La píldora del día siguiente

No es un tema nuevo, aunque en España sí lo es

La Iglesia no ha variado su postura, desde su Comunicado de la Academia Pontificia para la Vida (31-10-2000)
Como es sabido, desde hace pocos días, en las farmacias italianas está a la venta la llamada «píldora del día siguiente», un producto químico muy conocido (de tipo hormonal) que con frecuencia -también en estos últimos días- ha sido presentado por muchos implicados en su elaboración y por numerosos medios de comunicación como un simple anticonceptivo, o más precisamente como un «anticonceptivo de emergencia», al que se podría recurrir poco después de una relación sexual, considerada como presumiblemente fecundante, siempre que se quisiese impedir la continuación de un embarazo no deseado. A las inevitables reacciones polémicas de quienes han manifestado serias dudas sobre el mecanismo de acción de este producto, que no sería simplemente «anticonceptivo» sino «abortivo», se ha respondido -de manera totalmente expeditiva- que semejante preocupación es infundada porque la «píldora del día siguiente» tiene una acción «antinidatoria», sugiriendo así implícitamente una neta separación entre aborto e interceptación (impedir que ocurra la implantación del óvulo fecundado, es decir, el embrión, en la pared uterina).
Considerando que el uso de estos productos atañe a bienes y valores humanos fundamentales, hasta el punto de afectar a la misma vida humana en su aparición, esta Academia Pontificia para la Vida siente el apremiante deber y la convencida exigencia de ofrecer algunas puntualizaciones y consideraciones sobre el argumento, confirmando, al mismo tiempo, posiciones éticas ya conocidas, apoyadas por precisos datos científicos, y consolidadas en la doctrina católica.

1. La «píldora del día siguiente» es un preparado a base de hormonas (puede contener estrógenos, estroprogestacionales, o bien sólo progestacionales) que, tomada dentro y no rebasando las 72 horas después de una relación sexual presumibiemente fecundante, activa un mecanismo prevalentemente de tipo «antinidatorio». es decir, impide que el eventual óvulo fecundado (que es un embrión humano), ya llegado en su desarrollo al estadio de blastocisto (5ª – 6ª día después de la fecundación), se implante en la pared uterina, mediante un mecanismo de alteración de la pared misma.
El resultado final será, por lo tanto, la expulsión y la pérdida de este embrión.
Sólo en el caso de que la asunción de tal píldora precediera en algunos días a la ovulación, podría a veces actuar con un mecanismo de bloqueo de esta última (en ese caso, se trataría de una acción típicamente «anticonceptivo»).
Sin embargo, la mujer que recurre a este tipo de píldora, lo hace por miedo a estar en el período fecundo y, por lo tanto, con la intención de provocar la expulsión del eventual recién concebido. Y, además, sería utópico pensar que una mujer, encontrándose en las condiciones de querer recurrir a un anticonceptivo de emergencia tenga la posibilidad de conocer con exactitud y oportunidad su actual condición de fertilidad.

2. Decidir utilizar la expresión «óvulo fecundado» para indicar las primerísimas fases del desarrollo embrionario, no puede llevar de ningún modo a crear artificialmente una discriminación de valor entre momentos diversos del desarrollo de un mismo individuo humano. En otras palabras, si puede ser útil, por motivos de descripción científica, distinguir con términos convencionales (óvulo fecundado, embrión, feto, etc.) diferentes momentos de un único proceso de crecimiento, no puede ser nunca lícito decidir arbitrariamente que el individuo humano tenga mayor o menor valor (con la consiguiente fluctuación del deber a su tutela) según el estado de desarrollo en que se encuentre.

3. Por consiguiente, resulta claro que la llamada acción «antinidatoria» de la «píldora del día siguiente», en realidad, no es otra cosa que un aborto realizado con medios químicos. Es incoherente intelectualmente, e injustificable científicamente, afirmar que no se trata de la misma cosa.
Por otra parte, está bastante claro que la intención de quien pide o propone el uso de dicha píldora tiene como finalidad directa la interrupción de un eventual embarazo, exactamente como en el caso del aborto. El embarazo, en efecto, comienza desde el momento de la fecundación y no desde la implantación del blastocisto en la pared uterina, como en cambio se intenta sugerir implícitamente.

4. Por lo tanto, desde un punto de vista ético, la misma ¡licitud absoluta de proceder a prácticas abortivas subsiste también para la difusión, la prescripción y la toma de la «píldora del día siguiente». Son también moralmente responsables todos aquellos que, compartiendo la intención o no, cooperan directamente con tal procedimiento.

5. Debe hacerse una ulterior consideración a propósito del uso de la «píldora del día siguiente» con relación a la aplicación de la ley 194178 que, en Italia, regula las condiciones y los procedimientos para la interrupción voluntaria del embarazo.
Definir el producto en cuestión como un «antinidatorio» en lugar de, con una terminología más transparente, como un «abortivo», permite, en efecto, evitar todos los procedimientos obligatorios que la ley 194 prevé para poder acceder a la interrupción del embarazo (entrevista previa, verificación del embarazo, determinación del momento de desarrollo, período de reflexión, etc.), realizando una forma de aborto totalmente oculta y no registrable por ninguna institución. Todo esto está, por consiguiente, en clara contradicción con la correcta, aunque contestable, aplicación de la ley 194.

6. Por último, ante la difusión de tales procedimientos, exhortamos vivamente a todos los agentes del sector a poner en práctica con firmeza la objeción de conciencia moral, que testimonie valientemente, en los hechos, el valor inalienable de la vida humana, sobre todo frente a nuevas formas ocultas de agresión a los individuos más débiles e indefensos, como es es el caso del embrión humano.

Autor:

Academia Pontificia para la Vida

 

Prevenir la homosexualidad

PREVENIR LA HOMOSEXUALIDAD

¿Pueden hacer algo los padres?

          Recoge pautas para poder entenderlas y actuar adecuadamente, sin precipitaciones pero con la seguridad que requieren, con independencia de acudir y aconsejarse con personas de recto criterio.

