Selección artículos sobre amistad
Puedes leerlos aquí:
Puedes leerlos aquí:
Evitar el consumismo en los hijos
Proteger a los niños en un mundo consumista
Un nuevo informe insta a que se den cambios en los medios y en los comercios
Por el padre John Flynn, LC
ROMA, 18 de junio de 2011 (ZENIT.org).– La comercialización y sexualización de los niños ha llegado a tal punto que es necesario adoptar medidas para protegerlos.
Esta es la conclusión de un informe hecho público el 5 de junio en Inglaterra. Reg Bailey, el primer director ejecutivo varón de la Mother’s Union, fue designado por el Departamento de Educación para llevar a cabo un estudio independiente sobre las presiones a las que están sometidos los niños y presentar recomendaciones al respecto.
Realizó entrevistas a un gran número de padres, junto a una investigación a fondo de los temas propuestos. Asimismo, 120 empresas y organizaciones presentaron diversas informaciones.
Al presentar sus conclusiones, Bailey comentaba: «Quiero devolver la autoridad de nuevo a manos de los padres para que puedan afrontar mejor las presiones sobre sus hijos y hacerles más fácil criar a sus hijos como ellos quieran».
El informe, titulado Letting Children Be Children: the Report of an Independent Review of the Commercialization and Sexualization of Childhood (Dejar a los niños ser niños: Informe de un Estudio Independiente de la Comercialización y Sexualización de la Infancia), identificaba cuatro temas clave que eran motivo de especial preocupación para los padres y para el público en general.
El tema 1 recibió el nombre de Fondo de las vidas de los niños, con el que se quería hacer referencia a la cada vez más sexualizada cultura en la que viven los niños. Muchos padres manifestaban sentir que esta cultura solía ser inapropiada para sus hijos.
El tema 2 se dedica a la ropa y a los productos y servicios para niños. El informe reconocía que estas cuestiones suelen ser ambiguas.
El tema 3 se centraba en el tema de los niños como consumidores. Sufren la presión de muchas fuentes al actuar como consumidores. Aunque el objetivo no es aislarles del mundo comercial, el informe señalaba que los padres se quejaban de que las empresas habían superado los límites a la hora de hacer publicidad.
El tema 4 intentaba dar voz a los padres. A los padres les falta en ocasiones la confianza para hablar sobre los temas que afrontaba el informe, y sienten otras veces que las empresas no prestan atención a sus preocupaciones.
La respuesta
En un intento de determinar cómo reaccionar a estos problemas, el informe observaba que se pueden adoptar dos enfoques muy diferentes.
El primero está a favor de intentar mantener a los niños completamente inocentes hasta que sean adultos, mediante un aislamiento de cualquier influencia negativa o eliminando completamente las presiones.
La segunda reacción tiende a aceptar el mundo tal cual es y concentrarse en ayudar a los niños a recorrer su propio camino a través de él.
El informe concluía que ninguna de las posturas es realista. Es preferible una combinación de ambas. Esto significa adoptar medidas para limitar la tendencia cada vez mayor a la comercialización y sexualización, y también ayudar a los niños a comprender y afrontar los peligros potenciales a los que están expuestos.
El informe señalaba también que la responsabilidad primera recae en los padres. “Para que los niños sean niños, es necesario que los padres sean padres”, decía. Al mismo tiempo los negocios y los medios de comunicación tienen que mostrarse más a favor de la familia.
De hecho, el informe señalaba que parte del mundo de los negocios y de los medios parece haber perdido su conexión con los padres. «Creemos que hay una marcada sensación de que los medios de radiodifusión actúan en ocasiones y de modo activo en contra de los padres», establecía el informe.
Un ejemplo de ello es la preocupación expresada por los padres de que los programas de televisión considerados tradicionalmente familiares, como los concursos de talento y telenovelas, empiezan a incluir cada vez más contenido sexual.
Esta búsqueda de los límites es un problema incluso mayor en el campo de los nuevos medios en los que hay poca regulación, observaba el informe. El material sólo para adultos es de fácil acceso por internet y a través de pago por vídeo y por medio de los móviles.
Entre las recomendaciones principales del informe estaban las siguientes:
– Poner restricciones de edad a los vídeos musicales para evitar que los niños compren vídeos de contenido sexual explícito, y controlar el momento en que los medios de difusión los emiten. Los vídeos musicales eran señalados por quienes han colaborado en la revisión llevada a cabo durante la preparación del informe y han sido uno de los principales temas en los últimos informes sobre medios. La preocupación se centra en la naturaleza sexual y violenta de las letras musicales y en las formas de bailar, altamente sexuales, que bordean lo explícito.
– Cubrir las imágenes sexuales en las portadas de revistas y periódicos para evitar la facilidad con la que están a la vista de los niños. Las revistas y periódicos con imágenes sexuales explícitas en sus portadas deberían cubrirse con una funda, y se debería animar a todos los puntos de venta a que adoptaran un modo adecuado de exponer sus publicaciones.
– Se debe invitar a los clientes a tomar la decisión de comprar o no contenido adulto en internet en casa, portátiles o teléfonos móviles, en vez de recibirlo automáticamente. Esto hará más fácil a los padres proteger a sus hijos.
– Las tiendas deberían ofrecer ropa a los niños más adecuada a su edad, y firmar un código de conducta sobre el diseño, compra, exhibición y comercialización de ropas, productos y servicios para niños.
– Debería restringirse la publicidad exterior con imágenes sexuales en los lugares en que un gran número de niños puedan verla, por ejemplo cerca de los colegios, guarderías y parques infantiles. Cuando se considere la colocación de anuncios con imágenes sexuales cerca de los colegios, se deberían aplicar las mismas restricciones que ya se aplican para la publicidad del alcohol.
– Dar mayor peso a las opiniones de los padres que a las del público en general a la hora de regular los horarios televisivos. El horario infantil, que se alarga en la actualidad hasta las 9 de la noche, la franja en la que ciertos programas adultos no deberían emitirse, se introdujo para proteger a los niños. Por ello, la programación para esta franja se debería desarrollar y regular dando mayor peso a las posturas y opiniones de los padres, en vez de a las de los espectadores en conjunto.
