Corregir la excesiva timidez

Quizá la han protegido demasiado

La vida misma:

Natalia tiene 14 años y es muy tímida. Sus padres no saben bien por qué, pero desde muy pequeña es así. Tienen la impresión de que no han conseguido acertar en este punto en su educación, y que incluso ellos mismos han debido tener bastante culpa, pues al verla tan tímida han tendido siempre a protegerla más de lo debido

No funciona nada de lo que intentan

Se lo han planteado varias veces en los últimos años, y han probado diversos sistemas que pensaban que podían ser útiles, pero todos han tenido poco éxito. Primero quisieron que hablara e hiciera demostraciones de naturalidad delante de otras personas, o forzarla un poco a hablar en público, pero sólo conseguían pasar todos un mal rato. Luego pensaron en hablar directamente con ella sobre el asunto de su timidez, pero no consiguieron arrancarle ni una palabra en claro. Finalmente, se empeñaron en apuntarla en el grupo de teatro del colegio, para que se soltara un poco, pero ella se negó rotundamente.

Unos cuantos consejos acertados

Los padres de Natalia tuvieron ocasión de comentar sus preocupaciones con un matrimonio amigo con el que coincidieron en la boda de un pariente. Eran unos antiguos conocidos, muy abiertos y con una demostrada experiencia en educación. La conversación fue muy animada, y salieron de allí con algunas ideas prácticas. Primero, no obsesionarse con el asunto. Segundo, descubrir puntos fuertes en su hija y fomentarlos, pero sin hacer cosas raras, pues si ella se sentía observada o tratada como un «caso preocupante», sólo lograrían potenciar su timidez. Y tercero, ganar en confianza con su hija, pues «el hecho de que Natalia hable poco —les había dicho su amiga—, no quiere decir que tenga pocas cosas que decir, sino que ella no encuentra suficiente confianza para decirlas.»

Reconocen que le falta confianza

«Es verdad —comentaba la madre de vuelta a casa—, ahora lo veo todo bastante claro. El hecho de que Natalia hable poco no quiere decir que tenga

Alfonso Aguiló

la mente en blanco, sino que para expresarse requiere un marco de confianza mayor que el que han necesitado sus hermanos. La solución no está ni en protegerla más ni en hacerle pasar vergüenza, sino en ganarse más su confianza y hacer que se sienta más segura.»

Problemas que se plantean

Interrogantes:

— ¿Cómo ayudarle a superar la timidez excesiva?
— ¿Es posible aumentar la seguridad personal y una adecuada autoestima? — ¿Qué medios son los adecuados para lograr que se sienta en confianza? — ¿Cómo lograr que potencie sus propias cualidades?

Dar importancia con naturalidad a lo peculiar de su hija

Así es la vida:

Procuraron poner en práctica lo que habían quedado. Pensaron que era necesario escuchar más a su hija, pero de forma natural, aprovechando las ocasiones normales de la vida diaria. Se dieron cuenta de que bastaba con poner más interés en lo poco que Natalia solía decir, y hacer preguntas sencillas sobre lo que intuían que ella sabía. Pronto encontraron amplios temas que eran de interés para su hija, y vieron que hablaba de ellos con sorprendente soltura. Descubrieron, por ejemplo, que Natalia sabía mucho de música y de literatura, y sus padres tuvieron el buen sentido de interesarse más por esos temas y pronto empezaron a surgir conversaciones con ella de una duración hasta entonces impensable.

La importancia de sentirnos seguros

También se dieron cuenta de que Natalia se crecía cuando se le preguntaba ante otras personas sobre esos temas que dominaba bien. Comprendieron algo bastante elemental, pero muy importante y no siempre evidente: para superar la timidez la solución no es exponer a esa persona a que se sienta en ridículo ante los demás —como habían hecho antes algunas veces—, sino más bien facilitar que se sienta segura en presencia de otros, pues así es como se va soltando. Acaba manifestando iniciativa en sus cosas La mejor sorpresa la recibieron unos meses después, cuando Natalia les dijo que quería apuntarse a un nuevo grupo de teatro que se había formado en el colegio. La idea de apuntarse fue una iniciativa suya, en la que se mezclaba su interés por la literatura y su deseo de lanzarse a actuar y hablar en público. Cuando se lo habían propuesto sus padres, la vez anterior, le producía pánico sólo pensar en esa posibilidad, pero ahora lo veía asequible.