          Como sucede con cualquier problema, es evidente que es mejor prevenir que curar. Y aunque la prevención no consigue eliminar toda posibilidad de que pueda aflorar la homosexualidad en un hijo (se entiende en este artículo «hijo» de modo genérico: puede tratarse de un hijo o una hija, siendo lo primero lo más frecuente), sería un error grave pensar que no puede hacerse nada para prevenir. También lo sería suponer que el descuido de las medidas de prevención propiciaría necesariamente el afloramiento de la homosexualidad. Se trata de factores de riesgo, pero de una gran incidencia, de forma que cuando se consigue el clima familiar idóneo es mucho menos probable que se dé la desviación aquí contemplada. Hay que tener en cuenta que la homosexualidad se origina como una alteración en el desarrollo de la personalidad de quien la padece, por lo que tiene una importancia de primer orden procurar un clima que favorezca el normal desarrollo del hijo. Se señalan a continuación varios rasgos que configuran un ambiente familiar propicio, cuyo descuido tiene particular incidencia en la aparición de la homosexualidad. La relación se refiere solamente a familias normalmente constituidas:

          a) La participación del padre en la educación y desarrollo de los hijos: debe estar presente y ser accesible a sus hijos. Si no lo hace, la madre debe intentar su implicación, no siendo buena solución que ella intente suplantar la figura paterna,

          b) Evitar, por parte de la madre, actitudes posesivas o sobreproteccionistas. Más aún se debe evitar el que la madre recurra a volcar su afecto en los hijos o en alguno de ellos, incluso haciéndole partícipe de sus insatisfacciones, si no encuentra en su esposo el cariño que busca.

          c) La aceptación de cada hijo, de forma que los hijos sean conscientes de ello. Hay que distinguir entre la búsqueda de la excelencia en cada hijo, estimulando la consecución de metas altas, de una actitud constante de desaprobación por no conseguirlas, de forma que el hijo se pueda sentir rechazado.

          d) La creación de un clima de confianza, que facilite el que los hijos puedan contar sus preocupaciones y las incidencias de su vida, incluso cuando no se han portado bien, de forma que se les escuche y se les responda con serenidad, sin manifiestas actitudes de nerviosismo, alarmismo, preocupación visible, y menos aún de riña o rechazo. A la vez, se ha de reaccionar enseñando a los hijos a resolver sus problemas, no asumiendo los padres la resolución de los mismos.

          e) La existencia de una auténtica educación sexual, bien orientada a la vez que realista. Incluye el proporcionar una adecuada información sobre las inclinaciones homosexuales y la homosexualidad. Implica también a la vez velar por un clima sano en el hogar en lo referente a la sexualidad, evitando que se vean cosas inapropiadas en televisión, internet, etc.

          f) Favorecer una relación normal en los hijos con sus amigos/as. Buena parte de la afirmación de la masculinidad o la feminidad tiene lugar en las relaciones con chicos/ as de la misma edad, sin que la familia pueda suplir bien este aspecto. De ahí que una atmósfera familiar muy cerrada en sí misma no sea recomendable; y sí lo sea, por el contrario, promover actividades sanas y normales con otros chicos/as, como la práctica de deportes de equipo.

          g) El recto encauzamiento de los rasgos peculiares de los hijos que puedan causar extrañeza, como por ejemplo una sensibilidad exagerada en un chico o una preferencia por gustos masculinos en una chica. Para educar hay que partir de la aceptación de la realidad, e ir ayudando a configurar la personalidad de cada uno, discerniendo bien lo que es un rasgo peculiar de lo que es una anormalidad. En este sentido, es importante evitar calificativos o motes despectivos y en general todo lo que propicie que el hijo se llegue a sentirse «distinto» e incomprendido.

          Conviene que los padres estén atentos, particularmente en la preadolescencia y la adolescencia, de la aparición de posibles comportamientos extraños de los hijos sin aparente explicación, especialmente de los que les aísla de su entorno habitual. Conductas como el aislamiento en un mundo artístico-musical, teatral, etc.-que no comparten con nadie, la carencia de amigos o la búsqueda de amigos en entornos distintos a los que frecuenta habitualmente y de los que no se habla en casa, con más motivo si van acompañados de la resistencia a adoptar algunos de los rasgos propios del género -en sí mismos de importancia secundaria-, son lo suficientemente preocupantes como para que se deba indagar en la causa. A veces, se pueden intentar disfrazar con una desmedida aplicación a los estudios, pero ese sentido de responsabilidad en su trabajo no suprime el que se deba buscar la explicación a esas conductas: hay que buscar el desarrollo integral de los hijos, no sólo que triunfen en su actividad profesional. Saliendo al paso de esas anormalidades se consigue muchas veces evitar daños en los hijos, siendo la homosexualidad una de las posibilidades en las que pueden desembocar.

Adolescencia y falsa homosexualidad

          Ante una hipotética revelación de la homosexualidad de un hijo, es muy relevante la edad. Si se trata de un adolescente, se debe discernir bien la situación, distinguiendo una homosexualidad propiamente dicha de lo que no va más allá de una inmadurez y una falta de asentamiento de la personalidad en el desarrollo de la personalidad, y de la sexualidad en particular. En la adolescencia, particularmente en los varones, suele darse una cierta indeterminación sexual, de forma que el chico puede sentirse atraído por chicos además de por chicas. Si a eso se une un carácter tímido, y más todavía si ha tenido algún escarceo homosexual en alguna ocasión, es fácil que piense que es homosexual –puede que en ocasiones influya en ello el haber acudido a páginas web intentando aclarar su situación–, o que tenga dudas sobre ello; y no lo es, aunque podría llegar a serlo si se deja llevar por esa impresión.

          Es menos frecuente una situación semejante con las chicas, aunque podría ocurrir, Si confluyen una timidez que se cree insuperable en el trato con chicos (asociada normalmente a una percepción negativa del propio cuerpo), el haber tenido en el pasado -a veces, en edad infantil- algún escarceo impúdico con alguna amiga, y la polarización de la amistad con una sola amiga, puede dar como resultado una especie de enamoramiento con esta última. Pero, al igual que en el caso anterior, no se trata de una auténtica homosexualidad.

          No es fácil conseguir la confidencia de un hijo adolescente sobre este tipo de cosas. De hecho, es más fácil que la tenga con un tutor/a o un director espiritual, lo que constituye una razón más de conveniencia de una buena tutoría o dirección espiritual. Los padres deben conformarse con esa situación, sin pretender erigirse en directores espirituales del chico o la chica; en cambio, sí que conviene comunicar a estas personas lo que consideren relevante sobre la personalidad del chico o la chica. Menos procedente todavía es intentar enterarse de la intimidad del hijo hurgando furtivamente en ella-por ejemplo, leyendo sus agendas-. Sin embargo, explicar por anticipado las posibles dificultades en su desarrollo facilita mucho que pueda darse esta confidencia, puesto que proporciona al hijo adolescente la certeza de ser comprendido. El problema se soluciona casi siempre con medios ordinarios, ayudando al desarrollo normal de la personalidad, y apoyando la autoestima del adolescente. En estos casos, suele ser conveniente además que se integre en alguna pandilla de chicos y chicas, pues aproximarse al sexo contrario y aprender a valorarlo ayuda bastante.