– Proporcionar a los padres una única página web donde les sea más fácil quejarse sobre algún programa, anuncio, producto o servicio.
– Prohibir el empleo de niños menores de 16 años como patrocinadores de una marca y en su comercialización, y mejorar la sensibilización de los padres ante las técnicas de publicidad y comercialización que se dirigen a los niños.
Reacciones
Las reacciones al informe han sido en general positivas. El primer ministro, David Cameron, se expresó a favor de una página web para que los padres señalaran los problemas, informó el 6 de junio la BBC.
También ha apoyado la recomendación de que sea más fácil bloquear la pornografía en la web y en los móviles.
Cameron anunció que celebrará una cumbre en octubre para ver qué progresos se están haciendo en las cuestiones planteadas por el informe. Invitará a participar a los comerciantes, anunciantes y representantes de los diversos medios de comunicación.
En cuanto las quejas sobre la ropa infantil inadecuada, el British Retail Consortium anunció unas directrices más estrictas, informaba la BBC.
La directora de relaciones públicas del consorcio, Jane Bevis, declaró que las directrices darán la tranquilidad a los padres de que las empresas están preocupadas por lo que visten los niños. Hasta el momento, nueve cadenas de tiendas han anunciado que seguirán estas directrices.
No todos están convencidos de que el informe sea bastante. De hecho, la organización para la que trabaja Bailey, la Mother’s Union, se ha mostrado crítica, informaba el 6 de junio el periódico Telegraph.
«No podemos estar de acuerdo con un estudio que considera que una postura meramente consensual será la más eficaz y que una mayor regulación o legislación debilitará necesariamente a los padres», afirmaba Rosemary Kempsell, presidenta de la organización.
Pidió un mayor grado de intervención del gobierno, afirmando que no deberíamos tener miedo de desafiar a la industria cuando está en juego el bienestar de los niños.
El tiempo dirá si las restricciones voluntarias, junto a la presión continua del público, serán suficientes para solucionar los problemas señalado en el informe
LOS NIÑOS TIRANOS. ENTREVISTA A JAVIER URRA Javier Urra nos habla de su libro ‘El pequeño dictador’ FUENTE: WWW.GUIAINFANTIL.COM |
Javier Urra es doctor en Psicología, primer Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid y autor del libro El pequeño dictador. Cuando los padres son las víctimas, donde nos habla de los niños tiranos, un problema de conducta al que nos enfrentamos |
los padres en la sociedad actual. Saber identificar las causas y poner límites a los hijos en su educación es esencial para frenar esta actitud, que tanto daño puede hacer a los padres. ¿Cuál es el perfil del niño tirano? El perfil de un niño tirano se inicia a corta edad. Un niño tirano no es solamente un caprichoso, no es el que tiene Déficit de Atención e Hiperactividad (THDA) o se caracteriza por ser hiperactivo. No es solamente un oposicionista, es un niño que, desde muy corta edad, siente placer y disfruta retorciendo la muñeca de su padre o de su madre, para conseguir lo que él se propone. Es un niño que se caracteriza por un principio fundamental filosófico, que es primero yo y luego yo. Piensa que todo el |
mundo gira a su alrededor, y que no se tiene que poner en el lugar del abuelo o de la abuela. No muestra empatía y no le importa ponerse histérico o gritar en la puerta de un gran almacén para conseguir sus objetivos. ¿Qué rasgos caracterizan la conducta de un niño tirano? Su conducta se va haciendo cada vez más patológica a medida que crece. Es posible que a los 7 años tire el bocadillo de chorizo porque lo quería de queso, que a los 12 años empiece a insultar a su madre y a los 13 años, entre a hacer sus necesidades |
fisiológicas en el cuarto de baño, mientras su madre se está duchando. ¿Qué pronóstico tiene un niño que se comporta así? Este es un proceso que se va degenerando, con muy mal pronóstico en poco tiempo. No tiene nada que ver con el adolescente que pega un portazo a los padres, lo cual es natural y sano, sino con alguien que veja, que es muy despótico, injurioso y, normalmente, contra la madre. Un tercio de los pequeños dictadores son ya chicas, lo que supone un mal pronóstico para esta sociedad, pero lo grave es que se trata de una |
forma de violencia de género, porque quien la vive siempre es la madre. El chico se caracteriza por agredir a la madre o, incluso, abofetearla porque no le lavó la camisa, por ejemplo, y el riesgo para la futura pareja de ese muchacho es muy alto. |
¿Cómo podemos educar a los hijos para evitar la tiranía hacia los padres? Tenemos que educar a los hijos en la empatía para ponerse en el lugar del otro, en las neuronas espejo, en la sensibilidad, en la compasión, en saber perdonar y saber perdonarse. No se nace dictador. ¿Qué situaciones propician que un niño evolucione hacia la tiranía? |
Hay mujeres que están solas en la vida y es difícil educar desde la soledad, hay otras que están con el marido, pero es como si estuvieran solas, hay padres que se separan y malmeten contra el otro o ridiculizan a la madre, hay casos en que la madre aporta dos hijos y el padre otros dos, pero no tienen fuerza moral para instruir al hijo biológico o vemos padres en una hamburguesería sentados frente al hijo de 14 años y sin saber qué decirle porque no lo conoce. En estos casos, los niños crecen en contradicción sin un referente real en su educación. ¿En qué se está equivocando la sociedad con el problema de los niños tiranos? |
Hay un aspecto tóxico de la sociedad en general que dice que los niños son lo primero. Vamos a ver, los niños son importantes, pero no son lo primero, lo digo yo, que he sido el primer Defensor del Menor. Me parece esencial que vayan a un hospital a que conozcan a niños enfermos, que vayan con la abuela que tiene Alzheimer, que posiblemente no sepa lo que dice, pero sí sienta, que vayan a un campamento y que sepan lo que es el esfuerzo. Y si no ponemos ese antídoto, esa vacuna, seguiremos con el problema. En el último año, hemos tenido 8.000 denuncias del grupo de 14 a 18 |
