. Es bueno proporcionarles muchas posibilidades de esforzarse por diversos motivos, aunque en principio estos sean insuficientes. Así adquirirán un hábito de dar, de perdonar, etc. Luego tendremos que cimentar la

rectitud de los motivos, y desarrollar la intensidad con que se vive la virtud.

Los padres tenéis que abrir nuevos horizontes a los hijos, sugiriéndoles actos de generosidad o explicándoles la necesidad que tiene algunas persona de recibir, para que se esfuercen y desarrollen un hábito de actuar a favor de los demás.

Indudablemente, será mucho más fácil conseguir esta virtud, si los padres dan

ejemplo en este sentido, y existe un ambiente de participación y de servicio en la familia.

Precisamente por eso, tienen sentido los encargos en la familia. Y son una ocasión maravillosa de crear hábitos de servicio.

Puesto que la virtud de la prudencia regula la práctica de todas las virtudes, para el buen desarrollo de la generosidad, vuestros hijos deben conocer: El valor de lo que tienen, las posibilidades de dar y las necesidades de los otros. La generosidad nunca nos ha de llevar a satisfacer los caprichos de los demás.

 

 

Fuente: varias publicaciones

La familia ya no transmite valores

Por qué la familia no transmite valores

Entrevista al director de la revista «Humanitas», Jaime Antúnez Aldunate

CIUDAD DE MÉXICO, miércoles, 14 enero 2009 (ZENIT.org-El Observador).- Con la conferencia «¿Qué cosa es el valor?», el profesor y periodista chileno Jaime Antúnez Aldunate desempeña un papel fundamental en este primer día de trabajo del Congreso Teológico Pastoral que se lleva a cabo en el marco del VI Encuentro Mundial de la Familia en México.

Jaime Antúnez Aldunate es fundador y director, desde 1996, de «Humanitas» (www.humanitas.cl), una de las revistas más importantes en América Latina sobre antropología y cultura cristiana, perteneciente a la Pontificia Universidad Católica de Chile.

Es, también, autor del libro de entrevistas «Crónica de las ideas» en el que –entre celebridades como Jean Guitton, Julián Marías, Eugène Ionesco, Octavio Paz, el Dalai Lama, Robert Spaemann, André Frossard o Josef Pieper–, ofrece una conversación («El problema de fondo»), con el entonces cardenal Joseph Ratzinger, hoy Benedicto XVI.

A continuación reproducimos la entrevista concedida a ZENIT-El Observador por el doctor en Filosofía.

–¿Qué es «el valor» (tema de su conferencia) en un mundo como el nuestro que, según parece, le tiene fobia a lo que no es relativismo y subjetivismo?

–Jaime Antúnez Aldunate: En el lenguaje corriente se entiende en general por valor una opinión estable, identificable con una posición ética, por contraste con la mera opinión de coyuntura, como son las políticas, las económicas y otras de la especie. Entran así en la categoría de la discusión de valores especialmente aquellas referidas a temas como la familia, el aborto, el derecho a la vida, la reproducción sexual y similares. Se habla a veces, a este propósito, de «la cuestión valórica».

Pero hay que ir despacio y se necesita aquí hacer algunas distinciones. Pues un valor, que podría también ser entendido como un bien reconocido en cuanto tal, para ser efectivamente reconocido como bien, necesita ser primero que todo experimentado. Esto es algo de la esencia del valor cuando se trata del tema de la cultura.

La cultura, a la que el Concilio Vaticano II definió como «estilo de vida común que caracteriza a un pueblo y que comprende la totalidad de su vida», puede entonces ser vista, desde la perspectiva de los valores, como bienes que experimentan las personas en la vida de una sociedad. Por cultura puede entenderse en este sentido «el conjunto de valores que animan la vida de un pueblo y de desvalores que lo debilitan«, o bien las formas a través de las cuales aquellos valores o desvalores se expresan y configuran en las costumbres, la lengua, las instituciones y en la convivencia en general.

La tradición aristotélica hablaba más de virtudes. Pero sea como fuere, virtudes o valores, unos y otros lo son en cuanto realidades vividas y no en cuanto meras opiniones. Si no son capaces de cultivar a la persona –en el sentido de germinar en ella un cultivo de su ser– estamos en el plano de simples justificaciones o entelequias racionales, sin vinculación entitativa con el bien, la verdad y la belleza. Andaríamos por ahí en la dirección del nihilismo, según lo definió Nietzsche, situación en que los valores se resquebrajan, dejan de tener fuerza, pierden su finalidad, donde no existe respuesta a la pregunta por qué.

Y esto sí que es engendro de subjetivismo y del más puro relativismo. Si se habla de relativismo de los valores, miremos sobre todo el plano de la experiencia. Pues el relativismo tiene que ver, más que con el lenguaje y los discursos, principalmente con los quiebres familiares, con la secularización de la mujer, con la crisis social de la figura del padre, con la voluntad de no compromiso, y tantas y tan variadas actitudes del género. El valor no se sostiene en un discurso, como es claro, sino en un modo de ser persona. En una cultura, por lo tanto. El relativismo y el subjetivismo germinan en la ausencia de ésta.

–¿Ha perdido terreno la familia frente a los medios electrónicos de comunicación en lo que se refiere a la formación de valores humanos y cristianos de los hijos?

–Jaime Antúnez Aldunate: Ya el siervo de Dios Juan Pablo II hablaba, por ejemplo en su «Carta a las Familias» del año 1994, del drama de los modernos medios de comunicación sujetos a la tentación de manipular el mensaje, falseando la verdad sobre la persona humana, produciendo con ello profundas alteraciones en el hombre de nuestro tiempo, «a punto de poder hablarse en este caso de una civilización enferma», decía.

En dieciocho años es mucha el agua que ha corrido bajo los puentes y el problema se ha agravado considerablemente, abarcando incluso otras dimensiones.

Por ejemplo, considere usted tan sólo la creciente dependencia en que viven hoy los jóvenes de los más variados medios de comunicación electrónicos, que la técnica va cada día ofreciendo. Es claro que –al margen de la provechosa utilidad que obviamente pueden muchos generar de su buen uso– se va generalizando el hábito mental de vivir «conectado», situación preocupante por la fuerte carga deshumanizadora que conlleva, la cual desplaza el natural y personal vivir «comunicado», timbre que caracteriza a una sociedad de personas humanas. Mientras lo segundo, lo dice la palabra, es propio de la comunión interpersonal, no sucede lo mismo con la conexión, crecientemente impersonal, activadora y sintomática a la vez de la soledad en que vive el hombre contemporáneo, en particular millones de jóvenes.

Todo esto, a la vez que horada la relación entre personas –y en concreto entre las personas de la familia– es un venenoso sucedáneo frente al debilitamiento generalizado que la comunión personal viene sufriendo.

Pero digamos algo más. Este proceso, en sus rasgos psicológico-culturales, es el perfecto pórtico de una mística nihilista –mística «del nirvana», podríamos llamarla, pues lo aparente aquí se superpone a lo real– donde el hombre se sumerge en un universo de ilusiones. En un contexto como el presente, que tiende al predominio de lo virtual, donde la apariencia se vive como realidad, trasparece una profunda sintonía con esos fenómenos místico-nihilistas. No extraña así que las manifestaciones de estos misticismos nihilistas proliferen hoy masivamente, expresándose a través de muy variadas formas, desde la llamada Nueva Era -suculentamente publicitada- hasta el campo de las músicas populares. Ejemplo prototípico de lo último, repare usted por ejemplo en la letra de la popular canción de John Lenon, «Imagine» (Imagine there’s no heaven / It’s easy if you try / No hell below us / Above us only sky / Imagine all the people / Living for today… / Imagine there’s no countries / It isn’t hard to do / Nothing to kill or die for / And no relion too / Imagine all the people / Living life in peace…)

–¿Qué papel debemos desempeñar los laicos –concretamente los laicos en los medios de comunicación o en la política– para rediseñar una estrategia en la que la familia vuelva a ser la formadora de valores?

–Jaime Antúnez Aldunate: Le respondo con unas palabras muy justas de Benedicto XVI, dirigidas a un grupo de obispos en visita «ad limina», que acabo de leer en una selección de «L’Osservatore Romano»: «Uno de los principales objetivos de la actividad del laicado es la renovación moral de la sociedad, que no puede ser superficial, parcial e inmediata. Debería caracterizarse por una profunda transformación del ethos de los hombres, es decir, por la aceptación de una oportuna jerarquía de valores, según la cual se formen las actitudes».