Madres de alquiler

Portugal: debate sobre ley de madres de alquiler Daniel Serrão, experto en bioética analiza las implicaciones de la medida

ROMA, miércoles 25 enero 2012 (ZENIT.org).- En un artículo publicado el pasado 22 de enero, el diario vaticanoL’Osservatore Romano afronta la situación creada en Portugal por un proyecto de ley sobre reproducción asistida que incluye la aprobación de las madres de alquiler, o subrogadas.

El proyecto sobre reproducción asistida fue presentado en el parlamento portugués por varios partidos y contempla la posibilidad de admitir la maternidad de alquiler sólo en el caso de una familia en la que se de la imposibilidad de tener hijos por parte de la mujer, como por ejemplo en el caso de no tener útero.

Sin embargo, el proyecto no fue finalmente votado, por divisiones internas de los partidos que lo presentaban, y fue remitido de nuevo a la comisión pertinente para ser estudiado de nuevo.

Aún en este caso, el diario vaticano L’Osservatore Romano advierte de las consecuencias morales y éticas que implicaría la aprobación de la maternidad subrogada.

El diario cita al experto en bioética Daniel Serrão quien señala que la fecundación médicamente asistida transforma el significado mismo de la paternidad. En particular, la denominada “heteróloga” no ofrece la garantía al nascituro de haber sido deseado dentro de una relación interpersonal exclusiva y viola el derecho a conocer su identidad familiar. La paternidad es fragmentada en una multiplicidad de figuras: los padres biológicos (los llamados «donantes»), la madre gestante, los padres sociales. El Estado «sin duda no puede convertirse en cómplice de esta destrucción de las relaciones», afirma Serrão .

Daniel Serrão, profesor emérito de bioética de la Universidad Católica Portuguesa y miembro de la Pontificia Academia para la Vida, ha criticado sin ambages el nuevo proyecto de ley sobre reproducción asistida presentado en el parlamento de Portugal y en especial la regulación y legalización de la maternidad subrogada, por el que una mujer se presta a llevar el embarazo de un óvulo ya fecundado (in vitro), en lugar de otra mujer fisiológicamente incapaz de hacerlo.

El biólogo advierte sobre la complejidad del problema, desde el punto de vista ético, biológico, psicológico, jurídico y sociológico, para todos aquellos involucrados en la práctica asistencial, y señala que la redacción del texto legislativo debe ser «muy preciso y completo», en cuanto se deben, necesariamente, «armonizar y hacer compatibles los intereses de la mujer que se ofrece como «espacio» para llevar a término el embarazo, los intereses, o mejor dicho, el inviolable derecho del niño por nacer, y los intereses de la pareja que utiliza este procedimiento”. Y aún más, la nueva legislación no debe reducir o incluso suprimir, como un valor social importante, el vínculo entre la identidad social y la identidad biológica del niño por nacer, más allá de un modelo de pura eficiencia pragmática.

El experto en bioética destaca el valor de la tutela del concebido, las dudas y perplejidades, así como que la prohibición de la fecundación heteróloga se basa en la necesidad de tener en cuenta la “disociación de la maternidad y la paternidad, propia de la técnica». De hecho es violado, según el experto, el principio fundamental del derecho: «La certeza de la identidad de los padres».

De acuerdo con Daniel Serrão, inducir a una mujer a quedar embarazada a través del proceso de transferencia de un embrión formado en el laboratorio (fecundación extracorpórea), con el compromiso «contractual» de que el niño que nacerá será entregado a otra persona, a »otra» madre, abre dos perspectivas. Por un lado el acto de amor y generosidad de una mujer que renuncia a un niño que ha desarrollado durante nueve meses y se lo entrega a los padres biológicos. Del otro lado, la manipulación de la maternidad de una mujer que, en su aspiración de tener un hijo, paga

por este servicio. En ese sentido –señala el biólogo–, en algunos países se organiza y promueve una verdadera «industria para producir niños que luego son vendidos».

Haciendo referencia a estudios recientes, Serrão recuerda que la función del cerebro de la mujer «se altera durante el embarazo», lo que hace muy difícil la separación del niño recién nacido. Sin embargo, para estas madres alquiladas existen otros problemas y otros riesgos relacionados con el embarazo y el parto que «no se pueden omitir», ya que son obligación ética y deontología de información por parte del médico, entre ellos el aborto espontáneo, el riesgo para el embarazo si el feto tiene graves defectos congénitos, e incluso si el niño nace con defectos congénitos o adquiridos, la madre biológica puede negarse a aceptar al niño “encargado”. Pero también existe la posibilidad de que por generosidad y amor, o por un «automatismo» neurobiológico, la madre de alquiler decida, después del parto, no entregar el niño a la madre biológica. Este cambio de idea — se pregunta el experto–, ¿podría tener consecuencias legales? Pero el problema también se puede tergiversar y volverse inquietante: ¿si la mujer que ha buscado la ayuda de la maternidad subrogada decide cambiar de opinión, ¿qué pasaría con el feto? El biólogo portugués dibuja también otros escenarios: si la pareja de padres que buscaban la ayuda se divorcian durante el embarazo, ¿a quién irá el niño recién nacido?

Los problemas mencionados –concluye el profesor Daniel Serrão–, son un ejemplo sencillo, pero incompleto. La imagen que se proyecta en términos médico-legales, es compleja. El proyecto de ley sobre la procreación médicamente asistida no podrá eludir los fundamentales problemas éticos, antropológicos y sociológicos sobre el derecho y la protección de la vida desde la concepción hasta la muerte natural, la familia y la visión de la persona humana que debe ser reconocida como “alguien”, y no, por desgracia, como “algo”.

Los obispos del Portugal, en varias ocasiones, han subrayado que el proyecto de ley sobre la procreación médicamente asistida está registrando una insuficiente sensibilización pública, tratándose de un tema «de gran importancia, delicadeza y de enorme exigencia ética.» Si bien reconocen la necesidad de una legislación sobre la materia, los obispos sienten «el deber de decir que el embrión debe ser respetado», asegurándole protección y dignidad, identidad e integridad.

Por una ética social

 

 

 

 

POR UNA ÉTICA SOCIAL

Antonio Cañizares – Cardenal

 (La Razón, 16/04/2013)

Cada día se afirma más y con mayor extensión, gracias a Dios, la necesidad de una ética social. Incluso algunos medios de comunicación, de una forma u otra, se hacen eco del debate sobre la existencia o no de una ética propiamente social y sobre su fundamento. Hay posturas para todos los gustos: algunos dicen que la ética es, por definición, privada (y que todo lo demás es «derecho», entendido como derecho positivo); otros aseguran que sólo cabe hablar de una ética social consensuada; pero tampoco faltan quienes hablan de una moral social que se fundamenta en Dios.