años, que son 1.000 más que el año anterior, y el pronóstico no es bueno, hay que educar desde el primer momento, hay que socializar, y poner límites, aceptar frustraciones y saber diferenciar. Marisol Nuevo. Editora de GuiaInfantil.com |
ENSEÑAR A LOS HIJOS A VER LA TV Y EL PC Ojos que no ven, corazón que no siente. Si el refrán es verdad, lo es también este otro: lo que ven los ojos afecta al corazón, y a la mente, a la persona entera. Y más todavía si el que mira es un niño. El “veo, veo” es un juego simple, pero que activa la imaginación, centra la atención y desarrolla el lenguaje. Se puede jugar en cualquier sitio, a cualquier hora, en cualquier situación; no hace falta ningún material, ningún accesorio; |
no tiene edad. “¿Qué ves?”, pregunta el que ha de adivinar “la cosita” en cuestión, y esa pregunta resulta decisiva, no sólo para el juego, sino, como veremos a continuación, también para la salud mental del niño. Lo que entra por los ojos acaba en la imaginación y allí revolotea sin parar, se mezcla con las ideas y se filtra en el inconsciente: queda dentro de alguna manera. Si vigilamos lo que se llevan los niños a la boca (piezas pequeñas, cosas sucias, utensilios peligrosos…), cómo no nos va a preocupar lo se llevan a la cabeza. Si dejamos que miles de imágenes bombardeen a diario las retinas de nuestros hijos, hemos de ser conscientes de que su mente y su corazón pueden |
verse afectados. En el nuevo juego del “veo, veo”, no sólo es importante el “qué ves”, sino también el cuánto, el cuándo, el cómo, el dónde y el porqué: |
Para valorar los contenidos de los cientos de alternativas que nos ofrece la televisión, los padres disponemos de muchos medios informativos. Uno, en concreto, nos puede ser de gran utilidad, se trata de la revista y la
web Contraste de la Federación de Teleespectadores que, dentro del Proyecto de educación audiovisual Aprender a mirar, ofrece a los padres materiales de información y actividades de formación sobre el universo audiovisual: televisión, cine, videojuegos, etc.
Puedes leer el libro aquí:
EL DESPRENDIMIENTO CRISTIANO, ANTÍDOTO CONTRA LA AVARICIA Y EL CONSUMISMO
MIRAR A CRISTO MUERTO Y RESUCITADO
Tiempo de Pascua. Tiempo de alegría y de esperanza, porque el Señor ha vencido a la muerte. Parece como que en este tiempo no tendríamos que olvidar de la Pasión y muerte de Jesucristo. Eso quedó atrás en el tiempo de Cuaresma y en la Semana Santa.
Y, sin embargo no son separables. Ni en cuaresma nos podíamos olvidar de la Resurrección de Jesús, ni ahora nos podemos olvidar de su Pasión y su Muerte.
En concreto, hoy querría que nos fijáramos en unas palabras de San Josemaría que figuran en el Via Crucis. Se trata de un comentario a la décima estación, que se titula Jesús es despojado de sus vestiduras. Dice lo siguiente:
Es el expolio, el despojo, la pobreza más absoluta. Nada ha quedado al Señor, sino un madero.
-Es muy importante que te contemplemos, Señor, expoliado, despojado, absolutamente pobre. Precisamente ahora que te vemos triunfante, para que nos demos cuenta de que tu victoria pasa por ir libre de equipaje.
DIOS ES RICO Y SE HIZO POBRE
Y es que El Señor siendo rico se hizo pobre por vosotros (2 Cor 8,9). Es Dios, el creador del mundo: por Él fueron creadas todas las cosas y nada se hizo sin Él.
Rico no, es que lo tiene todo. Hay un salmo que lo dice de una manera muy gráfica. El Señor está echando en cara al pueblo israelita que le ofrece la sangre de toros y de machos cabríos pero luego se comporta mal. Y viene a decir más o menos:
Si tuviera hambre ¿te lo diría a ti? ¿es que voy a saciar mi sed con la sangre de machos cabríos? Si mío es todo lo que me ofreces. (Cfr. Sal 50, 10-13)
-Todo es tuyo, Señor. No te hace falta nada.
Dios es rico y materialista, muy materialista. Las personas más materialistas que existen son las Personas Divinas. Porque Dios creó la materia. La materia no es mala. Hay una corriente herética dentro de la historia de la Iglesia, que a las cosas materiales las ve como criaturas del demonio.
Lo bueno es el espíritu, afirman, la encarnación del mal es la materia.
Indudablemente existe un materialismo ateo, separado de Dios, y precisamente por eso es malo, por su desorden. ¡Qué difícil es que un rico, un materialista, entre en el reino de los Cielos!
Las cosas materiales son para nosotros encuentro con nuestro Señor. Porque las cosas materiales han sido asumidas por Jesús al encarnarse. De manera que Dios es rico y las cosas materiales son buenas, sin embargo…
Y te miramos entrar en el mundo… y no tienes nada. No sólo en tu nacimiento sino el resto de tu vida. En todo el paso del Señor por la tierra brilla el desprendimiento.
Escoge como cuna un pesebre, como casa un lugar donde se refugiaban los animales. Después, la huida a tierra extraña donde pasó todo tipo de necesidades. Durante su vida pública, el Señor pasará hambre (cfr. Mt 4,2), y Él mismo lo dirá claramente a quien le quiere seguir: El Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar su cabeza (Mt 8,20). La muerte en la Cruz, muestra del supremo desprendimiento.
LOS VERDADEROS BIENES
Quiso vivir la pobreza para redimirnos y enseñarnos a poner el corazón donde están los verdaderos bienes. Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos (Mt 5,3). ¡Qué bien se entiende la necesidad de esta virtud para seguir a Cristo! ¡Cuántas veces hemos experimentado nosotros mismos que nos cuesta seguir al Señor porque no tenemos el corazón libre de las cosas! Quizá lo estemos experimentando ahora.
¡Cuántas veces lo hemos visto en la vida de los demás! A pesar de la crisis de la que tanto se oye hablar, ¡qué difícil les es seguir a Cristo! No sólo seguirlo sino, siquiera entenderlo. Como el joven rico (cfr. Mt 19,16-22).