Esas palabras son una perfecta síntesis de lo que venimos conversando, y respuesta última y certera a lo que usted me pregunta. Los laicos tenemos una responsabilidad esencial en esa profunda transformación, hoy más necesaria que nunca, que requiere el «ethos», es decir, la jerarquía de los valores. Pero no valores así no más, por lo que dice el Papa, sino valores anclados en actitudes vividas, las únicas capaces de dar forma a una cultura.

No bastan pues los argumentos. La primera cristiandad se construyó con la sangre de los mártires.

— Como conocedor de cerca del actual Papa Benedicto XVI, ¿cuáles son las líneas fundamentales del pensamiento del Santo Padre sobre la relación mundo moderno-familia-valores?

–Jaime Antúnez Aldunate. El Santo Padre ha venido apelando, cada vez con mayor belleza y profundidad, a la necesidad que tiene el hombre de nuestro tiempo de salir del reduccionismo en que lo puso la razón ilustrada. Fue ésta la clave de su célebre discurso en la Universidad de Ratisbona, Alemania, en septiembre de 2006. Luego de su discurso –no pronunciado– a la Universidad La Sapienza, en Roma. Asimismo en París, de la hermosa alocución ante los constructores de la sociedad. En todas esas ocasiones ha mostrado que la razón no puede perder de vista la amplitud del logos y constreñirse a una pensar puramente empirista.

Pero me parece que este apelo del Papa se entiende plenamente cuando se comprende que esa razonabilidad del logos es consonante con la experiencia. Es decir, una vez más, con los valores encarnados en la vida. Esta formulación se entiende perfectamente al mirar la experiencia de la santidad en la historia de la Iglesia. El mismo Benedicto XVI ha declarado estar convencido de que la verdadera apología de la fe cristiana, la demostración más convincente de su verdad contra cualquier negación, se encuentra, por una parte en sus santos –una fuerza humana que arranca de lo divino y que visiblemente rehace la faz de la tierra– y por otra, en la belleza que la fe genera.

La familia es una especie de piedra miliar de los valores así entendidos, frente a las graves necesidades que afligen al mundo moderno.

Por Jaime Septién

La familia como sujeto de evangelización

 

 

 

La familia de «objeto» a «sujeto» de evangelización

Participantes en un congreso organizado en Roma sacan las conclusiones

CIUDAD DEL VATICANO, lunes 14 de septiembre de 2009 (ZENIT.org).- La Iglesia entera está comprendiendo que la familia cristiana no debe ser sólo «objeto» sino «sujeto» de evangelización, para que la acción misionera pueda llegar allí donde sólo llegan las familias, ha constatado un seminario convocado por la Santa Sede.

Con el argumento «Familia, sujeto de evangelización», el Consejo Pontificio para la Familia ha congregado en Roma entre el 10 y el 11 de septiembre a decenas de matrimonios del mundo, así como a sacerdotes comprometidos con la pastoral familiar.

Monseñor Carlos Simón Vázquez, subsecretario del Pontificio Consejo para la Familia, ha explicado a ZENIT, que la reflexión se ha concentrado, en particular, en el magisterio del Concilio Vaticano II, la constitución «Gaudium et Spes», y en la exhortación apostólica «Familiaris Consortio», firmada por Juan Pablo II tras el sínodo sobre la familia del año 1980.

Este documento, afirma, «nos presenta una teología, una pastoral sobre la familia, que hunde sus raíces en el misterio de Dios y está llamada a ser presencia de ese Dios amor, de ese Dios que quiere comunicar su buena noticia a todo el mundo».

La familia, aclara, «está llamada a hacer presente a ese Dios en la historia», como explica la «Gaudium et Spes», al presentarla como «sujeto que debe hacer realidad los presupuestos que plantea en la primera parte del documento: por ejemplo, debe estar presente en el servicio internacional, en el servicio a la sociedad, a la cultura, en los demás servicios en los que la Iglesia tiene una palabra qué decir».

Monseñor Carlos Simón Vázquez aclara que la familia se queda reducida a un «objeto» y no a un «sujeto» evangelizador, «cuando vemos en ella un objeto que hace cosas, que resuelve problemas…».

«La familia hace todo eso pero ante todo es un ser querido por Dios, por lo tanto, su acción es su ser –añade–. No es una especie de solución de problemas sino que cumple esta misión porque ella ha vivido una vocación que Dios le ha dado en el amor».

La familia, indica el sacerdote, «es el lugar de la gratuidad, de la generosidad, donde todos encuentran un motivo para esperar y para estar seguros, no por lo que tienen sino por lo que son y eso es la traducción de la dinámica del amor».

 

 

 

 

La visión de «Caritas in veritate»

El padre Leopoldo Vives, ex secretario de Familia y Vida de la Comisión de Apostolado Seglar de la Conferencia Episcopal Española (CEE), participó en este simposio para mostrar este papel protagonista de la familia a la luz de la nueva encíclica de Benedicto XVI, «Caritas in veritate».

«El progreso de la sociedad pasa por el progreso de la familia», aclara en una entrevista concedida a ZENIT. En este sentido destaca dos aspectos.

«El primero es la relación de la verdad con el amor: el progreso humano debe ser integral y eso no se puede dar sino es en la relación interpersonal. Y por tanto una relación de amor».

«Si esa relación de amor no se vive conforme a la verdadera persona, el desarrollo es ficticio y puede haber un gran desarrollo económico, en los medios que disponemos, pero no en la persona», aclara.

Otro punto, sigue indicando, «es la apertura a la trascendencia del hombre que va más allá de un horizonte terreno. Sin ésta estamos fuera de la verdad integral de hombre y, por tanto, fuera de su verdadero bien y estaríamos nuevamente en un desarrollo ficticio».

El padre Vives subraya, en particular, el pasaje de la encíclica del Papa en el que muestra «la relación entre la familia y la Trinidad: cómo vive de su comunión de amor y de la comunión de Dios trinitario. Ciertamente ahí está la verdadera plenitud del hombre no sólo en la tierra sino en la plena comunión con Dios en el cielo».

Uno de los ejemplos que muestran cómo la familia se convierte en objeto y no en sujeto es la «ideología de género».

«La institución familiar se basa en la propia naturaleza de la persona –indica Vives–. En el caso de la ideología de género tenemos una negación de la verdad del hombre, porque lo hemos fragmentado, considerando nuestro cuerpo como algo material, independiente de la persona que yo podría desde mi libertad modelar a mi gusto y separado completamente de lo que es la persona, que se expresa desde su libertad, entendida también mal, es decir: ‘yo soy persona porque soy libre y como soy libre puedo elegir’. Esto no es así».

«La persona es una en su unidad de cuerpo y alma y por tanto, mi propia identidad no puede ser verdadera si no tiene en cuenta los actos originales y fundamentales de quién soy yo. En primer lugar soy varón o mujer».

 

 

 

 

«La familia basada en el matrimonio, la unión entre un hombre y una mujer, es la verdad del hombre. Sin ella, estamos destruyendo la relación más fundamental de la persona, que es la relación conyugal, y de este modo se destruye la relación de padres e hijos».

«Aquí se hiere la propia identidad, el saber quién soy en una relación personal: ‘Yo soy yo porque eres tú; eres tú y yo soy distinto de ti’. Pero si anulamos esa diferencia, que es lo que pretende la ideología de género, quitamos el fundamento de la identidad personal. Si yo intento construir mi identidad personal al margen de mi ser masculino, estoy en una constante contradicción de mi proprio ser».

«Amor líquido»

El padre Vives considera que uno de los grandes desafíos para las parejas jóvenes que quieren casarse por la Iglesia es el «amor líquido», es decir, «algo que no es consistente, que no tiene fundamento, algo sobre lo que no se puede construir porque se reduce a diversos sentimientos».

«Por supuesto que hay sentimientos en el amor y esto forma parte importante y muy llamativa para los jóvenes pero no se puede reducir a un sentimiento», subraya.

«El amor es una comunión que brota del don de sí mismo. Y ese don es una entrega total. Eso es lo que da fundamento a una relación. Es lo que no sucede en una relación de ‘amor líquido’, de sujetos que no tienen una capacidad de sacrificio, entrega y fidelidad, que no son capaces de prometer porque consideran el futuro como algo incierto».