Fuente: Fluvium.org

Conversar con los hijos

Conversar con nuestros hijos

De hacerlo dependen cosas tan importantes como, por ejemplo, estar pendientes de sus sentimientos, de sus amistades, de su ocio, de su formación cristiana…

Saber conversar con los hijos es para mí algo fundamental. Una de las bellas artes más desconocidas. Dejémonos de tanta mojigatería teórica y saquemos tiempo para hablar con ellos. ¿De qué? Pues de todo. De to-do. Con esa naturalidad propia del cariño. Esas conversaciones son necesarias para ellos… y para nosotros, los padres. Por favor, no convoquemos unos miedos innecesarios. Porque una cosa es la prudencia y el ir por delante de ellos, y otra muy distinta el pavor que se refleja en esos ojos como platos de algunas madres, cuando de pronto un día se enteran -¡cuánta ingenuidad!- de que tienen un hijo o una hija en edad adolescente, capaz de las estupideces más alucinantes. Claro, los problemas y las rarezas siempre acaecían a las demás familias. ¿A nosotros, a nuestros hijos? Si son unos benditos, y que si esto y que si lo otro. Ya.

¿Tan difícil es? Un paseo basta. Un paseo detrás de otro quiero decir. O un tomar algo juntos. O hacer deporte. O lo que sea que ayude a entablar un diálogo distendido y sincero. Sin que se nos note en exceso la angustia, o ese querer solucionarlo todo con dos o tres frases rotundas, adornadas por alguna cita que hemos leído u oído en el folleto de turno. Porque nada agobia más que un padre (o madre) cuadriculado por la vehemencia del que se cree que lo sabe todo. Y no lo sabemos todo. Muchas veces no sabemos casi nada de nuestros hijos (que también creen saberlo todo). Estamos tan embebidos en lo intrascendente material, o en lo profesional, o hasta en sus mismísimas notas, que olvidamos lo fundamental de nuestros chavales. ¿Y qué es lo fundamental?

Pues esto de qué es lo fundamental va por barrios. La casuística es tan heterogénea como abracadabrante. Pero yo me ciño a lo mío. Si los padres son católicos -o dicen serlo, y aunque no sean cristianos seguirá siendo lo más crucial-, ¿qué será lo más importante? Habrá quien incluso dude a estas alturas. ¿No será el alma? Sí señores, el alma. En el alma de nuestros hijos está el impulso de su felicidad, el centro donde se dirimirán las más importantes batallas de su vida. Aquellas en donde se jugarán su alegría y su destino eterno. Sé que suena fuerte, pero la realidad no es otra. O somos coherentes con nuestra creencia o el futuro de los hijos será tan endeble como nuestra propia abulia. Luchar por la buena formación es cuidar de su alma -y de la nuestra- con perseverancia y solicitud.

De hacerlo así dependen cosas tan importantes como, por ejemplo, estar pendientes de sus sentimientos, de sus amistades, de su ocio, de su formación cristiana, o elegir un colegio que se adecue a nuestra fe (no sólo al inglés, o a la cercanía), a ese ir moldeando con disciplina y delicadeza sus hábitos. Crecen físicamente e intelectualmente. Pero ¿y espiritualmente? ¿Para cuándo las virtudes? ¿O van a quedar tullidos interiormente?

Bueno, pues de esos sentimientos, amistades, etc, es de lo que debemos hablar con nuestros hijos. Quizá al principio les dé vergüenza, un lógico apuro.

Es entonces cuando debemos hablar nosotros, contar de lo nuestro, hacerles partícipes de anhelos y problemas familiares. Poco a poco se irán abriendo a esa confianza que les ofrecemos. Con naturalidad. Sin escandalizarnos ni clamar al cielo si nos ofrecen en bandeja su confidencia. Por rara que esta sea. Hablar, hablar, hablar. Mejor dicho: escuchar, escuchar, escuchar. Sin caer en la desesperación o en la paranoia. Y si dudamos, pedir consejo, y cultivar la amistad de los padres de sus amigos… La adolescencia es una ocasión única para hacerles fuertes en el bien y en la verdad. Casi nada.