Y el Señor, ante esa experiencia devastadora de las riquezas en aquella alma nos lo advierte claramente. Qué difícil es que un rico entre en el reino de los cielos. Más: Aquél de vosotros que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo (Lc 14,33).
No hay alternativa, porque Nadie puede servir a dos señores (Mt 6,24).
EL ALMARIO
Porque las cosas materiales que tenemos, casi siempre son reflejo de nuestro interior: el armario es como el almario. Por eso, una revisión de nuestro armario, de las cosas que tenemos, nos servirá para saber cómo tenemos el alma.
Si está lleno de cosas que no sirven para nada, es nos sobran objetos en el alma. Si está lleno de caprichos en los que nos buscamos a nosotros mismos, es que hay mucho egoísmo en nuestro corazón. Si existe el peligro real de desprendimientos cuando abrimos, porque está todo desordenado, es que tendremos que poner orden en nuestro corazón.
Nos conviene hacer limpieza en nuestro armario y en nuestro almario. Desprendimiento de todo lo que sea lastre, peso muerto, que nos dificulte el seguimiento de Cristo. Desprendimiento, sobre todo, en el deseo, en el pensamiento, en la imaginación. Porque, como nos descuidemos, estaremos constantemente pendientes de tener más.
No aspiremos a tener más, por vivir más cómodos; o a estar mejor situados, por vanidad. Ése no es el fin de nuestra vida. Y hay mucha gente que está centrada en eso. Y, cuando ya lo tienen todo, se dan cuenta de que están vacíos.
-¡Señor, queremos imitarte! Tengo posibilidad de tener muchas cosas, pero no quiero tener nada sino a ti. Porque las tengo a mi alcance y reclaman mi atención constantemente. Además las tenemos que utilizar. Por eso cuesta tener el corazón libre.
Y, una vez que tenemos claras las ideas generales tenemos que descender a lo concreto.
-Señor, ¿estás contento con mi pobreza? o me ves como el joven rico, totalmente impedido para seguirte por culpa del peso muerto.
Y, si quieres saber cómo se vive en concreto, te leo el resumen que hace San Josemaría: Señales de la verdadera pobreza: no tener cosa alguna como propia; en contra de nuestra tendencia que nos lleva a hacernos dueños de las cosas que usamos. No tener nada superfluo; y hay tanto exceso de equipaje en nuestra maleta… no quejarse cuando falta lo necesario; o sea, nunca, porque nunca nos falta lo necesario. Lo que nos pensamos que es necesario, resulta que no lo es.
¡Qué bien se entiende cuando entramos en contacto con la pobreza real! Por eso viene muy bien, de vez en cuando hacer una visita de pobres. Cuando se trata de elegir algo para uso personal, elegir lo más pobre, lo menos simpático. Si somos pobres tendremos el hábito de escoger lo peor, en todos los lugares donde nos movamos.
EL BUEN OLOR DE CRISTO
¡Cuánto bien hace nuestra austeridad! Tanto bien que nos ayuda a unirnos a los demás. Es lo que leemos en la aEscritura sobre los primeros cristianos:
En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía. (Act 4,32)
El amor a la pobreza está unido a la confianza en Dios, y al amor a los demás. -Señor, que estemos vigilantes ante la presión del ambiente.
Que el diablo se sirve de muy variadas mañas para solicitar la comodidad, la falta de sobriedad, la vanidad o la sensualidad. Ya que como león rugiente, ronda buscando a quien devorar. (1 Pet 5,8-9). Anda muy interesado en neutralizar la eficacia sobrenatural de los que dedican su existencia a luchar al servicio de Cristo.
Sin embargo, cuando estamos desprendidos, notaremos que nos es más fácil querer a Dios y a los demás. Y entonces nos pasmaremos de la eficacia apostólica de esta virtud. Con nuestro ejemplo de pobreza y de sobriedad en el ámbito profesional y social difundiremos el buen olor de Cristo.
María, pobre: no le pudo dar a Jesús más que un pesebre. Pero así aprendió a valorar lo que realmente vale la pena.
-Madre, enséñanos a vaciar nuestro corazón de chismes que sobran y que retardan nuestro seguimiento de Cristo al paso de Dios.
Educar la voluntad de los niños
Educar la voluntad de los niños se consigue con esfuerzo y motivación
Fuente: WWW.GUIAINFANTIL.COM
Conseguir que los hijos sepan controlar su fuerza de voluntad y tengan la capacidad y la preparación para afrontar las dificultades y los retos de cada día, no es así tan fácil, aunque si los padres les educan en este sentido desde que ellos sean aún muy pequeños, no es tan difícil de conseguirlo.
Los niños deben aprender a dominar sus impulsos, sus deseos y voluntades desde que son muy pequeños. De este modo, aprenderán no sólo a controlarse como también a esforzarse para conseguir lo que desean. Aprenderán que sólo con el esfuerzo se consigue y alcanza lo que se propone. Para lograr eso, es necesario hacer con que los niños conozcan sus fortalezas a través de una motivación positiva. Eso les promoverá una buena autoestima, madurez y responsabilidad, poco a poco.
Exigir también cuesta. La capacidad de exigencia amable de los padres y profesores va a marcar, en buena medida, el desarrollo de la capacidad de trabajo y esfuerzo, y de las virtudes de los niños. Exigir que los niños controlen sus voluntades también cuesta esfuerzo. No se puede exigir que de la noche al día el niño aprenda a controlarse. Es necesario tiempo, paciencia, renuncias y sacrificios. Sin embargo, sin este esfuerzo, no se conseguirá nada con los niños.
Los enemigos de la fuerza de voluntad de los niños
En la actual sociedad es muy normal en muchas familias que los padres pretendan evitar que sus hijos sufran o se esfuercen en demasía. Quieren, por supuesto, una vida mejor para sus hijos, con menos exigencias y más comodidad. Lo que ocurre es que acaban sobreprotegiendo a sus hijos. De este modo, no estarán enseñándoles a superar sus dificultades, a superar los problemas, ni a que se esfuercen por alcanzar lo que desean.