Para superar el «amor líquido», el sacerdote proponer comprender lo que significa ser cristiano.

«Cuando uno entiende que tiene una vocación, que esa vocación es un don de Dios y que viene santificada por un sacramento, las personas están en una disposición mucho más capaz de sostener esa promesa de vivir el amor, de construir unas relaciones fuertes y estables».

«Para ello es absolutamente fundamental la vinculación con la Iglesia. Casarse en el Señor es al mismo tiempo una adhesión a la Iglesia porque es cuerpo de Cristo. En Dios pueden encontrar ese amor que los esposos sueñan y que les hace capaces de mantenerse unidos».

«Tampoco es posible vivir el amor sin perdón y todo ello viene alimentado por la cooperación de los esposos con la gracia sacramental», concluye el padre Vives.

Información recogida por Carmen Elena Villa

 

La familia como educadora

Autor: Cardenal Marc Ouellet, P.S., arzobispo de Quebec, y primado de Canadá | Fuente: EMF2009
La familia como educadora en los valores humanos y cristianos Conferencia que pronunció en el día de la inauguración del del Congreso Teológico Pastoral del VI Encuentro Mundial de la Familia, sobre los valores que hay que descubrir y redescubrir en el matrimonio y la familia

La familia como educadora en los valores humanos y cristianos

Introducción: un trastorno de los valores a las proporciones vastas

El matrimonio y la familia se han convertido en nuestra época en un campo de batalla cultural dentro de las sociedades secularizadas donde una visión del mundo sin Dios intenta suplantar la herencia judeocristiana. Desde algunas décadas, los valores del matrimonio y de la familia sufrieron asaltos repetidos que causaron daños graves en el plano humano, social y religioso. A la fragilidad creciente de las parejas se añadieron los problemas graves y educativos ligados a la pérdida de los modelos paternos y a la influencia de corrientes de pensamiento que rechazan los mismos fundamentos de la institución familiar. El trastorno de los valores alcanza la identidad misma del ser humano, más allá de su fidelidad a un orden moral. Reina en lo sucesivo una confusión antropológica sutilmente mantenida por un lenguaje ambiguo que impone al pensamiento cristiano un trabajo de desciframiento y de discernimiento [1]. La crisis que atraviesa la humanidad actual se revela siendo de orden antropológica y no solamente de orden moral o espiritual.

En Occidente, por ejemplo, las filosofías del constructivismo y del género [2] (gender theory) desnaturalizan la realidad del matrimonio y de la familia refundiendo la noción de la pareja humana a partir de los deseos subjetivos del individuo, haciendo prácticamente insignificante la diferencia sexual, hasta el punto de tratar de forma equivalente la unión heterosexual y las relaciones homosexuales. Según esta teoría, la diferencia sexual inscrita en la realidad biológica del hombre y de la mujer no influye de modo significante en la identidad sexual de los individuos porque ésta es el resultado de una orientación subjetiva y de una construcción social [3]. La identidad sexual de los individuos no sería un dato objetivo inscrito en el hecho de nacer hombre o mujer sino más bien un dato psico-social construido sobre las influencias culturales sufridas o escogidas por los individuos.

Bajo la presión de estas ideologías a veces abiertamente anticristianas, ciertos Estados proceden a legislaciones que vuelven a definir el sentido del matrimonio, de la procreación, de la filiación y de la familia, sin consideración para las realidades antropológicas fundamentales que estructuran las relaciones humanas [4]. Varias organizaciones internacionales participan en este movimiento de destrucción del matrimonio y de la familia en provecho de ciertos grupos de presión bien organizados que persiguen sus propios intereses en detrimento del bien común. Total, un trastorno de los valores de vastas proporciones toca el amor humano, la vida, la familia y el puesto de la religión en la sociedad.

La Iglesia católica critica fuertemente estas corrientes culturales que obtienen demasiado fácilmente el apoyo de los medios modernos de comunicación. Gracias a la clarividencia de los papas contemporáneos, la Iglesia reafirma los valores tradicionales del matrimonio y de la familia en la línea novadora del Concilio Vaticano II. Siguiendo el sínodo romano de 1980 sobre la familia, la Exhortación apostólica Familiaris Consortio propone una gran carta de la familia fundada sobre la creación del hombre a la imagen de Dios y sobre el sacramento del matrimonio. Esta gran carta pastoral culmina por un llamamiento del papa Juan Pablo II: «¡Familia, sé lo que eres! «: una comunidad de vida y de amor, una escuela de comunión, una Iglesia doméstica.

Este llamamiento queda más que nunca actual 29 años más tarde, y nos pone de nuevo frente a la misión esencial de la familia: «la esencia de la familia y sus deberes son definidos por el amor, escribe el papa. Es por eso que la familia recibe la misión de guardar, de revelar y de comunicar el amor, reflejo vivo y participación real del amor de Dios hacia la humanidad y del amor de Cristo Señor hacia la Iglesia su Esposa » (FC 17). Esta declaración solemne de Juan Pablo II introduce la tercera parte de este documento que prolonga la línea renovadora de la Constitución pastoral Gaudium y Spes. Ésta define el matrimonio como una unión personal en la cual los esposos se dan y se reciben recíprocamente (GS 48). Definiendo la esencia de la familia y su misión por el amor y no primero por la procreación, el papa no hace una concesión dudosa a la mentalidad contemporánea. Pretende alcanzar «las raíces mismas de la realidad» (FC 17), afirma la continuidad interna entre el amor personal de los esposos y la transmisión de la vida. Su postura marca una etapa importante hacia una refundición personalista de la doctrina cristiana del matrimonio y de la familia. Coloca los tres valores tradicionales del matrimonio, la procreación, el amor fiel y el significado sacramental, en el eje del amor conyugal fecundo y ya no en el de la procreación como finalidad distinta [5]. Me parece importante prolongar este desarrollo doctrinal ahondando más en la dimensión cristológica y sacramental del matrimonio con el fin de volver a lanzar la misión educativa de la familia cristiana a partir de los valores del sacramento todavía por descubrir y de los valores del amor conyugal establecidos desde el origen de la creación pero que están por redescubrir a la luz del Cristo y frente al gran desafío contemporáneo [6].

Valores que hay que descubrir

Digamos en primer lugar, de modo general que las circunstancias actuales evocadas más alto incitan a la familia cristiana a una toma de conciencia fundamental: sólo el encuentro personal y auténtico de Cristo Redentor puede permitirle aceptar el desafío de la educación a la vida cristiana y a los valores humanos que se relacionan con ella. Al principio del tercer milenio, el Papa Juan Pablo II exhortó la Iglesia a partir de nuevo de Cristo, La cabeza y El esposo de la Iglesia [7]. Partir de nuevo de Cristo como el fundamento de un arranque renovado hacia la santidad para todos, en cada estado de vida. Este llamamiento concierne en primer lugar a los esposos que procuran responder a su vocación de bautizados casados [8] en el seno de una familia. Necesitan para alcanzarlo, una espiritualidad personal y eclesial apropiada que va más allá de la presentación tradicional de los valores del matrimonio y de la familia, con predominio moral y jurídico.

Partir de nuevo de Cristo significa concretamente profundizar en el sacramento que es el bien supremo del matrimonio según santo Agustín. El obispo de Hipona resumió la doctrina del matrimonio definiendo tres bienes esenciales del matrimonio, la fidelidad (fides), la procreación (proles) y la indisolubilidad (sacramentum). Mientras que la fidelidad y la procreación echan raíces en la dimensión natural del matrimonio, el sacramento pertenece más explícitamente a su dimensión sobrenatural. Ésta ofrece un buen punto de partida para una espiritualidad del matrimonio y de la familia que sea significante para sus miembros y al mismo tiempo fecunda para la Iglesia y la sociedad. Veamos sus fundamentos a partir 1) del horizonte cristocéntrico global, 2) del acto de consagración matrimonial y 3) de la gracia que emana de ella para los esposos y para la Iglesia. 4) los valores educativos serán identificados a partir de estos fundamentos.

