Intelectual católico explica por qué la educación requiere restricciones
Rocco Buttiglione
ROMA, 01 Mar. 10 / 05:19 am (ACI)
Rocco Buttiglione es un prestigioso intelectual católico que en el año 2004 fue discriminado por su fe para un cargo en la Unión Europea. Ahora escribe un artículo en L’Osservatore Romano en el que explica que la educación de niños y jóvenes exige una serie de restricciones, así como la formación en la libertad para buscar la verdad, y una correcta ascesis que vaya de la mano con la experiencia de la autoridad.
En el texto titulado «Sin prohibiciones no hay libertad«, el también miembro de la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales señala que en el centro del debate sobre la «emergencia educativa» debe tenerse en cuenta una cita del Papa Benedicto XVI en la que señala que «la educación bien lograda es la formación en el recto uso de la libertad«.
Para explicar esto, Buttiglione advierte primeramente que una primera etapa en esta educación es extirpar de la mente un prejuicio corriente: «que para educar en la libertad basta con eliminar todo vínculo y abandonar a los jóvenes al simple desarrollo natural de sus pasiones». Esto, explica, es el «pròton psèudos (el ‘error originario’) de la pedagogía moderna.
Tras explicar que esta manera de ver las cosas ignora la tendencia al mal, a la concupiscencia introducida en el hombre por el pecado original que también hiere su voluntad, el intelectual señala que «la pedagogía emancipadora y permisiva de nuestro tiempo ha ignorado voluntariamente esta estructura antropológica del ser humano. La intención era realizar un hombre liberado y los resultados están demasiado lejos de las promesas iniciales».
Tras resaltar que «la libertad del hombre no es la libertad del instinto» y que solo a partir del «verdadero bien de la persona es posible seleccionar, ordenar y organizar las estructuras interiores de un ser humano inteligente y libre», Buttiglione asegura que para encontrar la libertad es necesario «subordinar el deseo inmediato al juicio de la razón. Debemos seleccionar entre los muchos deseos algunos que queremos realizar verdaderamente y concentrar en ellos la energía de la vida que se llama trabajo».
El intelectual advierte luego sobre una tendencia actual que busca colocar a la espontaneidad como un ídolo y explica la necesidad de adherirse «verdaderamente al bien para buscar la verdad».
Para lograr esto, prosigue, son necesarios dos factores fundamentales en el proceso educativo «que hoy son sistemáticamente ignorados«: la ascesis y la experiencia de la autoridad.
La ascesis, explica Buttiglione, «es la capacidad de decir que no, de resistir a la violencia con la que el impulso exige ser satisfecho inmediatamente sin una reflexión que se pregunte sobre el hecho de que si eso corresponde a la verdad o al verdadero bien de la persona. El permisivismo contemporáneo ha difamado la ascesis identificándola con la ‘represión’. La ascesis implica ciertamente la fuerza de reprimir pero implica también la capacidad de dar a la energía proveniente del instinto una nueva forma, correspondiente a la verdad de la persona. Sin ascesis no hay educación de la persona«.
Al hablar luego de la experiencia de la autoridad, el experto católico indica que ésta es «la presencia del valor en una persona que da testimonio de él, lo hace directa y fácilmente perceptible para los otros. La autoridad es la guía en el camino hacia la experiencia del valor. Sin ascesis y sin autoridad no hay experiencia educativa. La autoridad transmite la experiencia de los valores para que ésta pueda probarse en la vida del discípulo. El discípulo no repetirá servilmente esta experiencia así como se realiza en la vida del maestro sino que la confrontará con su experiencia propia y la filtrará a través de ella reviviéndola y haciéndola propia».
Buttiglione denuncia luego que «la sociedad permisiva ofrece al joven muchas modalidades de satisfacción inmediata del propio instinto pero de este modo hace más difícil la formación de una personalidad libre, capaz de establecer una relación adecuada con la verdad y de hacer tal relación la guía de la propia construcción social. La educación ‘tradicional’ invitaba a luchar por controlar las propias pasiones, a buscar la verdad, a orientar las pasiones según la verdad y hacia la verdad».
Con la promoción social de la «obediencia» a las propias pasiones, explica el experto católico, se impide «que se forme una personalidad responsable y libre, para crear una masa libremente manipulable por parte de quien detenta el poder. Éste es el problema de la educación de nuestro tiempo«.
«El punto de llegada de buena parte de las modernas tendencias ‘deconstruccionistas’ es la deconstrucción del yo y la abolición de la personalidad consciente. Para reconstruir la educación es necesario volver a comenzar a partir de testimonios autorizados –¿no deberían ser los primeros en esto los padres y los educadores?– que sean capaces de indicar sin ambigüedad el recorrido de una ascesis que permita ser capaces de la verdad, que permita avanzar en el camino de su búsqueda», concluye.