Concepto básico de inteligencia emocional

Concepto básico de inteligencia emocional

La inteligencia emocional es un conjunto específico de aptitudes que se hallan implícitas dentro de las capacidades abarcadas por la inteligencia social. Las emociones aportan importantes implicaciones en las relaciones sociales, sin dejar de contribuir a otros aspectos de la vida. Cada individuo tiene la necesidad de establecer prioridades, de mirar positivamente hacia el futuro y reparar los sentimientos negativos antes de que nos hagan caer en la ansiedad y la depresión. En el ámbito de la psicología admite la consideración de inteligencia porque es cuantificable: constituye un aspecto mensurable de la capacidad individual para llevar a cabo razonamiento abstracto y adaptación al entorno; la inteligencia emocional se pone de manifiesto cuando operamos con información emocional.

La inteligencia emocional es, por tanto, un conjunto de talentos o capacidades organizadas en cuatro dominios:

  • capacidad para percibir las emociones de forma precisa.
  • capacidad de aplicar las emociones para facilitar el pensamiento y el

    razonamiento.

  • capacidad para comprender las propias emociones y las de los demás.
  • capacidad para controlar las propias emociones.

    Las últimas investigaciones han aportado pruebas convincentes de la inseparabilidad esencial de la emoción y el razonamiento: sin sentimientos, las decisiones que tomamos pueden no ser las que más nos convienen, aunque hayan sido tomadas por lógica. Cualquier noción que establezcamos separando el pensamiento y los sentimientos no es necesariamente más adaptativa y puede, en algunos casos, conducir a consecuencias desastrosas.

    En 1983, Howard Gardner trabajaba en el proyecto Spectrum en la Universidad de Harvard. Gardner, psicólogo de la facultad de ciencias de la educación, proponía la Teoría de las inteligencias múltiples descartando que el hombre sólo tenía un tipo de inteligencia. En su libro Frames of Mind estableció ocho tipos de inteligencias: posteriormente, sus colegas investigadores llegaron a describir hasta 20. Estos autores discrepaban del paradigma existente hasta ese momento: la inteligencia se medía con parámetros lógicos (matemáticos, espaciales, gramaticales, etc.) y eran el factor fundamental del éxito de una persona.

    La inteligencia emocional, según Daniel Goleman (el autor que popularizó el término, hasta entonces solo en el ámbito de unos pocos especialistas)»es la capacidad para reconocer sentimientos en si mismo y en otros, y de utilizarlos con habilidad en sus relaciones con los demás”. Las emociones son estados afectivos, de expresión súbita y de aparición breve, que puede, crear un impacto positivo o negativo sobre nuestra salud física, mental y espiritual, además de influir en los otros.

    La aplicación de la teoría de la inteligencia emocional en la educación de los hijos es un tema en pleno desarrollo, y existe ya bibliografía y experiencia práctica al respecto.

    Fuente: Equipo COF Virgen de Olaz (basado en Wikipedia y otros artículos)

Como vencer los impulsos violentos

Autor: . | Fuente: Vida Humana.org

Cómo vencer los impulsos violentos

Quizás sufres porque no quisieras ser una persona violenta.

Quizás sufres porque no quisieras ser una persona violenta. Sientes que tus emociones te arrastran y no sabes qué hacer. Este folleto te dará esperanzas y una guía para que puedas ayudarte a ti mismo(a).

Primeramente, es importante señalar que hay muchas personas que provocan a los demás a la violencia. Sin embargo, aún en el caso de que alguien te provoque, no hay ninguna excusa para apelar a la agresión física o emocional. Entre seres racionales hay formas más civilizadas de resolver los problemas.

Identifica la causa de tu ira

Cómo vencer los

Examina y trata de comprender tus propios sentimientos. ¿Qué es

impulsos violentos

verdaderamente lo que te causa ira y te lleva a perder el control?

