Suicidio asistido, compasión falsa

 

Suicidio asistido, compasión falsa

La prensa a favor de la eutanasia en Gran Bretaña

ROMA, domingo, 18 de octubre de 2009 (ZENIT.org).- El debate sobre el suicido ha vuelto a surgir de nuevo en los últimos días en Gran Bretaña, con la noticia de que se obligó a los médicos a dejar morir a una mujer que intencionadamente había ingerido anticongelante.

Según un reportaje de la BBC, el 1 de octubre, Kerrie Wooltorton, de 26 años, había hecho un testamento vital que exigía que no se interviniera si ella intentaba quitarse la vida. Las noticias sobre su caso han aparecido como resultado de una reciente investigación sobre su muerte ocurrida en septiembre de 2007.

Según el forense, los médicos del Hospital Universitario Norwich se habrían arriesgado a infringir la ley al atenderla con el objetivo de cuidad de su salud.

«Tenía la capacidad de dar su consentimiento al tratamiento que, probablemente, habría prevenido su muerte», declaró el forense en sus resultados. «Rechazó dicho tratamiento con pleno conocimiento de las consecuencias y murió como resultado de ello».

Posteriormente, el secretario de Salud, Andy Burnham, comentaba que el parlamento debería revisar la Ley de Capacidad Mental que regula estos casos, informó  el 4 de octubre el periódico Telegraph.

Burnham afirmó  que el caso de Wooltorton adentra a la ley en un «nuevo territorio» que no cree que estuviera en la mente de los legisladores.

Un portavoz de la Conferencia Episcopal Católica ha apoyado una revisión de la legislación.

Presiones

A pesar de las repetidas derrotas de las propuestas sometidas al parlamento en los últimos años para permitir la eutanasia, han continuado las presiones para doblegar las leyes. Un tema de conflicto tiene que ver con los ciudadanos británicos que se suicidan con la ayuda de la organización suiza Dignitas.

Las autoridades británicas podrían procesar a quienes ayuden a utilizar los servicios de Dignitas. Este verano, Debbie Purdy, que sufre de esclerosis múltiple, ganó el derecho a que se le dijera bajo qué circunstancias podría ser procesado su marido si ella acudiera a la clínica de Dignitas.

El dictamen del tribunal de la Cámara de los Lores exigió que el jefe de la Fiscalía especificara cuándo actuaría el Estado si alguien ayudara a un amigo o familiar a suicidarse en el extranjero, informaba el periódico Daily Mail el 31 de julio.

Según el reportaje, Purdy planea ir a Suiza para suicidarse cuando su dolor se vuelva insoportable, y quiere que su marido, Omar Puente, esté con ella.

Anthony Ozimic, del grupo pro vida Society for the Protection of Unborn Children, criticaba el dictamen: «Envía el terrible mensaje a los discapacitados y gravemente enfermos de que son menos valiosos que otros».

El jefe de la Fiscalía, Keir Starmer, QC, anunció recientemente las directrices exigidas por los «Lores de la Ley». Advirtió que no daba garantías contra el procesamiento, informó el Times el 23 de septiembre.

Starmer, sin embargo, admitía que el procesamiento era improbable a no ser que una persona animara al acto de suicidio de forma maliciosa y no se asista a una «deseo claro, aceptado e informado» de poner fin a la vida.

Esto, añadía, no significa que se puedan establecer clínicas de suicidio asistido en Gran Bretaña. «El suicidio asistido ha sido un delito durante casi 50 años y mi política no hará nada para cambiar esto», afirmó.

Según el Times, más de 100 británicos han puesto fin a sus vida en la clínica Dignitas. Las directrices han planteado 16 elementos de interés público a favor del procesamiento y 13 en contra.

Dignitas

La clínica Dignitas puede que sea popular entre los británicos, pero sus actividades han recibido amplias críticas. Doctores en Inglaterra han advertido que algunas de las personas que ponen fin a sus vidas de esta forma no sufrían de enfermedades terminales, informaba el periódico Guardian el 21 de junio.

El Guardian obtuvo una lista de 114 personas del Reino Unido que han puesto fin a sus vidas en la clínica. Entre otros casos, una pareja tenía problemas intestinales, tres problemas de riñón, y una sufría de artritis.