Ciertamente uno de los problemas más graves que nos están sucediendo es reducir la ética, lo mismo que la religión, al ámbito de lo privado. La ciencia, la política, la economía, los medios de comunicación, la enseñanza, etc., tendrían, en consecuencia, su propia dinámica, sus propias leyes «objetivas» e inexorables que deberían cumplirse sin introducir ahí ningún factor moral, pues, según este parecer, las distorsionaría o no pasaría de ser más que expresión de un puro voluntarismo sin eficacia real. De esta forma desembocamos en una amoralidad sistemática de muchos mecanismos de la sociedad, y en la subjetivización y privatización de la moral, lo que nos encamina a un relativismo ético que socava los cimientos de la convivencia.

Si no pudiéramos, por otra parte, afirmar una ética social, asentada en último término sobre la verdad del hombre reconocida y aceptada por todos, y si todo lo referente a la sociedad se hubiese de regular únicamente por el derecho positivo, establecido éste en cualquier caso por las vías del poder o de la decisión de unos –mayorías o minorías que se imponen sobre el resto–, y no sobre criterios y valores éticos comunes fundamentales y válidos por sí mismos, nos veríamos encaminados al predominio del más fuerte sobre el más débil y peligraría la sociedad democrática.

No podemos olvidar, además, la índole social del hombre y que la ética afecta a todo el hombre en todas sus dimensiones, como manifestación de la verdad que es. La realidad concreta del hombre integra dimensiones sociales y personales, unidas inseparablemente. La índole social del hombre demuestra que el desarrollo de la persona humana y el crecimiento de la sociedad están mutuamente condicionados.

El principio, el sujeto y el fin de las instituciones y de las realidades y relaciones sociales es y debe ser la persona humana, en su dignidad inviolable, la cual por su misma naturaleza y vocación tiene necesidad de la vida social. Por eso lo ético no puede quedar reducido al plano de lo privado individual o al mundo de las intenciones subjetivas. También las realidades y las instituciones sociales, como todo lo humano, deben ser interpretadas y reguladas por categorías éticas, anteriores a la determinación positiva por la vía del Derecho.

No se ve, por lo demás, cómo puede subsistir una sociedad sin un bagaje moral comúnmente compartido y respetado. No hay sociedad que garantice la libertad y el bienestar de los ciudadanos sin la sujeción a una común norma moral que sea independiente, sobre la que se asiente el derecho positivo, y esté por encima de los intereses de los poderosos y del juego de las mayorías o del consenso siempre cambiante.

Desde la fe, pero también desde la razón humana y desde el reconocimiento de la capacidad de ésta para alcanzar la verdad asequible a todos, ciertamente podemos y debemos hablar de una moral social que se fundamenta en Dios, en el haber sido creados a imagen y semejanza de Dios. Existe una semejanza, como reconoce la fe cristiana, entre la comunión de las personas divinas y la fraternidad que los hombres deben instaurar entre ellos, en la verdad y el amor. La dimensión social no es algo añadido al ser del hombre, sino que está dentro de la entraña de su vocación al plan unitario de Dios. La vocación de Dios al hombre incluye la llamada de éste al dominio y cuidado del mundo, a la ordenación de su propia vida en la sociedad y a la dirección de su historia a lo largo de los siglos. La separación entre los «asuntos temporales o sociales» y los «individuales o los referentes a la salvación eterna» contrarían la unidad del proyecto de Dios y degrada y empequeñece la grandeza y la unidad de la persona humana.

Todo lo dicho tiene grandes repercusiones, por ejemplo en el campo de la economía, pero también en el de las restantes esferas de la vida social. No puede haber economía sin moral, ni otras realidades sociales al margen de la moral. El relativismo es su peor enemigo.

A propósito del relativismo: acabo de leer el libro «Hablando con el Papa. 50 españoles reflexionan sobre el legado de Benedicto XVI», que prologa Jaime Mayor Oreja. Todo el libro merece la pena. Sus autores –creyentes y agnósticos, filósofos, teólogos, políticos, científicos, economistas, empresarios, artistas y deportistas– reflexionan sobre diversos aspectos del riquísimo legado de pensamiento de Benedicto XVI. En el prólogo de Mayor Oreja, podemos encontrar una de las páginas mejores, más lúcidas y más penetrantes que, al menos yo, he leído sobre el relativismo; dan mucho que pensar y tienen mucho que ver con la ética social. Recomiendo vivamente su lectura.

 

Intelectual católico explica por qué la educación requiere restricciones

Rocco Buttiglione

ROMA, 01 Mar. 10 / 05:19 am (ACI)

Rocco Buttiglione es un prestigioso intelectual católico que en el año 2004 fue discriminado por su fe para un cargo en la Unión Europea. Ahora escribe un artículo en L’Osservatore Romano en el que explica que la educación de niños y jóvenes exige una serie de restricciones, así como la formación en la libertad para buscar la verdad, y una correcta ascesis que vaya de la mano con la experiencia de la autoridad.

En el texto titulado «Sin prohibiciones no hay libertad«, el también miembro de la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales señala que en el centro del debate sobre la «emergencia educativa» debe tenerse en cuenta una cita del Papa Benedicto XVI en la que señala que «la educación bien lograda es la formación en el recto uso de la libertad«.

Para explicar esto, Buttiglione advierte primeramente que una primera etapa en esta educación es extirpar de la mente un prejuicio corriente: «que para educar en la libertad basta con eliminar todo vínculo y abandonar a los jóvenes al simple desarrollo natural de sus pasiones». Esto, explica, es el «pròton psèudos (el ‘error originario’) de la pedagogía moderna.

Tras explicar que esta manera de ver las cosas ignora la tendencia al mal, a la concupiscencia introducida en el hombre por el pecado original que también hiere su voluntad, el intelectual señala que «la pedagogía emancipadora y permisiva de nuestro tiempo ha ignorado voluntariamente esta estructura antropológica del ser humano. La intención era realizar un hombre liberado y los resultados están demasiado lejos de las promesas iniciales».

Tras resaltar que «la libertad del hombre no es la libertad del instinto» y que solo a partir del «verdadero bien de la persona es posible seleccionar, ordenar y organizar las estructuras interiores de un ser humano inteligente y libre», Buttiglione asegura que para encontrar la libertad es necesario «subordinar el deseo inmediato al juicio de la razón. Debemos seleccionar entre los muchos deseos algunos que queremos realizar verdaderamente y concentrar en ellos la energía de la vida que se llama trabajo».

El intelectual advierte luego sobre una tendencia actual que busca colocar a la espontaneidad como un ídolo y explica la necesidad de adherirse «verdaderamente al bien para buscar la verdad».

Para lograr esto, prosigue, son necesarios dos factores fundamentales en el proceso educativo «que hoy son sistemáticamente ignorados«: la ascesis y la experiencia de la autoridad.