Reflexiona para descubrir por qué reaccionas violentamente. Quizás algo de tu pasado te molesta y ahora tu reacción se debe a ello, más que a lo que la otra persona hizo o dijo. Recuerda que ella no tiene la culpa de lo que te sucedió. ¿Se lo estás cobrando? Si te has casado y tienes hijos, ellos también sufren debido a tu violencia. Piensa en los efectos que tendrán tus acciones en tus propios hijos al presenciarlas o sufrirlas.

La violencia es contagiosa

Según los psiquiatras y psicólogos, durante los primeros años de vida es cuando los seres humanos desarrollan la capacidad de sentir compasión, valorar la vida o sentir dolor por el sufrimiento de otras personas. Por tanto, si son sometidas a actos de violencia no asimilarán tales capacidades. Al llegar a ser adultos serán los más dispuestos a usar la fuerza bruta para resolver los conflictos. El niño que ha sido maltratado cuando crece se vuelve verdugo. La niña generalmente se convierte en víctima. De este modo se mantiene el círculo vicioso de la violencia a través de las generaciones. ¡Alguien tiene que romperlo!

Los maltratos a los niños y en concreto el abuso sexual, dan lugar a una serie de dolencias psicológicas importantes al llegar a la edad adulta, tales como la depresión crónica, las personalidades múltiples o fuertes tendencias al alcoholismo o la drogadicción. La mayoría de los delincuentes adultos fueron abusados durante su infancia.

Si fuiste víctima de abusos durante tu infancia o adolescencia y esa es la causa de tu ira, puedes sanarte. Admite que necesitas esa sanación y decídete a buscar la ayuda de Dios y de otras personas.

Ten el valor de analizar honestamente tu comportamiento en el hogar y especialmente hacia tus

seres queridos. Piensa en las consecuencias de tus acciones para ti y para ellos, si pierdes la cabeza.

Si sientes que estás perdiendo la paciencia, retírate hasta que te calmes. ¿Merece acaso la pena ir a la cárcel por no haberte podido controlar? ¡Pon distancia de por medio! Más tarde trata de comunicarte con la persona con quien te has enfadado sin gritar y utilizando la lógica y la razón. Si todavía no puedes, habla con una tercera persona para que sea tu intermediaria.

¡Busca ayuda!

Contempla la posibilidad de buscar ayuda profesional. Hay organizaciones que pueden brindártela. Piensa también en buscar algún amigo equilibrado o al sacerdote o pastor de tu iglesia. Consulta a un buen psicólogo. Comienza a creer que puedes cambiar si de veras te propones hacerlo.

Busca otros modos de reaccionar cuando sientas frustración o enojo. Habla con otras personas que hayan superado su conducta agresiva y pregúntales cómo lograron cambiar.

Aprende nuevas formas de resolver los conflictos. No siempre estos se pueden evitar, pero podemos aprender a manejarlos. Al hacerlo aprendemos de nuestros errores del pasado y mejoramos la calidad de nuestras vidas.

Si tienes un problema de alcoholismo, únete a un grupo de Alcohólicos Anónimos. Existen también otros grupos para ayudar a las personas adictas al juego, al sexo o las drogas.

¡Y no te olvides de rezar mucho! Con la ayuda de Dios te sanarás y de este modo podrás ser

verdaderamente feliz y hacer felices a los demás.

Autoridad moral frente a los hijos

 

Tal parece que hoy en día uno de los temas de mayor impacto en la opinión pública es el éxito de algunas películas; sin embargo, pienso que hay otro de importancia muy superior por sus repercusiones en la vida familiar y en el desarrollo de la personalidad de todo ser humano. Estoy hablando de la autoridad de los padres de familia frente a sus hijos, y acerca de ello me recomendaron un artículo publicado en “www.aciprensa.com” en su sección de “Matrimonio y familia”. El autor, Pablo Pascual Sorribas, expone realidades, causas y sugerencias sin rodeos bajo el título: “Cómo lograr una autoridad positiva con los hijos”. He aquí un resumen.Tener autoridad -no autoritarismo- es básico para la educación. Debemos marcar límites y objetivos claros que permitan diferenciar qué está bien y qué está mal. Hay que llegar a un equilibrio, ¿cómo conseguirlo para tener autoridad? Aquí, pues, los principales y más frecuentes errores que debilitan y disminuyen la autoridad paterna:

1.- La permisividad. El niño, cuando nace, no tiene conciencia sobre la moralidad de sus actos. Somos los adultos quienes hemos de decirle lo que está bien o lo que está mal. Ellos necesitan puntos de referencia y límites para crecer seguros y felices.