Para que un hábito bueno se convierta en virtud es necesario que los niños entiendan qué hacen y por qué lo hacen, además de cómo lo hacen, si esforzándose o simplemente exigiendo a sus padres sin controlar su voluntad. Las virtudes y los valores son los que pueden ayudar al niño a controlar su voluntad y promover el esfuerzo. Aquí tenéis algunos consejos que pueden ser aplicados en el día a día de la familia:
1- Que los niños acaben las tareas o deberes escolares antes de ir a jugar;
2- Motivar positivamente sus buenos comportamientos e intentar hablar con ellos (positivamente) de los malos;
3- Reconocer su interés y sus esfuerzos (aguantar la sed en un viaje, acabar los deberes, dejar la ropa preparada por la noche…);
4- Dar ejemplos (de no quejarse, ser decidido, de disciplina, de comprometimiento…)
5- No decir jamás frases negativas como «eres un desastre», «eres impaciente», etc.
Fuente consultada:
– Actualidad Docente
Autor: Tomás Melendo Granados
Educar al niño y al adolescente, principios básicos
La actitud más conveniente con los chicos durante sus años inaugurales, desde el nacimiento hasta la adolescencia
En un artículo Diez principios y una clave para educar Ahora me propongo añadir otras ideas rectoras, menos universales, aplicables de forma exclusiva o predominante a las primeras etapas del crecimiento de nuestros hijos. Tampoco en este caso aspiro a ser exhaustivo. Pretendo tan solo «iluminar» con algunos breves fogonazos — |
|
Educar al niño y al adolescente, principios básicos |
casi a modo de estrellas fugaces— la actitud más conveniente con los chicos durante sus años inaugurales, desde el nacimiento hasta la adolescencia. |
Comencemos, pues, distinguiendo tres fases en el desarrollo infantil: 1. Hasta la escolarización Como han demostrado las técnicas más avanzadas, la educación del niño comienza incluso antes de su nacimiento. Ya en el útero percibe y resulta influido por los estados de ánimo de la madre: sobre todo por el cariño con que lo acoge o, si fuera el caso, por la ansiedad o incluso el rechazo que su gestación provoca. En consecuencia, los meses que vive en el seno materno son bastante decisivos para el despliegue de su carácter y personalidad. Y, como insinuaba, lo que marca «la diferencia» es la serenidad y el gozo de la madre, influidos a su vez, y en ocasiones determinados, por la actitud del padre hacia su futuro hijo y por la delicadeza y el mimo con que trata a su esposa: los detalles de cariño más allá de lo habitual; el esfuerzo con que facilita su reposo, supliéndola si es preciso en tareas que de ordinario realiza ella; la comprensión y el apoyo incondicional ante las preocupaciones que, sobre todo las primeras veces, provoca el embarazo; los ratos tranquilos de reposada conversación e intercambio de opiniones; los «sueños» y «novelas» que forjan sobre el hijo que va a venir… · Llantos y rabietas |
|
prevenirse ante un miedo excesivo a que el niño llore; no es necesario cogerlo inmediatamente en brazos y acunarlo. El llanto es parte de su lenguaje y hay que aprender a interpretarlo a tenor de las circunstancias. Puede tratarse de malestar, hambre o de incomodidad; pero también de impaciencia, de melancolía, de rabia o de capricho. En este caso, aun cuando resulte muy difícil de aplicar, está vigente de un modo especialísimo la que puede considerarse como primera y más fundamental norma de toda educación: el bien del hijo es mucho más importante y debe ser tenido más en cuenta que el nuestro: que nuestra tranquilidad, que nuestra «buena conciencia», que la sensación de «estarlo haciendo bien» y poniendo todos los medios a nuestro alcance, que el hecho de evitarnos un mal rato… Aplicado al caso concreto que acabo de mencionar, y con la prudencia que la situación exige, el «saber aguantar» durante algunos días el llanto del chiquillo, aunque sintamos que se nos parte el corazón, puede constituir uno de los bienes de más calibre que le otorgamos en esos primeros años: |
a) porque el pequeño, al advertir —¡y lo advierte, aunque nos resulte difícil de creer!— que los padres no los toman en cuenta cuando no tienen un motivo justificado, eliminará esos lloros… saliendo él mismo a corto plazo beneficiado; y b) porque los padres, liberados de las tensiones que esa excesiva atención genera, mantendrán la imprescindible y reconfortante calma y estarán más descansados y en mejores condiciones de transmitir al recién nacido esa misma tranquilidad y de atenderlo con paz y eficacia cuando verdaderamente lo requiera. · Dejarle hacer… y crecer A medida que se va abriendo al mundo, el niño experimenta una apremiante necesidad de moverse, de probar, de explorar, de comunicar. Esto reclama de los padres no poca paciencia. |
Sin duda, para la madre, es más cómodo y menos «arriesgado» darle de comer, lavarlo, vestirlo…; pero entonces, en lugar de desarrollar el espíritu de iniciativa y la autonomía del pequeño, disminuye su autoestima, favorece su pereza, e incluso puede provocar la denominada oposición negativa: irritación, agresividad, o bien inseguridad, abulia, rechazo a crecer…: el niño está recibiendo el mensaje de que «no es capaz» de realizar unas acciones que realmente sí puede —¡y debe!— llevar a cabo por sí mismo. En definitiva, los educadores han de saber adaptarse un tanto para que florezcan en el niño el gusto y la alegría de sentirse activo y útil. Lo cual constituye otro de los principios más radicales de la educación… también muy difícil de poner por obra, y que cabría enunciar así: lo que la persona que intentamos formar pueda hacer por sus propios medios, debemos permitir (o incluso exigir) que lo realice… aun cuando eso lleve consigo una cierta zozobra por nuestra parte, ante la inseguridad del resultado o incluso el descalabro que pueda originar; una aparente pérdida de tiempo, puesto que nosotros lo haríamos antes y mejor; un mayor esfuerzo, ya que resulta mucho más penoso —¡pero también más formativo!— enseñar a realizar algo («hacer hacer») que efectuarlo uno mismo, etc. Solo ofreciendo «oportunidades de desarrollo» ponemos a nuestros hijos en condiciones de que efectivamente crezcan… y experimenten el sano orgullo de que no «están de sobra», sino que tienen una función en este mundo. · Para superar el egoísmo Es también tarea de los padres ayudar al niño a ir saliendo de su natural egocentrismo. A veces deberán soportar sus insistentes peticiones y retrasar el cumplimiento de lo que desee. De lo contrario, si ceden de inmediato a sus caprichos lo estarán preparando para una «insatisfacción crónica» de por vida. |