«Estoy horrorizado por esta lista», decía al periódico el profesor Steve Field, del Royal College of General Practitioners. «Estoy preocupado porque sé que muchas de las situaciones indicadas son situaciones con las que los pacientes viven y pueden vivir durante muchos años y seguir teniendo vidas productivas y con significado».

Más dudas sobre la clínica se plantearon cuando una antigua empleada, Soraya Wernli, criticó duramente algunas de sus prácticas. En un artículo publicado el 19 de julio en el Sunday Times, Wernli describía Dignitas como una máquina de hacer dinero para su propietario, Ludwig Minelli.

«Se ha convertido en una industria» afirmaba Wernli, de 51 años de edad, que añadió que el precio que cobra Dignitas ha subido de las 2.000 libras (3.211 dólares) de hace siete años a las 7.000 libras (11.239 dólares) actuales.

El artículo describía cómo en una ocasión Wernli persuadió a una inglesa con cáncer para que no siguiera adelante con el suicidio, puesto que todavía podía tener una vida decente con los cuidados médicos apropiados. Más tarde la mujer le escribió agradeciéndoles que le salvara la vida.

Según un artículo publicado el 18 de julio en el Telegraph, los fiscales del estado en Zurich han revelado las nuevas normas que gobernarán el modo en que se permite funcionar a organizaciones como Dignitas.

La legislación exige que los pacientes se sometan a un largo periodo de asesoramiento en la clínica antes de poder suicidarse. La nueva regulación entrará en vigor a finales de año.

«Los viajes de suicidio a Suiza no se prohibirán, pero habrá controles más estrictos; se van a proscribir los así llamados «suicidios rápidos» para pacientes extranjeros», afirmó el ministro de justicia de Zurich, Markus Notter.

Otras amenazas

Aunque la eutanasia sigue siendo ilegal en Gran Bretaña, existe preocupación sobre cómo se trata a pacientes con enfermedades terminales. Un grupo de expertos que se ocupan de enfermos terminales escribió una carta al periódico Telegraph, publicada el 2 de septiembre, en la que advierten que se está haciendo que los pacientes mueran prematuramente.

Según las directrices del Servicio Nacional de Salud, pueden retirarse fluidos y medicamentos a los pacientes moribundos, y muchos son sedados de forma continua hasta que fallecen.

Los expertos observaban que este tratamiento puede ocultar las señales de que la situación de estos pacientes esté mejorando.

«Pronosticar la muerte es una ciencia inexacta», afirmaban. Como resultado, se diagnostica a los pacientes que están cerca de la muerte «sin considerar el hecho de que el diagnóstico podría estar equivocado», continuaba la carta.

Antes, un reportaje de la BBC el 12 de agosto afirmaba que el uso de una continua sedación profunda es una forma lenta de eutanasia.

El artículo citaba investigaciones de la London School of Medicine and Dentristry que afirman que esta sedación explica cerca de una de cada seis de todas las muertes.

Citaban al doctor. Nigel Sykes, director médico del St. Christopher’s Hospice en Syndehan, quien decía que sólo unos pocos pacientes requieren cada año sedación hasta volverlos inconscientes al final de su vida.

Cuidados adecuados

Si todos los pacientes tienen acceso a cuidados paliativos de alta calidad no habría lugar para el suicidio asistido, declaraba Steve Field, Presidente del Royal College of General Practitioners, en un artículo de opinión publicado el 22 de junio en el periódico Guardian.

Desgraciadamente, los servicios de cuidados sanitarios y sociales no están preparados para afrontar las necesidades de muchos que se acercan al final de sus vidas, apuntaba Field. En esta situación, el suicidio asistido no es la respuesta correcta, insistía.

Por su parte, el arzobispo de Westminster, monseñor Vincent Nichols, mantenía que la noción de un derecho a una «buena muerte» socava la sociedad, en un artículo publicado el 16 de julio en el Telegraph.

Si reducimos la vida humana al estatus de un producto, a una cuestión de control de calidad, entonces estamos infravalorando la vida humana, sostenía el arzobispo Nichols. Si, por el contrario, cuidamos la vida humana desde su comienzo hasta su fin natural entonces crecemos en nuestra humanidad, en vez de perderla, concluía. Valiosas palabras de advertencia mientras sigue el debate sobre cómo tratar el sufrimiento.

Por el padre John Flynn, L. C., traducción de Justo Amado