2.- Ceder después de decir no. Una vez que usted se ha decidido a actuar, la regla de oro es respetar el no. El no es innegociable. Nunca se puede negociar el no, y perdone que insista, pero es el error más frecuente y que más daño hace a los niños. Cuando usted vaya a decir no a su hijo, piénselo bien, porque no debe haber marcha atrás.

3.- El autoritarismo. Es el otro extremo de la permisividad. Es intentar que el niño(a) haga todo lo que el padre quiera anulando su personalidad. El autoritarismo sólo persigue la obediencia por la obediencia. Su objetivo no es formar una personalidad equilibrada y con capacidad de autodominio, sino que puede crear una persona sumisa, esclava, sin iniciativa.

4.- Falta de unidad entre los padres. Si el padre le dice a su hijo que se ha de comer con los cubiertos, la madre le ha de apoyar, y viceversa. No se debe caer en la trampa de: “Déjalo que coma como quiera, lo importante es que coma”.

5.- Gritar perdiendo el control. Aunque a veces es difícil mantener la calma. Esto supone un abuso de la fuerza que conlleva una humillación y un deterioro de la autoestima para el niño. Además el niño también se acostumbra a los gritos y cada vez hará menos caso.

6.- No cumplir las promesas ni las amenazas. Cada promesa o amenaza no cumplida es un punto menos en la autoridad. Las promesas y amenazas deben ser realistas, es decir fáciles de aplicar.

7.- No negociar por rigidez e inflexibilidad. Esto supone autoritarismo y abuso de poder, y por lo tanto incomunicación provocando que se rompan las relaciones entre los padres y los hijos; asunto muy peligroso cuando se llega a la adolescencia.

8.- No escuchar. Dodson dice en su libro “El arte de ser padres”, que una buena madre es la que escucha a su hijo también cuando hablan por teléfono.

9.- Exigir éxitos inmediatos. Frecuentemente los padres tienen poca paciencia con sus hijos. Querrían que fueran los mejores… ¡ahora! y además, sólo ven lo negativo.

Algunos consejos para facilitar la autoridad que exigen coherencia y constancia:

1.- Tener unos objetivos claros de lo que pretendemos cuando educamos. Es la primera condición para no improvisar. Estos objetivos han de ser pocos, formulados y compartidos con la pareja.

2.- Enseñar con claridad cosas concretas. No vale decirle: “pórtate bien» o “come bien» sino darle, con cariño, instrucciones concretas de cómo se coge el tenedor y el cuchillo, dándole el tiempo necesario para el aprendizaje.

3.- Valorar siempre sus esfuerzos por mejorar, resaltando lo que hace bien, más que lo negativo y, además, demostrándole confianza.

4- Dar ejemplo. Un padre no puede pedir a su hijo que tienda su cama si él no lo hace nunca.

5.- Huir de los discursos y sermones.

6.- Reconocer los errores propios, enseñando que los errores no son fracasos, sino equivocaciones.

Y todo ello con amor y sentido común en función del niño, del adulto y de la situación en concreto. De forma que no se intente matar moscas a cañonazos ni leones con resorteras.

Autor:
Padre Alejandro Cortés González-Báez Fuente:
Church Forum www.churchforum.org

Cómo escuchar a los hijos

¿CÓMO ESCUCHAR A LOS HIJOS?