Hoy en día no es infrecuente que los padres, muy ocupados por otros menesteres, «sustituyan» la atención personal a sus hijos por regalos y concesiones, anticipándose incluso a que ellos los soliciten. De esta suerte, en lugar de transmitirles la convicción de que son unos privilegiados y deben estar agradecidos porque, además de la vida, han recibido y reciben de continuo y gratuitamente muchos bienes de los que otros tantos niños carecen, creamos en ellos el convencimiento de que «tienen derecho a todo». Y, así, no solo los transformamos en unos déspotas o pequeños tiranos, sino que cuando, con el correr del tiempo, les sean negados justamente privilegios o beneficios que en realidad no merecen, se sentirán tremendamente frustrados e incluso albergarán una especie de resentimiento universal ante esa sociedad que les niega sus «derechos». ¡Y no digamos nada si llegan a ser objeto de alguna auténtica injusticia…! Otorgar al niño cuando es pequeño todos sus antojos, no enseñarle a privarse incluso de lo que a |
veces le es necesario, equivale a destinarlo a un futuro de continuo desengaño, de infelicidad e incluso de depresión inducida. · Fomentar su justa independencia En los primeros años, la relación madre-hijo es un idilio de ternura, absolutamente imprescindible también para el bebé. Son ya muchos los experimentos que prueban que los niños que crecen al amparo de sus madres, incluso en situaciones límite como podría ser una prisión, se desarrollan mejor desde el punto de vista físico y psíquico que aquellos otros atendidos por especialistas en las mejores condiciones materiales… pero privados del calor y la ternura que solo una madre puede aportar. Sin embargo, a medida que el niño crece también la relación debe cambiar: con el paso del tiempo la madre ha de modular su insaciable deseo de mimos, besos y caricias… y nunca, si se |
diera el caso, intentar sustituir las injustísimas desatenciones de un marido rutinario y apoltronado por las del hijo: el amor a este solo puede ejercer plenamente sus funciones beneficiosas cuando es el resultado y la prolongación del que los padres se tienen entre sí. Por otro lado, si no sabe controlarse, la madre puede hacer que más tarde sus hijos se sientan insuficientemente queridos, pues las carantoñas que de críos les satisfacían ahora les resultan incluso molestas. Y que desarrollen a su respecto una actitud ambigua, pero siempre negativa: a) por un lado, no son capaces de separarse de ella y valerse por sí mismos; y La entrada en el colegio o la guardería puede representar un momento delicado en la vida del niño y repercutir sobre el futuro rendimiento escolar. No es raro que los padres vivan el comienzo de las clases del chico con ilusionada satisfacción, como el inicio de una gran carrera (y a veces como una «liberación» de los cuidados del niño, que les roba parte de su tiempo). Pero el chiquillo tal vez la vivencie como la salida de su incontrastado reino infantil. La consecuencia puede ser un rechazo claro e inconsciente, que en ocasiones se manifiesta en aparente retraso o en concretas incapacidades escolares. Los padres han de saber conjugar con prudencia el incremento de las atenciones al chico, que en ningún caso debe sentir que ha sido abandonado, y la fortaleza para hacerle comprender que inicia una nueva etapa y para que la viva con todas sus consecuencias, evitando las concesiones indulgentes («hoy hace frío, mejor que no vayas a la escuela», «la profesora no te trata bien», |
«tus compañeros son malos»…), que nacen de una malentendida compasión y ningún bien originan al chiquillo. · Compartir sus experiencias En cualquier caso, es oportuno hablar a los niños del colegio o del jardín de infancia antes de que comiencen a asistir a él, pero sin el exceso de énfasis que lo convertiría en un suceso de vital importancia… incrementando las repercusiones negativas que a veces (¡no es necesario que ocurra!) ese cambio puede provocar. Más bien, con picardía y mano izquierda, habría que lograr que los críos lo deseen como una fuente de satisfacciones y de intereses y nuevos logros: conocer a futuros amigos, aprender cosas que hasta el momento no sabían, desarrollar habilidades antes inexistentes, empezar a |
«ser mayores» porque ya son capaces de valerse por sí… · No dejar de ser padres Resulta muy conveniente conocer el colegio de nuestros hijos junto a ellos y acompañarles en las emociones que experimentan. Asimismo es importante, dentro de las posibilidades de cada familia, escoger bien el centro educativo. Entre los criterios de elección, hoy más que nunca resulta vital la existencia de un clima lo más recto (y cristiano) posible, propicio para el desarrollo humano y espiritual de los chicos: pero sin |
olvidar jamás que ni siquiera el mejor de los colegios exime a los padres de su compromiso y actuación educativa: conocer bien a sus hijos, tratarlos, orientarlos o re-orientarlos… De hecho, uno de los factores que mayor daño está causando en las nuevas generaciones es la actitud combinada de: a) unos padres que, con más o menos conciencia y voluntariedad (y de ordinario por dejadez presuntamente «justificada» por la falta de tiempo), reniegan de su condición de educadores natos e insustituibles, siempre responsables del desarrollo de sus hijos; y b) ciertos gobiernos que se arrogan el derecho de educar como algo propio —no delegado de los padres—, y manipulan la educación con fines de partido… a veces en oposición neta a los ideales y convicciones de las familias que les han encomendado a sus hijos, incluso en temas —como la educación religiosa o de la sexualidad— de exclusiva competencia paterno-materna. · Mostrarse disponibles También en esta etapa, para conocer bien al niño, además de observarlo, hay que conversar con él, lo cual implica auténtica y no fingida disponibilidad… aunque esto implique un recorte de nuestros caprichos, de nuestro merecido descanso, o incluso de nuestro trabajo (no, sin embargo, salvo en situaciones muy excepcionales, de la atención debida al otro cónyuge… que acabaría por repercutir negativamente en el propio niño) . No será tiempo perdido que la madre ¡y el padre! dediquen de vez en cuando un rato por las noches a hablar con el hijo una vez acostado. A menudo, estos momentos favorecen la confidencia. Escuchad sus preguntas, acaso inesperadas, sin nerviosismos o deseos de superar cuanto antes el mal trago. |