El sacramento del matrimonio como encuentro con Cristo
Un primer valor que hay que descubrir es el lugar de la fe en el pacto de alianza de los esposos y el impacto que tiene o debería tener en su vida. Cuando la fe de los esposos es vivida como un encuentro personal con Cristo, confiere a su amor una dimensión teologal que bonifica toda su vida matrimonial. Porque el matrimonio no es una realidad puramente natural, completa y suficiente en él misma, a la cual Cristo sólo aportaría una ayuda extrínseca para que alcance mejor su propia finalidad. El matrimonio existe desde los orígenes de la creación con vistas a Cristo y con vistas a su gracia redentora que instaura una plenitud de sentido para el amor conyugal y familiar.

La Constitución pastoral Gaudium y Spes del Concilio Vaticano II optó por una refundición de la doctrina del matrimonio en esta perspectiva cristocéntrica. Mientras que la teología moderna, tributaria de una visión extrínseca de la relación entre la naturaleza y la gracia, presentaba el sacramento del matrimonio como una elevación de la naturaleza, el Concilio lo presenta como un encuentro con Cristo y una amistad con él. «Así como Dios antiguamente se adelantó a unirse a su pueblo por una alianza de amor y de fidelidad, así ahora el Salvador de los hombres y Esposo de la Iglesia sale al encuentro de los esposos cristianos por medio del sacramento del matrimonio. Además, permanece con ellos para que los esposos, con su mutua entrega, se amen con perpetua fidelidad, como El mismo amó a la Iglesia y se entregó por ella»(GS 48).

De donde la importancia de la celebración sacramental del matrimonio que simboliza este encuentro de los esposos con Cristo y que inaugura toda una vida de amistad con él en el corazón mismo de la vida conyugal y familiar. Esta celebración inaugura al mismo tiempo la misión eclesial de la pareja y de la familia, la misión de servicio con respecto a la sociedad por la procreación y la educación, pero primero y ante todo una misión de servicio con respecto al amor de Cristo para la Iglesia que asume la realidad humana del matrimonio entre los sacramentos de su Reino.

Esta perspectiva cristocéntrica y eclesial se inscribe en el giro iniciado por Henri de Lubac en nuestra época para restaurar una comprensión a la vez más tradicional y más unificada de la relación entre la naturaleza y la gracia. Según él, el hombre tiene sólo una sola finalidad, sobrenatural, que es incapaz de alcanzar por el mismo. Allí está su paradoja y su nobleza que hace decir a santo Tomás de Aquino que el hombre es un ser que, por su naturaleza racional, aspira a la visión de Dios (Desiderium naturale visionis) [9]. Abierto al infinito a causa de su dimensión espiritual, el hombre aspira naturalmente a la visión de Dios. Es, como imagen de Dios, una libertad finita en busca de la Libertad infinita. Vaticano II expresó esta verdad paradójica diciendo que «En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado» (GS 22). El hombre y la mujer casados, como «comunidad de vida y de amor», aspiran a esta plenitud de sentido que le es prometida y que el sacramento ya les hace entrever y experimentar en la Iglesia.

El matrimonio como consagración y misión eclesial

Avancemos un paso más para descubrir la dinámica profunda del sacramento a partir del acto de fe que lo funda. Cuando dos bautizados se casan en la Iglesia, el don del sacramento está hecho simultáneamente a la pareja y a la Iglesia, porque en todos sus dones sacramentales, Cristo ama la Iglesia y hace de sus hijos, con ella y por ella, testigos de la salvación. Por el don del sacramento del matrimonio, Cristo confiere a los esposos una gracia que los une, que los cura y los santifica en su vida de amor. Pero hay más. Por el don del sacramento, Cristo los consagra como testigos de su propio amor para la Iglesia. Tal vocación sacramental supone evidentemente la fe, el acto de fe que funda el sacramento. «El matrimonio cristiano debe ser interpretado desde el principio a partir de lo alto, escribe Hans Urs von Balthasar, es decir a partir del acto cristiano que le funda. Este acto es el de la fe cristiana, que cuando está vivo incluye siempre el amor y la esperanza, y es el fundamento sobre el cual reposa el don mutuo de los conyugues. Es un acto que va directamente e inmediatamente a Dios, un voto de fidelidad a Dios porque Dios se manifestó primero por sus promesas y sus revelaciones como el eterno Fiel, en quien se debe creer, en el que se debe confiar y a quien se debe amar. El voto de fidelidad al esposo es pronunciado dentro de este voto de fidelidad a Dios» [10].

Según el gran teólogo de Basilea, el intercambio de los consentimientos entre los esposos cristianos tiene pues una dimensión intrínsecamente teologal que resuena en todas las dimensiones de su unión. Balthasar persigue: «Es el acto de fe de ambos conyugues del matrimonio que se encuentra en Dios y que a partir de Dios, fundamento de su unidad, testigo de su lazo y garantía de su fecundidad, se vuelve conformado, asumido y restituido. Es Dios quien, en el acto de fe, da los esposos uno a otro dentro del acto cristiano fundamental de ofrenda de sí. Es a Él a quien ambos se ofrecen juntos, es de Él que se reciben de nuevo en un don de gracia, de confianza y de exigencia cristiana» [11].

Este texto de extrema densidad propone un giro teológico radical en la comprensión del sacramento del matrimonio, que puede fundar una espiritualidad renovada para este estado de vida. A la perspectiva acostumbrada antropocéntrica donde los esposos aparecen como los primeros protagonistas de su consentimiento mutuo, vemos más profundamente aquí que el acto subyacente de fe de su don incluye su intercambio en el acto fundamental de entrega de sí a Dios. Porque se casan como bautizados, en Cristo, depositan su amor en las manos de Cristo, que los devuelve el uno al otro, los bendice y los gratifica con una efusión especial de su Espíritu (FC 21). Desde ahora en adelante se querrán con toda la fuerza de sus sentimientos personales, pero también en la fuerza del Espíritu que los inviste de una misión de amor de naturaleza eclesial.
La dimensión teologal de este sacramento, vista a partir de su acto constitutivo, es llamada a desarrollarse y a penetrar todos los aspectos de la vida conyugal y familiar. Da valor al socio divino que está comprometido en la unión de los esposos y que quiere fecundar de todas las maneras su comunidad de vida y de amor. ¿Cómo ayudar a las parejas a prepararse para un tal acto de consagración de su unión y a vivir sin interrupción el acto de fe que se los da a Dios dándose el uno al otro? ¿Cómo educar a los esposos y los futuros esposos para que su encuentro del Cristo los lleve a vivir su unión como una misión recibida de él en la Iglesia y no sólo como una búsqueda personal de felicidad? Estas cuestiones invitan a desarrollar más precisamente los efectos eclesiales del sacramento y a explorar las potencialidades educativas.

El significado doble, eclesiástico y antropológico, del don sacramental

El sacramento del matrimonio añade una participación a dos, como pareja, a la vida divina que es dada en todo sacramento, «hasta tal punto que el efecto primero e inmediato del matrimonio (res y sacramentum) no es la gracia sobrenatural misma, sino el lazo conyugal cristiano, una comunión típicamente cristiana porque representa el misterio de encarnación de Cristo y su misterio de alianza » (FC 13).
Según este pasaje de Familiaris Consortio que recoge la doctrina común de la Iglesia, el primer efecto del sacramento sella de modo indisoluble la pertenencia de los esposos uno a otro, por un don mutuo que trasciende sus fluctuaciones emocionales. Este sello sacramental une a ambas personas indisolublemente en virtud del amor de Cristo que se compromete con ellos y los requiere para representar su propio misterio de alianza. El lazo conyugal constituye la base de la dimensión eclesial del sacramento. Por este lazo los esposos forman una nueva unidad, una pareja sacramental, que constituye la célula de base de la sociedad y de la Iglesia.

Este lazo sacramental significa que el amor divino se desposa con el amor conyugal y lo compromete al servicio de su misterio de Alianza con la humanidad. Esto significa, antropológicamente, que en el momento en el que los esposos se consagran su amor, simultáneamente son bendecidos y como desapropiados. Su vida común, habitada por el Espíritu Santo, será un signo de la fidelidad de Dios hacia su pueblo, una fuente de la fecundidad espiritual y humana de la Iglesia, Esposa del Cristo. «Por el sacramento, toda pareja se casa con el Cristo » escrito Paul Evdokimov. El compromiso de los esposos, uno con el otro, siendo primero y ante todo un compromiso con respecto a Cristo, Éste sale fiador, a cambio, con los socorros necesarios para superar sus debilidades, para curar sus heridas y perfeccionar su amor en todas sus manifestaciones humanas y espirituales. «Desempeñando su misión conyugal y familiar con la fuerza de este sacramento, penetrados por el espíritu de Cristo que impregna toda su vida de fe, de esperanza y de caridad, alcanzan cada vez más su perfección personal y su santificación mutua: así es como juntos contribuyen a la glorificación de Dios » (GS 48).