ATENCIÓN ACTIVA CON NIÑOS Y JÓVENES

Una técnica muy adecuada para iniciar una conversación con niños y jóvenes y poder mantenerla es escuchar de FORMA ACTIVA. Exige de los padres que sean capaces de ponerse en el lugar del otro para poder descifrar de manera correcta los mensajes emocionales que hay detrás de las confidencias de sus hijos. Para ilustrarlo, presentamos otro ejemplo extraído de la ASAMBLEA FAMILIAR de Gordon y que hemos retocado en cuanto al lenguaje :

SONIA : Oye papá, ¿qué clase de chicas te gustaban más cuando eras joven ? ¿Cómo eran ?

PADRE : Supongo que te preguntas cómo deberías ser para gustar a los chicos. ¿Es eso ?

SONIA : Sí, en cierto modo, tengo la sensación de que no les gusto y no sé por qué.

El padre ha descifrado correctamente el mensaje y ha expresado lo que le sucede a su hija. De esta manera da a la conversación un nuevo sentido. Ya no se trata tan sólo de qué era lo que al padre le parecía interesante en las chicas. El problema real es ahora el tema central : la inseguridad y las dudas sobre sí misma de la hija.

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ATENCIÓN PASIVA

Los niños pueden hablar con mayor facilidad sobre sus experiencias y las emociones ligadas a ellas cuando los padres escuchan con atención y no manifiestan de inmediato su propia opinión. Hay muchas posibilidades de dar señales -también sin emplear palabras- de que de verdad se está escuchando con toda atención : a través de contacto visual, con una postura del cuerpo atenta y abierta, y un asentimiento de vez en cuando, los padres pueden manifestar con claridad la atención que están prestando a su hijo. Thomas Gordon, en su libro ‘La asamblea familiar’, llama a este método ‘atención pasiva’. Un ejemplo, podría ser la siguiente conversación :

SARA : Hoy me han mandado al despacho del director. MADRE : ¿Ah, sí ?
SARA : Sí, el señor Wieser ha dicho que hablo demasiado. MADRE : ¡Vaya !

SARA : No puedo soportar a ese viejo tyrannosaurus. Se sienta en su silla y nos cuenta sus problemas o nos habla de su nieto y espera que eso nos interese. No te puedes imaginar lo aburrido que es.

MADRE : Hmmmm.

SARA : Es tan aburrida su clase. Te vuelves loco. El tiene la culpa de que nos pasemos toda su clase haciendo el tonto. Es el peor profesor que se pueda imaginar. Me pone furiosa.

MADRE : (Silencio).

SARA : Cuando tengo clase con un buen profesor, atiendo y participo, pero con alguien como el señor Wieser se me quitan las ganas de aprender. ¿Por qué se habrá hecho profesor ?

MADRE : (Se encoge de hombros).

SARA: Bueno, no me quedará más remedio que acostumbrarme a él; supongo que nos siempre tendré buenos profesores. Hay más profesores malos que buenos, y si me dejo avasallar por los malos nunca tendré las notas que necesito para la selectividad.

Escuchar en silencio pero con atención permite al niño desahogar su frustración y su rabia. La madre no hace el menor comentario sobre las manifestaciones emocionales. Con ello se crea una atmósfera emocionales. Con ello se crea una atmósfera en la que Sara se siente acogida y al mismo tiempo puede encontrar una especie de solución al problema.

Muchos padres habrían reaccionado a las confidencias de su hijo de forma muy diferente : ‘¡Seguro que has vuelto a pasar la clase charlando !’ ; ‘¡Tú te lo has buscado !’, ‘¡Ojalá sea para ti una lección !’. Este tipo de reacciones habrían bloqueado otras confidencias del hijo : difícilmente habría llegado a encontrar por sí mismo una posible solución al problema.

Cómo educar en la justicia y la paz

Cómo educar en la justicia y la paz

SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, domingo 29 enero 2012 (ZENIT.org).- En este artículo, nuestro habitual colaborador del espacio “Foro”, el obispo de San Cristóbal de las Casas, México, Felipe Arizmendi Esquivel, comenta el mensaje para para la Jornada Mundial de la Paz, centrándose en los “otros jóvenes”, atrapados por situaciones de riesgo social, y cómo educar en la justicia y la paz desde la familia, la escuela y otras instancias.