Intentad responder con gracia y pertinencia, aprovechando la ocasión para reforzar el nexo afectivo que lo anime más tarde, cuando se presenten dificultades y problemas mayores, a dirigirse a vosotros con confianza. O simplemente cantad juntos, contaos chistes y divertios, pues el clima de alegría y buen humor es una de las claves más determinantes en la educación y en la buena marcha de cualquier familia. · La tele y otros «intrusos» Una vez en este punto, no cabe olvidar un personaje importante de la «familia», de enorme incidencia educativa: la televisión y todos sus «derivados o sucesores», como el ordenador, Internet, las videoconsolas… |
alejándolo de la realidad concreta en que de hecho se mueve. Multitud de estudios ponen de manifiesto los daños causados por el excesivo protagonismo de la televisión, en especial entre los niños. Son corrientes las quejas de los padres ante el influjo negativo que estos y otros medios, que las modas y los usos sociales… ejercen sobre sus hijos. Sin embargo, habría que tener en cuenta una «ley» casi física: el ambiente exterior «entrará» en el hogar en la proporción exacta en que nosotros lo dejemos vacío; por el contrario, si sabemos llenar nuestra vida de familia, resulta prácticamente imposible que en ella «se cuele» nada inconveniente, por la sencilla razón de que no quedará espacio libre… De ahí que los padres, sabiendo aprovechar también cuanto de positivo ofrece la nueva tecnología, deban en primer término llenar el hogar no sólo de cariño, sino de actividades mucho más provechosas, atrayentes y educativas que las que nos ofrecen de ordinario esos otros medios: excursiones en común, tertulias amenas y formativas, «clubes» de papiroflexia, de |
juegos de manos, de lectura o teatro, juegos entre los hermanos o con sus amigos… y un largo etcétera, que depende de las habilidades y aficiones de cada cual. Claro que todo ello requiere esfuerzo y dedicación por parte de los padres, mientras que instalar a los chicos delante de la tele o la videoconsola los deja en libertad para dedicarse a sus cosas… o para instalarse también ellos delante de la caja boba o del ordenador. Por eso, y porque la atracción de tales medios es muy fuerte, los padres —además de dar ejemplo de sobriedad en su uso— han de ejercitar una cierta disciplina y vigilancia, evitando sobre todo que los breves momentos de vida familiar de las comidas sean sacrificados al pequeño ídolo de la televisión, eligiendo los programas más convenientes y estableciendo un horario o alguna otra regla práctica para la utilización de la tele y aparatos similares. Por otro lado, a medida que los hijos crezcan, les ayudará el cultivar su sentido crítico, su sensibilidad ética y su buen gusto, hablando juntos de los programas, juzgándolos y seleccionándolos mediante un intercambio de ideas que, en lugar de sustituirlo, estimule el diálogo familiar. 3. La adolescencia · ¡Llegó el momento tan temido! El día en que el niño más afectuoso, bueno y simpático se torne arisco, rebelde, insolente, contradictorio e insoportable, no hay ni que asustarse ni que preguntarle por qué actúa de ese modo, ni que llevarlo al médico. Simplemente hay que caer en la cuenta de que ha entrado en la pubertad, edad ciertamente crítica… «sobre todo para los padres». Digo esto con cierta ironía, pero con total convencimiento. El hecho de que en mi hogar haya |
habido hasta siete adolescente —¡seis de ellos simultáneos!—, junto con la observación de lo que ocurre en familias amigas, me ha conducido a advertir con claridad que, por decirlo de manera un tanto paradójica, la adolescencia está «pensada» sobre todo para que los padres maduremos, crezcamos como personas y, en definitiva, avancemos en el camino de la santidad, más fiados en Dios que en nuestras propias fuerzas. Sobre todo cuando, en buena parte como fruto de nuestro empeño, los hijos han llevado una vida que nuestros amigos califican como «ejemplar», el ver que al llegar a cierto tramo del camino parece que «se nos van de las manos» y empiezan a adoptar actitudes que no son de nuestro gusto, constituye un medio eficacísimo para «devolvernos a nuestro sitio»: sobre todo, para descubrir de veras —y no solo en teoría— que es Dios el auténtico forjador de su carácter y para abandonarnos en Sus manos, sabiendo que Él los quiere mucho más y mejor que cualquiera de nosotros. |
Aclarado lo cual, hay que reconocer que la adolescencia acarrea también problemas al chico y a la chica. Pero tal vez convenga tener en cuenta que, para ellos, está llena de fascinación, además que de malestar y molestias; de expectativas, además que de inseguridades; de sueños, además que de temores… En cualquier caso, cuidémonos mucho de olvidar que todos los chicos y las chicas tienen derecho a llegar a ese periodo y «navegar y naufragar» durante un tiempo en él… como asimismo hemos llegado —y hemos salido— cada uno de nosotros. · Un periodo de crecimiento En esa edad se cae en la cuenta de ser «persona», dotada de vida interior; se descubre y se escruta la propia intimidad con la fascinación y el temor con que se explora un territorio nuevo, |