En el corazón del sacramento del matrimonio, Cristo ejerce pues una verdadera mediación nupcial, simbolizada por su presencia en Caná [12] que despliega el horizonte trinitario de la espiritualidad conyugal y familiar. Como lo expresa audazmente el Concilio, «el amor auténtico y conyugal es asumido en el amor divino» (GS 48) y es integrado por la gracia redentora de Cristo en las relaciones de Alianza de la Trinidad Santa con mundo. Porque, en virtud de la unión hipostática de Cristo que funda la alianza sacramental de los esposos, su amor mutuo es asumido en el intercambio entre las Personas divinas y se hace función de este intercambio. El Padre y el Hijo se glorifican mutuamente en al amor de los esposos y de la familia a la que bendicen y santifican por el don de su Espíritu. De donde un ensanchamiento infinito de su horizonte espiritual y de su resplendor sacramental. El amor fecundo de los esposos cristianos y las relaciones familiares que proceden de allí se hacen el santuario del Amor trinitario, el signo sagrado de un Amor divino encarnado que se ofrece al mundo humildemente por su comunidad de vida y de amor vivida segun la imagen de la Sagrada Familia de Nazareth.

La Iglesia domestica, escuela de evangelio y de valores humanos
En esta perspectiva trinitaria y cristocéntrica, la dimensión eclesial del matrimonio pasa al primer plano y se vuelve englobante mientras que permanecía antes limitada y marginal. De hecho, por la gracia del sacramento del matrimonio, los esposos cristianos están constituidos miembros de la primera célula de la Iglesia, llamada con razón en el Concilio «iglesia doméstica» [13]. Desarrollada abundantemente por la Exhortación apostólicaFamiliaris Consortio esta perspectiva adquiere entonces oficialmente derecho de ciudad sin no obstante que este documento establezca plenamente la eclesialidad de la familia. Porque, según los términos del FC, la familia, comunidad «salvada» se hace una comunidad «que salva» (FC 49) pero su «participación a la vida y a la misión de la Iglesia» (FC 49-64) es todavía pensada de modo un poco extrínseco en referencia a las actividades específicas de evangelización y de culto. Mientras que es todo el ser de la pareja en todas sus dimensiones quien es eclesial, ya que Cristo asume el amor humano en su amor divino para hacer de él un sacramento de su relación nupcial con la Iglesia (GS 48).
Por el matrimonio sacramental, los esposos son solamente una imagen de la Iglesia, son verdaderamente constituidos «una iglesia en miniatura» dotada de propiedades de la Iglesia una, santa, católica y apostólica. Encontramos allí en efecto la comunidad de vida, el sacerdocio bautismal, la caridad, la evangelización y el culto. Estas dimensiones constitutivas confieren a la pareja una realidad eclesial auténtica y esencialmente misionera, a ejemplo de la gran Iglesia cuya célula de base es.

En esta luz, percibimos mejor la belleza y la importancia de la misión educativa de los esposos. Por la gracia de Cristo, son una fuente de vida, de crecimiento, de educación y de servicio; su unión se hace en un sentido amplio un sacramento de la paternidad divina y de la filiación divina en la fecundidad del Espíritu Santo. Santo Tomás pudo comparar la sublimidad del ministerio educativo de los padres cristianos al ministerio de los sacerdotes: «Algunos propagan y mantienen la vida espiritual por un ministerio únicamente espiritual, y esto le toca al sacramento del orden; otros lo hacen para la vida a la vez corporal y espiritual, y esto se realiza por el sacramento del matrimonio, en el cual el hombre y la mujer se unen para engendrar a los niños y enseñarles el culto de Dios» [14].
«¡ Familia sé lo que tú eres! » repetía con fuerza Juan Pablo II, el Papa de la familia. sé lo que tú eres: una célula de la Iglesia, un santuario del Amor, una escuela de evangelio y de valores humanos, la esposa de Cristo. Es solamente en la conciencia de esta luz que viene del encuentro con Cristo que la familia puede hoy cumplir su misión de educadora de los valores humanos y cristianos. Sé lo que tú eres: «haz de tu casa una Iglesia» repetía a sus fieles san Juan Crisóstomo.

En corolario de estas consideraciones teológicas, ciertos valores educativos que hay que promover vuelven a salir al primer plano. En primer lugar, una educación a la vida teologal de fe, esperanza y caridad, que debe preparar a los esposos a su matrimonio para que su unión conyugal y familiar sea fundada sobre la roca de la palabra de Dios y no sólo sobre la arena movediza de sus sentimientos, tan sinceros sean. Una vida profunda y teologal implica la conciencia viva esposos de lo que significa el bautismo como la pertenencia a Cristo y a la Iglesia; implica también una vida intensa de oración, alimentada de la Eucaristía y periódicamente renovada por el sacramento de penitencia. La vitalidad de la familia, Iglesia domestica, depende de su coherencia sacramental que le asegura su apertura a Dios y su apertura apostólica. Esta vitalidad crece o decae según la fidelidad de la pareja y de la familia a su pertenencia eclesiástica.

De donde la importancia de ciertos encuentros familiares y eclesiales que alimentan la espiritualidad de la Iglesia doméstica. A los grandes encuentros familiares de Navidad y de Pascua, se añade muy naturalmente la misa dominical en familia, preparada posiblemente por una catequesis y seguida por la comida semanal festiva. Ciertos grupos religiosos contemporáneos restauran estas bellas tradiciones como un signo profético que una nueva primavera de la Iglesia comienza en las familias. Estos tiempos fuertes de vida común refuerzan la unidad de la familia y el sentido de pertenencia a la comunidad, contra las tendencias culturales dominantes al individualismo y a la dispersión. Cualesquiera que sean las limitaciones de la vida moderna, una familia cristiana debe escoger conscientemente y fuertemente no abandonar el valor inestimable del domingo como día de descanso, de oración y de vida familiar. Una familia que respeta y honra el día del Señor por la escucha de la Palabra de Dios en el seno de la Asamblea dominical lleva un mensaje profético al mundo de hoy.

Agradeciéndole a Dios por su pertenencia a la familia de Dios, testimonia en Iglesia de su Alianza con Cristo para la edificación de una civilización del amor.

La familia cristiana cumple también su misión de educadora por su apertura a la sociedad y al apostolado. La acogida, la hospitalidad, el reparto y la ayuda mutua son rasgos característicos de la espiritualidad familiar que manifiestan el Espíritu de amor que lo anima. La apertura a Dios que demuestran los esposos por la santidad de su vida se prolonga por la apertura misionera a la sociedad. Aunque la misión de la Iglesia doméstica comienza en primer lugar con el ser de la familia, con la comunión de las personas, el don de la vida y la educación de los niños, se prolonga sin embargo muy naturalmente por el apostolado cerca de otras familias o en otro brillo(influencia) sobre la sociedad que es compatible con su primera misión. Su apertura apostólica testimonia el Amor trinitaire que le habita y le arrastra(se le lleva) en compartir la buena noticia del Amor que se hace carne.