La ascesis, explica Buttiglione, «es la capacidad de decir que no, de resistir a la violencia con la que el impulso exige ser satisfecho inmediatamente sin una reflexión que se pregunte sobre el hecho de que si eso corresponde a la verdad o al verdadero bien de la persona. El permisivismo contemporáneo ha difamado la ascesis identificándola con la ‘represión’. La ascesis implica ciertamente la fuerza de reprimir pero implica también la capacidad de dar a la energía proveniente del instinto una nueva forma, correspondiente a la verdad de la persona. Sin ascesis no hay educación de la persona«.

Al hablar luego de la experiencia de la autoridad, el experto católico indica que ésta es «la presencia del valor en una persona que da testimonio de él, lo hace directa y fácilmente perceptible para los otros. La autoridad es la guía en el camino hacia la experiencia del valor. Sin ascesis y sin autoridad no hay experiencia educativa. La autoridad transmite la experiencia de los valores para que ésta pueda probarse en la vida del discípulo. El discípulo no repetirá servilmente esta experiencia así como se realiza en la vida del maestro sino que la confrontará con su experiencia propia y la filtrará a través de ella reviviéndola y haciéndola propia».

Buttiglione denuncia luego que «la sociedad permisiva ofrece al joven muchas modalidades de satisfacción inmediata del propio instinto pero de este modo hace más difícil la formación de una personalidad libre, capaz de establecer una relación adecuada con la verdad y de hacer tal relación la guía de la propia construcción social. La educación ‘tradicional’ invitaba a luchar por controlar las propias pasiones, a buscar la verdad, a orientar las pasiones según la verdad y hacia la verdad».

Con la promoción social de la «obediencia» a las propias pasiones, explica el experto católico, se impide «que se forme una personalidad responsable y libre, para crear una masa libremente manipulable por parte de quien detenta el poder. Éste es el problema de la educación de nuestro tiempo«.

«El punto de llegada de buena parte de las modernas tendencias ‘deconstruccionistas’ es la deconstrucción del yo y la abolición de la personalidad consciente. Para reconstruir la educación es necesario volver a comenzar a partir de testimonios autorizados –¿no deberían ser los primeros en esto los padres y los educadores?– que sean capaces de indicar sin ambigüedad el recorrido de una ascesis que permita ser capaces de la verdad, que permita avanzar en el camino de su búsqueda», concluye.

 

Un jesuita en el Reino del Dragón

Película sobre “Un jesuita en el Reino del Dragón”
En DVD la vida y obra del gran misionero de China, Matteo Ricci

CIUDAD DEL VATICANO, martes 18 de mayo de 2010 (ZENIT.org).- La vida y obra del gran misionero de China puede revivirse gracias a la película «Un jesuita en el Reino del Dragón», con motivo de los 400 años del aniversario de la muerte de Matteo Ricci S.I.

La obra, que repasa la vida del sacerdote italiano, ha sido grabada en Italia y China y presenta imágenes sobre los lugares en los que nació, creció y se formó Ricci, quien vivió entre los años 1552 y 1610.

De 60 minutos de duración, dirigido por Gjon Kolndrekaj y distribuido por www.H2onews.org, «Un jesuita en el Reino del Dragón» está patrocinado por la Curia General de la Compañía de Jesús y por la diócesis de Macerata, donde nació Ricci.

En una carta enviada en mayo pasado a monseñor Claudio Giuliodori, obispo de Macerata, con motivo del inicio de las celebraciones del cuarto centenario del padre Ricci, Benedicto XVI subrayaba «la profunda simpatía que promovía por los chinos y por su historia, por sus culturas y tradiciones religiosas», haciendo que «su apostado sea original y, podríamos decir, profético».

Matteo Ricci entró en China, en tiempos de la dinastía Ming, y elaboró un mapa del mundo basado en los conocimientos cartográficos europeos, la primera obra cartográfica en China que incluía territorios de Europa, África y América.

Enseñó matemáticas a intelectuales chinos, que de esta manera entraron por primera vez en contacto con la tradición matemática europea.

Acuñó muchos de los términos cristianos utilizados aun hoy en día chinos como Shāngdì, «Dios» y tiān, «cielo».

En 1601, el emperador Wanli, habiendo oído las historias sobre el sabio europeo, le convocó a la corte imperial, y donde se instaló hasta 1610, año de su fallecimiento. A su muerte, la comunidad cristiana china fundada por él contaba con 500 convertidos, de los cuales 400 sólo en Pekín. Entre estos sobresalían figuras de primer plano en la vida social, cultural y política china, además de algunos parientes del emperador.

Es posible recibir el DVD en español, inglés, italiano, portugués, alemán, francés, o chino escribiendo a: matteoricci@my-h2onews.org

Fuente: www.zenit.org

 

Paradojas de la comunicación digital

Fuente: Aceprensa

El año de Facebook, Wikileaks y el iPad

 

Tenemos acceso a multitud de datos, pero con frecuencia nos falta el contexto y la posibilidad de interpretación

Muchos recordarán el 2010 como el año de Facebook, Wikileaks y el iPad. La empresa de Mark Zuckerberg, hombre del año de la revista Time en 2010, estaba valorada en enero de 2011 en 50.000 millones de dólares, superaba los 600 millones de usuarios y crecía a un ritmo de 700.000 usuarios…al día. Sólo Alemania, China y Rusia se resisten un poco a una ola universal. Cada mes se añaden 3.000 millones de fotos a los perfiles de Facebook. Hoy, Facebook supera ya los 700 millones de usuarios y el 31% de los españoles tienen un perfil en esa red. Son cifras que, independientemente del futuro de la empresa, le aseguran un lugar en la historia de la comunicación.

El 28 de noviembre de 2010, Wikileaks adquirió protagonismo mundial con la publicación de sus “papeles secretos”. Era el triunfo de la transparencia “radical” de los entornos actuales de la comunicación, donde podría aplicarse la máxima “si no quieres que se publique, no lo escribas”. Los que difunden comunicación deben plantearse que todo está expuesto a la mirada escrutadora de la red. La exposición a la opinión pública de Julian Assange ha sido tan intensa que muchos consideraron que el fundador de Wikileaks debía ser el hombre del año de Time en lugar de Zuckerberg.

El iPad fue acogido con entusiasmo por los usuarios, que admiran tanto sus utilidades como su estética. Ordenador portátil y versátil como pocos, integra capacidades que antes exigían máquinas diferentes, y facilita compartir vídeo, música y presencia en medios sociales. Algunos diarios y revistas lo ven como una tabla de salvación. La “experiencia de uso” de diarios y revistas se ve considerablemente mejorada: nuevas oportunidades asoman en el horizonte. De momento, News Corporation y Apple se asociaron ya a través del esperado The Daily. El 2 de marzo de 2011 apareció el iPad2. A finales de marzo de 2011, se habían vendido ya más de 19 millones de unidades. Facebook, Wikileaks y el iPad pueden servir como símbolos del entorno actual.