que además nos pertenece por completo. De aquí la extrema atención del adolescente hacia su «yo» que puede parecer egoísmo y narcisismo. Como veremos de inmediato, el chico o la chica están alcanzando por ver primera, en el ámbito psicológico y ético, la estricta condición de persona… aun cuando de un modo todavía muy imperfecto y repleto de zozobras y ambigüedades. Vale la pena no perder de vista esta perspectiva, lo mismo que el carácter normalmente pasajero de esta etapa, si queremos eliminar dramatizaciones que solo conseguirán hacer más oscura y dolorosa la senda que nuestros hijos están transitando. · Dejando de ser niños… para comenzar a ser «otra cosa» Por lo común, la adolescencia comienza a los once o doce años para las chicas, y uno o dos años más tarde para los chicos, y dura de dos a cuatro años. Aunque en la actualidad, y sobre todo en algunos lugares, tiende a adelantar su comienzo… y a retrasar su término, hasta el punto de que se han vuelto comunes expresiones como «eternos adolescentes», padres y madres… o incluso abuelos que no han abandonado esa condición. De ordinario, según apunté, se trata de una crisis de crecimiento y emancipación: todo en el adolescente le impulsa a no seguir siendo ese niño que hasta ahora los suyos conocían, pero tampoco desea ser un adulto según los modelos que tiene frente a él: rechaza ser como se querría que llegara a ser, y teme transformarse en un ideal que de hecho anhela al tiempo que desconoce. Por eso intenta, antes que nada, «no ser». De ahí el espíritu de contradicción, que es en el fondo la única posible forma provisional de ser |
algo completamente nuevo… que no sabe bien qué es. Por eso el adolescente puede rechazar de los adultos hasta las más mínimas observaciones, consejos, peticiones de información sobre sus actividades, juicios sobre su comportamiento: en todo siente la amenaza de ser definido y él querría ser indefinible. · … y acabar siendo ellos mismos Existe, sin embargo, otra razón de fondo y tremendamente positiva para ese repudio universal. Hasta el momento, con los matices pertinentes, el chico o la chica se han guiado por lo criterios paterno-maternos o, en todo caso, exteriores a ellos. Mas obsérvese bien: el único modo de que tales normas lleguen a ser propias —cosa del todo necesaria para una existencia adulta y responsable— es recusar por completo todo aquello que |
se considera ajeno e impuesto, para construir y apropiarse su personal escala de valores. Por lo común, si desde el nacimiento hasta el momento de la crisis la educación del chico ha sido la adecuada, si ha habido diálogo e interés real por parte de los padres, si se ha huido de la imposición arbitraria y razonado los motivos de cada comportamiento… el joven acabará adoptando como propias —en el más hondo sentido de la expresión— unas directrices similares a las de su familia, aunque mucho más maduras. De lo contrario, resulta difícil prever en qué puede desembocar todo el proceso. De ahí que convenga prestar atención a dos verdades muy serias, pero que expresaré con un toque de humor: a) ningún hijo «nace» adolescente; tenemos al menos diez años antes de la etapa temida para ganarnos su amistad y poner las bases de una personalidad sana y coherente; |
b) en los tiempos que corren, ningún padre debería preocuparse gravemente por un hijo hasta que, pasada la barrera de los cuarenta, aún no hubiera sentado cabeza. · ¿Contradictorios e incomprensibles? Dando un buen salto atrás, la edad fronteriza de la adolescencia suele ir acompañada de un humor inestable y de irritabilidad: casi ningún adolescente se encuentra a gusto, antes que nada, con la persona que le resulta más cercana e inevitable: él mismo. Por otro lado, las manifestaciones externas de cariño por parte de los mayores parecen molestar al adolescente, que se siente tratado como un crío, pero al mismo tiempo es muy susceptible respecto a cualquier falta de atención o muestra de indiferencia: casi sin advertirlo, proyecta sobre la actitud de los adultos el concepto empobrecido y ambiguo que tiene de sí mismo. En su pretensión de ser esa persona mayor que aún ignora, se defiende de la propia sensibilidad y de la necesidad de ternura ostentando dureza y cinismo. Ya no es la edad de las grandes amistades, sino del grupo: parece que solo en él, entre sus semejantes, interpretando todos el mismo papel con tácita complicidad, se siente seguro. · Lo que podemos hacer a) Crecer nosotros mismos. Una vez que se toma conciencia de todo esto, ¿cómo comportarse con un adolescente para poder vivir juntos y ayudarle? Ante todo con mucha más madurez que él. Como aplicación muy concreta de lo que antes sostenía —que la adolescencia está pensada más que nada para los padres—, cuando el |
muchacho o la muchacha cambia nosotros no podemos quedarnos atrás: debemos cambiar con ellos, pegar un auténtico estirón, dar un salto de calidad. Si el adolescente ya no quiere salir con nosotros, si comienza a mostrarse cerrado y molesto, es menester que nuestra presencia se haga más discreta y, sobre todo, evitar cualquier reproche por no ser ya cariñoso o simpático… «¡cómo cuando eras más pequeño!». Habrá que estar atentos y tener detalles con él, pero sin hacerlos pesar ni darle nunca la impresión de que se le vigila o se está mendigando su cariño. Es normal que no venga a mostrarnos su intimidad. De nada sirve decirle que se abra, que la madre o el padre son sus mejores amigos. Habrá que buscar las ocasiones de diálogo y de confidencia —habitualmente muy breves, circunstanciales y esporádicas— pero sin jamás forzarlas. |
b) Y ayudarles a crecer. El justo deseo de autonomía que se desarrolla en el adolescente debe ser bien apreciado y favorecido, sin demasiado miedo, aunque también sin confundir autonomía con ausencia de lazos. Para él es importante sentir que goza de nuestra confianza, que se le estima. Los padres, por otro lado, no han de presuponer en su comportamiento una intención malévola que en realidad no existe, siendo más bien fruto del mismo desconcierto del chico. De ordinario, no es oportuno suprimir las causas de su inseguridad o de sus preocupaciones, resolviéndole nosotros sus problemas. A menudo una ayuda no necesaria significa de hecho una limitación y una humillación para quien la recibe. El resultado sería un aumento de su ambivalente y nunca voluntariamente manifestada sensación de insuficiencia, que le impediría aprender por medio de su experiencia personal. Por |
eso, cuando se estime oportuno proporcionarle un apoyo extra, es bueno que él busque junto con vosotros la solución y se sienta responsable de lo decidido. Actuando de esta forma, la adolescencia, en la que no cabe evitar sobresaltos y turbulencias, podría muy bien transcurrir sin esos «visos dramáticos» que a menudo la acompañan… y culminar con una maduración nada traumática y bastante definitiva del chico o de la chica. Tomás Melendo Granados Catedrático de Filosofía (Metafísica) Director Académico de los Estudios Universitarios sobre la Familia Universidad de Málaga (UMA), España |