1 Cf. Conseil Pontifical pour la Famille, Lexique des termes ambigus et controversés sur la famille, la vie et les questions éthiques, Pierre Téqui éditeur, 2005.
2 Cf. Théry I., La distinction de sexe une nouvelle approche de l´égalité, Paris, Odile Jacob, 2007; Delorme W.Quatrième génération, Paris, Grasset, 2007; Godelier, M., Au fondement des sociétés humaines, Paris, Albin Michel, 2007; Judith Butler, Trouble dans le genre pour un féminisme de subversion, La découverte , Paris, 2005;
3 Cf. La tentation de Capoue. Anthropologie du mariage et de la filiation, Sous la direction de Tony Anatrella, Ed. Cujas, 2008. Pour la critique de ces théories, voir en particulier «Hors conjugal et parental : des enjeux psychologiques et sociaux, p. 25-97, et autres œuvres de Tony Anatrella, dont Le règne de Narcisse. Les enjeux du déni de la différence sexuelle, La Renaissance, Paris, 2005.
4 Cf. Iacub M. et Maniglier P., L´anti-manuel d´éducation sexuelle, Bréal, Paris, 2005.
5 Cf. W. Kasper, Teologia del matrimonio cristiano, Queriniana, 1985, 2e éd., 18. Je renvoie à mes deux volumes qui développent amplement ces perspectives : Divina somiglianza. Antropologia trinitaria della famiglia, Lateran University Press, Rome, 2004 ; Mistero e Sacramento dell´amore. Teologia del matrimonio et della famiglia per la nuova evangelizzazione, Cantagalli, 2007.
6 Cf. Alfonso Lopez Trujillo, La grande sfida. Famiglia, dignità della persona e umanizzazione, Città Nuova, 2004 ; voir aussi Jorge Alberto Serrano, ,Valores familiares y modernidad, In : Familia et Vita, Anno IX, No. 1-2, 2004, 138-151.
7 Jean Paul II, Exhortation apostolique Novo Millenio Inneunte, 6 janvier 2001, à l´aube du nouveau millénaire.
8 Cf. M. Ouellet, La vocazione cristiana al matrimonio e alla famiglia nella missione della chiesa, L.U.P. Roma 2005.
9 Saint Thomas d´Aquin, Contra Gentes, 3, 25; 3, 50; S. Th. I IIae q 5 a 5 ad 2. Voir Henri de Lubac,Surnaturel, 1946, 483-494; Hans Urs von Balthasar, La Dramatique divine. II. Les personnes du drame 1. L´homme en Dieu, 177ss.
10 Balthasar, H.U. von, Christlicher Stand , Johannes, Einsiedeln, 1977, 198.
11 Id.
12Cf. De la Potterie, I. Le Nozze messianiche e il matrimonio cristiano, in: Lo Sposo, la Sposa (Parola Spirito e Vita n. 13), Bologna 1986, 87-104; Tettamanzi, D. La famiglia, via della Chiesa, chap. II, Come a Cana di Galilea: Cristo incontra gli sposi, 31-51.
13 Lumen Gentium 11; Apostolicam actuositatem 11.
14 S. Thomas d´Aquin, Summa contra Gentiles, IV, 58 (FC 38).

[Traducción del original francés distribuida por el VI Encuentro Mundial de las Familias 2009]

 

La falsedad de la ideología de género

La falsedad de la ideología de género

 

Ideología de Género

1.- ¿Qué se entiende por Ideología de Género?

La Ideología de Género emerge como una categoría de análisis de la realidad social y política a finales del Siglo XX y comienzos del Siglo XXI. De contornos difusos y ambiguos, podemos decir que, centralmente, supone una antropología que considera que lo femenino y lo masculino son dimensiones de origen cultural en el ser humano, quitando toda relevancia al dato biológico. De esta forma la Ideología de Género sería una clave de interpretación de la sociedad que pretende discernir y denunciar  los condicionamientos culturales que oprimen a la mujer a la vez que promueve iniciativas para liberar a la mujer de esos condicionamientos.

No es nada nuevo el que aparezcan ideologías cuyo motor es el odio. A lo largo del pasado siglo, surgió una ideología que se basaba en el odio de clases, el marxismo. También emergió otra ideología cuyo pilar era el odio entre razas, el nazismo. Hoy tenemos una ideología que pretende sustituir a las anteriores fracasadas cuya fundamentación se basa en el odio entre sexos. La Historia nos ha mostrado que las dos primeras ideologías causaron mucho dolor en todo el orbe. La tercera, la ideología de género, también lo hará.

2.- ¿Cuáles son las raíces de la “Ideología de Género”?

  1. a) Una visión dialéctica que sostiene que la historia y la sociedad avanzan por la superación de los contrarios. En la actual ideología de género, los que se contraponen son: la relación hombre-mujer, la relación naturaleza-cultura y la relación sexo-género.
  2. b) Un contexto de “revolución cultural” que supone el desprestigio de la tradición, la “decadencia” de la razón que ha perdido su vinculación con la verdad y ha supuesto el apogeo de la voluntad, el sentimentalismo y la rebelión contra el orden social.
  3. c) El marco de la globalización que, en esta materia, tiende a generar una cultura dominante y homogeneizante. En particular, en numerosas conferencias internacionales (p.e. El Cairo, 1994 y Pekin 1995) el “feminismo de género” o “feminismo radical” sostuvo la necesidad de trasladar el centro de atención de la mujer al concepto de género, reconociendo que toda la estructura de la sociedad, y todas las relaciones entre hombres y mujeres, en el interior de esa estructura, tenían que ser reevaluadas.

3.- ¿Qué alcances tiene la “Ideología de Género”?

Para esta ideología, el progreso de la mujer requeriría que se libere a toda la sociedad de las “construcciones sociales” que puedan significar opresión de la mujer, de modo que el hombre y la mujer sean consideradas igualitariamente. Así, la ideología de género abarca diversas acciones entre las que podemos mencionar:

  1. a) Promoción de métodos anticonceptivos en el marco de las políticas de salud sexual y reproductiva.
  2. b) Campañas para garantizar a las mujeres el acceso a un “aborto legal y seguro, sin restricciones”.
  3. c) Legalización de la “esterilización” como método anticonceptivo masivo.
  4. d) Actividades de capacitación y difusión de la perspectiva de género, incluyendo campañas en los medios masivos de comunicación social.
  5. e) Acciones enfocadas a grupos considerados de riesgo, entre los que se destacan las personas menores de edad, sin garantizar la intervención de la familia.
  6. f) Imposición del “cupo o cuota de género” en los distintos niveles de organización social y política.
  7. g) Legalización de la unión de personas del mismo sexo con pretensión de que sea equiparable al matrimonio y con posibilidad de adopción.
  8. h) Destrucción de la unión matrimonial por medio de la trivialización del contrato o vínculo y de la facilidad para su disolución de forma unilateral con procesos de tramitación acelerados.
  9. i) En materia educativa, estrategias de intervención en los textos escolares en orden a la eliminación de todas las visiones humanistas sobre el hombre y la mujer.
  10. j) Transversalidad: Se promueve la integración de las cuestiones de género en la totalidad de los programas sociales, de tal modo que sea esta perspectiva el criterio de análisis y de diseño de las políticas públicas.
  11. k) Consideración de la maternidad como un “mal a evitar” al considerarse de subyuga a la mujer y la “encierra en el hogar” cortando o limitando su capacidad para desarrollarse según sus propios sentimientos.

4.- ¿Qué valoración merece la “Ideología de Género”?

La “ideología de género” se presenta como una categoría de análisis que “tiende a cancelar las diferencias entre hombre y mujer, consideradas como simple efecto de un condicionamiento histórico-cultural. En esta nivelación, la diferencia corpórea, llamada sexo, se minimiza, mientras la dimensión estrictamente cultural, llamada género, queda subrayada al máximo y considerada primaria.

Hay que hacer notar la importancia y el sentido de la diferencia de los sexos como realidad inscrita profundamente en el hombre y la mujer. La sexualidad caracteriza al hombre y a la mujer no sólo en el plano físico, sino también en el psicológico, intelectual y espiritual con su impronta consiguiente en todas sus manifestaciones.  Esta no puede ser reducida a un puro e insignificante dato biológico, sino que  es un elemento básico de la personalidad; un modo propio de ser, de manifestarse, de comunicarse con los otros, de sentir, expresar y vivir el amor humano.

La promoción de las mujeres dentro de la sociedad tiene que ser comprendida y buscada como una humanización, realizada gracias a los valores redescubiertos por las mujeres. Toda perspectiva que pretenda proponerse como lucha de sexos sólo puede ser una ilusión y un peligro, destinados a acabar en situaciones de segregación y competición entre hombres y mujeres, y a promover un solipsismo, que se nutre de una concepción falsa de la libertad.

 

La eutanasia debe ser siempre prohibida

Consejo de Europa: La eutanasia debe ser siempre prohibida La mayor victoria pro vida, dice el Centro Europeo por la Ley y la Justicia

MADRID, viernes 27 enero 2012 (ZENIT.org).- La resolución 1859 de 2012, adoptada este 25 de enero por el Consejo de Europa, sienta el principio de que la eutanasia, entendida como acto intencional de matar, debe “ser siempre prohibida”. Según el Centro Europeo por la Ley y la Justicia, es la primera vez que la eutanasia es tan claramente rechazada por una institución política europea.