Hemos construido grandes autopistas de la información, pero nos hemos olvidado de enseñar a conducir

Un panorama rico en oportunidades

En la comunicación siempre ha habido luces y sombras, problemas y oportunidades. El actual panorama digital es rico en oportunidades. Podría decirse que el mundo está en la palma de nuestra mano, que estamos a “un sólo click” de contenidos actualizados e interesantes, que podemos tener una audiencia mundial. A la vez, la cercanía de noticias, entretenimiento, y juegos, provoca distracciones y empuja a algunos públicos a la gratificación instantánea, con sus lógicas secuelas de adicción.

Frenar el acceso a la red y los soportes móviles no parece la mejor opción educativa, y puede resultar incluso impracticable en la era “sin hilos”. Pero a estas alturas sería ya poco razonable ignorar los problemas que se derivan del uso inadecuado de los medios digitales. La mayor parte de estos problemas existían en los medios analógicos: el exceso en el “consumo”, la proliferación de contenidos que, por decirlo suavemente, lesionan la dignidad humana, la explotación del sensacionalismo…

Vida «online» y «offline»

La vida online no puede sustituir a la vida offline. Dicho de otro modo, la tecnología está al servicio de las personas, y debería hacernos más sociales.

En algunas situaciones las tecnologías pueden favorecer el anonimato. Y conviene subrayar que en la comunicación digital es frecuente que no estén presentes las pistas visuales y verbales que aportan los encuentros cara a cara. Pero también es verdad que la comunicación digital permite llegar a más personas y conservar con ellas al menos cierto grado de cercanía. A la vez, la multiplicación de “amistades”, en sí un fenómeno interesante y positivo, provoca también un crecimiento potencial de los encuentros con extraños y otros peligros. De esta manera, los riesgos de cyberbullying aumentan.

La cuestión no parece resuelta, pues algunos públicos demuestran una falta de empatía inquietante, que podría verse facilitada por el “automatismo” o la distancia en la comunicación de personas que más que hablar, envían mensajes. La conexión permanente está provocando ya síntomas evidentes de adicción, e incluso “síndromes” de falta de memoria.

La epidemia del narcisismo en Internet se hace compatible con un celo extraordinario por proteger la intimidad

Por tanto, otra de las paradojas de la comunicación digital es la tensión entre aislamiento y búsqueda de contacto con amigos y contactos profesionales. Por una parte, algunos parecen refugiarse en relaciones virtuales que sustituyen la conversación directa para personas con escasa empatía y competencias sociales. Por otra, se incrementa el número de amistades y se intensifica la relación con los que tenemos más cerca. ¿Estamos ante la autonomía o ante la socialización? De alguna forma, el aislamiento es un indicador de que la comunicación no funciona. Si usamos bien las tecnologías digitales, nuestra cercanía a los demás se incrementará. Estamos ante la presencia de una constante de la comunicación humana, que siempre encuentra nuevos modos de expresarse.

A veces, la distinción entre “vida online” y “vida offline” confunde un poco. La vida “online” o virtual es vida real (aunque no sea física). Es decir, la vida “online” es tan real como la vida misma, ocasión de despliegue de la propia personalidad y ejercicio de las virtudes (o de los defectos). Los que muestran respeto en la vida “offline”, son también respetuosos en la web. La web es una “plaza pública”, donde nos retratamos constantemente.

Por eso, también en la red es necesaria la etiqueta. Basta asomarse a los comentarios en los blogs, Twitter, Facebook o YouTube para descubrir usuarios que, amparados en el anonimato, profieren insultos, siembran discordia y se muestran descorteses, hostiles y enfadados. La red es una extensión de las relaciones personales. Por eso hay que reivindicar la comunicación franca y abierta, el optimismo, la cortesía, el respeto, el agradecimiento y la buena educación. Hay una revolución pendiente: la revolución de la amabilidad.

La avalancha de información y su velocidad

La extraordinaria abundancia de información es un problema creciente que afecta al consumo de medios y otros contenidos, pero también a su calidad. Tenemos acceso a multitud de datos, pero con frecuencia nos falta el contexto y la posibilidad de interpretación. El incremento de la cantidad de información no lleva consigo mayor calidad en los conocimientos.

Hemos construido grandes autopistas de la información, pero nos hemos olvidado de enseñar a conducir. Por eso, con mayor cantidad de datos y noticias hará falta más prudencia y selección. Se refuerza la necesidad de ordenar la información y no precipitarse, buscando evidencias sólidas y acudiendo a las mejores fuentes. Per se, la acumulación de información no nos hará más sabios. Los públicos necesitan el discernimiento necesario para seleccionar el menú adecuado y dedicar el tiempo pertinente. Al mismo tiempo, la abundancia de información no es un problema, sino una bendición para públicos que tienen más contenidos disponibles (y con frecuencia gratis). De esta manera pueden expandir sus posibilidades de acceso a información, conocimiento e investigación.

Las herramientas de comunicación digital y móvil han aumentado la rapidez en la transmisión de mensajes y noticias de última hora, facilitando la difusión global y la participación en tiempo real en distintos eventos. La velocidad de la información provoca efectos llamativos en cuestiones como la reputación de las personas, la difusión y ayuda en las catástrofes naturales, las campañas políticas, las movilizaciones sociales o las crisis económicas, como se está comprobando desde 2009.

Al mismo tiempo, la rapidez provoca errores de bulto, ayuda a extender rumores que pueden ser letales para la reputación, y puede dificultar la verificación y control de calidad de los contenidos. En la red, todos son “periodistas”, pero pocos son “editores”. La velocidad resulta ya imprescindible. Pero conviene subrayar la necesidad de reflexión para evitar precipitaciones. Necesitamos también precisión y calidad.

La epidemia del narcisismo

Otra de las cuestiones es la llamada “epidemia del narcisismo”, que, de forma algo paradójica, se hace compatible con un celo extraordinario por proteger la intimidad. La generación que algunos han definido como “generación del yo” busca activamente la “visibilidad”. Con una expresión que resulta significativa, en las redes sociales “creamos perfiles”, que resultan, de alguna manera, versiones mejoradas de nosotros mismos. Se trata de un proceso no exento de problemas que, al mismo tiempo, es parte del que da la oportunidad de tener una audiencia global de “amigos” y seguidores.