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+ Felipe Arizmendi Esquivel

HECHOS

Muchos jóvenes atrapados por las drogas, el alcohol y el negocio millonario del narcotráfico, provienen de familias desintegradas. Varios malvivientes, secuestradores y violadores, no han vivido un hogar gratificante, sino que han padecido violencia intrafamiliar, irresponsabilidad o agresión de un padre acomplejado. Adolescentes y jóvenes que se suicidan, o que lo intentan, no encuentran entre los suyos un ambiente que les inspire confianza y seguridad, sino sólo reproches, incomprensiones y amenazas. Quienes de noche y a escondidas se dedican a grafitearparedes y edificios, expresan de esa forma no sólo su inconformidad con la sociedad, sino también su soledad existencial, su frustración ante la vida; dibujar simbolismos en casas ajenas, les da valor y les hace sentir importantes. Los que integran pandillas violentas, construyen otro tipo de familia con quienes sufren las mismas carencias; sólo así se acompañan, se defienden, se dan cariño, se consuelan mutuamente, se sienten fuertes, grandes y poderosos; sólo así sobreviven. Es una señal clara de que no han gozado de amor, serenidad, paz y armonía en su hogar. ¡Cuántas carencias afectivas han padecido! Gritan su sed de amor.

CRITERIOS

El papa Benedicto XVI, en su mensaje de este año para la Jornada Mundial de la Paz, nos hace reflexionar sobre la necesidad de educar a los jóvenes, para que sean constructores de justicia y de paz, desde la familia:“¿Cuáles son los lugares donde madura una verdadera educación en la paz y en la justicia? Ante todo la familia, puesto que los padres son los primeros educadores. La familia es la célula originaria de la sociedad. En la familia es donde los hijos aprenden los valores humanos y cristianos que permiten una convivencia constructiva y pacífica. En la familia es donde se aprende la solidaridad entre las generaciones, el respeto de las reglas, el perdón y la acogida del otro. Ella es la primera escuela donde se recibe educación para la justicia y la paz.

Vivimos en un mundo en el que la familia, y también la misma vida, se ven constantemente amenazadas y, a veces, destrozadas. Unas condiciones de trabajo a menudo poco conciliables con las responsabilidades familiares, la preocupación por el futuro, los ritmos de vida frenéticos, la emigración en busca de un sustento adecuado, cuando no de la simple supervivencia, acaban por hacer difícil la posibilidad de asegurar a los hijos uno de los bienes más preciosos: la presencia de los padres; una presencia que les permita cada vez más compartir el camino con ellos, para poder transmitirles esa experiencia y cúmulo de certezas que se adquieren con los años, y que sólo se pueden comunicar pasando juntos el tiempo. Deseo decir a los padres que no se desanimen. Que exhorten con el ejemplo de su vida a los hijos a que pongan la esperanza ante todo en Dios, el único del que mana justicia y paz auténtica”.

PROPUESTAS

Padres de familia: Es de primera importancia salir a buscar el pan de cada día; pero es más importante organizarse para estar juntos, platicar, compartir experiencias, descansar, ver la tele,

salir a dar la vuelta, leer y comentar algo, ir en familia a Misa, hacer una oración al tomar los alimentos y en otras ocasiones. Hay que facilitar espacios en casa para que las amistades de sus hijos lleguen a estudiar y a divertirse juntos, cerca de ustedes, y no tengan que refugiarse en lugares indebidos.

Maestros, educadores, agentes de pastoral: Démonos tiempo para escuchar a los adolescentes y jóvenes, no sólo regañarles y exigirles. Como muchos no tienen en su familia quien les preste atención, abramos el corazón a sus inquietudes, dudas y dolores. Analicemos sus propuestas y peticiones. Acerquémosles a Jesucristo, el Amigo que no falla.

Legisladores y comunicadores: En vez de desprestigiar y destruir la familia tradicional, permanente y fiel entre un hombre y una mujer, alienten su estabilidad. No presenten el adulterio como normal. Si abogan por un pretendido derecho a matar en el seno materno, son también responsables del desprecio a la vida en cualquiera de sus etapas