El Centro Europeo por la Ley y la Justicia (ECLJ) se ha congratulado de la adopción, por parte de la

Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa (PACE), este 25 de enero, de la resolución que establece el principio de que “la eutanasia, en el sentido de muerte intencional por acción o por omisión de un ser humano dependiente para su supuesto beneficio, debe ser siempre prohibida”.

Según el ECLJ es la primera vez, en las últimas décadas, que la eutanasia es tan claramente rechazada por una institución política europea.

Esta resolución “es una gran victoria para la protección de la vida y la dignidad”, dijo Grégor Puppinck, director del ECLJ. La resolución llega un año después de que la Corte Europea estableciera que no existe el derecho a la eutanasia o al suicidio asistido en la Convención Europea.

El propósito de la resolución 1859/2012, titulada “Protecting human rights and dignity by taking into account previously expressed wishes of patients” (Protección de los derechos humanos y la dignidad teniendo en cuenta la voluntad previamente expresada por los pacientes) define los principios que deberían regir la práctica de los testamentos vitales o las expresiones de últimas voluntades anticipadas en Europa.

Estos testamentos vitales o expresiones de últimas voluntades tienen la finalidad de facilitar a los pacientes la expresión por adelantado de su voluntad en relación a intervenciones médicas o tratamientos, en el caso de que no sea capaz de expresar su voluntad en el momento de la intervención. Estas directivas se pueden aplicar, por ejemplo, cuando hay duda sobre la necesidad u oportunidad de reanimar a un paciente o de continuar usando medios extraordinarios para mantenerle con vida. En tales situaciones, su voluntad expresada previamente debería ser tenida en cuenta.

Dado que estos testamentos vitales y expresiones de últimas voluntades están abiertas a muchos abusos, y son una “puerta trasera” para introducir la eutanasia o el suicidio asistido en la legislación, la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa ha hecho una lista de principios que deberán regir esta práctica en los 47 estados del Consejo de Europa.

La lista está basada en principios elaborados en tres documentos previamente adoptados en el Consejo de Europa, incluyendo la Convención sobre derechos humanos y biomedicina (Convención de Oviedo) que legalmente obliga a la mayoría de los estados miembros.

Pero debido a la creciente preocupación sobre la eutanasia, la Asamblea estimó que es necesario recordar explícitamente el principio básico de que la muerte intencional debe ser siempre prohibida. La prohibición de la eutanasia es también una regla fundamental de la deontología médica.

Entre los principios enumerados por la resolución, hay que destacar el introducido por el parlamentario italiano Luca Volontè, que afirma que “en caso de duda, la decisión debe ser siempre en favor de la vida y en favor de la prolongación de la vida”.

Para Grégor Puppinck, “esta resolución es una indicación clara de la mayoría creciente de europeos que se opone a la eutanasia. Los numerosos abusos que se han producido en países que permiten la eutanasia son alarmantes y constituyen violaciones de los verdaderos derechos humanos. Expresa el convencimiento de que la eutanasia debe ser siempre prohibida. El pequeño número de estados europeos que permiten la eutanasia deberán revisar su legislación según los principios establecidos por la PACE”.

Aunque esta resolución no es legalmente vinculante para los estados miembros, tiene una influencia real en el proceso legislativo y judicial, especialmente en la jurisprudencia de la Corte Europea de Derechos Humanos.

Para saber más, enlazar con el ECLJ: http://eclj.org

La droga nos invade

 

 

 

La droga nos invade ¿Qué debemos hacer?
Por monseñor José Guadalupe Martín Rábago, arzobispo de León

LEÓN, domingo, 24 de enero de 2010 (ZENIT.org-El Observador).- Ante el gravísimo problema que representa el tráfico y el consumo de drogas en los países del Norte y Centro de América, concretamente en México, el arzobispo de León, monseñor José Guadalupe Martín Rábago, ha escrito una reflexión dirigida, sobre todo, a las familias sobre qué se puede hacer frente a este flagelo del Siglo XXI, que publicamos a continuación.

La droga nos invade ¿Qué debemos hacer?

 

Con cuánta frecuencia escuchamos los lamentos de padres de familia, de hermanos o parientes, en general que preguntan angustiados: «¿Qué puedo hacer?, tengo un familiar que se ha vuelto drogadicto» Esta pregunta encierra toda una tragedia que destroza la paz y la serenidad de la convivencia en el hogar, en el trabajo y en los ámbitos de encuentro humano.

Dar una respuesta honesta requiere antes conocer las raíces que producen esta adicción y atender, de manera integral, a la persona que cae en los tentáculos de este vicio que destruye la vida propia y la de las personas que están cercanas.

El Papa Juan Pablo II decía: «La droga no es como un rayo que cae en una noche luminosa y estrellada. Más bien es como un rayo que cae en una noche tormentosa». La noche tormentosa es la descripción exacta de la falta de rumbo y de sentido que experimentan muchos, especialmente jóvenes, en el contexto de una cultura consumista, egoísta y sin apertura a la dimensión trascendente de la vida. El ambiente en que vivimos ha llevado a la convicción de que es más en la medida que se tiene más. Para muchos jóvenes están cerradas las puertas a posibilidades de alcanzar estilos de vida que presentan los medios de comunicación como los paraísos de la verdadera felicidad.

Esta carencia de sentido en la vida se da también entre jóvenes de clases medias y altas; viven sin encontrar razón a su existencia: el presente les parece monótono y gris; el futuro se les presenta demasiado incierto. Junto a este malestar interior hay que señalar la falta de momentos para dialogar con personas que puedan escuchar y ser capaces de comprender sabia y cordialmente lo que atenaza el corazón de los adolescentes y jóvenes. Se puede decir que la drogadicción no es sólo responsabilidad de las mafias perversas que envenenan a quienes atrapan en sus redes; es también responsabilidad de quienes van creando ese ambiente malsano que hace imposible respirar el oxígeno del gozo por vivir, de la esperanza que alienta a la superación y a la experiencia de un Dios, principio y fin de toda vida humana.

 

 

Caminos a recorrer

 

Con sinceridad debemos reconocer que sacar a un adicto de la droga es muy difícil, pero no imposible. Se debe luchar contra organizaciones que utilizan métodos mafiosos y poderosos vínculos en todos los niveles; por otra parte la falta de valores en muchas familias de todas las clases sociales, la pobreza que golpea drásticamente a más de la mitad de la población en nuestra patria, la exclusión de oportunidades para superarse, son realidades que están ahí y que complican los caminos que llevan a vivir una vida libre de drogas.

El principal camino es la prevención educativa que debe ofrecerse de manera mancomunada por todos los que tienen responsabilidades en el acompañamiento cercano de los adolescentes y jóvenes. Es necesario despertar la conciencia de todos los educadores para que asuman con seriedad que la situación es grave y que rehuir el compromiso es hacerse cómplice en esta tragedia.

En base a experiencias de quienes trabajan en la ayuda a drogadictos podemos ofrecer tres caminos concretos:

–          Promover una cultura de la vida, alimentada en la convicción de que toda persona humana está llamada a ser feliz y a vivir libre de esclavitudes, como lo es el falso paraíso de las drogas.

–          Despejar la falsa ilusión de que a la adicción se entra y se sale fácilmente. Es verdad que muchos, con gran esfuerzo y apelando a diversas ayudas y tratamientos, logran recuperarse; el amor de Dios se acerca a quienes se disponen a crecer en dignidad. Sin embargo queda una experiencia grabada en el cerebro y en el código de cultura que hace muy vulnerables a quienes han estado atrapados en la droga y necesitan mantener constantemente apoyos que les eviten las recaídas y alejarse de personas y circunstancias que estimulen sus inclinaciones.

–          Hay que cultivar la práctica de la denuncia de quienes están destruyendo a la humanidad con el escandaloso comercio de la droga.