La “nube” almacena gran cantidad de información de los ciudadanos: vídeos, fotos y textos. Con frecuencia hemos perdido la pista de esos contenidos, pero están allí y pueden reaparecer en cualquier momento, ocasionando problemas diversos. No conservamos la “caja de cartas” con nuestras palabras e imágenes: hemos perdido la memoria y quizá hasta la capacidad de archivar.

Por eso surgen movimientos para que los consumidores puedan borrar su historial online. Se propone ya abiertamente el “derecho a ser olvidado”, seleccionando vídeos, fotos y textos en función del respeto a la dignidad y la imagen de los consumidores, que a veces necesitan también más conocimientos para comprender los “riesgos de la transparencia total”.

Desconectar para conectar

Estamos permanentemente conectados al mundo a través del móvil, en Twitter o Facebook, en el e-mail. Necesitamos estar en la red para acompañar a los amigos y familiares, o mantener el contacto con las redes profesionales. Pero la conexión permanente también genera inquietudes, y parece que se desmoronan las fronteras tradicionales entre la vida profesional y la vida familiar y de amistad. A la vez, surgen movimientos que proponen la “desconexión” y un estilo de vida más slow, que permita aprovechar mejor los mensajes y contenidos, encontrando verdaderos espacios de amistad y descanso, logrando “desconectar para conectar”.

En cierto modo, se podría hablar de una nostalgia de la desconexión, que resulta más valiosa cuanto más inalcanzable resulta. En realidad, el que necesite la conexión permanente no podrá poner en marcha proyectos con cierto calado, y estará abocado al flujo continuo de las novedades, que, paradójicamente, reducirá su productividad y eficacia.

Francisco J. Pérez-Latre es profesor agregado en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra.

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Referencias

Bringué, X.; Sádaba, C. (2011), Menores y redes sociales, Colección Generaciones Interactivas, Fundación Telefónica Madrid.

Carr, N. (2011), The Shallows. What the Internet is Doing to Our Brains, W.W. Norton & Company, New York.

Kirkpatrick, D. (2011), El efecto Facebook. La verdadera historia de la empresa que está conectando el mundo, Gestión 2000 Madrid.

Kovach, B., Rosenstiel T. (2010). Blur. How to Know What’s True In The Age of Information Overload, Bloomsbury, New York.

Qualman, E. (2009, 2011) Socialnomics: How Social Media Transforms the Way We Live and We Do Business, Wiley, Hoboken.

Twenge, J.M.; Campbell, W.K. (2009), The Narcissism Epidemic:
Living in the Age of Entitlement
, Free Press,  New York.

 

Padres, ¡No Claudiquen en la educación sexual de sus hijos!

Autor: Remiedios Falaguera | Fuente: Sontushijos.org

Padres, ¡No Claudiquen en la educación sexual de sus hijos!

Nadie duda, y los padres somos conscientes de ello, que la sexualidad es una parte muy importante de la vida del ser humano que no podemos ignorar

Padres, ¡No Claudiquen en la educación sexual de sus hijos!

Nadie duda, y los padres somos conscientes de ello, que la sexualidad es una parte muy importante de la vida del ser humano que no podemos ignorar. De ahí que los padres debemos poner todos los medios a nuestro alcance para encontrar, y poner en práctica, el autentico y más adecuado programa de educación sexual.

¡Manos a la obra ya!

En los últimos años, la preocupación de los padres, abrumados por las innumerables publicaciones de educación sexual que reducen todo al puro placer, ha ido en aumento.

Necesitamos un programa de educación claro, verdadero y completo; gradual y equilibrado. Con una visión de la sexualidad integral e integradora, conforme a los principios antropológicos fundamentales de la naturaleza y la dignidad de la persona humana.

Un programa que enriquezca las facultades del hombre –inteligencia y voluntad–, y que nos capacite en el desarrollo libre, razonado e integral de nuestra personalidad al servicio de una sexualidad sana y responsable.

Dicho esto, y bajo el amparo no solo de la legislación española, sino también de la jurisprudencia europea, los padres no debemos claudicar de nuestras libertades y derechos avalados por la Constitución, la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la Carta Europea de los Derechos del Niño.

Hablamos de un derecho pero también de una responsabilidad que son prioritarios intransferibles, innegociables, indelegables e insustituibles. Por lo tanto, los padres tenemos la obligación de ejercer nuestro derecho y nuestra responsabilidad en la educación de la sexualidad: Son las manos infinitamente cuidadosas de los padres, y no ningunas otras, por sabias que sean, las que tienen la máxima eficacia para llevar a cabo la iniciación sexual (Dr. Marañón).

A pesar de que muchos padres se sientan confusos ante esta responsabilidad, no pueden dudar de su privilegiada capacidad de amar, conocer y comprender las necesidades en el desarrollo armónico y equilibrado de sus hijos, incluida, la dimensión humana de la sexualidad. En efecto, los padres, movidos por el amor, el cariño y la comprensión por cada uno de sus hijos, son los protagonistas principales, irreemplazables, necesarios y los más adecuados protagonistas en su educación integral.

“Estamos en familia…”

La familia es el ámbito natural y más apropiado para el desarrollo de la personalidad, el espacio privilegiado donde, en un ambiente de amor y confianza, pueden plantearse sin traumas los interrogantes sobre la sexualidad. Los primeros años en familia, y la manera en que el niño los interpreta, contribuyen a la formación de actitudes, valores y comportamientos que tienden a persistir durante la vida adulta.

Es verdad que la familia no es la única fuerza modeladora en la vida de un niño: el colegio, los amigos y las instituciones de enseñanza superior, a lo que podríamos añadir las normas y costumbres que profanan el verdadero significado de la sexualidad y que son alentadas por los

medios de comunicación como televisión, internet, videos, películas, libros y revistas, también influyen en las actitudes y valores. Pero como acertadamente dijo Mercedes Arzú de Wilson, nada tiene mayor impacto en un niño que su experiencia familiar.

De ahí la importancia de la libertad de los padres a la hora de elegir un centro educativo acorde a sus convicciones, preferencias morales, religiosas, filosóficas y pedagógicas, como señala el art.14 de la Declaración de Derechos fundamentales de la Unión Europea.

Padres y profesores deben estar coordinados en el proyecto y finalidad de la tarea educativa. Porque los educadores, llamados a formar personas con su quehacer profesional, pueden articular un programa de formación que ofrezca valores y criterios sólidos de discernimiento para orientar el comportamiento humano responsable en este campo.

El papel del estado

La dejación de estos derechos y responsabilidades de los padres, por ignorancia, comodidad y, muchas veces, por ingenuidad, deja la puerta abierta a una invasión del Estado en la tarea educativa de nuestros hijos.