La fuerza que nos viene de la fe en Cristo

A todos los que fueron tocados por esta miseria y sufren esta penosa esclavitud debemos anunciarles con respeto y amor el gran evangelio de la vida; estar cerca de ellos para que conozcan a Cristo que dijo: «Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia» (Jn. 10,10) Anunciarles a un «Dios que nos ama, que su existencia no es una amenaza para el hombre; que está cerca con el poder salvador y liberador de su reino, que nos acompaña en la tribulación, que alienta incesantemente nuestra esperanza en medio de las pruebas. (D. A. 30)

Afortunadamente existen instituciones que ofrecen ayudas eficaces para auxiliar la recuperación de quienes la necesitan. Se requiere que se establezcan en mayor cantidad, pero que tengan los recursos de alojamiento acordes a la dignidad de la persona; que cuenten con personal capacitado y que puedan ofrecer las garantías de seguridad y preservación de riesgos.

Antes de tener que acudir a estas instancias, es necesario fortalecer, como ya se dijo, las medidas de prevención basada en una educación  integral que debe ofrecerse en el seno de las familias, en las iglesias, en las escuelas, en las fuentes de trabajo, en los lugares de convivencia y esparcimiento para los jóvenes.

Las madres de familia son las más afectadas en estas situaciones; con frecuencia se acercan a la iglesia para desahogar su pena y para buscar algún camino de comportamiento. Para ellas debe haber una exquisita caridad de trato y comprensión; animarlas a que se acerquen al Señor Jesús que dijo: «Vengan a mí todos los que están atribulados y yo los consolaré» (Mt. 11,28). Que no cedan y se dejen vencer por la desesperación; que se mantengan como faros de esperanza, alentando a sus hijos a superarse y ayudándoles a buscar a personas y centros de tratamiento; especialmente que insistan en la oración y que busquen acercar a sus hijos, con paciencia y delicadeza, al conocimiento del evangelio y a la práctica de los sacramentos. En la Virgen Santísima encontrarán fuerza para mantenerse firmes en medio de la tribulación.

 

La cultura del polvo en las universidades americanas

ES EL CENTRO DE LA VIDA SOCIAL EN EEUU

La ‘cultura del polvo’ arrasa y divide a los psicólogos (pero no a los estudiantes)

Tras recorrer durante ocho años las universidades de Estados Unidos y entrevistar a más de 1.000 estudiantes y profesores, la escritora Donna Freitas ha llegado a una contundente conclusión: el sexo casual se ha convertido en el centro de la vida social de los campus; es algo común y casi obligatorio. Y, según Freitas, está haciendo que los jóvenes americanos sean cada vez más infelices.

En su nuevo libro, The End of Sex, Freitas explora lo que en EEUU se conoce como lahookup culture (“cultura del polvo” o “cultura del rollo”), un comportamiento prevalente en los campus estadounidenses que consiste en acostarse con cuanta más gente mejor, sin esperar ningún tipo de compromiso. En opinión de Freitas, que se muestra muy crítica con esta práctica,

la hookup culture banaliza el sexo, lo reduce hasta su mínima expresión y “acaba siendo tan opresiva como la abstinencia”. El sexo propio de la “cultura del polvo” es, para la escritora, indiferente, irreflexivo y superficial: “Tiene mucho menos que ver con la emoción o la atracción que con las tareas del día como hacer los deberes o poner la lavadora”.

En opinión de Freitas, y tal como explicó enuna columna en el Washington Post, “cuando los estudiantes esperan enrollarse con un montón de gente, el sexo resulta una obligación, no un atrevimiento. Las antiguas ideas de exploración sexual –ya sean aventuras con alguien del mismo sexo o encuentros de una noche– se han convertido en una expectativa básica”. Una expectativa que para la mayoría no se cumple, o se cumple de forma insatisfactoria.

Un poderoso cambio cultural

Tras realizar multitud de encuestas, Freitas encontró que, en un 41% de casos, los estudiantes definían sus experiencias en torno a la hookup culture como “lamentables”, “vacías”, “miserables”, “asquerosas”, “vergonzosas”, “engañosas” e, incluso, “abusivas”.

Para la escritora la “cultura del polvo” está arruinando la vida amorosa de muchos estudiantes, que no tienen ningún interés por el sexo casual pero se ven arrastrados a él por miedo a no arruinar su vida social. A muchos estudiantes les gustaría tener una relación formal, pero la cultura imperante en el campus no se lo permite. La solución pasa, básicamente, por abstenerse de practicar sexo fuera de una relación estable, algo que, según la escritora, debería promoverse en las propias universidades.

En España, aunque la hookup culture no ha llegado con tanta intensidad como en EEUU, también deberíamos estar preocupados por el sexo casual. Para el psicólogo Raúl Padilla, en España ha habido una evolución del latin lover, que nos lleva por los mismos derroteros que los campus americanos: “El latin lover intentaba tener cuantas más relaciones mejor, pero porque las mujeres no eran receptivas. Si lo intentaba con muchas, alguna caería. Pero la liberación femenina ha hecho que los encuentros sexuales crezcan de forma exponencial, y es cuando ha aparecido elhookup”.

A muchos estudiantes les gustaría tener una relación formal, pero la cultura imperante

en el campus no se lo permite El libro de Freitas ha abierto un gran debate en EEUU y, como cabría esperar, no todo el mundo está de acuerdo con sus opiniones sobre la “cultura del polvo”. Según la socióloga Lisa Wade, autora del blog The Society Pages, el fenómeno no es tan amplio como lo pinta Freitas. En su opinión, y según sus propias investigaciones, la hookup
culture alcanza a entre el 66 y el 75% de los estudiantes, pero no todos acaban consumando: sólo el 40% de los rollos acaban en coito. En términos absolutos, explica la socióloga, menos del 15% de los estudiantes mantienen más de dos contactos sexuales al año. Por lo que, asegura, no podemos hablar de un fenómeno tan extendido, y mucho menos “obligatorio”.

Para el periodista David Masciotra, que ha escrito un completo artículo al respecto en la
revista The Atlantic, el fenómeno que describe Freitas no está para nada sobredimensionado. En su opinión, la hookup culture está causando mucho daño entre los jóvenes estadounidenses, pero la solución no reside en condenar el sexo promoviendo una manera de relacionarse más tradicional (por la que apuestan los sectores más conservadores), sino por hacer que sea menos aburrido.

En opinión de Masciotra, el gran problema de la cultura del polvo es que banaliza tanto el sexo que éste acaba siendo un mero trámite sin ninguna gracia. Para el periodista, el cambio de actitud de los jóvenes respecto al sexo no es más que un reflejo del un cambio en la cultura popular, que puede observarse muy fácilmente en la música o la televisión, y que ha marcado enormemente a los jóvenes estadounidenses. “El paso de la sensualidad y dulzura de los artistas de la Motown oSmokey Robinson a la agresividad y misoginia del hip-hop y Jay Z es uno de los muchos cambios en la cultura pop que indican como la industria del entretenimiento ha reforzado la cultura del polvo”. Sólo hay una manera de superar la hookup culture: devolver al sexo el atractivo, y el respeto, que ha perdido.

El sexo casual como problema psicológico

Al margen de su prevalencia en las universidades, ¿en qué momento el sexo casual deja de ser una forma normal de exploración para convertirse en un comportamiento adictivo y dañino? Para Padilla, “desde que el sexo es tan fácil de conseguir, el amor está desapareciendo”. Y esto, explica, tiene numerosas consecuencias en hombres y mujeres. “A nivel psicológico”, explica el psicólogo, “en el varón se está produciendo una falta de resistencia a la frustración enorme. Es el efecto de la inmediatez, lo quieren todo y lo quieren ya”. En las mujeres las consecuencias son distintas, pero no menos importantes: “Están cosificando el sexo y desnaturalizando el erotismo. En vez de un acto afectivo, el sexo se convierte en un acto de consumo”.

Los jóvenes experimentan arrepentimiento, depresiones y bajadas de autoestima

La psicóloga Linda Hatch asegura en Psych Central que las relaciones sexuales casuales, de una sola noche o con personas que se han conocido en ese mismo momento, tienen un importante impacto psicológico, aunque no sean demasiado frecuentes. Según la psicóloga, hay indicadores que muestran que los jóvenes no sólo experimentan arrepentimiento (presente en más del 70% de los casos), además tienen que lidiar con depresiones y bajadas de autoestima.

Para Hatch no cabe duda de que el sexo casual se ha convertido para muchos jóvenes en un serio problema psicológico: “Aunque la libertad sexual para explorar y experimentar suele considerarse saludable entre los jóvenes, la hookup culture ha creado un escenario propio, donde asoman muchos peligrosos asociados con trastornos de la intimidad y adicciones”.

Fuente: ABC