Un asedio, institucional y obligatorio, que pretende secuestrar la conciencia y las actitudes de nuestros hijos, cuestionando las convicciones morales, religiosas, y afectivas de las familias, con un único objetivo: introducir una nueva concepción del hombre y de la dimensión humana de la sexualidad con la que poder manipular las mentes de nuestros hijos e imponer su doctrina.

Los padres, como primeros y principales educadores de nuestros hijos, no podemos permitir esta usurpación de derechos. Es más, es nuestra responsabilidad encontrar soluciones lo más inmediatas posibles, para recuperar, mediante la educación y el ejemplo, los auténticos valores éticos y morales que ensalcen la dignidad de la persona humana.

¿Qué podemos hacer?

¿Cómo hablar con nuestros hijos del arte de un amor auténtico? ¿Cuándo es el momento oportuno para resolver sus inquietudes? ¿En qué objetivos vamos a centrar nuestras propuestas es eficaz: la espera, el respeto del otro, la madurez, el amor verdadero,….? ¿Cómo ayudarles a prevenir todas aquellas situaciones que puedan perjudicar su desarrollo personal?

En el tema de la educación de la sexualidad, como sucede cuando se aprende a leer, escribir, o incluso a comer, se necesita un cierto entrenamiento gradual e integral. Si no educamos nuestras emociones y sentimientos, nuestros deseos y apetencias; si no educamos nuestra capacidad de amar, nuestro carácter, nuestras miradas o gestos, en una relación de libertad, respeto, autodominio y entrega, estaremos reduciendo nuestro cuerpo y el de los demás, la grandeza de la sexualidad y nuestra capacidad de amar, a un mero trámite en el que los instintos gobiernan nuestro corazón, en lugar de ser al contrario.

De ahí, la importancia de una educación que ponga las bases del amor humano y verdadero desde el momento que surge la primera chispa que atrae a dos personas, pasando por el sentimiento profundo de satisfacción de estar con el otro (qué bien me siento contigo), hasta llegar al verdadero amor que apunta a descubrir la totalidad del otro y buscar su bienestar, su felicidad y la posibilidad de formar entre ambos un vínculo, una relación muy profunda (siempre te volvería a escoger a ti y solo a ti). En definitiva: una educación en valores que ayude a redescubrir el único camino que nos llevará a la felicidad personal y comunitaria.

No nos dejemos arrastrar por el pesimismo y la indiferencia. No es tarea fácil y lo sabemos. Pero, si la escalera no está apoyada en la pared correcta, cada peldaño que subimos es un paso más hacia un lugar equivocado (Stephen Covey).

¿Cómo podemos hacer?

Seamos honestos, claros y veraces en nuestras conversaciones y actitudes. De esta manera, nuestros hijos no solo nos respetarán como autoridad a seguir, sino que confiarán en nuestro consejo sobre sexo, valores y relaciones sanas. Demostrémosles que no se trata de una cuestión tabú, y que pueden acudir a nosotros para consultar sus legítimas dudas.

Debemos tratar de promover una cultura de la vida y del amor basada en unos valores éticos y morales, que son la razón de ser de la dignidad y el respeto del ser humano y promover, asimismo, el respeto al derecho a la vida y a la integridad moral y física.

Para ello, los padres debemos buscar tiempo para la educación y el cuidado de nuestros hijos, para que se sientan amados y aceptados en la familia, para charlar, divertirnos, compartir alegrías y penas, cuidarlos y que nos cuiden, ayudarnos, comprendernos…en definitiva, para dar y darse. Las comidas familiares son un buen momento para conversar y conocer en profundidad a nuestros hijos, los cuales han de sentir que son importantes para sus padres.

Hemos de hablarles de la libertad – compromiso – felicidad – reciprocidad del amor (relación de ida y vuelta), hacerles crecer en responsabilidad y autoestima, fomentar el valor de solidaridad que les obligue a salir de sí y a compartir. Para todo ello es de extrema importancia el ejemplo de los padres; fortaleza, audacia, unidad de vida, coherencia, hacerles atractivo el amor.

Pongamos especial interés en educar el maravilloso valor de la amistad. Abrir las puertas de tu casa a los amigos de tus hijos para estudiar, jugar, hacer fiestas,…. Hacer hincapié en las relaciones desinteresadas: no vales por lo que tienes sino por lo que eres.

No nos olvidemos de incidir en la importancia de la intimidad y el pudor. Hacerles comprender que hay que evitar extravagancias, vulgaridades y exhibiciones que puedan molestar a los demás.

Dialogar, dialogar y dialogar. Poner los medios para que sus hijos adolescentes cuenten con ustedes y no con cualquier persona e informarles adecuadamente de las enfermedades de transmisión sexual. Explicarles la diferencia entre amor y emoción, la anticoncepción, las mentiras del sexo seguro, la teoría de género… Enseñarles que para amar hay que conocerse y tratarse.

Debemos enseñarles cómo y por qué decir que no. Transmitirles de forma clara el respeto de uno mismo y el autocontrol. Hacerles comprender la verdad y el significado de la sexualidad: hombre y mujer son diferentes y complementarios, el nacimiento de los hijos es un regalo lleno de responsabilidad…

Tratemos de prevenir los contenidos televisivos perniciosos, enseñándoles a ver una televisión de calidad y fomentando un espíritu crítico ante la programación, además de inculcarles un uso moderado de la misma.

Conviene educar a nuestros hijos en el buen uso de las nuevas tecnologías (NNTT), que no solo sirven para estar en contacto, para hacer nuevos amigos, para buscar información, escuchar música y en general, para desarrollar su propia cultura, sino para mejorar las relaciones personales, familiares y sociales. Para ello, tenemos la obligación de conocerlas y saber manejarlas. Como dicen por la red, el problema no es la máquina sino el hombre que la usa. Todo depende del tiempo que se dedique y la capacidad crítica que se ejerza a la hora de saber situarlas en su justo lugar.

Nunca debemos olvidarnos de respetar su libertad: Debemos encontrar el equilibrio adecuado

entre libertad y disciplina estando siempre atentos a ayudarles a corregir ideas y decisiones equivocadas. En cambio, lo que nunca debemos hacer es secundarlos en sus errores, fingir que no los vemos o, peor aún, que los compartimos como si fueran las nuevas fronteras del progreso humano.

Considero fundamental saber tomarse la vida con buen humor, no asustarse nunca ante los comentarios y preguntas de nuestros hijos. Saber mantener a cierta distancia los problemas que se nos presentan, máxime cuando estos sean de gran calado, cuidándonos de que no nos atrape en sus redes la tristeza, la desesperación, el miedo e incluso, la depresión.

El amor no es cosa que se aprenda, ¡y, sin embargo, no hay nada que sea más necesario enseñar! (Juan Pablo II).